Sé lo que hiciste...

Querido diario,

Que situación tan absurda. Llego a casa y en lugar de salir a mi encuentro, Samy se decida a pedirme perdón a su manera, lo que consiste en huir de mí, tirarse en el suelo panza arriba, agachar las orejas y poner cara de "yo no he roto un plato en mi vida". Es decir, que como puede, me está diciendo: "ya sé que lo he hecho mal, pero no me riñas". Así que entro en casa, dispuesto a encontrar vete tú a saber qué destrozo, y nada. Nada de nada; todo está bien, o al menos todo lo bien que estaba cuando nos fuimos esta mañana. Pero claro, es más que evidente que ha hecho algo mal, y ella lo sabe, así que me encaro con ella, la miro con cara de mala hostia, le pego un par de gritos y me doy la vuelta, fingiendo enojo; aunque a ella no se lo parezca, es una situación bastante cómica. Y llevo diez minutos ignorándola, aunque creo que debería ya hacerle caso, porque hoy se ha pasado todo el día sola. Intuyo (es lo único que se me ocurre) que lo que ha hecho ha sido pegarse una siesta encima del sofá, lugar que tiene terminantemente prohibido, pero creo que ya es suficiente castigo...

Por cierto. He cambiado el logo, después del polémico comentario hecho ayer. Claro que eso no tiene absolutamente nada que ver, pero el anterior llevaba ya mucho tiempo y me apetecía algo más "limpio"; este es mucho más sencillo, aunque quizá se pase un poco. Como mínimo, no puede negarse que es bastante evidente, ¿no te parece?

Hasta luego, tú.

Dieciséis de julio

Querido diario,

Lo que hoy te voy a contar no te va a gustar. Empezaré diciendo que no me considero una persona racista, a pesar de que todas las personas que no se consideran racistas comiencen a menudo diciendo justo eso; tampoco voy no obstante a caer en la corrección política. En cualquier caso, es mi experiencia personal. Hoy he pasado aproximadamente media hora al teléfono intentando explicarle a cuatro operadores de Telefónica, uno tras otro y en llamadas independientes al 1004, que tengo puestas dos reclamaciones correspondientes a dos facturas diferentes y que quiero saber en qué estado se encuentra la primera, ya que una de ellas ya está resuelta. No consigo hacerles entender esa sencilla cuestión, ya que insisten en asociar la devolución que se ha hecho del importe de la segunda factura a la primera factura, a pesar de mis reiterados intentos de convencerles de que se equivocan y explicarles de la manera más sencilla la duda que les planteo. La cuestión, y aquí viene el meollo, es que los cuatro eran, a decir por su acento, de origen sudamericano, y ninguno de los cuatro parecía entender lo que les decía.

Estoy seguro de que hay muchos sudamericanos capaces de desempeñar correctamente el trabajo de atención al cliente de Telefónica y cualquier otro que les pongan delante, por difícil que sea, pero mi experiencia personal hasta la fecha es que de cada diez llamadas atendidas por personas de esta "nacionalidad", nueve no consiguen gestionar mi problema correctamente, y no sólo eso, sino que tampoco me dan una respuesta satisfactoria. Más bien al contrario, lo habitual es que cada uno de ellos me de una respuesta diferente a las anteriores. Y la verdad, tengo bastante trato con los servicios de atención al cliente de las grandes empresas (ONO, Telefónica, Endesa, Gas Natural, Iberdrola, etc.). No sé (ni me importa, sinceramente) si es incapacidad personal, falta de formación interna o problemas en los procedimientos internos de Telefónica, pero este tipo de problemas y falta de claridad (a veces hay dos reclamaciones, a veces una, a veces ninguna, a veces la han devuelto, a veces se reembolsa por transferencia, otras por cheque, otras por descuento en la próxima factura...) es algo que no suele producirse cuando me atiende alguien con acento español.

A pesar de que mi pareja comparte mis experiencias, y más de un compañero de trabajo, me resisto a pensar que esto es algo generalizado, aunque me ponga en guardia con sólo oir el acento. Por hoy, desisto de hacerme entender. Mañana volveré a llamar, a ver si la persona que me coge el teléfono, haya nacido donde haya nacido, es capaz de darme una respuesta coherente al problema que tengo de una puñetera vez.

Hasta luego, querido diario.

Catorce de julio (II)

Querido diario,

Hola de nuevo; hoy es la segunda vez que escribo, aunque esta tarde no ha sido demasiado productiva. La somnolencia y el malestar me han hecho quedarme en casa, y aunque el pañuelo de papel y yo seguimos siendo tan íntimos como solíamos serlo años atrás, creo que me encuentro algo mejor; me sigue doliendo ligeramente la cabeza, pero menos que este mediodía y desde luego menos que esta mañana. Tampoco me encuentro tan agilipollado, y supongo que las casi tres horas de siesta han ayudado en eso. Desgraciadamente, y como era de esperar, no he disfrutado de ellas, sino que me he levantado sudando, para variar. Todavía no sé si mañana por la mañana estaré en condiciones de ir a trabajar, aunque espero poder ir por la tarde o el miércoles como muy tarde.

Como decía, no he aprovechado demasiado la tarde. En realidad, el día en su conjunto ha sido bastante estéril, excepto en su vertiente más excretiva (¿?), por decirlo de alguna forma. He estado leyendo cómo el Gobierno estadounidense nacionalizaba el quinto banco más importante del país, Indymac, y cómo parece que el "efecto subprime", si quieres llamarlo así, está muy lejos de acabarse; Fannie Mae y Freddie Mac lo saben muy bien. Por supuesto, aquí quien pierde es principalmente el ciudadano de a pie; muchos se han hecho multimillonarios con todo este montón de mierda financiera, pero de esos sólo pillarán a unos pocos. Sigamos. En la línea de lo dicho, Lehman Brothers se parece cada vez más a un cadaver y aquí al otro lado del charco, y a raíz de la situación de Fadesa-Martinsa, las promotoras siguen pidiendo ayuda, tensando la cuerda con las entidades bancarias ("No les interesa convertirse en inmobiliarias") en un tonillo más que sospechoso. Lo mejor de todo esto, si es que hay algo bueno, es que todas las predicciones y análisis que prestigiosas entidades bancarias y financieras hicieron hace tres meses ya no sirven de nada, porque son incapaces de predecir nada: no dicen absolutamente nada de lo que está pasando ahora, por lo que las cosas han cambiado tanto que tocará volverlos a hacer; esa es la razón por la que la economía, por mucho que a algunos les pese, sólo puede considerarse una "ciencia" explicativa, en la línea de la sociología o la historia, y no predictiva, como las matemáticas o la física. En otras palabras, y en lo que me toca más de cerca (seré iluso), que aunque hay estudios que dicen que el BCE podría subir otro cuartillo de punto antes de final de año, mañana Alemania se puede ir a la mierda (y nosotros con ella) y entonces quizá bajen; y eso no lo sabremos hasta mañana, por muchos índices y valores que consultemos. Seguramente eso lo podría saber alguien, pero ese alguien muy probablemente estaría aprovechando esa información para hacerse de oro y diamantes. Así de caprichosa es la economía, pero ya hablaremos de eso en otro momento.

Antes de irme, dado el espesor, me parece interesante remarcar el profundo subnormalismo de Jennifer López, también conocida como JLo, que, según dice elmundo.es: "Jennifer López insiste en vestir a sus gemelos con un nuevo diseño de ropa cada día. Con 38 años, a la estrella casada con Marc Anthnoy, no le gusta que sus hijos de cinco meses, Emme y Max, lleven la misma ropa dos veces." Lo que te decía: subnormalismo profundo, o abismal. Te dejo, pásalo bien. Yo sigo sudando, y empiezo a preguntarme si no tendré algo de fiebre, ya que me da la sensación de que calor mucha no hace... Mañana te cuento, si puedo.

Hasta luego, querido diario.

Catorce de julio

Querido diario, Hoy me he levantado hecho una auténtica mierda, por decirlo pronto y claro. El pasado viernes me quedé dormido en el sofá sin camiseta, y en el tránsito a la cama me olvidé ponérmela; el ventilador enchufado toda la noche hizo el resto, y así estoy desde entonces, mucho me temo que en proceso de incubación de vayan ustedes a saber qué; y me siento como un protagonista de Alien al decir eso. Aún no tengo el "alivio sintomático" que anuncia el Frenadol, pero espero que falte poco para ello, porque tras tres cuatro cafés en tres horas sigo estando agilipollado, y lo que me queda. Y sigo teniendo calor. Me muero de calor.

En otro orden de cosas, estos días no han sido especialmente interesantes. En el ámbito público, no falta el trabajo. En el privado, en esa parte que es publicable, duermo mal, tengo calor, sudo, y ahora además toso y no me aparto de los Kleenex, "Pañuelos con loción · 4 capas · extra suaves", para ustedes. Ayer estuve viendo La Guerra de Charlie Wilson, lo que viene a ser una estupenda narración del quién y cómo dió los medios al fenómeno del terrorismo internacional de Bin Laden; les recomiendo que no se la pierdan. Como decían por ahí muy acertadamente, Cría cuervos y te sacarán los ojos.

Hace unos días salió en televisión que tres chavales, uno de los cuales se acababa de sacar el carnet, se habían matado en una curva, al parecer por un exceso de velocidad; las fotos de los fallecidos que aparecieron en televisión hablaban bastante mal de ellos, aunque esté mal juzgarlos una vez muertos. La cuestión es que todos los fines de semana hay accidentes en los que gilipollas que vuelven de fiesta borrachos, drogados y pensando que son Emerson Fittipaldi se matan contra un camión, contra un autobús, o se empotran contra un turismo que ni pincha ni corta, matando a gente que simplemente estuvo en el momento equivocado en el lugar equivocado. Por ese tipo de cosas, la muerte de este tipo de personas no me da pena; más bien al contrario, es una suerte que encontrasen antes una curva que mi coche o el de cualquier otro, y perdónenme la crudeza del argumento.

Nada más. Intento sobrevivir, pero mis dedos no responden. Ya hablaremos, y no se olviden de la película; es entretenida, informativa y les gustará.

Hasta luego, querido diario.

Seis de julio

Querido diario,

Mi hermana partió el sábado por la noche hacia Limerick, Irlanda, en lo que se supone que es un viaje subvencionado para aprender inglés. Claro que teniendo en cuenta que se ha ido con una de sus mejores amigas, es muy posible que su vocabulario no se incremente sustancialmente durante las tres semanas de estancia; tampoco creo, en mi ignorancia, que Irlanda sea el mejor lugar del mundo para aprender el idioma anglosajón, por aquello del acento (tuve un compañero irlandés en Atlanta al que no entendían ni los propios americanos), pero esa es otra historia. Su viaje empezaba cogiendo un autobús de línea de la compañía ALSA, que les llevaría de Valencia a Barcelona, donde tenían que coger otro hasta Girona, uno de los primeros aeropuertos de Ryanair, y allí finalmente el vuelo hacia el norte. Hasta aquí, todo parece muy normal.

El problema es que el conductor de la línea Valencia - Barcelona no conocía el camino, y se perdió. Se pasó la salida y se puso a preguntar a los clientes si alguno sabía ir a Barcelona. Sí. Como se lo cuento. Así que entre unas cosas y otras, entre llamadas a unos y a otros, me pierdo, no me pierdo, es por aquí, no es por aquí, el autobús pasaba por Castellón cerca de las cuatro de la mañana; es decir, que le costó tres horas y media hacer un trayecto de 70 km. Como era de esperar, tampoco conocía Barcelona. Se equivocó de entrada y se la cruzó de punta a punta, con lo que un viaje que tenía que durar unas cuatro horas se alargó más de siete horas, con lo que llegaron al bus de Girona y al avión casi de milagro. Pero llegaron. Ya sé que parece increíble que un conductor de una línea regular de dos grandes capitales como Valencia y Barcelona no conozca el camino, pero les juro que es verdad.

Es posible que si mañana tengo tiempo, me acerque a rellenar una hoja de reclamaciones. Ya veremos. Y aunque tenía alguna otra cosa apuntada, si les parece lo dejaremos aquí, que en esta silla estoy sudando como vayan ustedes a saber qué, y además es hora de cenar. Bueno, quizá sea algo tarde para eso, pero tendré que comer algo.

Si puedo, mañana más.

Bona nit, querido diario.

Tres de julio

Querido diario,

Hace unos cuantos días que no me pasaba por aquí, por cuestiones de trabajo y falta de tiempo. Entre trabajar, la piscina, ocio personal variado (poco) y comprar algo en las rebajas, confieso que no me queda demasiado tiempo libre para pasarme a dejar unas palabras. Algo saco, sin embargo, como puedes ver. Como es evidente por lo dicho, continúo con el firme propósito de convertirme en el próximo Johnny Weissmuller, si no Mark Spitz; sé que queda lejos, pero como dice el anuncio, Impossible is Nothing. Cincuenta piscinas tres o cuatro veces por semana es el objetivo por ahora, en mi opinión más que suficiente de momento; como era de esperar y gracias a Dios ya no me duele la espalda, aunque sigo sudando como vayan ustedes a saber qué animal, puesto que como un cerdo no puede ser (gracias, Agus :^). No, no jadeo, por si alguien tiene curiosidad. En definitiva, que estoy empezando a sentirme algo en forma, y he perdido algo de peso; poco, pero menos es nada y tampoco es que me sobren quince kilos.

Dicen las estadísticas que en estas rebajas cada españolito de a pie se gastará una media de casi cien (100) euros. Yo llevo ya cuatrocientos (400), entre dos trajes de Pedro del Hierro, unas corbatas, unas camisas y un cinturón, así que siguiendo la regla estadística correspondiente, tres personas de este país no se gastarán ni un duro; no les va mal, tal y como están las cosas; además, eso viene a ser lo que habitualmente gastaba yo en rebajas, por lo que lo único que he hecho es compensar mi saldo histórico. Parece mentira, pero tengo ganas de estrenar la ropa nueva; quién me iba a decir a mí, hace tres o cuatro años, que me haría ilusión estrenar un traje una camisa o una corbata. Creo que de momento esa será toda mi aportación al gasto común, al menos en relación con, llamémoslo así, el uniforme de trabajo. Es posible que caiga alguna cosilla adicional, pero serán zapatillas o algo más relacionado con mi tiempo libre y mi "estilo" indumentario. Hay una gorra que me gusta, pero lo admito, no me siento tan guay, y no me veo con ella; no es que no tenga edad, es que no tengo ni un Mini ni un Golf. Y disculpen mis prejuicios, pero nunca dije que no tuviese.

Estoy pensando en elaborar una serie de entradas de coches estéticamente feos, o peor. Quizá alguno de mis lectores posea uno de ellos, pero como todo el mundo sabe, no se puede contentar siempre a todo el mundo. Se me ocurren sin pensarlo demasiado cuatro o cinco modelos, aunque seguro que alguno más surge. Aparte de eso, no tengo demasiadas ideas en relación con el blog, como es evidente por la periodicidad de publicación; estoy pensando en recuperar algunos de los textos antiguos que más me gustan, y que gran parte de mis lectores seguramente no hayan leído. Quizá parezca que es una medida "de relleno", pero creo que puede funcionar y a algunas personas les gustará; sería como reponer una vieja serie de televisión.

Y hablando de series, hemos consumido ya la tercera temporada de la genial The Office, aunque la cuarta ya está en emisión al otro lado del charco, pero en inglis; no es que los subtítulos me cansen, ya que casi podría verla sin subtitular —no así la versión de la BBC—, pero puedo esperar, seguro. La otra gran estrella del "canal DVD", o "canal portátil" si quieren, Anatomía de Gray, tampoco tiene una cadencia suficiente para colmar la parrilla televisiva semanal, por lo que voy a intentar implantar el día de The Wire, el día de Los Soprano y quizá hasta el día de Roma; tengo no poca resistencia ajena, pero con un poco de esfuerzo quizá lo consiga. Es cierto que llegando a casa a las nueve y pico, no te sientas en el sofá antes de las diez y media, y a esas horas con que estés un poco cansado, no apetece demasiado prestar atención a la caja tonta, así que presumo que la programación anunciada se cumplirá únicamente en parte.

Hay más cosas, pero tengo que irme. Me disculparás las faltas y fallos que pueda contener el texto, pero hoy no tengo tiempo para releerlo en profundidad, así que esto es lo que hay. Sólo esto.

Hasta luego, querido diario.

Veinticinco de junio

Querido diario,

Hoy he estado en Madrid, en la reunión de seguimiento de un proyecto en el que estoy trabajando. Bueno, en realidad no era Madrid capital, pero eso es lo de menos. Por cuestiones de confidencialidad, eso es todo lo que te puedo contar sobre el tema. La semana pasada también estuve en Madrid, para una reunión de seguimiento de otro proyecto de otro cliente. Por supuesto, tampoco puedo decir nada más sobre ello, por exactamente las mismas razones que antes. Aunque se agradecen los ofrecimientos para tomar unas cervezas (primer comentario), en estos viajes relámpago, que en alemán imagino que debe ser algo como Blitzraise, no dispongo de demasiado tiempo de ocio, por no decir de nada en absoluto; imagino que es normal, ya que al fin y al cabo son viajes de trabajo, que en alemán debe ser algo como Arbeitraise, aunque la verdad es que estoy adivinando.

Hoy he ido a la piscina por segunda vez. Como sabes, hacía mucho que lo tenía en mente, e incluso era casi un imperativo médico, pero hasta el pasado lunes no me decidí. No es demasiado caro, ni demasiado barato, y no está muy saturada. La verdad es que no estoy seguro de hasta qué punto mi espalda lo agradecerá, pero desde luego, mis brazos no parecen estar muy contentos. Cuando digo en mi twitter, y ese enlace es propaganda barata, que secarse la entrepierna es lo más cansado de ir a la piscina no estoy haciendo una referencia velada al tamaño de mi miembro, sino al cansancio después de nadar, aunque me duela admitirlo. Pero eso no es lo peor de todo, en realidad. Eso, lo peor de todo, es que con el calor que hace estos días y el esfuerzo físico, salgo del recinto climatizado sudando como un cerdo, si es que los cerdos sudan. Y me mantengo en ese estado de constante sudoración durante horas; hace ya casi cuatro horas que salí del agua y aún estoy sudando, ¿no es fabuloso?

No, supongo que no lo es.

Me estoy acostumbrando al Twitter (mira el enlace anterior). Sólo digo gilipolleces y cosas que no le importan a nadie, incluyéndome a mí, pero como es básicamente lo mismo que hace todo el mundo, me siento integrado en esto que llamamos Web 2.0. Ahí tienes otra gilipollez; bueno, dos gilipolleces, en realidad. A mí no me siguen más que Edgar y Javi, aunque la trascendencia de mis pequeñas perlas de conocimiento es exactamente la misma que la de los grandes Gurús de Internet a los que siguen miles de personas; bueno, supongo que alguno se salva, aunque no me apostaría nada. Claro que los gurús ya no son lo que eran. Antes eran Wietse Venema o Dennis Ritchie, entre otros muchos, y ahora ni siquiera me atrevo a decir el nombre de uno de ellos.

Se está haciendo tarde y yo sigo sudando como un cerdo, si es que los cerdos sudan, tema que queda pendiente de resolución. Si lo hacen, yo soy como el que más suda de todos ellos, incluido Napoleón, y esa imagen debería ser bastante sugerente. Con este calor es imposible dormir bien y hoy me he levantado (según mis estándares) temprano, así que debería aprovechar e irme a la cama, aunque pasen sólo treinta minutos de la madrugada. Lo que es una forma pija y larga de decir que son las doce y media. Podría contar más cosas, pero no son horas y no te quiero aburrir. Además, mañana tengo que entregar un informe para un cliente, que como te puedes imaginar, también es confidencial, y esa es otra buena razón.

Buenas noches, querido diario.

Avance informativo

Les voy a dar un pequeño avance informativo, porque yo lo valgo y porque ustedes lo valen.

Llevo toda la semana en un proyecto que parece estar eternizándose, aunque confío que no por mucho más tiempo; me consuela saber que como suele ser habitual, estoy haciendo un (muy) buen trabajo. Creo que, si no me equivoco de pecado capital, eso debe ser soberbia, pero no, es la verdad. El dolor de espalda al que estaba ya casi acostumbrado (no acabo de encontrarle el gustillo) y con el que me despierto día sí día también, quizá a causa de aquella cervicalgia aguda con impotencia funcional y quizá no, ha devenido hoy en un dolor de cabeza y cuello igual de molesto pero más incómodo. Tengo que seguir con la rehabilitación, aunque sus efectos no parecen ser demasiado notables. Tampoco hago demasiado por mejorar las cosas, aunque me queje; el propósito de ir a la piscina está tan abandonado a su suerte que no es ni un propósito.

He dejado de leer, casi literalmente. Apenas leo un puñado de blogs, de manera muy esporádica, y alguna página de noticias. Nada de cuentos, nada de novelas, nada que me lleve más de cinco minutos. No es que me falte tiempo, sino que sencillamente estoy más, mucho más vago. Paso, simplemente. No me apetece. No les hablo de mi estado de ánimo porque fluctúa continuamente, aunque la mayor parte de la Humanidad sea por fortuna incapaz de darse cuenta, incluyendo a un segmento significativo de la que me rodea. Claro que también es posible que yo sea buen actor, o que en general la gente no me preste la atención necesaria para percibir ese tipo de detalles; casi mejor, la verdad. Vivimos en un mundo muy puto, pero eso ya lo saben. Escribir, no escribo nada más allá de esto; nada de cuentos, nada de novelas, nada de ficción. Me falta inspiración, motivación, y un montón de cosas más que no soy capaz de describir, porque me falta inspiración, motivación, y un montón de cosas más que no soy capaz de describir. Eso era una frase recursiva, pero esto se hubiese eternizado, literalmente.

Creo que necesito un poco de naturaleza. O un mucho.

¡Hola, Marina!

Hola.

Por mi parte no ha habido mucho que contar estos últimos días; paso por aquí, casi una semana después del último post, sólo para que sepan que no he abandonado el barco y continúo en la brecha, si es que existe algo que pueda llamarse así. Entre ustedes y yo, la verdad es que no estoy atravesando uno de mis mejores momentos, aunque también he de decir que —creo que— no es de los peores. Lo que me queda por decidir es de cuál está más cerca, sin dejar que mi estado de ánimo influya en ello; si ya me cuesta ser objetivo de normal, imagínense ahora. Resumiendo, que no me encuentro demasiado creativo y las pocas ocasiones en las que lo estoy, me faltan ganas y fuerza de voluntad para escribir. Y vengo aquí a decirles eso; ¿no les parece contradictorio y sobre todo, una irritante manera de hacerles perder el tiempo?

Bueno.

Pasando a otras cuestiones menos sombrías, me gustaría ponerles una foto de mi sobrina Marina que nació justo ayer, pero no tengo permiso de los padres y no quiero que me metan una demanda, que ya saben que estas cosas se miran mucho. Ya ven que por lo menos, no todo van a ser malas noticias.

(Tengo varios correos por contestar. Sean pacientes, por favor.)

Ay

Desde que hace unas semanas (va para cuatro) tuve aquel episodio de cervicalgia aguda con impotencia funcional que me tuvo postrado en la cama casi totalmente inmovilizado durante tres días, de manera considerable otros cuatro, y bastante jodido el resto, sufro, a veces sí y a veces no, a veces en silencio y a veces no, unos dolores que nacen un poco por debajo del cuello y que se extienden ligeramente hacia el brazo derecho y menos ligeramente (o más intensamente, como quieran) hacia la cabeza, sector trasero (de la cabeza, desgraciados) inferior derecho si son locales, y a toda ella si son más ambiciosos. No sé si es la postura en la que duermo, los movimientos diarios que hago, si es cómo conduzco, lo que (y cómo lo) como o lo que (y cómo lo) cago, o es que simplemente ha pasado poco tiempo desde aquello, pero el hecho es que hay días en los que me cortaría la cabeza, si supiese que me iba a crecer otra; desagraciadamente soy consciente de que no es así, por lo que apenas he entrado a valorar la idea. Esto que les cuento tiene además la particular, lógica y nada despreciable consecuencia de hacer que mi cabeza padezca en ciertos momentos una esterilidad destacable; es decir, que pensar y concentrarme me cuesta lo que no está escrito, y no les cuento lo que me cuesta escribir.

Y dicho eso, no les cuento más. Mañana traumatólogo, ya casi un habitual, a ver si me manda algo. Remedios naturales, artificiales, una resonancia magnética, un fisioterapeuta o un masaje tailandés, me da igual. A lo mejor es que me estoy haciendo mayor, pero como esto siga así, va a escribirles quien yo les diga, por aquello de la falta de ideas y esterilidad creativa. No digan luego que no les advertí.

Ay.

Un tipo en medio de la calle

El pasado martes por la noche noche, un tipo con pantalones pirata naranjas y camiseta blanca me despertó a las tres y media de la madrugada mientras tiraba docenas de botellas y trozos de —aparentemente— sanitarios de baño en mitad de la calzada, a la altura del paso de cebra que hay en mi calle. En cuclillas gran parte del tiempo, las lanzaba por encima de su cabeza, y éstas describían una parábola y acababan haciéndose añicos contra el asfalto. Otras veces, de pie, las estrellaba con fuerza, con el mismo resultado final. Estuvo durante más de diez minutos haciéndolo, hasta que acabó rompiendo con una trozo de sanitario el cristal de un coche aparcado, como si en ello le fuese la vida.

Entonces se oyó un silbido, y desapareció.

Cinco minutos más tarde, llegaron cuatro coches de policía que estuvieron apareciendo y desapareciendo hasta que un rato después se fueron tal como habían venido.

Algunos minutos más tarde, dos o tres botellas se estrellaban contra unas chapas metálicas que sirven de valla a un solar que hay delante de mi ventana, y la cabeza de dos personas apareció detrás durante unos minutos. Estuve a punto de llamar a la policía, pero al final me metí en la cama y me dormí, porque entre otras cosas, no sabía si esos eran los de antes o no.

Y aunque puede llegar a plantearse uno qué nivel de desesperación o locura tiene que tener una persona para hacer algo así, me digo a mí mismo que no siempre hay que ver víctimas en todas partes, y que muy probablemente ese individuo era sólo un hijo de la gran puta con demasiado tiempo libre y ganas de joder al prójimo.

Fin de semana

Hola, buenas noches.

No sé ustedes -sería ilusorio, y demasiado narcisita, pensar que este es el único blog que leen-, pero ya saben que yo no soy mucho de contar mi vida en clave de diario. Ya saben, ayer hice esto y aquello, y nosequién dijo esto y aquello. No. Pero claro, si he empezado así es porque hoy debería ser una excepción. O eso, o sólo estoy haciendo tiempo, y haciéndoselo perder a ustedes. Al fin y al cabo, dije (prometí) que el viernes escribiría algo, y al final no escribí nada. Lo intenté, pero un explícito reportaje gráfico sobre la importancia sexual de los pechos femeninos me lo impidió. De todas formas, nadie ha muerto por ello -espero-, y ahora ya saben -si no lo sabían ya- que yo también miento de vez en cuando. Y que abuso de los incisos en la narración, eso también.

En realidad este fin de semana no ha habido nada memorable que contar; ha sido todo bastante tranquilo. El malabarismo -65 lanzamientos de tres bolas en cascada de momento- progresa adecuadamente, y he empezado a probar otras cosas, pero lo cierto es que me está dejando agotado; sospecho que tres bolas de 180g home made son demasiado pesadas para mis enclenques brazos, por mucho que mi señora diga que el body pump es "físicamente más exigente". Esa frase es mía. Y un carajo.

Les informo además que ya tengo casi definida la historia para mi eterna y jamás comenzada novela. Es un poco un popurri de varias historias, pero encajan a la perfección, y es el mejor argumento que se me ha ocurrido hasta el momento. Es simple y creíble. Eso sí, esta no se la voy a contar a todo el mundo que conozco, como suelo hacer. (...) No se preocupen, dentro de unos meses vendré aquí con la misma justificación de siempre, otra idea nueva y bla bla bla. Y seguiré sin escribirla; ya me conocen. Ay. ¡Es *tan* duro tener *tan* poca fuerza de voluntad! Mi vida es un infierno. O casi.

Y eso es todo. Hasta mañana, buenas noches.

P.A. (Progresa Adecuadamente)

Ya sé que últimamente actualizo menos. Y no es que no tenga tiempo libre. Ni tampoco que no tenga nada que contar. En realidad tengo bastantes cosas, ficción y realidad. Y cosas que son un poco de cada, como lo del café a 80 céntimos del presi. Bueno, déjenme que les explique. ¿Se acuerdan de cuando eran niños y después de ver a alguien hacer algo fantástico en la tele les daba por querer imitarlo? Seguro que sí. Afortunadamente, sí siguen aquí es que no intentaron imitar al Super Héroe Americano (sí, sí, he dicho "americano"). Bien por ustedes.

En realidad, mucha gente lo sigue haciendo. Yo incluído. Hace unos años, era acabar el Tour de Francia de cuando Indurain y la carretera se llenaba de ciclistas emulando al navarro. Claro que la emulación se acababa en las primeras rampas, pero salías pretendiendo ser él y ya saben lo que se dice: la intención es lo que cuenta. Y justo lo mismito hace más de un gilipollas cuando acaba un Gran Premio de Fórmula 1 o motociclismo, pero bueno. El caso es que eso pasa con muchas otras cosas; o al menos a mí me pasa. Me pasa mucho. Quizá por eso me han dicho siempre en mi casa que soy un culo de mal asiento.

Bueno, resumiendo. Que sí que tengo tiempo libre, aunque tampoco es que me sobre; tengo bastante trabajo. Pero gracias a esto, me he comprado tres bolas y estoy aprendiendo a hacer malabarismos. Básicos, pero malabarismos. Progreso adecuadamente. Ya les pondré un vídeo, ya (quieran o no), y verán cómo se ríen de mí.

Pues eso. Tiempo al tiempo y paciencia.

Aprender con el cuerpo humano

El cuerpo humano es un organismo fascinante. Cuando después de ocho horas vomitando y cagando -defecar, hacer de vientre o hacer aguas mayores, todo eso es otra cosa, esto es *cagar* en el más literal de los sentidos, o si lo encuentran y lo prefieren, algún término aún más explícito-, piensas que no puede haber dentro de tu sistema digestivo absolutamente nada más que expulsar, él es capaz de encontrar esos espaghettis que comiste hace una semana y que ya no pensabas que estaban ahí dentro, o incluso restos de comida que ni tú mismo recuerdas que habías ingerido. Encontrarlos, y hacer que los expulses, claro. Sino, para qué.

Y entonces, vuelta a empezar.

My left escafoide

Ya sé que esto va a parecer otra de esas excusas que utilizo yo para no contar nada, pero es que resulta -sí, ahora es cuando viene la excusa- que el sábado me caí por las escaleras -mojadas- de una discoteca y la verdad, además de que me cuesta bastante teclear, ya que llevo del dedo pulgar hasta el codo una escayola que la tipa de urgencias de la Quirón me ha puesto casi literalmente "por si acaso" (por si acaso tengo el escafoides jodido) a la espera de lo que diga el de trauma (¿será, será?), me duele si lo intento. Y para los especuladores, sí, iba completamente sereno. Y sí, estaban mojadas. Y para los curiosos, no, no les he demandado.

Adjunto documento gráfico no concluyente (lo sé):

Bueno, eso, y que mañana entro a las 6:45 de la mañana y sinceramente, desde hace unos meses no me sobra el tiempo.

El cochecito lere...

La idea de garantía en lo que se refiere al tema automovilístico, entre otros, es un tema más bien difuso. A no ser que uno entienda bastante de mecánica, tiene que acabar fiándose de lo que el tipo del mono azul manchado de grasa le dice, y está claro que en general, uno no entiende ni bastante ni algo ni mucho. Básicamente, no entiende nada, así que qué remedio le queda.

Aquí es por tanto donde entra en juego la sinceridad, la honestidad y la profesionalidad de un taller. Y quisiera uno creer que también cuenta la fidelidad como cliente, aunque tampoco es cuestión de mantenerla sólo por si acaso. Por si acaso cuenta, entiéndaseme. Y claro, las ganas que tenga uno de creer lo que le dicen. Porque puede uno pecar de ingenuo y pecar de listillo.

Pues sí. Al cochecito (lere...) le pasa lo mismo que le arreglaron hace casi siete meses, por lo que según Renault, la reparación sigue en garantía. Así que ya veremos si me conservan como cliente o me busco otro taller.

Lo dicho: ya veremos.

Soy un caprichoso (sí)

Hay cosas que te las compras porque las que tenías se hacen viejas. Por ejemplo, el televisor en blanco y negro de la salita, el gramófono, o esa calculadora con las teclas hundidas y los números borrados, que heredaste de tu hermano mayor hace quince años. Luego están esas otras cosas te las compras por puro capricho, aunque no las necesites y tú además lo sepas; es casi algo compulsivo. Por ejemplo, lo que le pasa a muchos con los condones, o lo que me ocurre a mi con las camisetas y las zapatillas; voy camino de controlarme, no obstante. Hoy ya le he dicho no a unas. Y por último, están esas cosas que se sitúan en la línea entre lo primero y lo segundo. No se han quedado excesivamente viejas por el uso ni se encuentran obsoletas, pero tampoco las coleccionas, sino que cambiarlas puede llegar a ser justificable, o mejor dicho, te convences a ti mismo de que lo es.

En otras palabras, son ese tipo de cosas que aunque sabes que no necesitas, como la práctica totalidad de lo que tienes, te sugestionas poco a poco para acabarte creyendo que sí. Y aunque no te lo creas del todo, te lo crees un poquito y con eso es bastante. Porque aunque mi Sony Ericsson T610 funciona perfectamente, con la excepción de algún problema insignificante lógico tras dos años y medio, el trasto de la foto, con una cámara de 2 megapixels y un reproductor de MP3 con 512MB, era demasiado tentador para dejarlo pasar.

Así que como hice la otra vez, pero esta vez en sentido inverso, adiós Vodafone, hola Movistar.

Estados de ánimo

Últimamente estoy muy catastrofista.

Ayer entregué la declaración de la renta, sí, a mano, y mientras el chaval de la ventanilla del banco me la cuñaba, yo empecé a darle vueltas a las infinitas probabilidades de que algo de lo que estaba haciendo no fuese correcto y yo me quedase sin esa pasta que me tienen que devolver. Pensé en la posibilidad de que se le hubiese olvidado algún cuño, o que la fecha de éste estuviese ilegible, o que no hiciese todos los trámites correctamente, o que la entregasen tarde y/o mal, o que la dejase en la bandeja equivocada, o que se cayese al suelo, o que se les traspapelase, o que simplemente, yo me hubiese olvidado de algo... y me veía acto seguido yendo de sucursal en sucursal, rellenando hojas de reclamaciones, llamando a Hacienda, de aquí para allá, perdiendo horas de trabajo, de ventanilla en ventanilla, vuelva usted mañana, rogando, suplicando, pidiendo favores...

Hoy. ¿Se acuerdan de este post? Pues tres meses y menos de cinco mil kilómetros después se ha fundido de nuevo el faro. Ese. El mismo puto faro. Y en la misma línea, me he puesto a cavilar qué pasará cuando mañana lo lleve al taller, si me cogerán el coche, pero seguro que no porque todo el mundo está a punto de irse de vacaciones, y me tocará dejarlo, irme a casa en metro, o peor, me dirán que sí y luego no lo tendrán, y además me tocará pagar, porque dirán que es fallo por desgaste, y que eso no entra en garantía, y me cagaré en la madre que parió a la Renault, y...

Y es que por si eso no fuese suficiente, maldita casualidad, me he encontrado mientras venía hacia casa con la Benemérita un coche por delante de mi. Claro, con el faro fundido. Y sin el piloto del intermitente. Qué suerte, Manolín. Y de nuevo, he empezado que ahora me paran, me piden los papeles, me preguntan si sabía que lo llevo fundido, y claro, joder, si les digo que no pensarán que les tomo el pelo, pero es que si les digo que sí, me dirán que porqué no lo he cambiado, y yo les diré que no sé, y que lo intenten ellos si pueden, y no querrán, y además que coño les digo si me preguntan por el piloto del intermitente lateral, y entonces me multarán, y no podré hacer nada, y me cagaré en la madre que parió a la Renault y... y bueno, el caso es que en la rotonda han girado a la izquierda y los he perdido de vista.

Así que espero que, como en este último caso, mi catastrofismo sea infundado y todo vaya a pedir de boca. Aunque veremos mañana en el taller, porque me da a mi que lo de la garantía en esto de los talleres es más papel mojado que otra cosa...

Mentiras

Dicen que el cloro lo mata todo. Así que, siguiendo esta máxima, Ó y yo pasamos, el verano pasado, una semana entera sin ver el jabón más que para lavarnos las manos, ya que, yendo diariamente a la piscina, que contenía —y presumo que contiene también este año— una cantidad más que considerable de esta sustancia, pensamos que no era necesario. Temblad, gérmenes.

Pero al poco tiempo, nos dimos cuenta de que quizá aquella hipótesis no fuese tan cierta, cuando nuestras familias empezaron a comentar un cierto "olor raro", que no era seguramente el de la asepsia corporal. Con lo que descubrimos que, en realidad, el cloro no lo mata todo. Y si lo hace, aquello que mata, huele mal, lo que a efectos prácticos —y principalmente olfativos— es lo mismo.

Y me da a mi que eso de que lo que no mata, engorda, también va a ser mentira, pero esta vez no pienso picar.