Distancia

Mientras me masturbo en la ducha pienso en la distancia. En la distancia espacial que hay entre el baño y el escritorio en el que estoy sentado escribiendo cada una de estas palabras, y también, en la distancia temporal que se interpone entre ese momento de placer, que quizá no importa si es real o ficticio, y el instante en el que escribo estas palabras, y de nuevo, la que ha habido con cada uno de los puntos en los que he pensado cómo desarrollar este texto, como un punto de fuga en el que convergen todos los momentos. También pienso, suspendido sobre todos los anteriores momentos y puntos espaciales, en la distancia, un abismo ya, que existe entre la idea original y la actual, y al mismo tiempo con la que preveo que sea la definitiva y la que finalmente será. Y por último, quizá lo más importante, con el agua caliente cayéndome en la cabeza, pienso en la distancia entre ficción y realidad, y si llegados a este punto importa si en realidad me masturbaba en la ducha o no, si juega algún papel para la verosimilitud de estas palabras que lo haya hecho alguna vez, aunque ninguna de esas haya sido el desencadenante de esta realidad. Y todo esto, comprendido, resumido y compactado, implícito, en diez palabras: "Mientras me masturbo en la ducha pienso en la distancia".

Leer (Breve, seis)

Leo mucho, desde hace un par de meses. Devoro los libros, uno tras otro, como si fueran meros productos de consumo, como una bolsa de pipas. Algunos lo son, es cierto, y así merecen que se les trate, quizá, no lo sé, pero no sería justo tratarlos así a todos. Los devoro, decía, quizá como devoro la comida, casi sin masticar, engullidos, directos desde la boca al estómago, y cuando me doy cuenta, que no es siempre, tengo que regurgitar lo leído, y volver atrás, y releer capítulos, hojas, pasajes, líneas, palabras, a veces incluso libros enteros, para encontrarme de nuevo con ideas, conceptos, sensaciones cuyo sabor despierta algún vago recuerdo, y entonces sí, las paladeo, las mastico bien y dejo que su jugo se deslice por la garganta hacia el esófago, quizá por las comisuras hasta la barbilla, y es en esos momentos cuando de verdad encuentro el placer de leer, y siento la necesidad de volver a escribir.

Hyde park

El fragmento de «Buena suerte» a continuación está inspirado en la fotografía de la izquierda  (J. A. Hampton, Hyde Park, London, 1939).

 

«Un detalle de la fotografía le cautiva desde que la vio: detrás de ellos a lo lejos, una mujer aparece suspendida en el aire, a punto de zambullirse en el agua. Su cuerpo extendido flota sobre el agua de forma inquietante y misteriosa. La respuesta racional es evidente, pero se pregunta si llegó a penetrar en el lago o quedó fijada allí para siempre; a veces piensa que simplemente bajó planeando y la cámara la capturó justo cuando se procedía a levantar el vuelo de nuevo. Hay infinitas posibilidades por las que la foto podría haberse tomado un instante antes o después, o simplemente no tomarse; la más mínima alteración en el transcurso de su existencia, en la de su tío, en la de aquella mujer, en la de cualquier otra persona relacionada o no con ellos, un cambio de las condiciones meteorológicas o los accidentes naturales, la rotación terrestre, la intensidad de los vientos solares, las mareas o la expansión del universo hubiera sido suficiente para hacer que ella no estuviese allí suspendida y entonces la fotografía no sería igual o no habría fotografía ni tampoco estantería, y él no habría pasado horas observando a esa mujer clavada en el infinito del papel, horas que en otra vida diferente en otro universo diferente habría dedicado a otras actividades diferentes, de nuevo el germen de infinitos caminos aleatorios».

Hablar o escribir sin concierto ni propósito fijo y determinado

Hace mucho tiempo que no me dejo caer por aquí a divagar —y permítanme decirles antes de comenzar lo mucho que adoro esa expresión: dejarse caer, como si yo fuese un estresado ejecutivo que tiene la gentileza y el detalle de dedicarles unas palabras—. Sospecho que puede ser en parte, pero solo en parte, porque le haya cogido un poco de manía a esta silla y a esta mesa a las que he estado encadenado durante tantas horas, como si las asociase a algún tipo de terrible tortura que en realidad nunca fue. Pues escribe en algún otro lado, dirán ustedes. Bueno, lo he intentado —sin demasiada voluntad, a quién quiero engañar— pero tampoco crean que he tenido éxito. Resumiendo, que no me ha quedado otra que resignarme a volver a sentarme frente a este patio interior en el que, a pesar del interés que parece tener Samy desde que se levanta, nunca pasa nada más que, de vez en cuando, alguna mujer se asoma a tender o recoger la ropa, o una bandada de pájaros formando una uve cruza el cielo y el cristal de la mesa en la que escribo.

También he de confesar, para qué negarlo, que no está siendo una época especialmente fértil para la divagación, o quizá sería más apropiado decir para la disciplina. Tengo varios textos a medio acabar: un par de descartes de la novela que nunca acabé de pulir del todo, un pequeño relato sobre un salto en un lugar de Londres —sé lo raro que suena eso—, un breve relato de autoficción impregnado de odio trasladado incólume desde mi infancia hasta estos días y por último, la narración del «qué fue de» la buena de Clóe Le Brun, a la que, después de haberles contado la vida y milagros de Didier Faure-Baud y Felix Moreau, dejé en la estacada. Me cuesta creer que ese olvido tenga algo que ver con su género, pero cualquier hijo de vecino sabe que existen procesos mentales que escapan a nuestro control, así que podría ser. Para compensar, le tengo preparada una vida más fructífera que la de sus dos malogrados compañeros de reparto. Denme tiempo, voluntad y disciplina.

En su lugar, ya ven lo que les he ofrecido. Un texto de Roberto Bolaño, sublime, eso sí, y muy útil para poner en perspectiva las ambiciones literarias que albergo, pero ajeno al fin y al cabo, y un vistazo relámpago al estado de la novela. Nada más, desde principios de marzo. No es como para echar cohetes, lo reconozco.

Al menos —ese al menos es para mí, no para ustedes— estoy leyendo bastante, hasta el punto de haber creado una —estúpida— página para llevar un registro de lecturas, y es que hace años que no disfrutaba de una época tan prolífica como lector. Ya saben que he dejado de reseñar textos ajenos —aclaración innecesaria porque reseñar los textos propios no deja de ser un ejercicio de vanidad bastante estéril—, pero les recomiendo La mujer helada, de Annie Ernaux. También he retomado algo de mi intermitente actividad en redes sociales y consumo —¿o debería decir engullo?— series de ficción a una velocidad que entra de lleno en la idiotez.

Tampoco debería obviar que he comenzado a pensar en la siguiente novela. No será lo que tenía pensado en un principio, y que no obstante es una idea que guardo como oro en paño —toma cliché de tres al cuarto—, ya que su escritura requeriría un esfuerzo que no soy capaz de asumir ahora mismo, sino que tengo en mente algo más sencillo de ejecutar. Una historia con menos personajes y ubicaciones, un conflicto tan evidente como la perversión de la socialdemocracia y tanta oscuridad como me sea posible inyectarle.

Para el final he dejado la parte más interesante, si es que en este contexto podemos decir tal cosa: interesante. No por nada la RAE dice de divagar en su tercera acepción que es «Hablar o escribir sin concierto ni propósito fijo y determinado». A lo que me refiero es, por supuesto, la novela. Qué otra cosa si no. Ah, en eso sí he tenido noticias, tan frescas como si las acabara de coger del lineal de yogures del Carrefour, en el que estaremos de acuerdo que hace siempre un frío de narices. Sin embargo, por eso mismo voy a esperar un poco a que tales noticias se posen en los adoquines de mi mente para contárselas. No se trata de que crea que hacerlo las malogrará, qué va; no soy ese tipo de persona. Es tan simple como decir que prefiero esperar a que esté todo atado; no tardaré mucho, créanme. Lo único que les puedo decir es que, si todo va como debe ir, les voy a pedir dinero y a cambio les daré un libro. Y hasta aquí puedo leer. O escribir, si lo prefieren.

He de admitirlo. Había olvidado lo mucho que disfruto divagando, o escribiendo, quién sabe dónde está la diferencia.

Buen fin de semana.

Seguimiento de la novela

Han pasado 65 días desde que acabé la novela. Es decir, desde que cerré el documento, respiré hondo y crucé los dedos. Tuve que descruzarlos al par de horas porque me dolían.

Por desgracia, no puedo decir que tenga muchas cosas que contar. Echemos un vistazo a la cronología:

  • El 29 de enero acabo la novela.
  • Del 30 de enero al 3 de febrero envío el manuscrito (o la propuesta editorial, en función de lo que cada destinatario solicita) a 7 agencias literarias y 10 editoriales. De esas, dos editoriales y una agencia contestan en cuestión de horas diciendo que están saturadas. Solo recibo acuse de recibo electrónico de las grandes: Kerrigan y Balcells. 
  • El 7 de febrero envío el manuscrito (...) a tres editoriales. Una de ellas me contesta en unas horas diciendo que está saturada.
  • El 14 de febrero recibo acuse de recibo de Anagrama (envío en papel), que tiene un plazo de valoración (¡y contestación!) de tres meses.
  • El 15 de febrero envío el manuscrito (...) a dos agencias literarias.
  • Del 3 al 6 de marzo envío el manuscrito (...) a dos editoriales.
  • El 14 de marzo recibo acuse de recibo de Random House (envío en papel), que me indica un plazo de valoración de diez meses.
  • El 20 de marzo envío el manuscrito (...) a una editorial, que me da acuse de recibo una semana más tarde.
  • Hoy mismo, envío el manuscrito (...) a una editorial.

En total, según mis registros y si no me he descontado (lo que es muy probable), la tienen en la actualidad 8 agencias literarias y 17 editoriales. De estas, ya ha expirado el plazo dado por la agencia Antonia Kerrigan (2 meses). Los siguientes plazos son los de Anagrama (3 meses), que aún queda, y la agencia Balcells (3 meses), para lo que quedan tres semanas. Sloper me indica un plazo de tres a cuatro meses para la valoración. Del resto no manejo plazos de contestación (ni desestimación silenciosa).

Han pasado dos meses y una semana. Todavía hay esperanza. Vuelvo a cruzar los dedos.

Voy a volver a escribir.

Estado del manuscrito

Hace casi un mes desde que acabé la novela y comencé a distribuirla, aunque los envíos se alargaron hasta mediados de mes. Creo que es un buen momento para hacer un breve resumen de situación. 

Agencias literarias

Si hacemos un breve repaso a las afortunadas, tenemos, en el papel de agentes literarios, a: Antonia Kerrigan, Carmen Ballcels, Agencia literaria MB, Página Tres, Ute Körner, Albardonedo, Casanovas Lynch, ACER, Silvia Bastos, IMC y BookBank. Otras como STA, IWE, The Foreign Office o Pontas Agency o no aceptan manuscritos, o representan solo a editoriales y agencias, o trabajan solo con manuscritos en otros idiotas.

Hasta el momento, el estado es el siguiente:

  • Antonia Kerrigan y Carmen Balcells me enviaron un acuse de recibo electrónico generado automáticamente por su página web.

  • Una agencia me comunicó que estaban saturados y no aceptaban manuscritos por el momento.

  • Otra agencia me indicó que no estaban interesados ya que no se corresponde con lo que buscan en la actualidad. Aunque en su página web tienen representados de ficción adulta, es cierto que su catálogo más reciente está orientado a la literatura infantil y juvenil.

  • Por último, una agencia me dijo que para la valoración del manuscrito era necesario primero contratar primero un informe de lectura. Aunque he leído buenas opiniones de estos, a la vista de la extensión de Yunque (en torno a 450 páginas), el coste del informe estaría en torno a los 500 €, por lo que de momento es un tema que no he valorado.

Editoriales

Por su parte, en el papel de editorial protagonista, tenemos a Tusquets, Malpaso Ediciones, Sexto piso, Hueders, Edhasa, Libros del Asteroide, Nørdica Libros, Errata Naturae, Anagrama, Alfaguara (Penguin Random House), Seix Barral (Planeta), Leqtor Universal, Automática Editorial, Delirio y Periférica. He preguntado si admiten manuscritos a varias otras, pero al no recibir respuesta de momento las he dejado en espera.

En este caso, el estado es el siguiente:

  • Anagrama me contestó a los pocos días de remitirles la propuesta editorial por correo postal, dando acuse de recibo. Si bien probablemente se trata de un correo modelo, el detalle es agradable.

  • Una editorial me contestó indicándome que no aceptaban manuscritos, antes de remitirlo.

  • Por último, una tercera editorial me contestó con una respuesta automática que la cuenta de correo asociada a la recepción de manuscritos estaba cerrada debido al volumen de propuestas recibidas.

Eso es básicamente todo lo que tengo hasta la fecha. Del resto de agencias y editoriales no tengo respuesta, aunque como digo, por lo que leo y me indicaba este fin de semana Marie N. Vianco, es todavía demasiado pronto para recibir una respuesta, afirmativa o negativa. Como es evidente, en ese caso no aplica lo de "No news is good news", sino más bien "No news is no news".

Lo único que me carcome ligeramente es que, tras remitirlo a casi todas las editoriales y agencias enumeradas arriba, detecté un error a mitad del segundo capítulo, introducido sin duda durante una de las últimas revisiones, a pesar de las innumerables lecturas que hice. Confío en que el resto del texto sea lo suficientemente sugerente o bueno o interesante o ausente de errores o lo que sea como para que la metida de pata no pese en exceso en la valoración de los lectores profesionales. 

* * *

Aparte de eso, para matar el tiempo he estado dándole un par de vueltas al blog, organizando etiquetas y categorías y cambiando ligeramente el diseño.

En la parte más "literaria", con la ayuda de una persona que no puedo decir (al menos de momento), he comenzado a trabajar en el argumento de la siguiente novela, aunque no creo que me ponga en serio hasta dentro de mes y pico como poco (si bien ya le voy dando vueltas en la cabeza). También he comenzado un par de relatos breves, uno de los cuales tengo ya bastante adelantado y espero acabarlo esta semana. Por último, he iniciado (tímidamente) a recopilar los textos ya escritos en Scrivener, aunque tengo la sensación de que eso me llevará algún tiempo. 

Y esto es todo, que ya es bastante. Seguiremos informando, espero.

El negocio de la propia vida... y de los demás

El tal Karl Ove Knausgård

El tal Karl Ove Knausgård

Hace unos meses Laura me habló de un escritor noruego llamado Karl Ove Knausgård, a quien no conocía y de quien (por tanto) no he leído nada. Desde entonces me he agenciado un par de tomos de su principal obra, y voy a ello.

El autor se hizo famoso a raíz de su novela Mi lucha, una obra autobiográfica (autoficción) de 3500 páginas formada por seis volúmenes, en cuyo interior se recogen todo lujo de detalles íntimos. Hace ya un lustro que las novelas fueron publicadas en Noruega y Anagrama publica este año el 4º volumen (Bailando en la oscuridad).

La mayor parte de los críticos afirman que se trata de una obra excepcional (los hay que le comparan con Proust), que engancha incluso cuando aburre. Sí, algunas personas dirían eso de Gran Hermano, pero en este caso quien lo dice es el New York Times, así que la cosa cambia un poco. Es decir, que su éxito no radica únicamente en la exposición personal, sino también de la calidad literaria de la propia obra. Qué es lo que ha pesado más en su éxito no lo sé, pero qué duda cabe que el exhibicionismo habrá ayudado bastante.

El grado de disección es tal que (siempre de acuerdo a lo que he leído) tras la publicación de la novela su mujer cayó en una depresión, la familia de su padre dejó de hablarle y su ex mujer mostró en la radio su desacuerdo con lo que se recogía en el texto (sobre ella, presumo). Aparte, probablemente, de otros problemas "menores" con amigos y conocidos. No sabemos si la mujer continúa deprimida y la familia de su padre ha vuelto a hablarle.

La cuestión es: ¿ser protagonista directo de un hecho legitima moralmente para hacerlo público de la manera y el momento que te venga en gana, cuando otras personas están involucradas?

Si queréis más información (recomendable en mi opinión el de Harper's Bazaar):

YUNQUE

Pues ya está. Aunque más de una vez pensé que moriría en el intento y otras tantas que no lo conseguiría, al fin, ya está. Yunque, antes conocida como Buena Suerte, está acabada. Han sido algo más de tres años y medio, un millón de cambios, otro tanto de preocupaciones, ración y media de agobios y cuarto y mitad de paciencia de Laura (o un poco más). 

Aunque el primer "registro documental" que tengo de la novela es del 6 de octubre de 2013, ese documento tiene unas 25000 palabras, lo que ubicaría el comienzo "real" como mínimo en julio de ese mismo año. Teniendo en cuenta que ha habido meses que he dedicado muchas, muchísimas horas, otros que no he dedicado tantas y otros que directamente la he olvidado, me es imposible saber el número de horas exacto invertido. Sin embargo, me atrevería a decir que una media bastante realista sería una hora y media al día. Un cálculo rápido nos devuelve 1890 horas, o 113400 minutos, que parecen bastantes. Si tenemos en cuenta que la versión final tiene 136500 palabras, haciendo un cálculo rápido, podría decirse que escribir cada una de esas palabras me ha costado en torno a 50 segundos. 

Ya está registrada en el Registro de la Propiedad Intelectual. ¿Ahora, qué?

Lo primero, comenzar a distribuirla. Tras redactar una breve carta de presentación, una sinopsis y un somero currículum literario, de momento he remitido el manuscrito a siete agencias literarias (Antonia Kerrigan, Carmen Ballcels, MB, Página Tres, IMC, Ute Körner y Albardonedo) y cuatro editoriales (Tusquets, Malpaso, Sexto piso, Hueders, Edhasa). En breve lo enviaré a Anagrama, Alfaguara (Penguin Random House) y Seix Barral (Planeta). Estoy a la espera de varias contestaciones relativas a la recepción de manuscritos no solicitados por parte de un par de agencias, pero aparte de eso, y quizá algún sello adicional, no tengo intención ahora mismo de moverlo (el manuscrito) mucho más... Aunque eso puede cambiar tan pronto como la semana que viene. Lo siguiente será esperar y cruzar los dedos. Estoy francamente contento con el resultado conseguido, pero creo que la satisfacción personal tiene poca relevancia en esta fase.

Cerrado al menos de momento este capítulo, ¿qué hay en el horizonte? Varias cosas. Demasiadas, en realidad.

Primero, recuperar mi vida, que lleva congelada desde octubre de 2016. Lo siguiente, volver a mover la página de Facebook y revivir el blog. Me gustaría poder escribir al menos un relato a la semana (no más de 500 palabras) y algún artículo de opinión. También quiero recopilar los principales relatos y microrrelatos del blog, revisarlos a fondo, empaquetarlos en un ebook y publicarlos en Amazon a un precio simbólico (0,99 € o menos), solo por probar. Otra cosa que he de afrontar es la lectura de los ciento cincuenta mil libros que tengo pendientes. Y más adelante, quizá hacia el verano, quizá un poco antes, quizá un poco después, empezar con la segunda novela, de la que si algo tengo claro es que no quiero que tenga más de 75000 palabras. Un infierno cada 10 años es suficiente tortura.

Les voy contando.

El primer borrador

Si existe un consejo casi universal para aquellos que se aventuran en la escritura de una novela es este: no te detengas a editar mientras escribes.

No corrijas, no es el momento de hacerlo. Céntrate en seguir con la historia. Progresa. Pasa a la siguiente frase. No pienses si la gramática está bien, si el vocabulario es el adecuado, si existe alguna incoherencia con el resto de la historia. Dedícate a avanzar hasta poner el punto final, hasta tener entre tus manos el primer borrador.

Quizá sea exagerado, pero el objetivo es lograr un primer borrador, y tiene todo el sentido. Editar lo que vas escribiendo retrasa el avance, lo que en última instancia puede tener como consecuencia que abandones a mitad de camino, por muy excelente que sea lo obtenido hasta ese momento. Y por desgracia, medio borrador, aunque tenga una prosa sublime, no es una novela. En realidad, ni siquiera es un borrador; solo es medio borrador. 

Sí, es cierto que con esta estrategia ese primer borrador va a requerir un trabajo sustancial de revisión, pero sigue siendo un borrador finalizado, una historia (más o menos) cerrada. Psicológicamente eso es importante.

Sin embargo, mi experiencia personal es un poco diferente. Hasta que conseguí el primer borrador de la novela, no solo editaba al mismo tiempo que escribía, sino que lo que es peor, retrocedía y corregía lo que había escrito la tarde o la semana anterior. Había días que no escribía ni una línea nueva. De hecho, aunque calculo que voy por el tercer borrador, hay párrafos y diálogos que habré reescrito más de una docena de veces. Y sigo haciéndolo. 

Han influido varios factores. El primero es que soy incapaz de dejar escrita una frase que no me guste. No necesito que me enamore, pero sí que la considere "aceptable", y eso en ocasiones lleva su tiempo. El segundo es que a lo largo de estos tres años ha habido periodos en los que durante meses no he fallado ni un solo día, frente a otros en los que ni siquiera me siento frente al ordenador. La consecuencia es que cuando retomo la escritura, necesito volver a meterme en la historia. Y eso requiere releer, lo que a su vez me lleva a corregir. 

Tampoco es oro todo lo que reluce; esta regla requiere tener una idea bastante exacta de los elementos principales de la historia: personajes, evolución, punto de vista, ritmo, el armazón de capítulos, incluso de las escenas, etc. Ese nunca ha sido mi caso; a veces avanzaba a trompicones y me he encontrado con nudos argumentales que me ha costado meses resolver. Simplemente, no podía seguir avanzando porque no sabía cómo hacerlo. 

Por otro lado, durante el primer año estuve experimentando con diferentes puntos de vista y tiempos verbales, hasta obtener el que más me gustaba. Cambiar la narración de pretérito a presente cuando solo llevaba 30.000 palabras me costó, pero si lo tuviese que hacer ahora con 140.000, la cosa iba a ser algo más complicada (y probablemente no lo haría). 

El principal beneficio de "escribir sin mirar atrás" es que se incrementan las probabilidades de obtener un primer borrador, que es el primer y probablemente mayor hito para acabar una novela.

Sin embargo, hay que ser consciente de que se corre el riesgo de llegar a un punto en el que cambiar algo que no te acaba de convencer del todo simplemente no es factible. Y sobre todo, que una escritura más pausada proporciona una visión más amplia y reflexiva sobre el universo en el que uno se mueve. Porque recordar el paisaje por el que pasaste hace un par de meses sin prestar mucha atención no es lo mismo que pararse y observarlo mientras caminas por él.

La causa de esta situación es o son las actividades de limpieza

Vamos con uno de esos ejercicios que tanto gustan. ¿Cuál es la frase correcta?

 

A. La causa de esta situación son las actividades de limpieza.

B. La causa de esta situación es las actividades de limpieza.

 

Parece ser que el "sonido" más armonioso del "son" parece indicar que "las actividades de limpieza" es el sujeto de la oración, ya que sujeto y verbo han de tener concordancia (en teoría). No obstante, ambas oraciones tienen la misma estructura y no hay ninguna razón que sugiera que "las actividades de limpieza" es el sujeto. 

En realidad, ambas partes pueden actuar de sujeto y atributo:

 

El atributo, en las oraciones con el verbo ser y si el sintagma es nominal (el núcleo es un sustantivo), es intercambiable con el sujeto. Cualquiera de los dos puede ser el atributo. En estos casos se suele considerar atributo el elemento que aparece en segundo lugar:

María es la vecina de mi madre.

La vecina de mi madre es María. 

 

Por tanto, según ese ambiguo "se suele", "las actividades de limpieza" no sería el sujeto, sino el atributo, pero en cualquier caso, como veremos la solución no radica en quién es el sujeto, ni tampoco en la concordancia sujeto - verbo. Esta concordancia es la regla general en oraciones copulativas, pero no es necesaria. Por ejemplo: "Tu principal problema son tus manías" es una frase totalmente correcta. Ni "Tus principales problemas son tus manías" (es rara) ni "Tu principal problema es tu manía" transmiten lo mismo.

Veamos un caso que se parece mucho al expuesto, en nuestro querido Diccionario panhispánico de dudas

 

2.1.1. Para establecer correctamente la concordancia del verbo ser en las oraciones copulativas, ha de tenerse en cuenta lo siguiente:

[...]

c) Cuando el sujeto y el atributo son dos sustantivos que difieren en número, lo normal es establecer la concordancia con el elemento plural«Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla» (Machado Campos [Esp. 1907-17] 491); «Todo eso son falacias» (Ott Dientes [Ven. 1999]); «La primera causa de regresión de la especie son las alteraciones de su hábitat» (DNavarra [Esp.] 20.5.99). No obstante, en algunos casos es posible establecer la concordancia también en singular, en especial cuando uno de los dos sustantivos tiene significado colectivo, o cuando, siendo un plural morfológico, se refiere a un concepto unitario: «Quienes desarrollaron la cultura de La Venta era gente de habla maya» (Ruz Mayas [Méx. 1981]); «El sueldo es tres mil dólares al mes» (Donoso Elefantes [Chile 1995]); «Las migas ruleras es un postre que se reserva para la cena»(Vergara Comer [Esp. 1981]).

[...]

 

Por tanto, la frase que parece más cercana es la que utiliza el plural: "La causa de esta situación son las actividades de limpieza". Nótese, sin embargo, que la RAE dice "lo normal", por lo que parece entenderse que tanto el "son" como el "es" podría considerarse correcto, aunque pueda sonar extraño al oído.

Como siempre, me reservo el derecho a estar equivocado.

Vayan con cuidado.

Los filtros literarios (o cómo escribir para impresionar en Internet)

Hace mucho tiempo que no escribo dos posts en días consecutivos. Algún día tenía que volver a pasar. Ese día es hoy. A raíz de unos textos de ******* que he leído en Facebook me he decidido a venir a hablar de una figura retórica que sin duda se habrán encontrado, y que se utiliza por lo general para mejorar el ritmo del texto y a menudo para darle dramatismo: la anáfora. Y como no soy nadie para ir definiendo términos, veamos qué dicen por ahí de ella.

En su tercera acepción, la RAE nos envía directamente a "repetición", que en su novena acepción dice:

 

"9. f. Ret. Empleo de palabras o conceptos repetidos deliberadamente con voluntad expresiva."

 

En este caso, la Wikipedia es algo más exhaustiva, aunque viene a decir lo mismo:

 

"La anáfora es una figura retórica que consiste en la repetición de una o varias palabras al principio de un verso o enunciado. [...] La anáfora es también considerada como la repetición simple de una palabra cuando ésta va al principio de la frase. En prosa, puede consistir en la repetición de distintas frases o grupos sintácticos."

 

Seguro que ya tienen en la cabeza algún ejemplo, pero si no es así, vamos con uno que se me acaba de ocurrir, así con un trasfondo dramático (que es lo que gusta):

 

A veces me preguntas por qué ya no te escribo. Me cuesta creer que no lo sepas, aunque te lo diré. No lo hago porque dijiste que me querías y me abandonaste. No lo hago porque dijiste que me amabas y te fuiste. No lo hago porque dijiste que me necesitabas y desapareciste. No lo hago porque ahora ya sé que lo nuestro no fue más que una gran mentira.

 

Bueno, no es un gran ejemplo, pero nos vale. Es probable que esté mezclando alguna otra figura retórica, pero como no me las sé todas, pues obviemos esa posibilidad.

En fin, se hacen una idea. Como es fácil ver, se trata de una figura muy efectista (efectista: que pretende impresionar o llamar la atención) y que bien utilizada, es tremendamente útil. El problema es cuando del uso se pasa al abuso, momento en el que pasa de ser un recurso literario a un truco literario, lo que denota una falta de técnicas expresivas del autor, que trata de transmitir mediante la forma una profundidad que no es capaz de expresar mediante las palabras.

Por supuesto que la forma de un texto es importante; no transmiten lo mismo cinco frases cortas que una frase larga, aunque se utilicen las mismas palabras. No obstante, delegar toda la fuerza en la forma nos puede dar pistas de que quizá el fondo tiene problemas importantes (claro que no siempre; Cormac McCarthy utiliza un estilo muy particular en No es país para viejos y eso es sólo una decisión suya y no un reflejo de nada, más allá de quizá cierto interés por la experimentación).

Y aunque esto es básicamente lo que quería contar, dejemos atrás la anáfora y pasemos a otras pequeñas trampas o filtros, que es habitual encontrar en textos de Internet. Lo primero que vamos a hacer es manipular la estructura de las frases, y vamos a introducir repeticiones y pausas de manera algo artificial, junto con alguna palabra suelta por aquí o por allí. Siguiendo el mismo ejemplo anterior:

 

A veces me preguntas por qué ya no te escribo. Tú. Me cuesta creer que no lo sepas. Me cuesta mucho. Te lo diré. Sí, te lo diré. Sí. No lo hago porque dijiste que me querías. Dijiste que me querías y me abandonaste. No lo hago porque dijiste que me amabas. Sí, me amabas, pero te fuiste. No lo hago porque dijiste que me necesitabas. Tú, que me necesitabas, desapareciste. No lo hago, no. Ya no te escribo. Es cierto. No lo hago porque ahora ya sé que lo nuestro no fue más que una gran mentira. Una gran mentira.

 

Este texto dice lo mismo que el anterior, pero utiliza más palabras y podría decirse que suena más poético. Nuestra siguiente trampa es introducir pausas más largas mediante saltos de línea, con lo que se consigue un efecto aún mayor:

 

A veces me preguntas por qué ya no te escribo.
Tú. 
Me cuesta creer que no lo sepas. Me cuesta mucho. 
Te lo diré. Sí, te lo diré.
Sí.
No lo hago porque dijiste que me querías. Dijiste que me querías y me abandonaste. 
No lo hago porque dijiste que me amabas. Sí, me amabas, pero te fuiste. 
No lo hago porque dijiste que me necesitabas. Tú, que me necesitabas, desapareciste. 
No lo hago, no. Ya no te escribo. 
Es cierto. 
No lo hago porque ahora ya sé que lo nuestro no fue más que una gran mentira. 
Una gran mentira.

 

Podemos llevar este filtro un poco más lejos, eliminando algunas repeticiones. Eso lo hará más directo:

 

A veces me preguntas por qué ya no te escribo.
Tú. 
Me cuesta creer que no lo sepas. Me cuesta mucho. 
Te lo diré. 
Sí.
Te lo diré.
No lo hago porque dijiste que me querías. 
Y me abandonaste.
No lo hago porque dijiste que me amabas. 
Y te fuiste.
No lo hago porque dijiste que me necesitabas.
Y desapareciste.
No lo hago, no. Ya no te escribo. 
Es cierto.
No lo hago. 
Porque ahora ya sé que lo nuestro no fue más que una gran mentira. 
Una gran mentira.

 

No está quedando mal, y eso que básicamente estamos manipulando la forma. El fondo permanece inalterable. Es decir, aunque la apariencia poética del texto respecto a la versión original se incrementa, en realidad no hemos hecho gran cosa: no hay nuevo vocabulario, ni hemos añadido ninguna idea adicional. Tan solo hemos recortado las frases, las hemos organizado en diferentes líneas y hemos añadido algún golpe de efecto.

El truco (o filtro) definitivo viene a continuación. Se trata de añadir líneas en blanco, recortar algunas frases (aunque carezcan de sentido por sí solas) y repetir otras varias veces, creando patrones. Repetir es importante. De este modo, tenemos el texto listo para subirlo a Facebook, a nuestro blog, o a nuestra red social de preferencia y dejar una buena impresión: 

A veces preguntas.

Preguntas por qué ya no te escribo.

Tú preguntas.

Y a mí me cuesta.

Me cuesta creer que no lo sepas.

Mucho.

Me cuesta mucho creerlo.

Pero te lo diré.

No lo hago, no. Ya no te escribo.

No lo hago porque dijiste que me querías.

Lo dijiste.

Y me abandonaste.

No lo hago, no. Ya no te escribo.

No lo hago porque dijiste que me amabas.

Lo dijiste.

Y te fuiste.

No lo hago, no. Ya no te escribo.

No lo hago porque dijiste que me necesitabas.

Lo dijiste.

Y desapareciste.

No lo hago, no. Ya no te escribo.

No.

No lo hago, no. Ya no te escribo.

Ya no te escribo.

No lo hago, no. Ya no te escribo.

Es cierto.

No lo hago, no. Ya no te escribo.

Tienes razón.

No lo hago, no. Ya no te escribo.

Porque ahora ya sé que lo nuestro no fue más que una gran mentira.

Por eso no no lo hago.

Por eso no te escribo.

Por esa gran mentira.

En resumen, se trata de algo parecido a los filtros de fotografía. Utilizarlos está bien, y pueden ayudar a mejorar o enfatizar la impresión que el autor quiere crear con la escena, pero cuando se abusa de ellos y lo que realmente destaca es el propio efecto, una de dos: o el fotógrafo es malo, o la fotografía es mala.

Por si hay alguna duda, todo lo dicho aquí es una opinión exclusivamente mía, y me reservo el derecho de estar equivocado. Como siempre.

Vayan con cuidado.

¿Su música la o le hace soñar a ella?

Hoy traigo uno de esos ejercicios que me gustan. De este hace aproximadamente mes y pico. He aquí la frase:

 

Su música la / le hace soñar a ella.

La cuestión, como es evidente, es: ¿qué es lo correcto, utilizar "la" o "le"? Argumenta tu respuesta.

 

Vamos allá. Esta es fácil.

Como no podría ser de otra manera, la referencia principal es el Diccionario Panhispánico de Dudas, en su artículo sobre el laísmo, leísmo y loísmo:

 

Leísmo: 
Es el uso impropio de le(s) en función de complemento directo, en lugar de lo (para el masculino singular o neutro)
, los (para el masculino plural) y la(s) (para el femenino), que son las formas a las que corresponde etimológicamente ejercer esa función [...].

 

Está claro, ¿no? Sí. La cuestión es, por lo tanto, saber si "a ella" es complemento directo o indirecto. Intuitivamente, muchos nos guiamos por la preposición "a" para directamente concluir que es indirecto. Entonces, ¿es complemento indirecto? Es ahora cuando viene lo interesante. Vamos directamente al punto 4.b), 2º párrafo, del artículo indicado, específicamente la parte que señalo en negrita:

 

Los verbos hacer y dejar, cuando tienen sentido causativo, esto es, cuando significan, respectivamente, ‘obligar’ y ‘permitir’, siguen la misma estructura que los verbos de influencia: «verbo causativo + complemento de persona + verbo subordinado». Tanto hacer como dejar tienden a construirse con complemento directo si el verbo subordinado es intransitivo: «Él la hizo bajar a su estudio y le mostró el cuadro» (Aguilera Caricia [Méx. 1983])«Lo dejé hablar» (Azuela Tamaño [Méx. 1973]); y tienden a construirse con complemento indirecto cuando el segundo verbo es transitivo: «Alguien lo ayudó a incorporarse, lo estimuló y hasta le hizo tomar café» (JmnzEmán Tramas [Ven. 1991]); «El alcaide de la cárcel le dejaba tocar el banjo todas las mañanas» (Cela Cristo [Esp. 1988]).

 

Para complicar un poco las cosas, el verbo soñar es tanto transitivo como intransitivo. Es decir, que puede admitir complementos como no admitirlos. En esta frase "a ella" no es un complemento de "soñar", sino de "hacer soñar", por lo que en este caso particular, "soñar" es intransitivo. Por esto, "a ella", de acuerdo con lo anterior, actúa de complemento directo.

Llegados hasta aquí, el resto es fácil; si atendemos al artículo de la RAE "Uso de los pronombres lo(s), la(s), le(s). Leísmo, laísmo, loísmo", debería utilizarse 'la'. 

Es muy sencillo verlo si comparamos la frase ejemplo de la RAE con la de nuestro ejercicio: "Él la hizo bajar a su estudio" y "Su música la hace soñar". Otro ejemplo que quizá suene raro pero que es la forma correcta: "El polén la hace estornudar" , dado que estornudar es intransitivo.

Y a esto dedica el tiempo un servidor. Como siempre, aplica un descargo de responsabilidad, y es que uno no es infalible, por más que lo parezca.

La novela, suma y sigue

Ah, la novela. Cuánto tiempo sin hablar de ella. Bien, veamos si puedo ser breve.

Después de dos años y medio de escritura interrumpida, hace algo menos de un mes logré al fin tener un primer borrador "estable" de la novela. Hay que tener en cuenta que aunque hable de "primer borrador", el caótico proceso de desarrollo que he seguido ha provocado que algunos capítulos hayan sido revisados al menos media docena de veces. Sea como fuere, la cuestión más positiva es que el argumento ya está cerrado, y eso es un alivio. No hay piezas que encajar; el puzzle está acabado, sólo falta darle la pátina de cola y enmarcarlo. Puedo recortar algunas escenas, alargar otras, pero no tengo que "inventar" nada.

Al final la extensión ha quedado en torno a 150.000 palabras, que vienen a ser entre 400 y 500 páginas. Sí, yo también creo que es demasiado, pero es lo que ha salido. Puede variar algo en la versión final, pero no estimo que se reduzca en exceso. Como mucho 10.000 palabras, especialmente de la primera parte, pero no creo que vaya más allá de eso, aunque quién sabe.

Laura fue la primera persona en leerla, mientras yo iba acabando de cerrar algunos capítulos, y me proporcionó varios detalles que necesitaba perfilar; después de tanto tiempo, se pierde parte de la perspectiva. Unos días después, tras aplicar algunos cambios (otros están pendientes), envié varias copias a un conjunto de personas para que la revisasen, con el foco sobre todo en los aspectos argumentales y de estructura, dado que por entonces todavía contenía un número considerable de erratas que he de corregir (los primeros capítulos están sembrados). Algunos de los comentarios que ya he recibido van en la línea de lo esperado.  

¿Y ahora? Mi idea original era presentarla al II Premio Dos Passos a la primera novela, cuyo plazo acaba el 30 de abril, pero ya sea porque me he autosaboteado o porque llevaba seis meses de mucho trabajo intensivo y necesitaba un descanso, el caso es que ya no llego. Tras éste, las principales alternativas son el Café Gijón (15/5), el Herralde (15/6), el Fernando Quiñones (30/6) y alguno más. No obstante, con independencia del premio escogido, me gustaría poder tenerla cerrada como mucho en un par de semanas, a poder ser antes de las fiestas de San Isidro, para poder soltarla de una vez y, como suele decirse, que sea lo que Dios quiera. 

Aunque me he permitido casi un mes de descanso, comienzo ahora una fase de revisión a fondo para eliminar los errores y mejorar algunos puntos que tengo pendientes, a la espera de los comentarios que lleguen de los lectores beta. Lo más positivo es que estos días vuelvo a tener ganas de escribir, lo que es una sensación agradable después de unos meses bastante extenuantes desde el punto de vista creativo.

No sé por qué cuento todo esto. Bueno, más cosas. Después de mucho recapacitar, he vuelto a poner los relatos en línea de manera definitiva. Como dice Rodrigo, por si gustan. También me he abierto un Instagram, algo a lo que también me resistía. Y he empezado a correr. Y he cambiado de móvil. Y me he cortado el pelo de nuevo. Y no sé qué más. Ya ven. Son tiempos convulsos.

Con Dios. Se hace tarde.

Eppur si muove

Oh, vaya, ya está de nuevo el pesado este con el rollo de la puta novela. Qué tío más pesado.

Sí, qué pasa. Respect.

Bueno, a lo que iba. La última vez que aparecí por aquí para hablar de mi eterno proyecto fue el 6 de diciembre. Entonces llevaba 135.000 palabras. Ahora llevo 140.000. El incremento de 5000 palabras en un mes no parece mucho, aunque claro, no se trata de generar volumen. A pesar de lo que puede parecer, en este último mes he avanzado bastante. Menos de lo que me gustaría y desde luego, menos de lo que debería a decir por las horas que paso delante del teclado y los dolores de cabeza con los que acabo algunos días, pero bueno. Ya saben, el que algo quiere... 

El primer y principal cambio que he abordado está en la estructura. Debido a la forma en que había planteado la historia el final de las dos primeras partes me chirriaba un poco (bastante) y no veía muy clara la forma de solucionar el problema. Después de mover varios capítulos y adoptar un enfoque bastante diferente en la tercera parte ahora la veo más clara. He sincronizado algunos puntos conflictivos, y aunque es posible que la segunda parte se haya quedado un poco coja, pero eso lo abordaré en su momento.

También estoy jugando un poco, sin pasarme, con el uso del presente y el pasado. Me costó mucho decidirme a escribir la novela en presente (cambié varias veces al principio), pero me gusta más la sensación de cercanía temporal (y en cierto modo, crudeza) que causa un "el hombre mira el cielo" que un "el hombre miró el cielo". Creo que el culpable de esto fue Corre Conejo, de Updike. El cambio de estructura me ha permitido introducir algunos flashbacks en los que recurro al pretérito. Al principio comencé a escribirlos en presente, pero creo que era confuso y requería dar demasiados detalles del momento temporal en el que transcurría la escena. Para mí es interesante, pero entiendo que en un marco que transcurre en el presente, si la escena se retrae al pasado, mantener el presente puede ser un poco raro. Debo admitir que después de escribir tanto tiempo en presente, a veces me cuesta un poco elegir entre el perfecto y el imperfecto (comió vs. comía), aunque creo que en general lo estoy resolviendo bien.

El tercer cambio, bastante reciente, es cambiar el género del personaje que en mi opinión es el más carismático de la novela (y el más hijo de puta, todo sea dicho). Que fuese un hombre me empezaba a dar poco juego y era un estereotipo, así que me lo he "cargado" y en su lugar he puesto a su mujer. Y en el lugar de su mujer, a otra mujer. Este cambio me está dando mucho juego en algunas escenas y tengo ya algunos cambios pensados para la siguiente revisión; algunos necesarios, otros que quiero introducir. No, no hay nada sexual.

Y eso es todo de momento, creo. Aunque el listado de lecturas pendientes no hace más que incrementarse y con la llegada de los Reyes Magos todo apunta a que se incrementará aún más, he tenido que dejar aparcados un poco los libros en marcha (principalmente Jota Erre, La broma infinita y La maravillosa vida breve de Óscar Wao). La única lectura que mantengo, más o menos, es No es país para viejos, que abordo por tercera vez. Me avergüenza admitir no he leído nada más de Cormac McCarthy, pero desde luego en este libro el cabrón es astringente y áspero. Habrá que leer otros.

Y hasta aquí puedo leer. Sirva este post como intermedio entre tanta foto de recurso fácil. Con Dios.

Encadenado a un niño repulsivamente deformado gateando.

Hace unos minutos, mientras paseaba a Samy por el barrio, venía pensando en qué escribir y cómo escribirlo; sabía lo que quería decir, y he llegado incluso a concretar varias frases. He pensado varios comienzos, pero esto de escribir se parece bastante, imagino, a lo de pintar. En tu cabeza todo parece más fácil de lo que es, y ahora que me he puesto manos a la obra me doy cuenta de que he perdido palabras, argumentos, comienzos, finales; que lo que parecían frases bien definidas han metamorfoseado en entidades amorfas en las que sólo reconozco un atisbo de su forma original. Así pues, me toca trabajar con arcilla cuando creía que ya tenía la figura pintada a punto de barnizar. 

Una bandada de pájaros que vuela formando una uve en el cielo se refleja sobre el cristal de la mesa. Veo muchas últimamente.

No me gusta dejar las cosas a medias. Diría que no se trata de un principio personal inquebrantable sino de una manía, pero no estoy seguro de que sean cosas muy diferentes. Quizá justificamos nuestras manías convirtiéndolas en principios, y nuestros principios acaban siendo manías. La última vez (que recuerde) que hice eso fue con la carrera de filosofía. Tras tres años y pico tuve que admitir que ni el tiempo, ni el esfuerzo ni las ganas eran suficientes para continuar, y ahí acabó mi periplo universitario. Los restos del naufragio siguen amontonados en dos estanterías en Valencia cogiendo polvo, recordándome el fracaso de la aventura; no les guardo rencor. Algún día tendré que venderlos o regalarlos. Por suerte, no tengo que temer por la obsolescencia de las ideas de Rawls, Kant, Kuhn o Compte. Aunque quizá sí por el interés en su lectura, visto el panorama. Creo que los regalaré.

Hay tres frases que definen muy bien lo que me pasa durante los últimos meses, ¿o debería decir años? Una de ellas me la mandó Laura, y aparece en el libro Diario de un mal año de Coetzee. Dice así:

 

"¿Una novela? No, ya no tengo la fortaleza necesaria. Para escribir una novela tienes que ser como Atlas, cargar con todo un mundo en tus hombros y sostenerlo durante meses y años, mientras todos sus asuntos se resuelven por sí mismos. Es demasiado para mí en mi estado estado actual".

 

La segunda frase es de Paul Valéry, que tiene su gracia teniendo en cuenta que apenas he terminado el primer borrador, lo que significa que tengo por delante todavía varios cientos de kilómetros a pie, por expresarlo de una manera que sea fácil de comprender. Así que si ni siquiera he llegado al primer repostaje, como para abandonar ahora. Es esta:

 

"Las obras no se acaban, se abandonan".

 

La última frase, que me ha costado bastante encontrar, aparece en la biografía de David Foster Wallace, Todas las historias de amor son historias de fantasmas, y es del personaje Bill Gray de Don DeLillo, quien afirma que escribir un libro es como:

 

"un niño repulsivamente deformado que sigue al escritor por todas partes, gateando siempre tras el escritor".

 

El propio DFW profundiza en esta metáfora en un interesante ensayo que está traducido por Jon Bilbao en este enlace, aunque en mi caso me quedo con el sentido de "seguir por todas partes", más que con el de ente deforme que temes que otros no vean como tú. Todavía no he llegado a esa preocupación

El pasado octubre hizo dos años, más o menos, que llevo escribiendo la novela. Octubre 2013. Durante ese tiempo he atravesado fases creativas en las que he escrito mucho, temporadas en las que no he escrito una sola palabra; días, semanas y meses que amaba lo que estaba haciendo, y periodos de la misma duración en los que lo odiaba con todas mis fuerzas. He dejado pasar horas y horas perdidas delante del teclado, frustrado, por no hacer lo que sentía que debía estar haciendo; eso da una pista de cómo me siento ahora. Lo peor de todo, sin embargo, no son las horas malgastadas; muchos días no tengo mucho mejor que hacer con ese tiempo. Lo peor es lo que esas horas traen de la mano. Intentaré describirlo y pondré un punto y aparte, para que no se agobie el lector.

Todo empieza cuando pasan los días y, dispongas de tiempo o no, te das cuenta de que no avanzas. En ese momento su graciosa majestad la ansiedad no tarda en aparecer, y les aseguro que no utilizo la palabra ansiedad alegremente; por desgracia somos viejos amigos. Pero no sólo se da una vuelta por tu cabeza, sino que acaba por colonizar cualquier minuto del día en el que no estás trabajando; en todos y cada uno de los instantes tienes la sensación de que deberías estar escribiendo. Estoy en twitter, pero debería estar escribiendo. Estoy viendo una serie, pero debería estar escribiendo. Estoy leyendo, pero debería estar escribiendo. Estoy dando un paseo, pero debería estar escribiendo. Me estoy masturbando, pero debería estar escribiendo. Bueno, esto último tampoco quita tanto tiempo. De esta forma tan divertida, actividades que deberían ser un placer se convierten en una pérdida de tiempo que hacen que las disfrutes menos, o directamente no lo hagas. Aunque seguro que se van dando cuenta de que eso no es lo peor; al fin y al cabo, uno es responsable de lidiar con sus propias frustraciones y todos tenemos las nuestras. Pero antes otro punto y aparte.

El problema es cuando esa sensación sale de la esfera privada, llamémosla así, la tuya, y lo contamina todo. Lo infecta. Así, se produce la mutación de "algo que nos gusta hacer" en "algo que hay que hacer". Es sábado y vamos a ver una película, pero debería estar escribiendo. Demos una vuelta, pero debería estar escribiendo. Salgamos a cenar, pero debería estar escribiendo. Así, tu cerebro te engaña con la sensación de que cualquier puñetera actividad que haces, da igual qué ni para qué ni cuándo ni dónde, es un ladrón de un tiempo que podrías dedicar a escribir. Cuando la verdad es que sabes, sé, estoy convencido, que aunque dispusiese de las 24 horas de día libres todos los días para escribir, no cambiarían mucho las cosas. En realidad, esta situación no es muy diferente de lo que me pasaba cuando era estudiante y se aproximaban los exámenes de septiembre: no disfrutas de nada porque deberías estar estudiando, pero en realidad tampoco estudias. DFW lo explica mucho mejor que yo en el ensayo que les decía:

 

"Y aun así es tuyo, el niño, eres tú, y lo quieres y te lo subes a tus rodillas y lo haces saltar y limpias el fluido cerebro-espinal de su floja barbilla con el puño de tu única camisa limpia (sólo te queda una camisa limpia porque no has hecho la colada en casi tres semanas porque parece que por fin ese capítulo o ese personaje están a punto de salir y funcionar como debe ser y te aterroriza perder el tiempo en cualquier otra cosa que no sea trabajar en ellos porque si desvías la vista un segundo los perderás, condenando al niño a una monstruosidad sin final)."

 

Ya saben, el perro del hortelano. Un niño que haga lo que haga, no deja de tirar de la pernera del pantalón: hazme caso, estoy aquí, hazme caso, estoy aquí, hazme caso, estoy aquí. Eso es mi novela. Mi niño. 

Tengo escritas aproximadamente 135.000 palabras, que calculo que son 400-500 páginas. Me queda un capítulo por escribir, cuatro o cinco por acabar y unos tres más por revisar. Después de eso tocará volver a empezar desde la primera palabra, porque aún no tengo el primer borrador cerrado y ya caigo en la cuenta de la cantidad de cosas que no he dicho. Podría hacer la cuenta que todos hacemos cuando vemos que se nos echa el tiempo encima antes de un examen, la entrega de un informe, una presentación: revisas lo que queda, calculas el tiempo que tienes y con una división rápida y simplista decides que tienes tiempo de sobra (algo muy parecido a esto: no me puede costar más de diez minutos revisar cada página del informe así que en un par de horas lo tengo acabado, aunque a medida que pasa el tiempo te das cuenta de que para cada página necesitas el doble o triple de tiempo y acabas saliendo a las tantas o dejando la mitad del temario por estudiar o levantándote a las cinco de la mañana). He hecho ese tipo de cálculo muchas veces, tanto para mí como para poder dar una fecha a quien me pregunta. Muchas veces, demasiadas para no saber a estas alturas que el resultado del cálculo difiere mucho de la realidad. Hubo un tiempo que pensaba que la tendría lista a finales de 2014. Luego tras el verano de 2015. Luego noviembre de este año, hace un mes. Hace poco pensé que quizá para febrero estaría acabada. Pero al fin, empiezo a darme cuenta de que no tengo ni la más remota idea de cuándo verá la luz en forma de manuscrito "final", y entrecomillo no por lo que decía Valéry, sino porque después de esa versión tocará distribuirla, recibir los comentarios y hacer un par de revisiones más. Es decir, que acabar la novela puede llevarme tres meses, tres años o tres décadas; aunque si soy sincero, no estoy seguro de que vaya a tener fuerzas de seguir tres décadas más. Quizá sí, cómo estar seguro. Además, la palabra final va adquiriendo unos límites cada vez menos claros.

Podría parecer, llegado este punto, que estoy harto, cansado, agotado, de escribir la novela; que me arrepiento de haber comenzado una historia que a veces no sé hacia dónde va o siquiera si va hacia algún lugar; que a veces me parece una absoluta basura y otras me enamora, y muy a menudo ambas cosas a la vez. Si he transmitido esa impresión, al menos he hecho algo bien en esta entrada, porque sí, a menudo lo estoy. Pero debo reconocer, para hacer honor a la verdad, que igual que unos días me da una de cal, otros me da una de arena. Cuando miro hacia atrás me doy cuenta del esfuerzo y bueno, creo que está valiendo la pena. El problema es, supongo, que mientras que yo recibo de las dos, las personas a mi alrededor siempre reciben dosis de la misma sustancia. Y eso sí me preocupa porque después de todo este tiempo todavía no he aprendido a encerrar al niño para que no moleste, y ni siquiera sé si se puede hacer o seré capaz de hacerlo, pero por mi salud mental y la de otras personas, debo al menos intentarlo. Si consigo que me deje en paz al menos unos minutos cada día, habré adelantado mucho, porque de momento, con lo que me está costando el parto, no tengo la intención de sacrificarlo. Esperemos que leer Bartleby y compañía de Vila-Matas no me haga cambiar de opinión y me convierta en otro artista del No.

En fin. Debo irme. Llevo unas tres horas con esta entrada, es hora de comer y ya saben, algo llora pidiendo atención y en esta ocasión no es mi estómago.

El dequeísmo ha hecho un amigo: el pretérito perfecto compuesto

No recuerdo cómo surgió el dequeísmo, pero la impresión que tengo, probablemente muy alejada de la realidad, es que fue algo que apareció de la nada y se extendió como la pólvora entre personas a las que se presupone cierta competencia lingüistica. De repente, estaba por todas partes. También es cierto que quizá estemos equivocados y seamos demasiado optimistas respecto a dicha competencia; que el director de un periódico de tirada nacional como La Razón no sepa hablar correctamente (sino todo lo contrario), o que en cualquier tertulia radiofónica falten manos para contar las veces que se pronuncia incorrectamente el "de que" (porque algunos ignoran que hay ocasiones en las que ese uso es el correcto: "tengo ganas de que te largues", aunque paradójicamente en esos casos algunos se empeñan en quitar la preposición, incurriendo en el queísmo), dice muy poco a favor de la calidad de... bueno, en realidad eso ya lo sabíamos.

Pero tras el dequeísmo, hay un nuevo sheriff en la ciudad: el uso del pretérito perfecto compuesto: he escrito, donde debería emplearse el pretérito perfecto simple: escribí. Parece un tema baladí, pero no lo es. Veamos qué dice nuestra querida RAE:


pretérito perfecto simple (escribí): 1. m. Gram. Tiempo que denota una acción o un estado de cosas anteriores al momento en que se habla, sin vinculación con el presente.

pretérito perfecto compuesto (he escrito): 1. m. Gram. Tiempo que denota una acción o un estado de cosas anteriores al momento en que se habla, vinculado con el presente.


Vale. Está claro, ¿no? Lo importante es la vinculación con el presente, que determina cuándo utilizar uno u otro. Es fácil distinguirlos: el compuesto es el que es.. compuesto, y el simple, el que es... no compuesto.

Sigamos ahora con la Wikipedia, que es muy ilustrativa en el uso de uno frente al otro (simplifico):


El pretérito perfecto compuesto [he escrito] se usa para referirse a hechos pasados con relación con la zona temporal en la que se encuentra el hablante. Por ejemplo:

"Este fin de semana hemos disfrutado mucho" (correcto), frente a "Este fin de semana disfrutamos mucho" (incorrecto, o como mínimo, menos correcto).

La acción de disfrutar se sitúa en la zona temporal en la que el hablante ha decidido colocarse, cosa que hace al emplear "este" en "Este fin de semana", aunque el fin de semana pueda haber pasado. Si hubiera utilizado "Aquel fin de semana", el hablante se habría alejado de dicha zona temporal y debería haber utilizado "disfrutamos": "Aquel fin de semana disfrutamos mucho", aunque se tratase del mismo fin de semana. Es el determinante el que marca el lugar temporal y por tanto el tiempo verbal.

Usualmente, esa relación temporal la establece el hablante en la propia frase; al decir "Este fin de semana" se sitúa en dicho fin de semana, o al decir "Hoy he ido al supermercado" se sitúa en Hoy. Si se hubiese dicho "Ayer" en vez de "Hoy", se habría roto la relación temporal: "Ayer he ido al supermercado" es claramente erróneo. Son también inusuales frases como "Ayer han aterrizado tres aviones"; si se quiere resaltar la relación temporal, diríamos por ejemplo "Esta noche han aterrizado tres aviones".


A estas alturas debería estar más que cristalino, pero veamos otro ejemplo:


"El día 7 de abril ha arrancado la campaña de la declaración de la renta referida al ejercicio fiscal 2014”.


Parece evidente que el 7 de abril no es una fecha relacionada con el presente, ya que en el momento de escribir esto es 14 de noviembre; de hecho, la frase posiciona intencionadamente al lector en un momento del tiempo no relacionado con el presente, ya que la fórmula “El día X” busca de hecho establecer un punto temporal fijo (y por tanto diferente al del hablante) que pueda ser referenciado en cualquier momento futuro. Para poder utilizar el pretérito perfecto compuesto, sería necesario decir “Hoy ha arrancado”, “Esta semana ha arrancado”, etc., pero eso sólo podría ser empleado en determinados períodos temporales. El uso es todavía más ridículo a medida que nos alejamos del presente: "El 2 de octubre de 1945 ha acabado la Segunda Guerra Mundial".

Por último, fijémonos ahora en la frase "El día 27 de septiembre han tenido lugar las elecciones catalanas", e imaginemos que hoy es efectivamente 27 de septiembre. Igual es mi oído, pero esa frase suena extraña; es como si hubiese algo que no encaja. Únicamente la siento como correcta si está enmarcada en algún tipo de declaración formal institucional, pero no en el habla común. Pero el problema aquí es que tampoco suena bien "El día 27 de septiembre tuvieron lugar las elecciones catalanas", ya que nos referimos al día de hoy.

¿Entonces? En tal caso, podríamos utilizar "Este 27 de septiembre han tenido lugar las elecciones catalanas" (es decir, "este" día es "27 de septiembre"), aunque en mi opinión lo mejor sería utilizar "Hoy han tenido lugar..." si hoy es 27 de septiembre, o "El día 27 de septiembre tuvieron lugar..." en cualquier otro momento. Como siempre, hay que adaptar el lenguaje a las circunstancias y cambiar la forma verbal no siempre es la solución.

Algunos pensaréis que esto es hilar muy fino, pero es sólo la superficie del uso correcto del lenguaje. A poco que uno presta atención y educa el oído, se asusta del número de analfabetos "de baja intensidad" en cualquier tertulia, mitin político, declaraciones a la prensa, artículos de periódico, etc.

Hilar muy fino es, por ejemplo, una duda que me surgió leyendo recientemente el libro de Salinger: en una frase interrogativa o exclamativa que está en redonda (i.e. que no va en cursiva), si alguna de las palabras de los extremos va en cursiva, ¿debe ir el signo más cercano en cursiva o en redonda? Es decir, ¿de las siguientes, qué opción es la correcta?:

  1. ¿Te has comido todas las heces o me has dejado alguna?
  2. ¿Te has comido todas las heces o me has dejado alguna?

Aunque sí existe una norma en relación con los puntos de puntuación simples (punto, coma, punto y coma) y parece haber consenso cuando toda la frase va en cursiva (en cuyo caso los signos deben ir también), el tema no está tan claro con los paréntesis (pueden ver la consulta a fundéu, o este hilo de un foro del Centro Virtual Cervantes que hace referencia a la ortotipografía francesa aunque son en general opiniones personales) ni con los signos de interrogación y exclamación.

Personalmente, yo me decanto más por la segunda opción. Entiendo que si una frase que está toda ella en redonda tiene una palabra en cursiva, la connotación o énfasis de la cursiva se aplica únicamente a esa palabra, y no al signo de cierre de la interrogación que es parte del conjunto. Pero sí, tengo mis dudas. Evidentemente, esto sólo aplica a la expresión escrita. En la expresión oral no tiene cabida.

Interesante, ¿verdad? Más tarde o mañana, un brevísimo resumen de lecturas recientes.

El punto y coma, mon amour

Hace unos días un amigo me preguntaba sobre el uso del punto y coma, para mí el signo de puntuación más interesante, gracias a las posibilidades que proporciona para ajustar la velocidad del texto.

Veamos la definición de la RAE

 

"Punto y coma

1. Signo de puntuación (;) que indica una pausa mayor que la marcada por la coma y menor que la señalada por el punto. [...]

2. El punto y coma es, de todos los signos de puntuación, el que presenta un mayor grado de subjetividad en su empleo, pues, en muchos casos, es posible optar, en su lugar, por otro signo de puntuación, como el punto y seguido, los dos puntos o la coma."

 

¿Cuándo y cómo usar el punto y coma? Se trata de un tema muy personal y sólo al utilizarlo se va identificando dónde encaja y dónde no según tu forma de escribir. Dicho de manera rápida, aunque la RAE da muchos más detalles, si se quiere mostrar que son dos frases diferentes pero que están conectadas, se utiliza el punto y coma. Si se quiere que el lector se detenga, el punto. 

En los ejemplos siguientes se podría sustituir el punto y coma por un punto o una coma, e incluso en varios de ellos se podrían utilizar los dos puntos.

 

1.- Que le gusta nadar no es nada nuevo; hace mucho tiempo que va a la piscina con regularidad.

2.- Tampoco descartemos, si escarbamos un poco más, que lo que le moleste sea que otra persona tome una decisión; es decir, no tener todo el poder.

3.- Es otro suceso más en un universo demasiado grande para ser concebido; todo continuará su camino y las galaxias no te echarán de menos dentro de un millón de años.

4.- Por lo que leo, lo que tengo era un borrador; algo parecido a la arcilla que sirve de materia prima al jarrón.

5.- Podría haberse hecho una película más fiel a la realidad; más cercana al mundo del jazz, más, no sé, distinta.

 

El punto y coma permite dotar de fluidez al texto al sustituir algunos puntos. Como he dicho, esto depende mucho del estilo de cada persona, de la escena en particular y de la rapidez con la que quieres que el lector se mueva por el texto; a veces quieres que se detenga en un determinado punto o que lea unas líneas más lentamente y en otras ocasiones que fluya con facilidad. Un párrafo de 30 líneas solo con comas puede ser un infierno para el lector, si además tiene subordinadas y está repleto de incisos (sí, también es verdad que a veces es necesario llevar al lector al infierno). Si se quiere mantener un buen ritmo sin necesidad de introducir pausas, es posible que algunas de esas comas puedan ser sustituidas por punto y coma.

Pero dejemos el punto y coma y veamos un par de ejemplos sobre la fluidez de la lectura. Véase por ejemplo el uso de la coma y el punto con la misma frase.

 

Levantarse, vestirse, desayunar, cepillarse los dientes, suicidarse.

Levantarse. Vestirse. Desayunar. Cepillarse los dientes. Suicidarse.

 

Se ve incluso mejor si lo combinamos. 

 

Levantarse, vestirse, desayunar, cepillarse los dientes. Suicidarse.

 

En este caso lo que va detrás del punto gana mucha fuerza, gracias a la pausa y a no formar parte de la enumeración. Incluso cuando utilizábamos sólo puntos, "Suicidarse" pasaba desapercibida entre el resto de palabras; no había nada que la hiciese destacar. Ahora es diferente: es la única palabra que lleva una pausa antes.

He de confesar que de un tiempo a esta parte tengo cierta obsesión por hacer la lectura todo lo fluida que me es posible[,] a pesar de que eso en ocasiones le resta claridad al texto (esta frase es un buen ejemplo: con la coma tienes un respiro, pero si la eliminas la lectura es un poco agobiante). Tiendo a construir frases con pocas comas, eliminar los incisos y paréntesis y convertir los puntos que puedo en punto y coma. Eso te puede llevar a frases eternas y agobiantes, un inconveniente que hay que manejar con cautela.

Veamos algunos ejemplos más. 

 

1. Aquella mujer, la de los tentáculos, miró por encima del hombro y descubrió, estupefacta, que tenía piernas. ¿De dónde habían salido?

2. Aquella mujer, la de los tentáculos, miró por encima del hombro y descubrió estupefacta que tenía piernas; ¿de dónde habían salido?

3. La mujer de los tentáculos miró por encima del hombro y descubrió estupefacta que tenía piernas; ¿de dónde habían salido?

 

Más que el uso de la puntuación, lo interesante en este caso está en la primera parte. Los dos incisos del texto (3) ralentizan la lectura ya que obligan a realizar paradas frecuentes de los ojos. Si quitamos uno de los incisos (el de "estupefacta", frase 2), la lectura se vuelve más rápida y si reorganizamos un poco la frase (3) para evitar los dos, gana mucha más velocidad.

Evidentemente, no siempre es posible o deseable hacer esto. No se puede obviar que el "estupefacta" de la primera frase transmite algo diferente al de la segunda; en el primer caso tiene un espacio para ella sola y está cómoda, en el segundo es una palabra que no tiene una especial importancia.

Para acabar, un ejemplo de que el punto funciona mejor que un punto y coma si lo que se quiere es conseguir un golpe de efecto:

 

Aquella mujer, la de los tentáculos, miró por encima del hombro y descubrió, estupefacta, que tenía piernas; sí, allí estaban.

Aquella mujer, la de los tentáculos, miró por encima del hombro y descubrió, estupefacta, que tenía piernas. Sí, allí estaban.

 

Sin salirse de la norma, todo depende del ritmo que cada persona le quiera dar al texto. Y si es necesario, tampoco pasará nada por salirse de las normas; al fin y al cabo, para eso están.

(Imagen original: www.tatoo.com)

La novela

Llevo un tiempo esquivando esta entrada, pero la idea de echar un vistazo a la evolución de la novela parece una buena idea, por aquello de que igual alguna vez la acabo. Incluso podría llegar a (i) publicarla, (ii) hacerme famoso y asquerosamente rico, (iii) comprar todos los ejemplares de 50 sombras de Grey y (iv) hacer una hoguera gigante. Cierto, solo (i) parece realmente factible, y no apostaría nada a ello. Eso si no muero antes, porque, por duro que parezca, no hemos de descartar la idea de que lo haga y la cruda realidad es que podría dejar este mundo (en un sentido figurado, no estoy pensado en desintegrarme) en cualquier momento.

Ahora, por ejemplo. No, parece que todavía no.

Para imaginar mi muerte podría escoger un ataque al corazón, pero es demasiado real y seguro que mi madre se preocupa, así que pensaré en un satélite ruso de la Guerra Fría fuera de control cayendo sobre esta casa; aunque no conozco las probabilidades que tengo de sufrir un infarto justo en este preciso momento, tiendo a pensar que son mayores que la idea del impacto del satélite.

Sigo escribiendo y ninguna de ambas cosas ha pasado. 

Podemos considerar otras alternativas: un meteorito, una invasión alienígena con epicentro en esta habitación, un maremoto que llegue hasta el centro de Madrid o la aparición de una singularidad en el espacio-tiempo que acabe con mi organismo. Morir tampoco es nada excepcional. Es otro suceso más sin importancia en un universo demasiado grande para ser concebido, y aunque uno puede sentirse apesadumbrado por las cosas que dejará sin hacer, qué más da; todo continuará su camino y las galaxias no te echarán de menos dentro de un millón de años.

Es opinable, pero esa última frase es un buen ejemplo del uso del punto y coma: cuando un punto es demasiado pero una coma es muy poco, aunque resumirlo de esa manera es un poco banal.

Al lío. Empecé con la novela allá por octubre de 2013. Poco después compré el programa Scrivener, que me ha servido de gran ayuda para organizar los capítulos y trabajar de una manera estructurada. Todo ha cambiado mucho desde la idea original, y lo sigue haciendo. El argumento inicial apenas es reconocible, la estructura ha cambiado al menos media docena de veces, el punto de vista lo ha hecho otras tantas y la forma verbal dos veces (de presente a pasado y de vuelta al presente). Por fortuna, todo eso es ya bastante estable y aunque tengo que decidir dónde ubico determinados acontecimientos, por primera vez tengo la sensación de que estoy enfilando la recta final del primer borrador.

Digo "primer" porque, aunque en realidad podría decirse que ya hay un primer borrador, la revisión que estoy haciendo es tan exhaustiva y estoy encontrando tantas omisiones que considerar lo anterior como algo definido no sería más que un ejercicio de optimismo voluntarista. Por lo que leo y corrijo, lo que había era más bien un boceto, ni siquiera un borrador; algo más parecido a la arcilla que sirve de materia prima al jarrón, que una vez formado habrá que repasar y añadir los adornos y corregir irregularidades, cocer, pintar, barnizar y, si todo va bien, buscar una tienda y un vendedor, poner a la venta y esperar que se venda. Queda mucho camino por andar. 

Vamos con los números. En el momento de escribir esta entrada, la novela tiene 119.472 palabras. A 250 palabras por página vienen a ser unas 480 páginas, y si subimos el número de palabras por página a 300, son justo 400 páginas. Mis estimaciones es que, cuando finalmente tenga un primer borrador real, estaré en torno a 140.000 palabras, que es más de lo que inicialmente había pensado. No obstante, las posteriores revisiones deberían actuar de poda y reducir en algo ese número. No descartemos el recorte que puede venir después del corrector profesional o que puede requerir un potencial editor. El objetivo es un número inferior a las 400 páginas, aunque no voy a recortar fragmentos que me parezcan relevantes por la simple razón de reducir la longitud. Habrá tiempo para eso.

Los tiempos. Aquí hablo de memoria. Como decía arriba, empecé en octubre de 2013 y seguí trabajando en ella hasta febrero de 2014.  La abandoné unos meses y la retomé de nuevo en verano pero no recuerdo haber hecho demasiados avances. La volví a dejar de lado y la retomé en las vacaciones de navidad de este pasado año, donde progresé en algunos conflictos argumentales. Este comportamiento errático ha tenido una ventaja y un inconveniente. La ventaja es que me permite ver lo escrito con nuevos ojos, pero por contra dejar el texto tanto tiempo me obliga a releer parte de la novela ya que se me olvida si he hablado de esto o aquello (en ocasiones me descubro leyendo un fragmento que habla de lo mismo que acabo de escribir y que había escrito meses atrás). Más o menos en mayo de este año la volví a coger y continué con ella, aunque un par de nudos que no tenía claro cómo resolver me generaban bastante ansiedad y no avanzaba tanto como me hubiese gustado.

El empujón definitivo ha llegado en las vacaciones de verano, que han sido atípicas; a un ritmo de escritura de unas siete horas al día con la excepción de los fines de semana y algún día suelto, me alegra darme cuenta de que empiezo a ver el jarrón; he publicado algunos fragmentos que van dando una idea del tono. Dado que tengo que ganarme la vida, en las próximas semanas el ritmo se reducirá, pero espero tener un texto estable antes de finales de año, y no creo estar siendo demasiado generoso. En un par de meses más (mediados de febrero), un segundo borrador, y luego dar paso a los lectores beta (cuatro como máximo). Valorar e incorporar las modificaciones y comentarios que me hagan (y considere adecuadas) y un poco más tarde, en mayo, el corrector profesional (que no será barato). De esta forma, a expensas de lo que puede tardar éste, para el verano que viene debería tener el jarrón pintado y listo para barnizar. Pero falta mucho.

Acabo con una cita que pertenece al libro Diario de un mal año, de J. M. Coetzee. Me la envió Laura hace ya varios meses mientras lo leía, quien está sufriendo como nadie la elaboración de esta novela y las frustraciones y angustias que me genera.

¿Una novela? No, ya no tengo la fortaleza necesaria.
Para escribir una novela tienes que ser como Atlas, cargar con todo un mundo en tus hombros y sostenerlo durante meses y años , mientras todos sus asuntos se resuelven por sí mismos. Es demasiado para mí en mi estado estado actual.

Si yo sostengo el mundo, tú me sostienes a mí.

De bombas

Llevo un par de días enfrascado en una escena de un capítulo. Por razones de carácter metafórico, me ha parecido interesante utilizar un símil con los ensayos nucleares subterráneos de bombas atómicas que se realizaban en la Guerra Fría, así que me puse a buscar en Google. Después de pasarme dos días buscando bomba, misíl balístico, detonación, radiación nuclear, bomba nuclear, onda de expansión, pantalla bomba atómica, efectos explosión, y varios términos similares, estoy esperando que de un momento a otro aparezca en mi puerta el Centro Nacional de Inteligencia para detenerme.

En ese caso, la novela quedará inacabada. Será una pena. Quizá debería ir buscando un abogado.