Cantabria

Debajo, una pequeña selección de nuestro fugaz paso por tierras cántabras este verano. Había más, pero no es cuestión de abusar.

Budapest

fffff

Estuvimos una semana en Budapest este verano. Cuando volvimos, pensé en escribir una entrada con todo lo que habíamos visto allí, pero la verdad es que como suele suceder, el tiempo pasa y las ganas se diluyen. Sin embargo, ahí van varias notas breves.

La primera es que el transporte público funciona perfectamente, a pesar de las quejas que habíamos leído. Sacamos bonos de 4 días y no tuvimos absolutamente ningún problema; incluso están incluidas las líneas que van por el Danubio (días laborables). 

La segunda es que hay que ir a los ruin pubs, sí o sí. De los que vimos, el mejor el Szimpla Kert, pero hay muchos más; del Corvin hablaban muy bien pero estaba desierto, y el día que fuimos el Instant parecía una fiesta Erasmus (y ya estamos un poco mayores para eso).

Mi tercera recomendación es visitar el cementerio, aunque esto es personal (por algo hay tantas fotos). Si tengo que ir morir en Budapest para que me pongan una estatua de un ángel encima, iré allí a morir. Si me meten en un nicho, juro que me levanto.

La cuarta es que no hay que preocuparse demasiado por el tema euro; es preferible pagar con florines húngaros, pero hay muchas casas de cambio así que con llevar algunos euros es suficiente; las tarjetas además las aceptan en prácticamente todas partes. En este punto, hay que prestar atención: muchas casas de cambio muestran claramente a cuánto está el cambio (es decir, la relación florín húngaro-euro), pero la comisión adicional que ellos se llevan suele estar un poco menos a la vista y va por tramos. Dedicarle cinco minutos a hacer un par de cálculos con el cambio oficial y la comisión es rentable.

Y la quinta es que es una ciudad para ver. Muy Erasmus, muy turística, eso sí, pero una mezcla muy interesante de decadencia ¿soviética? y...  ¿progreso occidental? Hay mucho que ver, y nos hemos dejado más de una cosa en el tintero (no nos gusta ir con prisas y salir de fiesta tiene sus inconvenientes), así que seguro que volveremos.


(Se han quedado muchas fotos fuera. Si alguien quiere alguna, que me la pida a manuel@benetnavarro.es; he tenido que bajarles el tamaño y la calidad para que pudieran cargarse en un tiempo razonable).

"Qué estoy haciendo con mi vida" o "Cómo he llegado yo a esto"

He vuelto de vacaciones, al igual que probablemente muchos de ustedes. Ha sido poco más de una semana (técnicamente, dos días laborables), pero ha servido, a mí al menos, para desconectar de la siempre terrible realidad. Pero como esto, donde "esto" corresponde a su y mi existencia vital, no es un bar de esos donde se puede leer aquello de Si bebe para olvidar, pague antes de beber, aquí olvidar no implica dejar de pagar; y pagar significa volver al trabajo y lo que es peor, el regreso a de las queridas neuras personales; eso casi suena a película de terror. La cuestión es que por suerte o por desgracia, no se puede escapar de la propia vida; de vez en cuando, puede usted meterla en una lata y anestesiarla durante un tiempo, pero siempre acaba saliendo; la mierda flota y la suya no va a ser una excepción.

Si han hecho caso a los innumerables psicólogos que acostumbran a salir en televisión tras las vacaciones estivales, habrán continuado trabajando voluntariamente durante este tiempo, para amortiguar el impacto de la vuelta, la depresión postvacacional y la sensación de futilidad asociada al pensamiento titulado "Qué coño estoy haciendo con mi vida". Si por el contrario, no han dado un palo al agua, y llevan todo el día dándole vueltas a la idea titulada "Cómo coño he llegado yo a esto", les reconfortará saber que tirar su actual vida por el retrete no cambiará nada a nivel cósmico, tan sólo personal; es un ámbito de responsabilidad bastante limitado y en algunos casos incluso asumible. No obstante, antes de que decidan dar tan traumático paso, piénsenlo dos veces; esto no es una película y las cosas no sólo no siempre salen bien sino que a menudo salen mal; nadie les garantiza que dejar su trabajo, su esposa o marido y cambiar de ciudad o país vaya a hacerles más felices; probablemente las cosas estarán igual que hoy dentro de cinco años, por aquello que les decía: no se puede huir de uno mismo eternamente; sólo un par de semanas un par de veces al año, y no demasiado lejos. Tengan en cuenta además que si Murphy tiene razón, las cosas siempre pueden ir a peor y si se les concede la más mínima oportunidad, es lo que harán. Y el suicidio no es la solución, tampoco. Aunque ustedes pueden ser, esta vez sí, la excepción a la regla (no, no en el tema del suicidio).

Si hacen memoria, hace una semana y pico, cuando me despedía de ustedes, les decía aquello de debería dedicar estos días a relajarme, descansar y de una vez por todas, cuando haya descansado lo suficiente, si es que eso es posible, sentarme a escribir algo coherente. Como seguramente hayan adivinado, me he relajado, he descansado, pero lo he hecho con tanta intensidad y dedicación que me he olvidado de escribir, aquí y en cualquier otro lado, algo que ambos sabíamos que sucedería. Y aunque durante estos días, ayer y hoy con mayor intensidad, me he planteado dejar de escribir este blog, soy consciente de que eso puede ser producto de esa sensación de inutilidad vital post-vacacional que les contaba; abandonar divagaciones de todo a cien como esta por algo de mayor calado me suena más a propósito de nuevo año y fantasía que a realidad factible, y este no es momento para las despedidas ni las decisiones; quizá más tarde, mañana, la semana que viene, el mes que viene o quizá nunca. Y el suicidio no es la solución, tampoco.

Y por eso, en lugar de continuar, les dejo con este vídeo que asusta un poco y al que he llegado a través de Somos lo más tonto que hay; hay más enlaces, pero los tienen allá.

Tranquilos; el lunes que viene es festivo otra vez. Yo les dejo, que tanto optimismo me está matando.

Superman on an aeroplane

Me voy de vacaciones. Hasta el próximo martes 25 de marzo. Sí, de vacaciones, y aunque no sé si nos veremos por aquí antes de ese día, espero sinceramente que no. No sé ustedes, pero yo debería dedicar estos días a relajarme, descansar y de una vez por todas, cuando haya descansado lo suficiente, si es que eso es posible, sentarme a escribir algo coherente, que tenga continuidad y que por una vez no tenga que pensarlo en diez minutos y escribirlo en otros diez, porque salen cosas que son más bien discretas, por no decir malas. Últimamente me siento como si jugase partidas de ajedrez de cinco minutos; son rápidas y te diviertes mucho, cuando la partida arranca como toca; de vez en cuando tienes un momento de lucidez, pero se cometen muchos errores sin ni siquiera darte cuenta de ellos ni tener la posibilidad de corregirlos.

Como regalo de despedida, les dejo con una versión de la canción Please don't me let be misunderstood, que aparecía en la banda sonora de Kill Bill I. Aunque la original es de Nina Simone, personalmente me he inclinado por esta versión de Santa Esmeralda, no me pregunten el porqué; y no es porque dure algo más de diez minutos y eso les mantenga entretenidos. El vídeo no vale demasiado como vídeo, más allá del valor que le concedan a las imágenes estáticas que aparecen, pero no se pierdan la escena que lo cierra, con Benicio del Toro y Johnny Deep en la desquiciante —a veces genial, a veces no tanto— Miedo y asco en Las Vegas.

Nada más hasta entonces, espero. Sean buenos, o no; a mí me da lo mismo, la verdad ;)

Vacaciones (o regalo)

Por supuesto, probablemente no saben ustedes que estoy de vacaciones. No, claro, cómo lo van a saber. Claro, eso implicará una signitiva reducción en la cadencia de actualización (¿se han fijado qué frase más enrevesada para una idea tan simple?). Pues sí, vacaciones, niños, niñas y pelotitas de goma. Hasta el martes que viene. Es decir, hoy miércoles y mañana jueves, porque aunque mi jefe diga que me da también el viernes, sábado, domingo y lunes, a mí no me engaña. Que no.

Y como no hay nada mejor que aprovechar un día de vacaciones para acompañar a tu señora de compras, pues eso he hecho. Que es básicamente lo mismo que haré mañana. Ay. Y como la carne es débil, y yo soy un buenazo y muchas otras cosas que ustedes a lo mejor saben y a lo mejor no, pues le he hecho un pequeño regalo. Que sospecho que le ha gustado. Y con éste les dejo hasta la próxima actualización, que quizá sea mañana, quizá pasado, y quizá no. Pásenlo bien.

Me largo de vacas

Había pensado esperar hasta el día once de agosto, que oficialmente me largo de vacaciones, para decirles adiós de manera temporal, pero ya que estoy aquí, y ante la perspectiva de no tener de momento, en la línea de las últimas semanas, nada interesante que contar, he decidido anticiparme y despedirme de ustedes hasta principios de septiembre, más o menos, menos o más.

Hasta entonces, aparte de poder encontrarme, como el verano pasado, en la inopia, en la parra, en la luna y en muchos otros sitios, quizá tengan ustedes más suerte si me buscan sumido en algún sueño interminable, debajo del agua de alguna piscina o perdido entre los brazos de Laura. E, incluso, en combinaciones diversas de estas tres alternativas.

Así pues, hasta entonces. Besos a todos.

Mentiras

Dicen que el cloro lo mata todo. Así que, siguiendo esta máxima, Ó y yo pasamos, el verano pasado, una semana entera sin ver el jabón más que para lavarnos las manos, ya que, yendo diariamente a la piscina, que contenía —y presumo que contiene también este año— una cantidad más que considerable de esta sustancia, pensamos que no era necesario. Temblad, gérmenes.

Pero al poco tiempo, nos dimos cuenta de que quizá aquella hipótesis no fuese tan cierta, cuando nuestras familias empezaron a comentar un cierto "olor raro", que no era seguramente el de la asepsia corporal. Con lo que descubrimos que, en realidad, el cloro no lo mata todo. Y si lo hace, aquello que mata, huele mal, lo que a efectos prácticos —y principalmente olfativos— es lo mismo.

Y me da a mi que eso de que lo que no mata, engorda, también va a ser mentira, pero esta vez no pienso picar.

He vuelto, o eso creo

Mi reloj me ha traicionado esta mañana, o quizá haya sido mi vista, o a lo mejor incluso una conspiración entre ambos, si es que eso es posible, porque me he levantado a las once y veinte, pensando que serían pasadas las dos. A pesar de las campanas colgadas a cien metros en línea recta de mi habitación sonando regularmente cada treinta minutos. Cuatro campanadas previas más las correspondientes a cada hora, si es en punto, y dos si es la media. Yo desde mi cama acordándome del cura, de la iglesia, del campanario, del tipo que las donó, y de la madre que los parió a todos, tanto en la media como en punto. Sin distinciones horarias. Ya saben, como aquello de Equal Opportunity Employer. Así, más o menos.

Aunque uno se acostumbra a todo, y al final (casi) no las oyes ni cuando los domingos suenan de manera nerviosa durante veinte minutos, como si por hacerlas repicar como si tuviesen epilepsia fuese a hacer salir a los infieles de debajo de las piedras (déjeme dormir, coño). Ahora es más fácil. Antes había que tirar de una cuerda, y ahora sólo hay que darle a un botón. Un dedo, y tienes a todo el vecindario jodido un rato. El vecindario jodido, un domingo a las doce del mediodía, creo que soy sólo yo, pero eso no me hace sentirme mejor. En cualquier caso, yo continúo esperando el momento en el que las campanas cesan, listo para dejarme seducir de nuevo por Morfeo. No me rindo fácilmente.

Las dos es una buena hora para levantarse. Supongo que por eso llevo cinco días levantándome casi a esa hora. No me malinterpreten; las once y veinte es también una buena hora; una hora cojonuda. Pero la una y media es mejor hora. Once, doce, trece horas pegado a la almohada, hibernando debajo de cinco mantas. Aunque te pases el resto del día atocinado. Durmiendo en vida. Agilipollado. Como en una nube. Después de todo, para eso me voy cinco días de vacaciones; para subirme a la parra y no bajar hasta el atasco del lunes. Y ha sido, de verdad, aproximadamente así: helados, monte, paisajes, sol y lluvia, mucha cama (nada de sexo), una estufa y ducharse con una cacerola (no confíes en el calentador). Óscar (y sus pedruscos), Geno, Sandra. Sandrine y Javi. Todo muy a cámara lenta. Exactamente, lo más parecido al me voy al monte a comer pasas y hablar con Dios. Aunque no me gusten las pasas ni crea en dios, pero ya me entienden. Lo más parecido a tomarse unas vacaciones de todo.

Así que después de cinco días con sus respectivas noches, mi ego y yo estamos de vuelta. Él ha llegado mucho antes, pero eso es porque es más fuerte, más rápido, y más inteligente que yo; que para algo es mi ego. Casi como David el Gnomo. No, no he escrito nada, y he leído poco. Un libro. Amanecer con hormigas en la boca, de Miguel Barroso. Bueno, en realidad sólo 79 hojas. Ya saben, hojas de papel. Con tinta y cosas de esas. Aunque vengo con ideas.

No, mañana no trabajo. Ni pasado. Y así, hasta el martes veinticinco.

Y sí, por supuesto, mis dos nuevas camisetas. Qué otra cosa sino. Lo sé, soy un adicto.

Búsquenme en la inopia

Ladies and gentleman, señores y señoras, niños niñas y pelotitas de goma.

Me voy, me piro, me largo, me abro, me marcho de vacaciones. A tumbarme en la piscina al sol como un lagarto, a emborracharme y atiborrarme de helado, a conocer mujeres que me alivien las penas, a pasarme el día en la parra a mirar los peces nadar y a hablar con Dios.

Y todo eso como mínimo durante dos semanas. Ya decidiré que hacer con la tercera igual que ya decidiré qué hacer con mi carrera de Filosofía a medio acabar. Mientras tanto, pueden ustedes comerse los mocos, contar las nubes y los coches amarillos, sumar matrículas, hacer aviones de papel con las servilletas de la cafetería o alquilar películas porno para esas noches de insomnio. Y hasta todo ello a la vez si se atreven.

Pero si se aburren lo suficiente y son ustedes personas intrépidas, (aquí debería haber un enlace generado aleatoriamente, pero ya no está) y quizá encuentren algo que no hayan leído antes, porque como todo el mundo sabe, casi nadie lee lo que se escribió la semana pasada. No se preocupen, el enlace cambia cada minuto. Es lo que tiene esto de la novedad.

Así que hasta finales de agosto o principios de septiembre, con alguna poco probable incursión puntual, es todo lo que puedo ofrecerles. Después de las vacaciones, aquí estaré de nuevo para seguir dándoles la vara, la tabarra, la paliza y el coñazo.

Un beso a todos. Pasarlo bien, ¡y no olvidéis supervitaminaros y mineralizaros!

Vacaciones santillana

No me gusta eso de planificar las semanas de vacaciones por adelantado. Odio pedir vacaciones para dentro de dos o tres meses, ¿porque quién sabe dónde estaré yo para entonces? Es que eso de pensar que dentro de x semanas tienen que apetecerme las vacaciones, así de repente, porque sí, una semana, es cansado, de verdad. A mi me va más el aquí te pillo aquí te mato: "T., la semana que viene la quiero de vacaciones. ¿Algún problema?". Y generalmente, la respuesta es no. Supongo que porque lo hago poco a menudo y las vacaciones se acumulan se acumulan se acumulan, y acabo teniendo demasiados días de vacaciones en nómina.

Así que cuando ya tenía reservada desde hace un mes la última quincena de agosto y T. ha venido diciéndome que aún me quedarían doce días y que me tenía que coger más días, me ha resultado estresante la elección.

Porque ya sé donde estaré las dos últimas semanas de agosto, pero, ¿qué habrá sido de mi vida para la primera semana de septiembre?

¡Ibi... digo... ¡Oliva!

Pues sí, claro que sé que hoy, a esta hora, en estos momentos, está Carlinhos Brown tocando en la Alameda (Valencia), pero es que oiga, me he pasado el fin de semana —bueno, casi todo— en la playa de Oliva y después de dos horas de coche, vuelvo como que algo cansado para irme de carnaval, así que voy a dejarlo para más adelante. Estoy seguro de que Carlitos lo entenderá. Ha estado bastante bien, y si el tiempo acompaña y la autoridad se presta a ello, no estaría mal repetirlo más adelante; una buena dosis de interesantes y divertidas (sí, en serio) conversaciones sobre política, playa, chiringuitos y mujeres en bikini. Y ahora, de vuelta al trabajo. Creo sinceramente que la depresión postvacacional (y aunque esto no han sido unas vacaciones, en cuanto hay playa y estancia fuera de Valencia uno siente como que efectivamente se ha ido de vacas) no es una depresión. Y digo que no lo es desde un punto de vista que lo ve como algo que hay que curar, como algo que es anormal, como que lo que está mal es la persona y no la situación. La depresión postvacacional no es ni más ni menos que el reconocimiento consciente por parte del trabajador de a) la miseria de vida que lleva y de b) su total incapacidad para salir de ella. Veinte años estudiando para prepararse para pasar cuarenta años trabajando y acabar con sesentaypico disfrutando de la vida, si la cabeza y el cuerpo lo permiten y si para entonces aún sigues sobre el planeta. Veinte años más, y al hoyo. Y si te he visto no me acuerdo. A otra cosa mariposa. Arreando que es gerundio.

Cuando narices se dará cuenta la gente de que esto no es un puto vídeojuegos, y que vida no hay más que una, que ahí arriba no hay un señor con barba ni un tipo delante de una puerta grande de hierro forjado que se llama Pablo ni ahí abajo un individuo con cuernos rabo y tridente que se llama de muchas formas a cada cual más rara. Pero resulta más mejor decir que el trabajador se deprime, más que afirmar que no es razonable, pasarse la única vida que tenemos trabajando como locos entre cuatro paredes. Disfrutar de un mes de vacaciones al año, y los fines de semana si tienes suerte. Coño, es que es lógico que la gente se deprima. ¡Es que pasarse toda la vida deprimido sería lo más normal! ¿O es que prefiere usted, señor psicólogo social de pacotilla, pasarse el día diciendo las gilipolleces que dice, a estar en la playa con su familia?

Estos son los mismos idiotas que dicen que lo óptimo es dormir siete horas al día. Pues duérmalas usted, y si quiere, duerma seis o cinco o cuatro o tres o dos o una o no duerma. O haga lo que le de la gana. Porque para mí, lo sano es dormir diez horas al día. Lo digo yo y punto, que soy el que duerme y el dueño del cuerpo, que me encanta maltratarlo y a él que lo maltraten de ese modo. Y luego, pasarme una hora almorzando. Irme a la playa, a la piscina o tomarme un granizado de limón o dos o tres o los que me apetezca hasta que reviente, aunque me muera de un cólico. Y por la tarde, dormir la siesta. El tiempo que me de la gana, aunque los mismos expertos digan que más de media hora no es sano. Y al estrés, que le den morcilla. Aunque digan que nos mantiene activos. Que me gusta vivir relajado, que yo quiero ser pasivo, quiero ser un lagarto; el lagarto Juancho.

No es cuestión de ser nihilista, pero oiga, que esto no es sano. Ni normal. Ni lógico. ¡Esto es lo que no es sano! ¡esto es lo que es nihilista!.

Como dice mi bro, ¡que paren esto, que yo me bajo!

(Y en próximas entregas, ¿porqué vale dinero que te excomulguen? ¿Es que es la Iglesia Católica una empresa de telefonía móvil?)