Nosotros.
La calidad de la foto es mejorable. Los modelos no.
Montanejos
Tengo pendiente comentar las últimas salidas, pero mientras tanto me entretengo con las fotos que me ha ido haciendo Alex en cada una de ellas.
Sin paciencia se vive mejor
Mi madre siempre ha dicho que somos iguales en (al menos) una cosa: la poca paciencia que tenemos para hacer las cosas. Eso me lleva a comprar cosas que no necesito, suscribirme a revistas y comprar libros que luego no leo, obsesionarme con temas que dejan de interesarme a los dos días, o iniciar proyectos que abandono tan rápido como los comienzo. Hay un refrán que describe mejor que yo esta actitud: Arrancada de caballo y parada de burro. Les pondré un ejemplo. Cuando me suscribí a la revista Escalar, a la que permanezco suscrito (a diferencia del The New Yorker y Time, que cancelé algunas semanas después de recibir el primer número), me enviaron una tabla de entrenamiento multipresa (de escalada). Tardé un par de semanas en instalarla, lo que me llevó una docena de llamadas telefónicas y la visita a unas cuantas ferreterías para localizar una tornillería específica, sacrificando más de una tarde y un fin de semana. Desde entonces, he utilizado la tabla apenas un par de días, y de eso hace ya cinco meses. Sobra decir que si no la hubiese instalado, no habría pasado nada.
Esto tiene, como casi todo, dos maneras de verlo.
La negativa es que soy una persona impetuosa, poco constante y me cuesta mantener el interés pasado el arranque inicial si no existen estímulos adicionales. Dicho intervalo puede durar días, semanas, meses o incluso me atrevería a decir que años y eso no significa que en aspectos de importancia vital (literalmente) como las relaciones personales, el trabajo o la familia me dé por cambiar cada dos por tres, ya que en ese caso hablaríamos de un problema y no una anécdota de mi forma de ser. Afortunadamente, con el tiempo he conseguido manejar hasta cierto punto la energía de dichos impulsos: reprimirlos cuando son realmente estériles o implican un gasto que no puedo justificar desde el punto de vista de un observador (relativamente) externo o cuando soy más hábil, dirigirlos a un fin mejor que el original.
La versión positiva es más corta: esa energía bien enfocada me permite realizar ser mucho más productivo y avanzar más rápido de lo que lo haría en condiciones "normales" y en algunas ocasiones ese impulso inicial es más que suficiente para coger suficiente inercia. "Sólo" tengo que saber cómo enfocarla y proporcionarle suficiente combustible para mantenerla activa. Claro que en general eso es más fácil de hacer que de decir.
Hasta aquí, la visión dualista de las cosas.
Planteado así parecería que soy una persona con la estabilidad de la nitroglicerina, pero el asunto no es exactamente de esa manera, aunque yo me haya acostumbrado a esa interpretación. Presento, como casi todo el mundo, un nivel constante de energía que es con el que desarrollo la mayor parte de las actividades y que puede variar ligeramente dependiendo del estado anímico, condiciones personales y laborales y diversos factores externos; es decir, lo que se llama vivir. De vez en cuando, por la razón que sea, aparece algo que altera el estado "normal" de las cosas: un artículo, un libro, una conversación, una película o una idea. Ya se imaginan que viene después.
A esas "cosas", el estado de ánimo que provocan y todo lo que lo rodea lo llamo motivación y son los eventos más productivos y unos de los por lo general más satisfactorios de mi vida. Como comprenderán, la idea es tener cuantos más mejor. Al fin y al cabo, un par de revistas o libros y unas cuantas horas leyendo sobre cualquier cosa bien valen la pena si el resultado es ese.
Yo (aclaración)
Cuando ayer puse las tres recomendaciones cinematográficas, probablemente dí una impresión equivocada. Cuando hace unas semanas puse un par de recomendaciones literarias, quizá dí una impresión equivocada. Y a decir de algunos de los comentarios que he tenido últimamente, estoy seguro de que hay algunas personas que tienen una opinión equivocada sobre mí. Ese será el tema de esta entrada: yo y mis circunstancias, o yo y mis consecuencias, si quieren. Y lo hago porque me da la gana.
Yo no soy un cinéfilo empedernido que se traga cualquier cosa que echan en la filmoteca o en Cine Club de la 2 a las tantas. Tampoco soy especialmente aficionado a las películas de autor, y David Lynch no me parece ninguna maravilla, porque entre otras cosas, sus películas me cuesta digerirlas, cuando me las trago. Woody Allen me gusta, pero no me apasiona. Creo que he visto una o dos películas de Kurosawa, pero les aseguro que ese hecho no me quita el sueño. No conocía a Haneke hasta que leí sobre él en El lamento de Portnoy. Apenas conozco un puñado de directores por el nombre, no suelo tener memoria para recordar los nombres de muchos actores y me encantan las películas como La junga de cristal o Ice Age.
Yo no soy un lector empedernido que se lee cualquier cosa que cae en sus manos. De hecho, apenas leo, aunque eso va a temporadas. La mayoría de los libros me aburren soberanamente, e incluso cuando no es así, me cuesta acabarlos. No es un secreto que prefiero escribir a leer, aunque es cierto que para una cosa, hace falta la otra. No he leído a muchos clásicos, no fuí capaz de acabar Madame Bovary (aunque me faltó poco) y aunque lo he intentado varias veces, el Ulises de Joyce me parece infumable. Claro que ese no era un libro para ser leído, sino para ser escrito. Apenas conozco un puñado de escritores, y me guío por listas de la crítica, premios Pulitzer y similares. No, tampoco leo novela rosa, lo siento.
Yo no soy un entendido profundo en cómics. Conozco, gracias a los cuarenta años de trabajo de mi padre como dibujante profesional, bastantes autores, y he tenido acceso a multitud de revistas y cómics, que hoy en día son objeto de coleccionistas. Tengo mis autores preferidos, y siento un ligero desprecio irracional, más fundado en la ignorancia que en cualquier otra cosa, hacia parte del cómic actual, cuando lo pongo en comparación con Breccia o Raymond. Aparte de eso, y por si todo lo dicho fuera poco, detesto los cómics de superhéroes, aunque entiendo que son beneficiosos para la supervivencia de este imprescindible medio.
Yo no soy un melómano. Tengo una cantidad abundante de músicas de diferentes estilos que me gustan, y durante mi época más indie estuve razonablemente al día en lo que a novedades del mundo musical independiente se refiere. Conozco en mi opinión bastantes grupos y canciones de diversas épocas, desde los 70 hasta hoy en día pasando por la música clásica, lo cual no significa que esté en situación de discutir con nadie sobre música, ni que me considere un fan incondicional de alguna banda musical.
Y eso para un montón más de cosas. Es decir: yo no soy, en definitiva, un experto prácticamente en nada, más en aquello en lo que trabajo, sobre lo que tengo un dominio bastante aceptable, inferior obviamente al de algunos profesionales de mi sector, pero superior al de la mayoría de las personas; es lógico, trabajo en ello. Hice cuatro años de filosofía, y aunque no sé hasta qué punto aprendí lo que hubiera sido de desear, algo queda. En general, no conozco nada de mucho, no soy un geek ni tengo una afición insana por nada, pero me defiendo bastante bien en muchos temas y tengo un buen montón de inquietudes variadas. Sí, creo que escribo razonablemente bien pero eso, como es natural, es únicamente mi opinión. En definitiva, no les estoy intentando vacilar; cuando recomiendo algo, es porque me ha gustado, y punto. Pretender inferir algo más sólo por lo que escribo, es poco menos que una necedad, aunque nunca creí que tuviese que aclarar algo así.
Ahora bien, este es un país libre, y ustedes pueden creer lo que les de la gana. Que es básicamente, como ya he dicho, lo mismo por lo que he escrito este ladrillo.
De musas
M. no sabe si tiene mucho que contar o poco, aunque salta a la vista que ha vuelto a la tercera persona, quizá como reclamo para la inspiración. O mejor dicho, lo que no sabe, entre otras muchas cosas, es si le interesa a alguien lo que pueda escribir, sea mucho, sea poco. Antes se sentaba frente al teclado y asumía, por razones desconocidas, que el mundo estaba en cierto modo interesado en lo que decía. Una parte muy pequeña del mundo, es cierto, pero un trozo de él al fin y al cabo, mientras no se demuestre lo contrario. Quizá fuese curiosidad, voyeurismo, o simple morbo, pero interés después de todo. Disfrutaba con ello.
Pero resulta que M. ya no está tan seguro de eso, y sin embargo, se da cuenta de que nada ha cambiado. O al menos, si no nada, no tanto. Es probable, o más que probable, obvio, que la inspiración no aparece tan a menudo como antes, pero también es verdad que el tipo en cuestión ya no pasa tantas horas escuchando, leyendo, escribiendo, pensando. Y todo eso, para más inri, alimenta esa intuición que ha tenido siempre de que algún tipo moderado de angustia existencial es casi siempre una buena musa. Moderado. Ya se sabe, si te pasas te lo pierdes.
Y eso deber ser, en resumen, lo mismo que supongo que le pasa a Lucía Etxebarría. Lo que pasa es que, claro está, yo no me voy a dedicar a plagiar.
Realidades
Dice la chica de la foto anterior que cuando empezó a leerme —la historia es algo más complicada, pero no es el momento ni el lugar— le parecí una persona bastante interesante pero demasiado complicada. Es normal, porque supongo que en cierta manera, ambas cosas van relacionadas.
Dice la chica de la foto anterior, ahora que —creo yo y cree ella— me conoce un poco mejor, que no soy una persona tan complicada ni tan interesante. Es normal, porque supongo que en cierta manera, ambas cosas van relacionadas.
Supongo —sigo suponiendo, porque se me da bien y para qué mojarse—, visto lo visto hasta el momento, que no ser interesante ni complicado tiene sus ventajas, pero hay que reconocer que no deja de sentirse uno algo decepcionante cuando oye eso.
Por último, claro, dice la chica de la foto anterior que no quiere sentirse (tan) protagonista, aunque es verdad que veinte comentarios en el post que la presentaba en sociedad —léase: el anterior— no le parecían algo tan excepcional. En realidad, a la chica de la foto anterior esto le encanta... Y hasta aquí puedo leer.
* * *
(Por cierto, ¿se acuerdan de esto? Pues bien:
«On behalf of ISACA, we are pleased to inform you that you successfully PASSED the June 2006 CISA Exam with a total scaled score of 77»
Interesante no, y complicado tampoco, pero listo, listo soy un rato)
De documentos nacionales
Llega un momento en la vida de toda persona en el que tiene que afrontar ese suceso que pensó creía que nunca llegaría. Porque parece que ese DNI recién estrenado jamás caducará; cinco años es toda una vida. Pero el tiempo es implacable, y cuando te das cuenta, lo llevas cinco meses pasado y ya casi huele; a todos nos llega la hora, como en muchas otras cosas en la vida, tarde o temprano. Y pensándolo bien, después de todo, me alegro de seguir aquí para renovarlo. No me voy a enterrar antes de tiempo, que tengo cuestiones pendientes.
Así que, hablando de DNIs, he aquí mi antes y mi después:
Vale, no soy la persona más fotogénica del mundo, y lo sé, debería matar a mi asesor de imagen, si lo tuviera, pero después de todo, esa es la cara que tengo.
Y perdónenme el exhibicionismo, pero ya nos conocemos.
Breve nota autobiográfica
Un servidor nació en Valencia un cinco de noviembre de 1976, aunque lógicamente no recuerda la hora. Eso le convierten, en el momento de la última revisión —es decir, esto que estoy escribiendo— en un macho humano de treinta años. El resto de lo que cuento viene a ser bastante pesado, pero bueno, supongo que si te aburres lo suficiente, nada lo es, y por mí, si sigues leyendo, ningún problema.
Uno
m., como así le llamaremos de ahora en adelante, empezó a ir al parvulario donde su madre era profesora, hasta que poco más tarde, a la edad correspondiente, empezó EGB en un colegio cercano. Algunos años más tarde se compraría un piso precisamente en la finca cuya parte trasera daba al patio interior de este colegio, a tan sólo unos metros del citado parvulario.
m. pasó poco tiempo después al EPLA, donde cursó el resto de EGB, y donde desarrolló un profundo sentido de la competitividad que se mantuvo durante toda su formación escolar, y una acentuada repulsión por las antiguas técnicas educativas y sus ejecutores, a causa del gran número de capones que recibía. Recuerda sobre todo la gran cantidad de trabajo que a su edad tenía que realizar, y el comentario de uno de sus profesores al recoger las notas del último curso, en el que afirmaba con total seguridad que m., a pesar de encontrarse entre los cinco primeros niños de su clase, no llegaría nunca a nada si no desarrollaba una rutina de estudio. A día de hoy, no la ha desarrollado ni al parecer tiene ningún tipo de interés en hacerlo. También podría afirmarse que no ha llegado a nada, aunque en este punto no podemos menos que discrepar. Recuerda también que en aquel colegio no había niñas, y que aprendió que la falta de coordinación entre departamentos puede ayudarte a comer gratis y almorzar gominolas.
m. pasó BUP con la inercia que traía de EGB, explotando de nuevo esa interesante falta de comunicación entre las personas para seguir comiendo durante algún tiempo gratis. Recuerda ciertas decepciones en el sentido amistoso y más de una en el aspecto sentimental. Como siempre ha pasado, m. aparenta de tres a cinco años menos que su verdadera edad, y eso no siempre es una ventaja. Por lo demás, no presentaba ese interés por crecer que tenían los adolescentes de su edad y eso también es un inconveniente. Aunque no podemos asegurar que estas palabras sean completamente objetivas.
m. pasó a la universidad, y allí conoció a algunas de las personas con las que posteriormente tendría más contacto, y en cuarto curso viajó hasta el Georgia Institute of Technology gracias a una beca PROMOE de la politécnica. Aquel año fue especialmente interesante, como es obvio, a pesar de lo desagradable estéticamente que resulta una ciudad como Atlanta. Al volver, comenzó a trabajar y finalizó el mismo año que se matriculó en la carrera de Filosofía.
m. trabaja a día de hoy como consultor de sistemas y seguridad informática y se encuentra anclado entre tercero y cuarto curso de la carrera de Filosofía, sin saber si algún día conseguirá salir del escollo donde se encuentra.
Dos
m. está lleno de contradicciones. Es aficionado a ver diferentes puntos de vista al mismo problema, aunque a veces no lo parezca, y a establecer complejos diálogos internos, a menudo carentes de todo sentido. Es egoísta e independiente, a veces hasta extremos enfermizos y no siente apego por nada ni casi nadie, lo que muchas veces provoca que le haga daño inconscientemente a la gente. Se cree autosuficiente en la mayor parte de facetas de su vida, y aunque ahora le cuesta cada vez menos establecer relaciones con las personas, le resulta muy pesado mantener el contacto porque a menudo piensa que las personas no le aportan demasiado. Incluso está seguro de ello, en su gran mayoría. m. se equivoca, pero él aún no lo sabe, o quizá sí. A pesar de lo poco amable de esta política, despierta interés y aprecio en la gran mayoría de las personas, y lo agradece porque a pesar de todo, reconoce que necesita esta clase de atenciones.
m. es tan narcisista y ególatra como inseguro, y está terriblemente preocupado por las opiniones que los demás puedan tener de él y la estética que muestra a los demás. En ciertos momentos, ha llegado a intuir que tiene un ligero problema de autoestima, o incluso de complejo de inferioridad, pero este punto nunca ha llegado a comprobarlo realmente. Tiene tendencia a la depresión y a cerrarse en sí mismo, lo que enlaza con el tema de la autosuficiencia que comentábamos anteriormente.
m. está también lleno de ambiciones que le hacen mucho más incómoda la vida, aunque su profundo ateísmo le provoca a menudo un nihilismo insistente que ha de obligarse a eliminar de su cabeza so pena de caer en un absurdo hedonismo individualista que a veces añora. Es ingenuo, y a veces aún piensa que puede tener algo importante que decir. Es ingenuo, y piensa que puede llevar a cabo todavía alguno de los sueños que aún tiene. Es creativo y está claramente convencido de ello, así como de su facilidad para la resolución de problemas. Posee una total incapacidad para tomar decisiones personales irrelevantes, aunque no es así en otros ámbitos. Cree en sí mismo, cada día más, y está absolutamente seguro de sus posibilidades y de que puede ser capaz de conseguir cualquier cosa que se proponga, con un poco de suerte y mucho esfuerzo. Se considera, en conjunto, una persona sumamente interesante a pesar de todos los problemas mencionados.
m. es extremadamente vulnerable a cualquier tipo de rutina, y es incapaz de realizar durante mucho tiempo el mismo trabajo repetitivo, quizá a causa de la hiperactividad que siempre ha desarrollado. Es capaz de mantener la concentración y el interés, y trabajar a gran nivel durante períodos relativamente largos de tiempo, siempre que las tareas que realiza no se conviertan en una rutina quasi funcionarial. En ese caso, su rendimiento cae, de modo que la única forma de aprovechar su potencial es haciendo que varíe de actividad regularmente. Profesionalmente, m. se considera una persona altamente competente, inteligente y responsable.
Tres
m. está actualmente inmerso en varios proyectos. Por una parte, tiene por acabar, como ya hemos comentado, la carrera de Filosofía. Encallado en medio de asignaturas y materiales de estudio que en estos momentos no le aportan nada, se debate entre continuar estudiando, a costa de otros proyectos, o dejar de hacerlo y asumir el fracaso. m. intenta a menudo no ver esto como un fracaso, y más si lo analiza bajo una perspectiva nihilista en la que todo carece de sentido, aunque ese es el pensamiento que antes indicábamos que intenta no invocar. El otro gran proyecto, aparte de su blog, que más que un proyecto es una realidad, es la escritura de una novela negra, de la que tiene ya gran parte del argumento y la que está prácticamente listo para comenzar. Adicionalmente, tiene intención de adaptar varios de los relatos publicados en el blog como relatos cortos, así como acabar el guión de un corto por encargo de un amigo. Y finalmente, tiene pendiente la reforma de su piso, que adquirió el pasado mes de diciembre y que espera reformar hacia comienzos del año que viene, si el tiempo, y el dinero sobre todo, acompañan.
m. tiene diversas aficiones. Por este orden, le chiflan las mujeres, el chocolate y los helados, y probablemente sea todo lo que hay. Claro está, no cualquier mujer, no cualquier chocolate y no cualquier helado, pero esa es una cuestión en la que no vamos a entrar; siempre ha sido muy elitista, a pesar de sí mismo, muy selectivo, demasiado selectivo. Estas tres son el tipo de cosas que adora por encima de cualquier otra cosa, aunque claro está, hay muchas otras cosas que le gusta hacer. También por este orden, siente especial devoción por la escritura y el cine, así como la lectura, los cómics y el absurdo. Tiene muchas otras aficiones de menor importancia, como la bicicleta y el ajedrez, pero no se dedica a ellas todo lo que le gustaría o lo que debería. Como a todo el mundo, le gusta la música, y le encantaría saber algo de diseño pero no tiene tiempo ni ganas para dedicarle tiempo.
m. disfruta con la mayoría de fenómenos meteorológicos, siempre que se encuentre en disposición de disfrutar de ellos, lo que implica en cualquier caso la ausencia de frío. Le gusta terriblemente el viento y no puede evitar reírse cuando le cuesta andar a causa de éste, le gusta la lluvia y mojarse, y le gusta el calor. O casi podría decirse que ama el calor, asfixiante y exagerado, pero siempre calor, porque en ese sentido, podríamos afirmar que es un animal de sangre fría. Pero no lo es.
m. no es creyente, a pesar de estar bautizado. No ha pensado nunca en la apostasía, porque le trae sin cuidado encontrarse en otra base de datos más. Pero tampoco es ateo. Está convencido de que, haya algo o no, el cerebro del ser humano es demasiado pequeño e incapaz para comprender realmente el universo, su origen y su destino, si es que tal cosa existe. Que las magnitudes que se manejan, así como los conceptos, superan en mucho la capacidad de abstracción de la mente humana, que pensar que la comprensión se encuentra próxima no es más que un ejercicio de soberbia, y que las posibilidades que quedan aún por explorar son probablemente infinitas. Quizá m. no hace más que proyectar sus propias incapacidades al resto de la raza humana, pero piensa que probablemente no es así. De cualquier modo, está seguro de que si hubiera alguna entidad supraterrenal o suprauniversal, tiene realmente poco aprecio e interés en el ser humano, y que de todas formas, carecería de inteligencia y forma física en cualquier sentido que podamos conocerla.
m. , a pesar de lo que algunas personas digan, no tiene una tendencia política definida. Cuando se encuentra con gente de tendencias de derechas, acaba defendiendo posiciones de izquierdas, y en la situación contraria, acaba defendiendo posiciones de derechas. Tiene una gran desconfianza en el sistema electoral y en los representantes escogidos, y a causa de ello, todavía no ha acudido a las urnas, guiado por su repudio de un sistema que no quiere apoyar de ninguna forma, y entiende que el voto nulo o en blanco no es sino un voto de castigo a las partes pero no al sistema electoral. Cree que hay pocos políticos que sean trigo limpio, y estos se encuentran tanto a un lado como al otro, por lo que lo más aconsejable es desconfiar de ambos bandos.
Fini
Esto no pretende ser una descripción detallada, ni siquiera exacta, de m. , en ningún aspecto, ya que para ello, simplemente habría que ser él, y no estamos seguros de que aún así pudiera conocérsele. Es volátil, y podría cambiar —no radicalmente, claro está— mañana mismo.
Manolete al habla
Ayer me cortaron el pelo; no es que guste demasiado, pero bueno, el pelo me crece rápido y a lo hecho pecho y a joderse tocan. Supongo que me resultaría más cómodo seguir autocortándomelo al uno o al dos, como he hecho prácticamente de forma ininterrumpida, y a pesar de mi ex, desde que volví de Atlanta, el último año del pasado milenio. Más cómodo pero menos estético, a decir por la opinión femenina popular, a excepción de Geno.
Era un bonito tema de conversación. Porque a la vista de mi cabeza, el ¿tú eras un niño malo, eh? (y mi respuesta No, los malos eran los otros niños) era habitual. Porque es que si me miras la cabeza, parezco un muñeco de trapo, por el número de remiendos que llevo. Es que de nano tenía unas costumbres bastante extrañas, al menos las que recuerdo. Me daba por meterme debajo de las cosas y olvidarme de lo que había sobre mi cabeza, y claro, tenía unos despegues en vertical que acababan con mi cabeza en la Fe y yo resoplando como un búfalo por indicaciones del personal correspondiente (aún no me interesaban las enfermeras, una pena porque con las visitas que hacía...). Porque es obvio que si sustituyes 'cosas' por 'banco de piedra' o 'remolque trailer', pues está claro que mi cabeza llevaba todas las de perder. Al menos, hice bastantes intentos como para estar muy seguro de que mi chola no puede competir en dureza física con el hormigón o el acero (soy todo un empirista). Durante bastantes años, mi periodo vacacional vino acompañado de un puñado de puntos a distribuir libremente por la superficie de mi cabeza. Y es que llevo cosido medio cuerpo, hasta el punto de que cuando iba a la Fe, me ponía a soplar antes de que la enfermera me lo dijese. Seguramente por eso me he quedado así.
También tenía la extraña manía de entrar en el coche por la ventanilla, pero a lo bestia, con carrerilla. Hasta que, claro, un día topé de manera imagino que bastante dolorosa con el freno de mano, o él topó conmigo, lo que me dejó una bonita marca entre la nariz y el labio superior e hizo que a partir de entonces, utilizar las puertas me pareciese mejor idea. Y de los coches a la velocidad. Tirarse montado, con aproximadamente un año y medio de edad, en una especie de bicicleta de madera (si, esa, que tiene más de 25 años de antigüedad), sin frenos y de estabilidad más que discutible, por una pendiente de treinta metros con un ocho o nueve por ciento de desnivel, no es sensato. Porque los pies a veces frenan... y a veces no. Sin comentarios. La ostia también debió ser antológica. Y en plural.
Y por todo esto y mucho más, tengo un recuerdo bastante grato de mis primeros años de estancia en este planeta. A pesar de lo accidentado.
(Sí, me llamaban Manolete. Menos mi hermano, que me llamaba Enete :)
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Actualización de última hora: El labio no me lo partí en la rampa de mi pueblo, sino el día que me regalaron la bici, con el manillar de la propia bici. Mis padres se llevaron al parecer una buena bronca de la chica que me cuidaba. Se lo tienen merecido. La ostia fue en el garaje de nuestra ex casa de Burjassot, contra un pilar, mientras me giraba simpáticamente a decirle algo a mi hermano. En ese caso, imagino que la velocidad era mayor.
Mi madre puede dar más detalles.