Conversación

Los minutos iniciales los dedican a coletillas y expresiones rutinarias, a preguntar por trivialidades que a ninguno le interesan pero que contribuyen a romper un hielo que nunca le pareció que fuera tan grueso, a caldear una situación que ella no pensó, después de conocerse tanto tiempo, que pudiese ser tan gélida. Pero una cosa es el teléfono, donde sólo hay palabras, sonidos, entonaciones e intensidades, y otra muy diferente sentarse cara a cara, donde hasta las palabras cobran una fuerza que los impulsos eléctricos de la línea telefónica son incapaces de reproducir.

Incluso si ignora eso, ahora cada fonema va acompañado de un complejo baile en el que intervienen los labios, la lengua, los dientes, la garganta que sube y baja. Si va un poco más allá, encuentra el movimiento de los globos oculares jugando al ritmo que les marca cada palabra, las manos y los dedos gesticulando al compás de los sonidos para enfatizar cada idea, cada pregunta, cada deseo, cada afirmación, cada duda o certeza; la espalda, la cabeza, las extremidades, incluso el sexo, que se mueve con frecuencia indefinida para acoplarse y acomodarse en el asiento.

Al final de todo eso quedan las pupilas que se dilatan, la sonrisa huérfana que no necesita una palabra para manifestarse, los párpados que bajan y suben sin esperar a que la superficie del ojo se haya secado, el pecho que se llena y vacía al inspirar y espirar, el pie en el aire y su nervioso balanceo; el repiqueteo de los dedos contra la silla, tocándose el pelo, acariciando la superficie de la mesa o recogiendo con esmero los granos de azúcar que se han desperdigado; la mayor o menor inclinación del cuerpo, los labios que sin pronunciar palabra hablan por sí solos, las miradas que son incursiones de exploración espontáneas y veloces, la posición de la cabeza, la armonía de todo el cuerpo, que visto en su conjunto y para un observador externo entrenado, dice muchas más cosas que el aire pasando a través de las cuerdas vocales.

Fenotipo

No es necesario ser demasiado exactos, pero lo intentaré. La palabra fenotipo es un término proveniente del campo de la genética compuesto por la unión del verbo griego phainein (mostrarse, ser visible) y la palabra griega typos (marca, huella), que se define como el conjunto de características de un individuo que se determinan como resultado de la interacción de su patrimonio genético (genotipo) y su entorno, entre las que se incluyen los aspectos fisiológicos, morfológicos, conductuales y de otra naturaleza. Desde que lo conocí me di cuenta de que siempre había tenido bien identificado cuál era su fenotipo preferido en lo que a mujeres se refería. En cuanto al físico, mujeres de tetas grandes y firmes (naturales o no), culos duros pero no muy grandes ni pequeños, piernas largas y torneadas. En un plano más estético, que hiciesen un uso discreto pero habitual del maquillaje, tacones cuanto más altos y finos mejor, faldas y escotes cuanto más cortas y generosos mejor, sexos rasurados o al menos cuidados y piel bronceada. Por último, conductualmente, si podemos decirlo así, que mostrasen una dedicación significativa de su tiempo al desarrollo y mejora de sus propiedades físicas y tuviesen escasos inconvenientes para pasarlo bien, siempre según su propia idea del concepto. Afortunadamente, él representaba a la perfección la versión masculina de tal fenotipo. Dado que como he podido observar por lo general ambos se atraen como polos opuestos de un imán, en los ambientes en los que se movía disponía de una fuente variada y abundante de potenciales parejas con las que establecer contactos con propósitos sexuales. Pude verlo muchas veces. No, claro, no. Esto no quiere decir que redujese su espectro de cópula a aquellas mujeres que de acuerdo a su criterio encajaban en tal paradigma; la realidad era que el grado de identificación suficiente que el sujeto particular en cuestión (ella) tenía que tener con sus preferencias para poder llevar a cabo una relación sexual variaba según las circunstancias del momento y las necesidades del sujeto de estudio (él), si bien las limitaciones en cuanto a los entornos que frecuentaba hacían difícil salirse del modelo escogido. Eso también tuve oportunidad de comprobarlo. La verdad es que era un tipo digno de observación.

Huellas

Muchas personas entienden un hijo como la vía a la inmortalidad, aunque en ocasiones no de manera consciente o con esas palabras. Permanece en el pensamiento colectivo la idea de que pasamos a la posteridad a través de nuestra descendencia; eso es lo que el ser humano deja para el futuro. Es posible que esa idea surja como respuesta a la inmediatez, a la cercanía, a la presencia de la muerte, que pasados los veinte y superado el complejo de superman nunca está tan lejos como nos gustaría; es un pequeño consuelo: el día que muera, sé que habré dejado un surco en la Historia, con mayúscula. Quizá un surco pequeño, quizá uno insignificante o, en el peor de los casos, uno teñido de maldad, de estupidez, de indiferencia. A lo Maquiavelo, la inmortalidad bien se merece todo lo demás.

Podemos aplicar lo mismo a aquellos que a través de sus obras consiguen trascender su existencia: inventores, pintores, filósofos, escritores, creadores en general, pero también asesinos, genocidas, torturadores. Es muy interesante el caso de estos últimos, que son escoltados y conducidos a la eternidad por las víctimas sobre las que descansa su nombre. Has de saber que no fue suficiente con morir; vas a contribuir a llevar a tu verdugo al fin de los tiempos. Nadie recordará tu nombre, sólo el del asesino que con sus manos o con las de otros, te quitó la vida. Se escribirán biografías, se analizará su vida, se rodarán documentales, todo gracias a tus lágrimas, tu sangre y tu sufrimiento. La memoria no hace distinciones: recuerda algo o no recuerda y las razones por las que lo hace son irrelevantes; no es posible aplicar un filtro a nuestros recuerdos como si se tratase de una hoja de cálculo. Sería deseable que la Humanidad se permitiese olvidase la identidad de los asesinos; no borrarlos, no negar su existencia. Dejarlos de lado, sacarlos de la Historia o arrinconarlos en una esquina; sus víctimas se merecen al menos el respeto de que no encumbremos a aquellos que acabaron con su existencia. ¿Sería eso negar la memoria de las víctimas? Quizá. Pero, en realidad, ¿de la memoria de quién estamos hablando? En la cabeza resuenan Stalin, Hitler, Pol Pot, Torquemada. Debajo de ellos, como piezas prescindibles, intercambiables, algunos nombres sueltos. Millones de asesinados de los que sabemos algo cuando aparecen en los medios por alguna conmemoración, evento, o curiosidad histórica. Nombres que olvidamos a los pocos segundos pero que son los granos de arena que construyen el castillo de sus verdugos. Sólo aquellos que tienen una relación directa con las víctimas conocen alguno, pero es cuestión de tiempo que esa línea acabe por deshilacharse y romperse; adivinen entonces quién permanecerá en la Historia. Por tanto, ¿la memoria de quién estamos preservando? No parece un trato justo. 

En un tercer grupo quedan aquellas personas sin descendencia ni relevancia histórica; aquellas que no dejan nada detrás de ellos. Aquellas que simplemente, desaparecen, pasan sin hacer demasiado ruido, sin levantar la mano, sin molestar. Esas que alguien se atrevería a decir que no dejan surco, huella, memoria. Sin embargo, afirmar eso es dotar de una trascendencia que no tiene la existencia humana y al mismo tiempo negar la existencia concreta de esos seres humanos. Lo cierto es que nadie muere sin dejar huella y todos morimos sin dejarla. Porque en un abanico de infinitos universos posibles, son los actos de cada ser animado o inanimado a lo largo de millones de años los que hacen que las cosas sean exactamente como son y no de otra manera. Y sin embargo, cuando al final de los tiempos todo esto se apague, lo que somos y lo que fuimos desaparecerá como una pisada en la arena al llegar una ola.

Viento y lluvia

En el cristal de la mesa de Ikea de segunda mano que hace un par de meses compré a un argentino que se mudaba con su mujer a Cádiz, y que me costó horrores meter en el coche, veo las nubes moviéndose a toda velocidad. Parece como si huyesen de algo. El viento sopla con fuerza y las sábanas colgadas al otro lado del ventanal en la finca de enfrente se agitan con violencia. Me asombra que la mujer que las ha tendido, porque he visto que era una mujer, confíe tanto en las pinzas que las sujetan a las cuerdas de nylon verde, cuando cada vez que utilizo el tendedero exterior compruebo el nudo y me pregunto si resistirá. La contestación no tarda en llegar al comenzar a tender las sábanas, pantalones, camisetas, suéters o fundas de las almohadas. Así que me hago una pregunta que no puedo contestar, sobre la que sólo puedo hipotetizar, me arriesgo y tomo una decisión. No es que sea una decisión demasiado trascendente. Pero no creo que dejase fuera la ropa en un día como hoy. No, seguro que no. ¿Será ella más valiente que yo? ¿Más inconsciente? ¿Más experimentada? Quién sabe.

Por la franja de cristal, que es de apenas unos centímetros, también aparecen algunos pájaros solitarios. Hace unos días veía grupos de pájaros formando una V, que me recuerdan a las formaciones de ciclistas cuando hay viento racheado, pero ahora ya apenas los veo. Como las nubes, ellos también huyen, aunque no sé si de nosotros, de esta ciudad o de todo en general. Aunque la silueta que es su reflejo no permite apreciar los detalles, diría por el tamaño que los solitarios son gaviotas, esas que tienen su residencia habitual en el Manzanares, a apenas unos metros de aquí. Se deslizan por la superficie brillante y continúan hacia la parte de la mesa sobre la que se refleja la persiana, que tengo bajada a la altura del pecho. Entonces desaparecen. Ha dejado de llover. 

Se está nublando y la luz, ya escasa de por sí, comenzará pronto a desaparecer. Justo donde la persiana corta el firmamento, reposa una taza de café que tomé hace ya un par de horas; los restos se han secado y a simple vista aparecen adheridos con fuerza a la cerámica, pero como tantas otras cosas en la vida, serán suficientes unas gotas de agua para que se diluyan y se desprendan de las paredes. Casi nada es tan resistente como parece a simple vista.

Ayer acabé La ley del menor, de Ian McEwan. Me gustó mucho su lectura, tanto en la forma, quizá más clásica de lo que estoy acostumbrado, como en el contenido. Esta mañana, antes de levantarme de la cama, he comenzado Para que no te pierdas en el barrio, de Patrick Modiano. Ya lo dejé ayer por la noche en la mesilla adrede. Son apenas 140 páginas; voy ya por la mitad y calculo que lo acabaré hoy; me da miedo estar acostumbrándome a leer demasiado deprisa y que acabe engullendo las palabras como engullo la comida. Este libro me está gustando más que el anterior, Tan buenos chicos, del que, he de admitir, apenas guardo algún recuerdo. A diferencia de estos dos autores, siempre he sido poco dado a ambientar historias en lugares reales, quizá porque pienso que Valencia o Madrid son ciudades menos glaumorosas que Londres o París, en las que estos novelistas ambientan estas dos obras. Es probable que se trate del típico complejo de inferioridad español frente a nuestros vecinos del norte, expresión manida donde las haya.

Ha vuelto la lluvia. Enciendo el flexo y acabo escribiendo esta última línea. Es hora de comer.

¿Es útil Twitter?

Hace unas semanas Borja Ventura escribía en Yorokobu un interesante artículo sobre Twitter, en el que planteaba el problema que se está encontrando esta red social para generar tráfico hacia los contenidos que se publican en tweets. Es decir, lo difícil que resulta que un usuario de Twitter pinche en un enlace y acceda a un contenido externo, y lo pobre que queda en comparación, por ejemplo, con Facebook.

Aunque por supuesto mi experiencia no es extrapolable a todas las webs, lo que plantea el post es algo que personalmente vengo viendo desde hace un tiempo, y es un problema al que Twitter tendrá que hacer frente tarde o temprano. Veamos algunos datos, para los que he cogido estadísticas de Google Analyitcs y el periodo desde el 1 de octubre hasta hoy.

Unsociability.org

En primer lugar, mi blog personal. Desde luego, el tráfico es tan escaso que los datos no son muy relevantes, pero muestran lo mismo que veremos luego. Si analizamos los últimos tres meses, mi número de "seguidores" en Twitter se ha mantenido en torno a los 500, y el de "amigos" por debajo de los 100. Esto supone aproximadamente un mútiplo de 5x a favor de Twitter.

Sin embargo, las estadísticas muestran que las visitas provenientes de Facebook supone el 60% de las visitas de tráfico social, frente al 40% de Twitter. Esto parece comprensible; al fin y al cabo, mis contactos en Facebook incluyen a amigos, compañeros de trabajo, familiares, etc., más dados a pinchar en un enlace que una persona con la que no tengo ningún vínculo. Esto supone un múltiplo de 1,5x a favor de Facebook. No parece mucho.

Aun así, el problema viene cuando a ese 25% de tráfico que procede de Twitter le restas el 60% que suponen los clicks procedentes de las visitas al perfil (y que por tanto, no van asociados a clicks sobre contenidos publicados en tweets), donde pasamos a un múltiplo de casi 4x a favor de Facebook. Eso ya no parece tan normal.

El resultado es que el tráfico que procede de los enlaces publicados en tweets es casi insignificante.

Security Art Work

Security Art Work (SAW) es un blog de S2 Grupo especializado en seguridad de la información del que soy editor. Con una media de 1500 visitas al día, aquí los números sí que nos permitirán hacernos una idea mejor de la relevancia de cada una de las redes sociales. Actualmente, SAW tiene 334 "Me gusta" en Facebook y 9500 "followers" en Twitter (cuentas que no gestiono yo). Esto supone aproximadamente un mútiplo de 28x a favor de Twitter. Parece bastante, ¿verdad?

Si vemos las estadísticas del tráfico de origen social, el 70% de las páginas vistas proceden de Twitter y el 15% restante de Facebook (hay otros orígenes "sociales" que llevan el porcentaje al 100% pero que no tienen relevancia aquí). Parece lógico, aunque supone aproximadamente un múltiplo de 5x. Si a ese 70% le restamos el 13% que procede de las visitas al perfil, el múltiplo resultante es de sólo 4x a favor de Twitter, muy inferior al 28x que hemos visto arriba.

Hijos Digitales

Veamos otro blog de S2 Grupo con datos relevantes: Hijos Digitales (HD). Actualmente, HD tiene una media de 14.000 visitas al día, 717 "Me gusta" y 2600 "seguidores". Tirando por arriba, esto supone aproximadamente un mútiplo de 3,5x a favor de Twitter.

Sin embargo, si vamos a las estadísticas, nos encontramos con que el 80% del tráfico de origen social procede de Facebook, mientras que sólo un 17% procede de Twitter. Esto hace un múltiplo de 4,7x a favor de Facebook. Si como antes, le quitamos las visitas al perfil, el múltiplo se incrementa a 5,5x a favor de Facebook. Se mantiene así la tendencia que hemos visto en los dos casos anteriores.

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La conclusión es clara: a la hora de generar tráfico hacia un site, el ROI de un contacto de Facebook es bastante mayor que el de uno de Twitter. Es decir, siempre teniendo en cuenta la necesidad de  mantener un perfil social en las principales redes sociales, son más "rentables" los recursos que se dedican a Facebook que los que se dedican a Twitter.

Hay varias razones con las que podríamos explicar esto, siempre según mi experiencia.

En primer lugar, los usuarios de Facebook tienden a incluir entre sus contactos personas que conocen o con las que tienen una relación cercana; amigos, compañeros de trabajo, familiares, etc. Sin embargo, en Twitter la situación es más bien la contraria, hasta el punto de que son habituales las cuentas "anónimas" o protagonizadas por personas que adoptan como identidad un personaje construido. Si tenemos en cuenta que probablemente le asignamos mayor credibilidad e interés a una persona que conocemos que a una que no conocemos, tenemos una primera respuesta.

La segunda tiene que ver con el ritmo de publicación o volumen de contenidos. Por lo general, el timeline (TL) de Twitter es mucho más dinámico que el de Facebook; un usuario de Twitter puede fácilmente publicar 5 tweets al día de manera regular. Si un usuario sigue a 300 personas, eso son 1500 tweets al día. Ambos números son más que razonables, y tiendo a pensar que por lo general, son mayores. Eso implica que un tweet concreto es fácil que pase por alto entre un número tan alto de publicaciones. Por el contrario, en Facebook no es habitual ese número de publicaciones diarias. Por un lado, esto podría apuntar al declive que en parte también se le achaca, o incluso ala madurez que ha adquirido, pero es necesario recordar que con un uso "normal" de ambas redes sociales, el número de contactos en Facebook suele ser menor que el de Twitter. Por ejemplo, después de 4 horas sin conexión, puedo revisar en poco tiempo el TL de Facebook (100) pero hacerlo con el de Twitter (500) me parece un infierno y, en cierto modo, una pérdida de tiempo. Y aquí pasamos al tercer punto.

Y éste es el valor de los contenidos. Los contenidos en Facebook suelen estar formados por fotografías, vídeos y enlaces a contenido externo. Proporcionalmente, las "reflexiones" sin un apoyo de otro contenido son menos habituales en Facebook que en Twitter, cuyas interacciones y menciones entre los usuarios constituyen además una fuente importante de ruido. En general, por mi experiencia tiendo a pensar que el volumen de información "significativa" es mucho mayor en Facebook que en Twitter, aunque evidentemente eso siempre depende de los contactos en cada usuario y de lo que cada uno busque.

Hay otros factores que hacen que un usuario esté menos dispuesto a dejar la red social para visitar una web ajena que uno en Facebook; por un lado, el número de contenidos que deja de "ver" al salir a un contenido externo es mayor en Twitter, y por otra, en el caso de los móviles esa visita implica lanzar el navegador. Puede parecer una tontería, pero a medida que un móvil envejece, los recursos que requiere lanzar una aplicación y cambiar entre aplicaciones se incrementa, y llega un momento en el que el usuario puede decidir que la información del enlace "no compensa" el salto. Facebook ha resuelto esto hábilmente introduciendo su propio navegador en la aplicación para smartphones: aparte de obtener un mayor control sobre el tráfico generado, consigue que el usuario no tenga que cambiar de aplicación con lo que su experiencia es mejor y la resistencia a visitar la página se reduce.

La filosofía de la red social también tiene un papel importante. En twitter hay una cuasi obsesión por conseguir seguidores, lo que provoca que haya "seguimientos" recíprocos (en los que sólo uno o ninguno de los dos puede estar interesado en realidad en los tweets del otro), y que los usuarios tiendan a publicar aquella información que puede darles un retorno mayor en seguidores. Y esa información no son los enlaces. Pueden ser opiniones políticas, chistes, fotografías, comentarios, ocurrencias, etc., pero por lo general no un enlace a una web externa. Y una prueba de esto es la duración de los Vines: 6 segundos. Parece que Twitter no quiere que salgas de tu TL.

Por último, está el uso que los usuarios le dan a cada una de las redes sociales. Twitter parece que ha sido adoptada como herramienta de interacción, incluso diálogo (o discusión) entre los usuarios. El número de enlaces a medios externos es por lo general, no muy relevante entre el volumen total de tweets: comentarios, interacciones, retweets, etc. Eso hace que el usuario adopte cierta posición a lo que quiere hacer en la red social. Por el contrario, y siempre desde mi experiencia, en Facebook es menos habitual que se produzca esa interacción en el primer nivel, y que se traslade a los comentarios de la publicación. De este modo, la interacción queda relegada a un segundo plano que no "contamina" el contenido principal. 

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Seguro que hay muchas más razones, pero hasta aquí llega el análisis. Mi experiencia con Twitter como medio de promoción de contenidos a lo largo del año pasado es más bien decepcionante, y a la vista de las estadísticas de los otros dos blogs, creo que puede ser extrapolable a otros medios. Esta es, de hecho, una de las razones por las que estoy tratando de reducir mi presencia en esta red; en general, y sin ánimo de ofender, la recompensa que obtengo por el tiempo que le dedico es más bien pequeña.

¿Es útil Twitter? Sí, claro que lo es. Todo depende cuál sea el propósito para el cual se utilice. Creo que es un medio fantástico para el comentario de programas de televisión, eventos (partidos de fútbol o elecciones, por ejemplo), como medio de información en tiempo real y para la interacción con otros usuarios. 

Ahora bien, ¿hasta qué punto es capaz Twitter de monetizar esos usos? Creo que de momento, menos de lo que le gustaría y es posible que incluso menos de lo que necesita para los costes de explotación. El hecho de que los usuarios no accedan a enlaces externos hace poco atractivo el uso de sus herramientas de promoción de tweets o para el incremento de seguidores, dado que el ROI obtenido es bajo frente a otras herramientas como Facebook o Google AdWords. Por otro lado, el ruido que se genera es algo que Twitter deberá resolver a medida que la red social gana en penetración, si no es algo que ya le está afectando en su crecimiento.

Será interesante ver cómo evoluciona la red en el futuro, pero parece claro que alguien tiene que darle una pensada a su modelo de negocio.

Eppur si muove

Oh, vaya, ya está de nuevo el pesado este con el rollo de la puta novela. Qué tío más pesado.

Sí, qué pasa. Respect.

Bueno, a lo que iba. La última vez que aparecí por aquí para hablar de mi eterno proyecto fue el 6 de diciembre. Entonces llevaba 135.000 palabras. Ahora llevo 140.000. El incremento de 5000 palabras en un mes no parece mucho, aunque claro, no se trata de generar volumen. A pesar de lo que puede parecer, en este último mes he avanzado bastante. Menos de lo que me gustaría y desde luego, menos de lo que debería a decir por las horas que paso delante del teclado y los dolores de cabeza con los que acabo algunos días, pero bueno. Ya saben, el que algo quiere... 

El primer y principal cambio que he abordado está en la estructura. Debido a la forma en que había planteado la historia el final de las dos primeras partes me chirriaba un poco (bastante) y no veía muy clara la forma de solucionar el problema. Después de mover varios capítulos y adoptar un enfoque bastante diferente en la tercera parte ahora la veo más clara. He sincronizado algunos puntos conflictivos, y aunque es posible que la segunda parte se haya quedado un poco coja, pero eso lo abordaré en su momento.

También estoy jugando un poco, sin pasarme, con el uso del presente y el pasado. Me costó mucho decidirme a escribir la novela en presente (cambié varias veces al principio), pero me gusta más la sensación de cercanía temporal (y en cierto modo, crudeza) que causa un "el hombre mira el cielo" que un "el hombre miró el cielo". Creo que el culpable de esto fue Corre Conejo, de Updike. El cambio de estructura me ha permitido introducir algunos flashbacks en los que recurro al pretérito. Al principio comencé a escribirlos en presente, pero creo que era confuso y requería dar demasiados detalles del momento temporal en el que transcurría la escena. Para mí es interesante, pero entiendo que en un marco que transcurre en el presente, si la escena se retrae al pasado, mantener el presente puede ser un poco raro. Debo admitir que después de escribir tanto tiempo en presente, a veces me cuesta un poco elegir entre el perfecto y el imperfecto (comió vs. comía), aunque creo que en general lo estoy resolviendo bien.

El tercer cambio, bastante reciente, es cambiar el género del personaje que en mi opinión es el más carismático de la novela (y el más hijo de puta, todo sea dicho). Que fuese un hombre me empezaba a dar poco juego y era un estereotipo, así que me lo he "cargado" y en su lugar he puesto a su mujer. Y en el lugar de su mujer, a otra mujer. Este cambio me está dando mucho juego en algunas escenas y tengo ya algunos cambios pensados para la siguiente revisión; algunos necesarios, otros que quiero introducir. No, no hay nada sexual.

Y eso es todo de momento, creo. Aunque el listado de lecturas pendientes no hace más que incrementarse y con la llegada de los Reyes Magos todo apunta a que se incrementará aún más, he tenido que dejar aparcados un poco los libros en marcha (principalmente Jota Erre, La broma infinita y La maravillosa vida breve de Óscar Wao). La única lectura que mantengo, más o menos, es No es país para viejos, que abordo por tercera vez. Me avergüenza admitir no he leído nada más de Cormac McCarthy, pero desde luego en este libro el cabrón es astringente y áspero. Habrá que leer otros.

Y hasta aquí puedo leer. Sirva este post como intermedio entre tanta foto de recurso fácil. Con Dios.

Una botella de Pacharán

Son las dos y media pasadas. Cuando llego a la cola de la única caja del supermercado hay tres personas delante de mí. Una mujer joven, un hombre de mediana edad y otra mujer mayor menuda, que hace unos minutos me ha pedido que le alcance un paquete de tila de la última estantería. Ninguno lleva más de cinco artículos. Mientras la mujer está metiendo el cambio en el monedero, entra un sujeto corpulento, con barba de varios días y barriga prominente, que es como son todas las barrigas. Aprovechando que las bebidas espirituosas están detrás de la caja, se acerca al dependiente y le dice:

—Oye, dame una botella de pacharán.

El tono empleado es del que sabe que va a conseguir su propósito. A pesar de las reiteradas peticiones, el dependiente le ignora mientras atiende al hombre. Al ver que no consigue su resultado, se dirige al cliente que está siendo atendido:

—¿A usted no le importa, no? —pregunta, obviando que debería preguntar a toda la cola.
—Sí —dice sin mirarle, mientras otro empleado mete sus cosas en la bolsa.

Esa respuesta sorprende al recién llegado, que supone que ha habido alguna confusión en la comunicación y trata de confirmar si es así:

—¿Le importa?
—Sí, me importa. Póngase a la cola, como todo el mundo —dice sin mirarle a la cara.

Tras el infructuoso intento, vuelve a la carga contra el dependiente, mientras el hombre que acaba de ser atendido sale del supermercado.

—Va, dame una botella de pacharán. La tienes ahí detrás. Me la das y te cobras diez euros. Venga —insiste.
—No puedo hacer eso, señor, tiene que ponerse a la cola.
—Vamos hombre, si la tienes ahí detrás. Va, te cobras diez euros.
—Le digo que no puedo hacer eso. Tiene que ponerse a la cola —dice, y da por cerrada la conversación.

Cuando miro, detrás de mí hay ya cinco o seis personas. Nadie lleva más de media docena de artículos. El hombre lo intenta entonces con la mujer mayor que va delante de mí:

—Disculpe, ¿le importa que... —dice, dejando la frase a medias como si no hiciese falta acabar de preguntar y la respuesta se diese por sobreentendida.

La mujer asiente con la cabeza y le hace una señal para que pase, pero es posible que el tipo piense que necesita más apoyos, así que me mira y me pregunta exactamente lo mismo. Para su desgracia, mi contestación es diferente:

—Sí, me importa. Póngase a la cola.
—Vaya, podías haber quedado como un rey.
—No tengo necesidad de quedar bien. Es usted un jeta —digo mientras comienzo a poner la compra en la cinta.

Decepcionado, ya un poco molesto y exasperado, me ignora e identifica un nuevo flanco: la persona que mete la compra en las bolsas. Es china y parece que no habla demasiado castellano, a decir por las veces que tiene que hablar con el dependiente (que también es de ascendencia china pero probablemente español). Mientras le pide a éste, de nuevo, la botella del maldito pacharán, llega el relevo a la caja, lo que desencadena un clima propenso para los propósitos del individuo, ya que uno de los dependientes coge la botella, este le da cincuenta euros, aquel le da el cambio (cuarenta euros y algunos céntimos), este le devuelve los céntimos con una mueca y desaparece por la puerta.

Unos segundos después salgo a la calle y en ese preciso momento un camión de la basura que circula a 90 km/h embiste al hombre de la botella de pacharán, que se hace añicos contra el asfalto. El impacto hace que salga despedido quince metros por los aires, hasta golpearse la cabeza con un volquete lleno de escombros. Entre estertores y gemidos, de alguna parte aparece una jauría de perros salvajes que se abalanza sobre él. La sangre de los miembros desgarrados salpica a los coches adyacentes. Se suceden las peleas entre los animales, cuyos colmillos han desgarrado la piel del torso; los intestinos se extienden a los lados por el suelo. Uno de ellos se está comiendo la carne de la parte interna del muslo, mientras se suceden los gritos. Alguien avisa de que todavía respira, y se oyen aplausos entre los presentes. La mayoría de los perros se dispersan con rapidez por las calles adyacentes, dejando huellas oscuras en el pavimento. Los que quedan son ahuyentados por una bandada de gaviotas enloquecidas surgidas de la nada; vemos con admiración cómo caen sobre él y se mueven nerviosas alrededor del cuerpo; las alas enrojecidas, los graznidos, las garras sobre el cuerpo. Los últimos gritos del hombre, antes de que un pájaro le arranque la garganta con el pico, hacen que varias personas se asomen a la calle. Tras contemplar el espectáculo unos segundos, vuelven a sus quehaceres con una mueca de indiferencia. Los ojos duran poco tiempo en sus cuencas. Cuando llega el barrendero quedan ya pocos pocos pájaros y no le cuesta espantarlos con el palo; recoge los escasos restos y los echa en el cubo de la basura. El pescadero echa varios cubos de agua encima de la calzada ensangrentada, que se vuelve rosada y forma un pequeño riachuelo pegado a la acera que se pierde en la alcantarilla.

Los pocos que aún miramos sonreímos satisfechos. Miro el móvil. Se hace tarde.

Ay, Pdro

Las elecciones del pasado domingo han dejado en mi opinión un perdedor claro: el PSOE. Sigue siendo el segundo partido, pero con la aparición de Podemos ya casi no lo parece, por mucho que se empeñe Pedro Sánchez en decir que su rival es el PP. Mientras que el partido de Rajoy mantiene una distancia prudencial con Ciudadanos, en el PSOE deben estar poniéndose un poco nerviosos al ver a Errejón e Iglesias por el retrovisor. Hablando en plata, el PSOE tiene en sus manos lo que se dice un marrón gordo, gordo, gordo.

Veamos las alternativas.

Empecemos por el PP. Por activa y por pasiva se ha dicho desde el PSOE que no van a colaborar a que ni Rajoy ni ninguna otra persona del PP (por si acaso a alguien le daba por pensar en Soraya, que para eso son un equipo) salga investido presidente. Si no había quedado claro, Susana Díaz ha "insistido" en la idea hace unas horas (quien dice insistir dice mandar recados). Según ella, el PSOE tiene que estar en la oposición, aunque a la buena mujer se le pasa por alto que para que haya oposición, tiene que haber gobierno, y eso es algo que a estas alturas no está tan claro. A la vista de los comentarios de Felipe González y las alusiones al famoso "pacto de Estado", yo no apostaría nada a que el PSOE no acaba pactando, o al menos permitiendo la investidura de un candidato del PP; cualquier alternativa, hoy por hoy, me parece que es aún peor como partido. Llegado el caso, ya nos inventaremos una justificación y donde dije digo, digo Diego, y tenemos cuatro años para hacer pasar por bueno nuestro argumento. Nada fuera de lo común.

Por la parte de Podemos, además del "problema" del referéndum, está el hecho de que el partido de Iglesias está fagocitando sin prisa pero sin pausa al histórico PSOE (cómo les gusta mencionar lo de histórico, como si fuesen un cuadro de Goya que hay que preservar). Si como dice Podemos el referéndum es una condición no negociable, es improbable que el partido de Susana Díaz, José Bono y Felipe González permita tal pacto, que la baronesa andaluza (de donde proviene una buena parte de los votos de Pedro Sánchez) ya ha calificado de aventura. Es más, estoy seguro de que, a pesar de lo que ideológicamente pudiera parecer, los barones prefieren  al PP que a Podemos; más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Porque el PP al fin y al cabo va en el mismo barco del bipartidismo y tiene intereses comunes con el PSOE, y además porque el PP no le va a "robar" al PSOE su votante tradicional y podemos ya lo está haciendo.

Si el único problema fuese el referéndum (que no lo es), cabría pensar que Podemos, siguiendo la línea maquiavélica de los últimos meses (ya saben, el fin justifica los medios), podría dejar apartado ese tema a un lado por un tiempo, lo que le daría una posición fuerte en la negociación y dejaría al PSOE con pocos argumentos. No obstante, no hay que olvidar que Podemos va de la mano de diferentes candidaturas de unidad popular, y una de esas es En Comú Podem, que aporta 9 de los 69 escaños. El jaleo que se puede armar como a algún peso pesado se le ocurra plantear la opcionalidad del referéndum puede ser de impresión. Creo que esa sí es una condición que no va a cambiar.

Luego están los independentistas y nacionalistas. Parece obvio que el PSOE no va a pactar con ellos, al menos no con los primeros. Con los nacionalistas quizá, total los dos partidos mayoritarios llevan haciéndolo desde hace muchos años (de aquellos polvos vienen estos lodos) y un poco más, a quién le importa. Tampoco supondrían una gran diferencia. Nos queda Izquierda Unida, pero tristemente, ni sus escaños parece que vayan a tener mucha relevancia, ni las posiciones de ambos están lo que se dice "cercanas", aunque el PSOE se defina como "izquierda".

En resumen, que si el PSOE se mantiene en sus trece, lo que está por ver, no pactará con el PP ni con Podemos y votará en contra de la investidura de Rajoy. Veamos el resto de permutaciones.

Si miramos a Podemos está bastante claro; si mantiene una mínima coherencia, no pactará con el PP y además votará en contra de la investidura de Rajoy. Lo mismo puede decirse de, al menos, ERC. De Democràcia i Llibertat no sabe uno qué pensar, porque al fin y al cabo son un partido ideológicamente de derechas, pero parecería raro que en medio de una negociación con la CUP le hiciesen ojitos a Rajoy. Raro no, muy raro. Así que Rajoy se queda solo con Ciudadanos.

PP y Ciudadanos pueden ir de la mano, claro, pero no es que vayan a llegar muy lejos; suman 160 y pocos escaños y en contra tienen unos cuantos más. Es decir, que según eso Rajoy no puede ser presidente. Pablo Iglesias lo tiene igual de fácil; ni Rajoy ni Pedro Sánchez ni Albert Rivera le apoyarán. Albert Rivera es poco probable que en la posición que está (cuarta fuerza política) pueda optar a la presidencia del gobierno, y tampoco en cualquier caso tiene los apoyos.

El caso de Pedro Sánchez es algo más interesante. Si el PP aplicase lo que viene pidiendo cada diez minutos (altura de miras, política de Estado y tal) y se abstuviese en la investidura, podría darse el caso de que Podemos hiciese lo propio, con lo que tendríamos un gobierno del PSOE en (mucha) minoría. Sin embargo, es poco probable que el PP aplique lo que viene pidiendo y por la parte de Podemos, tiene en Extremadura e Izquierda Unida un didáctico precedente de la imagen que el votante se crea cuando un partido consigue el gobierno (PP) porque un rival (IU) se abstiene de una investidura. Poco recomendable.

Así pues, si todo el mundo está diciendo la verdad y realmente sus posiciones son inamovibles, no queda otra opción que ir a unas segundas elecciones. Eso sería una amenaza importante para el PSOE como partido (también para el PP, aunque no como amenaza para el partido sino para sus opciones de gobierno), ya que si Podemos es capaz de captar una buena parte del voto que ahora ha ido a Izquierda Unida (lo que parece probable, ya sea mediante un pacto entre partidos o la aplicación del manido concepto de "voto útil"), la ley electoral ayudaría a que su número de escaños aumentase de manera importante y podría colocarse como primera fuerza de la oposición, e incluso, si parte del voto del PP "huye" a Ciudadanos (lo que parece poco probable), incluso como partido ganador. Ahí es nada. No hay que olvidar que IU tiene, a pesar de contar con solo dos escaños, más de 800.000 votos. Y esos son muchos.

En tal coyuntura de repetición de elecciones habría que analizar varios factores: cuál es la posición del votante del PSOE, a la vista de la debilidad mostrada por el partido tradicional de "izquierdas" y la posibilidad de que haya un trasvase de votos de Ciudadanos hacia el PP, y al mismo tiempo, qué evolución sigue el votante de Ciudadanos, con la perspectiva de un posible gobierno de izquierdas. Tengo la sensación personal de que el votante de Podemos es más fiel que el de Ciudadanos, y el del PP más fiel que el del PSOE, lo que en última instancia, en unas segundas elecciones, provocaría una acumulación del voto en el PP y Podemos. 

Susana Díaz decía hace un rato que es necesario reflexionar, analizar los resultados y hacer autocrítica de los resultados obtenidos. Está bien que lo haga, pero eso no le solucionará la papeleta; es bueno no olvidar que también tienen que tomar una decisión, y a ver quién es el que le pone el cascabel al gato, porque quizá a ese se lo coma el gato.

Mi apuesta personal es que el PSOE no se va a arriesgar a pasar a tercera fuerza política en unas segundas elecciones, por lo que acabará en brazos del PP, a cambio de una legislatura más corta y algunas otras cosas. Y donde dije digo, digo Diego. No sería tan raro.

Bonus track: es muy interesante el reciente movimiento de Mas al ofrecer a la CUP, además de varias cosas más, una partida presupuestaria para sanidad y gastos sociales. Teniendo en cuenta que los últimos resultados no son especialmente favorables a Democràcia i Llibertat, quizá alguien se esté poniendo nervioso y quiera darse prisa y ya de paso aprovechar el caos institucional tras el 20D. Habrá que ver qué hace la CUP ahora, sabiendo que el apoyo de su posible socio se ha reducido y que una cosa es el referéndum y otra cosa plantear una declaración de independencia en 18 meses, lo que no es ambicioso, es imposible. Yo sigo preguntándome: si Mas está tan, tan, tan comprometido con la independencia, ¿por qué no se quita de enmedio, que es lo que viene pidiendo la CUP desde el principio?

Nada más. Buenas noches.

Querido propietario

Imagino que leerían la entrada de ayer. En pocas palabras, en ésta les contaba  que después de alquilarnos un piso lleno de mierda hace un año y medio, la inmobiliaria en cuestión tuvo a bien cargarnos 120 € de limpieza cuando dejamos el piso hace un mes. A continuación, en la entrada les mostraba el e-mail que le mandé como, digámoslo así, triste consuelo.

Pues el caso es que, no sé si es que no había leído mi correo, pero el propietario, hombre ocupado e incansable voluntario en la Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta, ha tenido a bien contestar al correo en el que yo le decía, más o menos, si los 120 € eran una broma. Por cuestiones legales no se lo transcribiré aquí, pero viene a decir que cuando entramos el piso estaba limpio y desinsectado, y que el problema de las cucarachas es que no sabían que éstas salen a las 48 horas (y claro, no se les ocurrió limpiarlas).

Aprovecha además el buen hombre para pedirme que no me apresure con la fianza, a pesar de que tardó un mes y diez días en devolverla, y de que no tengo noticias de las facturas del agua desde mayo.

Por supuesto, también me he cagado en sus muertos. Vamos allá con el correo:

Estimado [propietario]:

Agradezco su respuesta, aunque o miente usted, o desconoce cuál era el estado real del piso cuando entramos a éste el pasado 1 de julio de 2014. Por si lo desconociese, ya se lo digo yo: el piso estaba más que sucio. Los suelos, los armarios, las estanterías, y especialmente la cocina (incluyendo nevera y microondas) y el cuarto de baño. No se trataba únicamente de que hubiese cucarachas muertas, lo que, por otra parte, no es que sea imperdonable, es que como mínimo deberían haberse limpiado cuando se informó de ello en su momento.

Resumiendo, no, la vivienda no estaba limpia, ni de suciedad ni de cucarachas. Y cuando se enseñó el piso tampoco lo estaba (y no se acababa de desinfectar, dado que de ser así no habríamos podido entrar), así que no me venga con lo de las 48 horas. No me tome por idiota, se lo ruego.

Respecto a mi "incomprensible urgencia", le recuerdo que las últimas facturas de agua que usted nos remitió se remotan al 29 de abril. De eso hace seis meses, a pesar de haberle reiterado la necesidad de que me las remitiese. Entenderá mi "incomprensible urgencia" por saber el importe del consumo de dichos meses.

Por otro lado, le informo de que, con independencia de lo que figure en el contrato, el artículo 36.4 de la Ley de Arrendamientos Urbanos "obliga a devolver la fianza, siempre que no aparezcan desperfectos en la vivienda imputables al inquilino, ya que la finalidad que tiene el pago de la fianza es responder de los daños que aparezcan en el inmueble cuando termina el arrendamiento. El inquilino no responderá de los deterioros cuando se deban a un USO NORMAL de la vivienda o local de negocio".

Dado que no ha habido tales desperfectos (la suciedad, en todo caso, responde a un uso normal, a pesar de lo que usted opine), el plazo de devolución de la fianza era de un mes. Sin embargo, ésta se devolvió 10 días después de lo que marca la ley, así que le agradecería que se ahorrase los comentarios y se informase mejor.

No tengo intención de seguir con esta conversación ni de reclamar nada [...], una vez que me doy cuenta de que no es culpa únicamente de la inmobiliaria, sino de ambos. De usted por cargarnos el importe de la limpieza de manera indebida, y de la inmobiliaria, de la que también éramos clientes (ya que para algo se pagó una comisión a la entrada), por no oponerse, avisarnos ni negociarlo con nosotros previamente.

En fin, no hace falta que le exprese mi opinión sobre usted. Si ha leído el correo que le remití ayer a [agente], es básicamente la misma, o incluso peor, que la que le expresé a él. Igual que le dije a [agente], espero que le aprovechen los 120 €. Me voy a ahorrar los comentarios; puede darle gracias a [agente] por haberse comido algunos insultos que en gran parte iban dirigidos a usted.

Hasta nunca. Espero que se pudra en el infierno.

Un saludo.

Lo del infierno es de mi cosecha, aprovechando que presumo que es católico y que se ha pasado el séptimo mandamiento (ya, ya sé que no se acuerdan, es No robarás) por el forro de ya saben dónde. 

Unos minutos más tarde, intranquilo, le he mandado otro correo diciéndole que era gilipollas, así: "Es usted un gilipollas", por aquello de que no me salgan bultos en el futuro. Eso sí, siempre de usted, que aunque uno sea un chorizo, merece que le traten de usted. He pensado decirle que además de todo es feo como un demonio, pero de eso no tiene él la culpa, así que no he considerado oportuno añadirlo.

Y este es, espero, el final de mi historia. Y se lo cuento a ustedes porque me da la gana.

Querida inmobiliaria

Si recuerdan, y si no ya se lo recuerdo yo, el pasado 1 de julio de 2014 comenzamos a vivir en  Madrid, alquilados en un piso ubicado en la calle San Mateo, en Malasaña. Sucio es una palabra muy suave para describir el estado de limpieza e higiene del piso. Por si eso no fuese suficiente, la cocina estaba, aparte de llena de mierda, literalmente plagada de cadáveres de cucarachas.

Para que vean que no exagero, aquí hay unas cuantas fotos de los armarios de la parte superior de los muebles de la cocina el día que entramos. Seguro que les encantan.

Bien, el caso es que me pasé literalmente tres días de seis a doce de la noche limpiando, y sólo hacía que salir mierda. Mierda, mierda y más mierda. Al preguntarle al "agente inmobiliario" si habían limpiado el piso o lo iban a limpiar (y el entrecomillado no es gratuito), me comenta que la persona que hace las reparaciones ya lo había limpiado. Con lo cual inferí que dicha persona vivía debajo de un puente o en un estercolero. 

Como se pueden imaginar, el "agente" fue dando largas y una vez dentro y pagada la fianza, si te he visto no me acuerdo. Tardamos varias semanas en conseguir que el piso pareciese un lugar habitable por los criterios higiénicos occidentales. No, por razones de carácter legal no les voy a decir el nombre del impresentable ni de la inmobiliaria.

En fin, que hace cosa de un mes salimos del piso. Como es evidente, no íbamos a hacer una limpieza a fondo de un piso que nos entregaron en las condiciones de una chabola de las Barranquillas. Aun así, el piso estaba significativamente más limpio que cuando nosotros entramos. Y por supuesto, ni había ni un cadáver de cucaracha. 

Pero he aquí que hace unos días la inmobiliaria devuelve la fianza, a la que le carga, aparte de los recibos pendientes, 120 € de limpieza. Cuando lo vi no me lo creía, pero sí, ahí estaban. 120 €. Cuando se lo planteo, aporta una factura y el detalle de las cosas que estaban sucias, rematando con un "El piso necesitaba una buena limpieza en en todos sus aspectos" (no te jode, eso lo sé desde hace año y medio, gilipollas), una defensa del trabajo de las personas que se dedican a la limpieza y pidiéndome que opine desde el respeto.

Por las mismas razones de antes no expondré su correo aquí. Pero sí el que yo le he enviado, que para algo lo he escrito yo. Dice así:

De: Yo
Para: [Agente]
cc: [Propietario]
Fecha: 10/12/2015 13:17
Asunto: Re: Factura de [propietario] limpieza calle San Mateo

Estimado [agente],

En ningún momento he puesto en duda que el piso necesitase una limpieza, ni que sea caro, ni la competencia del personal de limpieza. Pero sí, necesitaba una factura. Ahora bien, no recuerdo que el día del checkout me dijeses nada de la limpieza ni que hicieses absolutamente ninguna fotografía. No, el propietario no se ha puesto en contacto con nosotros, pero teniendo en cuenta que han pasado meses esperando las facturas de agua, no confío demasiado en ello.

Lo que me parece impresentable y de una caradura impresionante es que le remitas al propietario la factura de la limpieza de un piso que cuando entramos no estaba sucio, sino que era una AUTÉNTICA POCILGA, como muy bien os indiqué en su día a ti y a [agente 2], adjuntando fotografías de los armarios de la cocina sucios y llenos de cucarachas muertas. Eso no es una opinión, es un hecho. ¿Eso lo sabía el propietario? De hecho, ese mismo correo os lo envié hace un par de días. Sin embargo, no recuerdo que entonces mandases a nadie a hacer una limpieza integral del piso porque éste necesitase "una buena limpieza en todos sus aspectos". Porque no lo hiciste, ¿verdad? No, por supuesto que no.

Es más, recuerdo haber insistido varias veces en el tema de la suciedad y haberte dicho a los pocos días de entrar que el piso estaba muy sucio y que [la persona de las reparaciones] sólo había barrido por encima, y tú mismo me dijiste que bueno, que esa persona no se preocupaba mucho por la limpieza. Si tú entregas un piso lleno de mierda, luego no puedes pedir que se te devuelva limpio. No sé porqué hemos de pagar una limpieza que se debería haber hecho antes de entrar nosotros al piso. Bueno, sí lo sé. Porque, dejando fuera al propietario porque no sé cuál es su implicación en todo esto, así la limpieza os sale gratis porque nos la cargáis a nosotros. No pensé que fueses a tener la jeta de hacer esto, pero veo que me equivocaba.

En fin. Después de haber trabajado con varios gestores inmobiliarios después de ti, y dando ya por perdidos los 120 €, te garantizo que como inmobiliaria no es que no seáis de los mejores profesionales del mercado, es que sois de lo peorcito que me he encontrado. Como profesional, eres un auténtico pirata. Espero que te aprovechen los 120 euros.

Mi respeto no es gratis; lo guardo para la gente que se lo merece. Después de recibir este correo, te puedes ir a la mierda. Seguro que allí hay mucho que limpiar y seguro que encontrarás a alguien a quien cobrárselo.

Un saludo,

XXXXXXXXXX

Se preguntarán porque no le denuncio ante la OCU o cualquier otro organismo de consumo. Tengo mis razones, y estas son que hay terceras personas implicadas en el contrato de alquiler, a las que no quiero molestar. Por otro lado, sí, debería haber sacado fotos y todo eso antes de entrar, pero no estoy seguro de que eso fuese a suponer ninguna diferencia si no estás dispuesto a reclamar, porque las fotos existen.

Se preguntarán también que por qué les cuento esto. Pues no lo sé. Supongo que porque necesitaba hacerlo y cualquier alternativa que se me ocurre me llevaría a la cárcel unos días, unos meses o unos años. Y como comprenderán, no le voy a dar el gusto.

¡This is Abengoa!

Imagina que tienes un primo que te debe 5000€. Un vividor, que ha conseguido que le vayas dejando dinero poquito a poquito, con la excusa de que si un negocio de esto, un negocio de aquello, etc. El caso es que es verdad que el tío tiene un montón de empresas, pero siempre va racaneando pasta y no acaba nunca de devolverte lo que te debe. Así que un día te llama y te dice que le prestes 400 € más, porque no puede pagar el alquiler de casa. Joder, piensas, pero si tiene media docena de empresas y el otro día en la cena familiar todo el mundo decía que era un genio, ¿qué ha pasado? Y lo que es peor, ¿si le va tan bien dónde está el dinero que me debe?

El caso es que tú, hasta las narices de que no te devuelva el dinero, le preguntas que qué ha hecho con los 5000 € que ya le prestaste, y que cuándo piensa devolvértelos. Mira, dice él, no te preocupes que te los devuelvo, pero es que los tengo metidos en un negociete que bueno, a ver si sale y te los voy devolviendo. Pero lo de ahora me urge más, tío, que me quedo en la calle, con mi mujer y los críos.

A ti te huele muy mal todo, así que se te hinchan las narices y decides llamar a un abogado para ir por la vía legal. Sois primos, pero no eres gilipollas y el tema se pasa ya de castaño oscuro. Si tiene tantas empresas y todo el mundo decía que le iba tan bien, que venda alguna y te pague, que a ti tampoco te sobra el dinero y no eres una hermanita de la caridad.

Pero he aquí que tu madre se entera de que le vas a llevar a juicio y te llama. Oye hijo, mira que es tu primo, que qué va a decir la familia, piensa en sus hijos y en su mujer, qué pensaría tu abuela, no puedes hacerle eso a tu primo, que es de tu familia. Eso sí, tu madre dice que ellos no pueden poner dinero, con la pensión que tienen. Que tienes que admitir, en honor a la verdad, que tienen razón. Después de pagarle la hipoteca a tu hermano no están tampoco para ir prestando dinero a lo loco.

Un rato más tarde, tu tío, que se ha enterado por tu madre, te dice que como le lleves a juicio, te pone una cruz encima y te quedas sin regalos de reyes para muchos años. En realidad, tú sabes que es un farol, pero es tu tío al fin y al cabo. Ay, pero tu tío tampoco quiere prestarle nada, porque ya sabes, estamos en una mala época y no nos viene nada bien. Ahora cuando pase la cuesta de enero, ya si eso lo vemos. Pero es tu primo.

Para rematar el asunto aparece por tu casa un amigo del primo y empieza a comerte la oreja. Pobre hombre, si no ha hecho nada malo, mira tú qué mala suerte, es un tío legal, con la visión que él tiene, tú fíate que ya veras que sale bien. Ah, no, yo es que no tengo dinero, lo tengo metido en un fondo de inv... bueno, que me tengo que ir, ¿eh? Ayúdale, hombre, que a ti te va bien, mira la casa que tienes, y el coche, joder, si estás montado en el dólar.

Bueno, vale, piensas. Vamos a ver qué se puede hacer.

Y en esas que te acuerdas de que tu primo se compró hace un par de años un coche que no está nuevo pero al que seguro que se le puede sacar algo. Así que se lo dices. El problema es que tu primo, que es más listo que el hambre, le ha pedido dinero a un par de primos tuyos lejanos. Y como son lejanos y la verdad es que familia, familia, tampoco lo son tanto, alguno sí lo quiere llevar a juicio. Y aunque tú quieres buscar una solución, a tu madre le va a parecer que has jodido a la familia. Y a tu tío. 

Y lo peor es que tu primo, que dice que se va a quedar en la calle, no quiere vender el coche, y remolonea: lo estoy mirando, lo he puesto a la venta, es que es mal momento, es que esto, es que lo otro. Mal asunto, piensas, porque ni vendiendo el coche le llega. Y parece que la mitad de las empresas que tiene no valen un duro y las otras, entre unas cosas y otras, lo pagado por lo servido. Pero bueno, por algo se empieza. Al menos, que se moje un poco, joder. A ver si voy a ser yo el único que ponga la cara.

Así que tienes el marrón de convencer a tu primo para que venda el coche si quiere que le dejes más pasta, convencer a tus otros primos para que aguanten y no le denuncien, esperar que lo del negociete ese sea verdad para recuperar al final algo de lo que le prestaste (mal lo ves, de todas formas), y además sabiendo que como la cosa se alargue, por el coche acabarán dándole cuatro duros y su familia va camino de quedarse en la calle (lo que a tu primo, que llora mucho, parece que le importa tres pimientos). Todo eso, con tu mujer diciéndote que entiende lo de su familia, pero que tu primo es un caradura y que es su responsabilidad, que eres un ingenuo y que como le dejes más dinero, vais a tener un problema de los gordos.

Menudo panorama el tuyo, ¿eh?

Encadenado a un niño repulsivamente deformado gateando.

Hace unos minutos, mientras paseaba a Samy por el barrio, venía pensando en qué escribir y cómo escribirlo; sabía lo que quería decir, y he llegado incluso a concretar varias frases. He pensado varios comienzos, pero esto de escribir se parece bastante, imagino, a lo de pintar. En tu cabeza todo parece más fácil de lo que es, y ahora que me he puesto manos a la obra me doy cuenta de que he perdido palabras, argumentos, comienzos, finales; que lo que parecían frases bien definidas han metamorfoseado en entidades amorfas en las que sólo reconozco un atisbo de su forma original. Así pues, me toca trabajar con arcilla cuando creía que ya tenía la figura pintada a punto de barnizar. 

Una bandada de pájaros que vuela formando una uve en el cielo se refleja sobre el cristal de la mesa. Veo muchas últimamente.

No me gusta dejar las cosas a medias. Diría que no se trata de un principio personal inquebrantable sino de una manía, pero no estoy seguro de que sean cosas muy diferentes. Quizá justificamos nuestras manías convirtiéndolas en principios, y nuestros principios acaban siendo manías. La última vez (que recuerde) que hice eso fue con la carrera de filosofía. Tras tres años y pico tuve que admitir que ni el tiempo, ni el esfuerzo ni las ganas eran suficientes para continuar, y ahí acabó mi periplo universitario. Los restos del naufragio siguen amontonados en dos estanterías en Valencia cogiendo polvo, recordándome el fracaso de la aventura; no les guardo rencor. Algún día tendré que venderlos o regalarlos. Por suerte, no tengo que temer por la obsolescencia de las ideas de Rawls, Kant, Kuhn o Compte. Aunque quizá sí por el interés en su lectura, visto el panorama. Creo que los regalaré.

Hay tres frases que definen muy bien lo que me pasa durante los últimos meses, ¿o debería decir años? Una de ellas me la mandó Laura, y aparece en el libro Diario de un mal año de Coetzee. Dice así:

 

"¿Una novela? No, ya no tengo la fortaleza necesaria. Para escribir una novela tienes que ser como Atlas, cargar con todo un mundo en tus hombros y sostenerlo durante meses y años, mientras todos sus asuntos se resuelven por sí mismos. Es demasiado para mí en mi estado estado actual".

 

La segunda frase es de Paul Valéry, que tiene su gracia teniendo en cuenta que apenas he terminado el primer borrador, lo que significa que tengo por delante todavía varios cientos de kilómetros a pie, por expresarlo de una manera que sea fácil de comprender. Así que si ni siquiera he llegado al primer repostaje, como para abandonar ahora. Es esta:

 

"Las obras no se acaban, se abandonan".

 

La última frase, que me ha costado bastante encontrar, aparece en la biografía de David Foster Wallace, Todas las historias de amor son historias de fantasmas, y es del personaje Bill Gray de Don DeLillo, quien afirma que escribir un libro es como:

 

"un niño repulsivamente deformado que sigue al escritor por todas partes, gateando siempre tras el escritor".

 

El propio DFW profundiza en esta metáfora en un interesante ensayo que está traducido por Jon Bilbao en este enlace, aunque en mi caso me quedo con el sentido de "seguir por todas partes", más que con el de ente deforme que temes que otros no vean como tú. Todavía no he llegado a esa preocupación

El pasado octubre hizo dos años, más o menos, que llevo escribiendo la novela. Octubre 2013. Durante ese tiempo he atravesado fases creativas en las que he escrito mucho, temporadas en las que no he escrito una sola palabra; días, semanas y meses que amaba lo que estaba haciendo, y periodos de la misma duración en los que lo odiaba con todas mis fuerzas. He dejado pasar horas y horas perdidas delante del teclado, frustrado, por no hacer lo que sentía que debía estar haciendo; eso da una pista de cómo me siento ahora. Lo peor de todo, sin embargo, no son las horas malgastadas; muchos días no tengo mucho mejor que hacer con ese tiempo. Lo peor es lo que esas horas traen de la mano. Intentaré describirlo y pondré un punto y aparte, para que no se agobie el lector.

Todo empieza cuando pasan los días y, dispongas de tiempo o no, te das cuenta de que no avanzas. En ese momento su graciosa majestad la ansiedad no tarda en aparecer, y les aseguro que no utilizo la palabra ansiedad alegremente; por desgracia somos viejos amigos. Pero no sólo se da una vuelta por tu cabeza, sino que acaba por colonizar cualquier minuto del día en el que no estás trabajando; en todos y cada uno de los instantes tienes la sensación de que deberías estar escribiendo. Estoy en twitter, pero debería estar escribiendo. Estoy viendo una serie, pero debería estar escribiendo. Estoy leyendo, pero debería estar escribiendo. Estoy dando un paseo, pero debería estar escribiendo. Me estoy masturbando, pero debería estar escribiendo. Bueno, esto último tampoco quita tanto tiempo. De esta forma tan divertida, actividades que deberían ser un placer se convierten en una pérdida de tiempo que hacen que las disfrutes menos, o directamente no lo hagas. Aunque seguro que se van dando cuenta de que eso no es lo peor; al fin y al cabo, uno es responsable de lidiar con sus propias frustraciones y todos tenemos las nuestras. Pero antes otro punto y aparte.

El problema es cuando esa sensación sale de la esfera privada, llamémosla así, la tuya, y lo contamina todo. Lo infecta. Así, se produce la mutación de "algo que nos gusta hacer" en "algo que hay que hacer". Es sábado y vamos a ver una película, pero debería estar escribiendo. Demos una vuelta, pero debería estar escribiendo. Salgamos a cenar, pero debería estar escribiendo. Así, tu cerebro te engaña con la sensación de que cualquier puñetera actividad que haces, da igual qué ni para qué ni cuándo ni dónde, es un ladrón de un tiempo que podrías dedicar a escribir. Cuando la verdad es que sabes, sé, estoy convencido, que aunque dispusiese de las 24 horas de día libres todos los días para escribir, no cambiarían mucho las cosas. En realidad, esta situación no es muy diferente de lo que me pasaba cuando era estudiante y se aproximaban los exámenes de septiembre: no disfrutas de nada porque deberías estar estudiando, pero en realidad tampoco estudias. DFW lo explica mucho mejor que yo en el ensayo que les decía:

 

"Y aun así es tuyo, el niño, eres tú, y lo quieres y te lo subes a tus rodillas y lo haces saltar y limpias el fluido cerebro-espinal de su floja barbilla con el puño de tu única camisa limpia (sólo te queda una camisa limpia porque no has hecho la colada en casi tres semanas porque parece que por fin ese capítulo o ese personaje están a punto de salir y funcionar como debe ser y te aterroriza perder el tiempo en cualquier otra cosa que no sea trabajar en ellos porque si desvías la vista un segundo los perderás, condenando al niño a una monstruosidad sin final)."

 

Ya saben, el perro del hortelano. Un niño que haga lo que haga, no deja de tirar de la pernera del pantalón: hazme caso, estoy aquí, hazme caso, estoy aquí, hazme caso, estoy aquí. Eso es mi novela. Mi niño. 

Tengo escritas aproximadamente 135.000 palabras, que calculo que son 400-500 páginas. Me queda un capítulo por escribir, cuatro o cinco por acabar y unos tres más por revisar. Después de eso tocará volver a empezar desde la primera palabra, porque aún no tengo el primer borrador cerrado y ya caigo en la cuenta de la cantidad de cosas que no he dicho. Podría hacer la cuenta que todos hacemos cuando vemos que se nos echa el tiempo encima antes de un examen, la entrega de un informe, una presentación: revisas lo que queda, calculas el tiempo que tienes y con una división rápida y simplista decides que tienes tiempo de sobra (algo muy parecido a esto: no me puede costar más de diez minutos revisar cada página del informe así que en un par de horas lo tengo acabado, aunque a medida que pasa el tiempo te das cuenta de que para cada página necesitas el doble o triple de tiempo y acabas saliendo a las tantas o dejando la mitad del temario por estudiar o levantándote a las cinco de la mañana). He hecho ese tipo de cálculo muchas veces, tanto para mí como para poder dar una fecha a quien me pregunta. Muchas veces, demasiadas para no saber a estas alturas que el resultado del cálculo difiere mucho de la realidad. Hubo un tiempo que pensaba que la tendría lista a finales de 2014. Luego tras el verano de 2015. Luego noviembre de este año, hace un mes. Hace poco pensé que quizá para febrero estaría acabada. Pero al fin, empiezo a darme cuenta de que no tengo ni la más remota idea de cuándo verá la luz en forma de manuscrito "final", y entrecomillo no por lo que decía Valéry, sino porque después de esa versión tocará distribuirla, recibir los comentarios y hacer un par de revisiones más. Es decir, que acabar la novela puede llevarme tres meses, tres años o tres décadas; aunque si soy sincero, no estoy seguro de que vaya a tener fuerzas de seguir tres décadas más. Quizá sí, cómo estar seguro. Además, la palabra final va adquiriendo unos límites cada vez menos claros.

Podría parecer, llegado este punto, que estoy harto, cansado, agotado, de escribir la novela; que me arrepiento de haber comenzado una historia que a veces no sé hacia dónde va o siquiera si va hacia algún lugar; que a veces me parece una absoluta basura y otras me enamora, y muy a menudo ambas cosas a la vez. Si he transmitido esa impresión, al menos he hecho algo bien en esta entrada, porque sí, a menudo lo estoy. Pero debo reconocer, para hacer honor a la verdad, que igual que unos días me da una de cal, otros me da una de arena. Cuando miro hacia atrás me doy cuenta del esfuerzo y bueno, creo que está valiendo la pena. El problema es, supongo, que mientras que yo recibo de las dos, las personas a mi alrededor siempre reciben dosis de la misma sustancia. Y eso sí me preocupa porque después de todo este tiempo todavía no he aprendido a encerrar al niño para que no moleste, y ni siquiera sé si se puede hacer o seré capaz de hacerlo, pero por mi salud mental y la de otras personas, debo al menos intentarlo. Si consigo que me deje en paz al menos unos minutos cada día, habré adelantado mucho, porque de momento, con lo que me está costando el parto, no tengo la intención de sacrificarlo. Esperemos que leer Bartleby y compañía de Vila-Matas no me haga cambiar de opinión y me convierta en otro artista del No.

En fin. Debo irme. Llevo unas tres horas con esta entrada, es hora de comer y ya saben, algo llora pidiendo atención y en esta ocasión no es mi estómago.

El dequeísmo ha hecho un amigo: el pretérito perfecto compuesto

No recuerdo cómo surgió el dequeísmo, pero la impresión que tengo, probablemente muy alejada de la realidad, es que fue algo que apareció de la nada y se extendió como la pólvora entre personas a las que se presupone cierta competencia lingüistica. De repente, estaba por todas partes. También es cierto que quizá estemos equivocados y seamos demasiado optimistas respecto a dicha competencia; que el director de un periódico de tirada nacional como La Razón no sepa hablar correctamente (sino todo lo contrario), o que en cualquier tertulia radiofónica falten manos para contar las veces que se pronuncia incorrectamente el "de que" (porque algunos ignoran que hay ocasiones en las que ese uso es el correcto: "tengo ganas de que te largues", aunque paradójicamente en esos casos algunos se empeñan en quitar la preposición, incurriendo en el queísmo), dice muy poco a favor de la calidad de... bueno, en realidad eso ya lo sabíamos.

Pero tras el dequeísmo, hay un nuevo sheriff en la ciudad: el uso del pretérito perfecto compuesto: he escrito, donde debería emplearse el pretérito perfecto simple: escribí. Parece un tema baladí, pero no lo es. Veamos qué dice nuestra querida RAE:


pretérito perfecto simple (escribí): 1. m. Gram. Tiempo que denota una acción o un estado de cosas anteriores al momento en que se habla, sin vinculación con el presente.

pretérito perfecto compuesto (he escrito): 1. m. Gram. Tiempo que denota una acción o un estado de cosas anteriores al momento en que se habla, vinculado con el presente.


Vale. Está claro, ¿no? Lo importante es la vinculación con el presente, que determina cuándo utilizar uno u otro. Es fácil distinguirlos: el compuesto es el que es.. compuesto, y el simple, el que es... no compuesto.

Sigamos ahora con la Wikipedia, que es muy ilustrativa en el uso de uno frente al otro (simplifico):


El pretérito perfecto compuesto [he escrito] se usa para referirse a hechos pasados con relación con la zona temporal en la que se encuentra el hablante. Por ejemplo:

"Este fin de semana hemos disfrutado mucho" (correcto), frente a "Este fin de semana disfrutamos mucho" (incorrecto, o como mínimo, menos correcto).

La acción de disfrutar se sitúa en la zona temporal en la que el hablante ha decidido colocarse, cosa que hace al emplear "este" en "Este fin de semana", aunque el fin de semana pueda haber pasado. Si hubiera utilizado "Aquel fin de semana", el hablante se habría alejado de dicha zona temporal y debería haber utilizado "disfrutamos": "Aquel fin de semana disfrutamos mucho", aunque se tratase del mismo fin de semana. Es el determinante el que marca el lugar temporal y por tanto el tiempo verbal.

Usualmente, esa relación temporal la establece el hablante en la propia frase; al decir "Este fin de semana" se sitúa en dicho fin de semana, o al decir "Hoy he ido al supermercado" se sitúa en Hoy. Si se hubiese dicho "Ayer" en vez de "Hoy", se habría roto la relación temporal: "Ayer he ido al supermercado" es claramente erróneo. Son también inusuales frases como "Ayer han aterrizado tres aviones"; si se quiere resaltar la relación temporal, diríamos por ejemplo "Esta noche han aterrizado tres aviones".


A estas alturas debería estar más que cristalino, pero veamos otro ejemplo:


"El día 7 de abril ha arrancado la campaña de la declaración de la renta referida al ejercicio fiscal 2014”.


Parece evidente que el 7 de abril no es una fecha relacionada con el presente, ya que en el momento de escribir esto es 14 de noviembre; de hecho, la frase posiciona intencionadamente al lector en un momento del tiempo no relacionado con el presente, ya que la fórmula “El día X” busca de hecho establecer un punto temporal fijo (y por tanto diferente al del hablante) que pueda ser referenciado en cualquier momento futuro. Para poder utilizar el pretérito perfecto compuesto, sería necesario decir “Hoy ha arrancado”, “Esta semana ha arrancado”, etc., pero eso sólo podría ser empleado en determinados períodos temporales. El uso es todavía más ridículo a medida que nos alejamos del presente: "El 2 de octubre de 1945 ha acabado la Segunda Guerra Mundial".

Por último, fijémonos ahora en la frase "El día 27 de septiembre han tenido lugar las elecciones catalanas", e imaginemos que hoy es efectivamente 27 de septiembre. Igual es mi oído, pero esa frase suena extraña; es como si hubiese algo que no encaja. Únicamente la siento como correcta si está enmarcada en algún tipo de declaración formal institucional, pero no en el habla común. Pero el problema aquí es que tampoco suena bien "El día 27 de septiembre tuvieron lugar las elecciones catalanas", ya que nos referimos al día de hoy.

¿Entonces? En tal caso, podríamos utilizar "Este 27 de septiembre han tenido lugar las elecciones catalanas" (es decir, "este" día es "27 de septiembre"), aunque en mi opinión lo mejor sería utilizar "Hoy han tenido lugar..." si hoy es 27 de septiembre, o "El día 27 de septiembre tuvieron lugar..." en cualquier otro momento. Como siempre, hay que adaptar el lenguaje a las circunstancias y cambiar la forma verbal no siempre es la solución.

Algunos pensaréis que esto es hilar muy fino, pero es sólo la superficie del uso correcto del lenguaje. A poco que uno presta atención y educa el oído, se asusta del número de analfabetos "de baja intensidad" en cualquier tertulia, mitin político, declaraciones a la prensa, artículos de periódico, etc.

Hilar muy fino es, por ejemplo, una duda que me surgió leyendo recientemente el libro de Salinger: en una frase interrogativa o exclamativa que está en redonda (i.e. que no va en cursiva), si alguna de las palabras de los extremos va en cursiva, ¿debe ir el signo más cercano en cursiva o en redonda? Es decir, ¿de las siguientes, qué opción es la correcta?:

  1. ¿Te has comido todas las heces o me has dejado alguna?
  2. ¿Te has comido todas las heces o me has dejado alguna?

Aunque sí existe una norma en relación con los puntos de puntuación simples (punto, coma, punto y coma) y parece haber consenso cuando toda la frase va en cursiva (en cuyo caso los signos deben ir también), el tema no está tan claro con los paréntesis (pueden ver la consulta a fundéu, o este hilo de un foro del Centro Virtual Cervantes que hace referencia a la ortotipografía francesa aunque son en general opiniones personales) ni con los signos de interrogación y exclamación.

Personalmente, yo me decanto más por la segunda opción. Entiendo que si una frase que está toda ella en redonda tiene una palabra en cursiva, la connotación o énfasis de la cursiva se aplica únicamente a esa palabra, y no al signo de cierre de la interrogación que es parte del conjunto. Pero sí, tengo mis dudas. Evidentemente, esto sólo aplica a la expresión escrita. En la expresión oral no tiene cabida.

Interesante, ¿verdad? Más tarde o mañana, un brevísimo resumen de lecturas recientes.