Snowfall: una crítica

Releyendo, casi un año más tarde, la última entrada que escribí sobre las mascarillas, me doy cuenta de que no estuve especialmente acertado, por decirlo suavemente, así que para variar, que me estaba poniendo muy serio, hoy voy a hablar de otra cosa.

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En concreto, de una serie que acabé de ver hace unos días: Snowfall. Si van ustedes a la página de filmaffinity en cuestión, donde tiene una puntuación de 7,1 (excesiva en mi opinión), las dos primeras frases de la sinopsis son estas: "Los Ángeles, 1983. Drama sobre el origen de la epidemia del crack y su devastador impacto en la cultura como la conocemos".

Con ese comienzo, la debilidad de Laura por las temáticas sociales y la falta de alternativas decentes, no costó mucho decidirse a verla.

En realidad, esperábamos ver algo más en la línea de The Corner, de David Simon (más conocido por The Wire), serie que tiene un muy merecido 8,2 en filmaffinity. De acuerdo, quizá no que fuera tan buena, pero al menos... en la línea. Desgraciadamente, la realidad fue algo más decepcionante.

Y aquí es donde empiezo a destripar la serie. Empecemos.

La serie narra, haciendo uso de cuatro temporadas y demasiados capítulos, la historia de Franklin Saint, Teddy McDonald, Gustavo Zapata y varios personajes más en el contexto del narcotráfico de los 80, la aparición del crack en los USA y los movimientos de la CIA en Latinoamérica. Dicho así suena un poco vago, pero estaremos de acuerdo en que tampoco tiene mucho sentido contar la historia de principio a fin.

El principal problema de la serie, que empieza a vislumbrarse hacia el final de la segunda temporada, es que poco a poco va asumiendo unos cimientos que en realidad no ha sido capaz de construir.

El primer ejemplo de esto con el que nos encontramos es el de Lucía Villanueva, la hija de un narcotraficante a la que otros personajes califican en repetidas ocasiones de psicópata. El problema es que si hay algo que no parece Lucía Villanueva es una psicópata; en comparación con la gran mayoría de personajes, ella es una persona bastante normal. Si quieres que me crea que es una psicópata, muéstrame actitudes y comportamientos de psicópata. Dame un contexto y una atmósfera en la que me pueda creer que lo es. De acuerdo, importa y vende droga, pero es que eso lo que viene a hacer un narco. Si eso, por sí solo, convierte a una persona en un psicópata es un debate para otro momento.

Otro problema más profundo, por su importancia en la trama, es el de Franklin, el personaje principal. Un chaval avispado que se abre paso entre narcos, vendedores de armas, agentes de la CIA y calaña semejante y con su esfuerzo e inteligencia crea un imperio de la nada vendiendo crack en su barrio. La cuestión es que siendo, como se supone que es, como se dice en un momento, uno de los principales distribuidores de crack a nivel nacional, no tiene laboratorios, ni una gran logística, ni apenas distribución. En realidad, la cocaína la recoge él personalmente, el crack lo fabrica su círculo cercano (media docena de personas) en la cocina de la casa de su primo, por turnos, y lo venden un puñado de chavales del barrio. El resultado es que lo que la serie quiere “vender”, un gran narco, y lo que muestra, un puñado de camellos, no cuadra.

Eso mismo se aprecia en la posición de dominancia que se intenta mostrar en relación con otras "bandas rivales". En torno a la tercera temporada, la madre le insiste en dejar el “negocio”. Y la respuesta que él da es muy de familias de mafiosos italianos: no puede hacerlo, porque las bandas rivales se matarán por su puesto si él se larga. Y tú te preguntas: ¿qué? Porque en realidad, esas supuestas bandas rivales no son grandes cárteles de la droga, ni la Cosa Nostra. Son una docena de chavales en cada bando, sin una gran organización, que además, acabarían matándose igual. Pero, como antes, tampoco se transmite que la "banda" de Franklin (ya lo he dicho, media docena de personas y alguno no muy listo) tenga esa posición de superioridad como para que se pueda crear tal "vacío".

Otro punto a destacar es el discurso que se lleva el protagonista. Al mismo tiempo que está masacrando a la población negra vendiéndoles crack, convirtiéndolos en adictos y destrozando el barrio, algo de lo que parece darse solo hacia el final de la serie, cuando ya le da igual, se atreve a hablar del racismo y la pobreza que sufren los afroamericanos, reivindicando algún tipo de activismo que él debe pensar que lleva a cabo haciéndose millonario vendiendo crack a gente pobre. Eso, por cierto, tampoco se entiende, porque el ámbito geográfico en el que se mueve el protagonista y su gente es en realidad bastante limitado, y nada hace sospechar que haya habido algún tipo de expansión como para hacerse con tal cantidad de dinero.

En definitiva, la historia se va construyendo sobre unas premisas que en realidad no ha sido capaz de establecer, y a medida que la serie avanza, esas carencias se van notando cada vez más, porque el imperio del protagonista se supone que crece, se expande y se hace más poderoso, pero en la pantalla sigue apareciendo el mismo chico negro avispado que fabrica crack en la cocina de su primo y lo vende en las cuatro calles que rodean su casa.

Una pena. Prometía más.

Series (I): The Strain, Stranger Things, Fargo, The Wire, Catastrophe

A las buenas. Aprovechando que me han dejado de rodríguez y que acabo de rematar la temporada 1 de The Strain, se me ha ocurrido hacer una serie de entradas comentando algunas de las series que durante estos años hemos visto, hasta donde la memoria me permita y basándome en la impresión que me dejaron. Tranquilidad: como no tengo intención de desvelar detalles de las tramas, no me explayaré demasiado; para eso ya hay un montón de páginas. Dejaré fuera blockbusters del tipo Anatomía de Gray, House, Sexo en Nueva York, Friends y demás. No todos, según me dé. No tendría mucho sentido hacer una crítica de algo que todo el mundo sabe de qué palo va. Empecemos.

 

The Strain.

Como decía, acabo de rematar la temporada 1 y la impresión es que la serie es más bien flojilla. Supongo que el hecho de que la serie venga firmada por Guillermo del Toro ha ayudado a darle algo de fama (inmerecida). La serie mezcla diferentes elementos fantásticos en una especie de batiburrillo que en algunos momentos parece que los guionistas se inventen sobre la marcha (lo que no es así dado que está basada en un libro de Guillermo del Toro, pero sí lo parece).

A medida que la temporada avanza, te das cuenta de que su esquema se parece bastante al de The Walking Dead (lucha de grupo variopinto de personas algo estereotipadas en una cruzada común), aunque evidentemente con algunos cambios. Las interpretaciones no son nada del otro mundo, aunque la que realiza la madre de una de las protagonistas destaca por ser especialmente penosa. Entretenida, y ya. 

 

Stranger Things.

Esta serie, que parece que ha renovado para una segunda temporada, fue una de las revelaciones de este verano. El argumento es sencillo: un chaval se pierde en el bosque y en la búsqueda, sus amigos se meten en un fregao de tres pares de narices donde está el gobierno y algún que otro bicho paranormal. Francamente, aunque todo el mundo estaba loco con ella, no me pareció nada del otro mundo, más allá de ser un homenaje (a veces excesivo) a películas como Los Goonies o ET, incluyendo la estética.

Las interpretaciones, aceptables. Y discrepo de la opinión generalizada: a mí la niña no me transmite absolutamente nada en toda la serie.

En resumen: pasable, aunque sea como recordatorio de tu infancia. Aunque recuerden que, como decía Félix Grande: Donde fuiste feliz alguna vez / no debieras volver jamás: el tiempo / habrá hecho sus destrozos, levantando / su muro fronterizo / contra el que la ilusión chocará estupefacta. Están advertidos.

 

Fargo.

Esta serie es algo mucho más serio. A pesar tener el mismo nombre, no comparte trama ni personajes con la película de los hermanos Coen, pero sí evoca la estética, la manera de narrar, el humor negro y el carisma de los protagonistas.

Cada una de las dos temporadas plantea un escenario y unos protagonistas diferentes, cuyos detalles argumentales los tienen en filmaffinity. Las interpretaciones, sublimes todas ellas, y si tienes debilidad por Billy Bob Thornton como es mi caso, no puedes dejarla pasar. Yo no me la perdería.

 

 

The Wire.

Esta es la serie que se supone que hay que ver, que entra en la categoría de Los Soprano, A dos metros bajo tierra, Mad Men o Breaking Bad. Ya saben, una serie que en algún momento recibió la categoría de "Mejor serie de todos los tiempos". En fin. No les diré que la he visto entera, porque mentiría; llegué hasta el final de la segunda temporada, y debido a la falta de acompañamiento (es decir, que a Laura no le gustaba), acabé abandonándola.

La serie es una puñetera maravilla, en serio, pero no es algo como para ver mientras comes palomitas o miras el móvil, porque la complejidad argumental y el número de personajes hacen que no te puedas despistar, y aun así en ocasiones te preguntas quién coño es ese personaje o qué relación tiene con otros. Resumiendo, la serie es muy buena, pero es compleja y requiere una buena dosis de concentración.

 

Catastrophe.

Voy a acabar este post con una de las mejores series que hemos visto este verano y cuyas dos temporadas nos zampamos casi de una sentada. El argumento es sencillo: chico estadounidense (Rob) durante un viaje de negocios a Londres conoce a chica irlandesa (Sharon) y el folleteo ininterrumpido acaba en embarazo. El resto es una deliciosa comedia británica en la que ambos personajes (que son los directores y guionistas, y en la realidad se llaman también Rob y Sharon) intentan sobrevivir a las nuevas circunstancias.

En resumen, una serie muy agradable, sembrada de humor y conversaciones inteligentes, ironía, realidad, algo de mala leche y un conjunto de buenas interpretaciones, tanto de ellos dos como de los diferentes personajes secundarios. Que su puntuación en filmaffinity sea sólo de 7.1 es algo que me supera. 

 

Y eso es todo. La semana que viene (o cuando me acuerde), hablaré de A dos metros bajo tierra, Mr Robot, Transparent, The Knick, The Affair y The girl experience.

Vayan con cuidado.

Los Tudor

Hace ya unas cuantas semanas que estamos viendo la serie Los Tudor, que relata el reinado de Enrique VIII, famoso entre otras cosas por haber roto con la Iglesia Católica. Sin embargo, se han hecho algunas concesiones a la galería nada despreciables. Ante ustedes, el Enrique VIII "original" y el de ficción. Que me maten si se parecen en algo.

No nos gusta la mierda: nos encanta

Sábado, las 02:05 de la madrugada. En Antena.Neox y La Sexta están poniendo dos de las mejores series de comedia de los últimos años, si no las mejores: The Office la (versión estadounidense) y Rockefeller Plaza. Búsquenlas y véanlas si no lo han hecho ya, verán como no me equivoco.

Al mismo tiempo, en las dos principales cadenas del país ponen, en el sentido más literal de la palabra, Mierda, con mayúsculas. Programas de mierda con gente de mierda que millones de personas ven todos los viernes.

No tengo ninguna duda de que el hecho de que dos maravillas como estas estén relegadas al horario de madrugada de los sábados en dos cadenas minoritarias, mientras la gente consume gustosamente mierda a palazos, explica muy bien porqué en este país hay más de cuatro millones de parados y nos estamos yendo a la mierda. Es muy simple: la mierda nos encanta.

Explicaciones

Hace ya unas semanas escribí sobre el tema del doblaje, y en ese post (que quizá cuando lean esto ya no esté disponible en el blog, aunque sí en su lector RSS preferido) tuve la osadía de meterme con aquellos que se muestran absoluta e incondicionalmente en contra del doblaje. Uno de ellos era Joan Planas, quien, a pesar de que no estaba referenciado vía hiperenlace, llegó a parar a este triste y cada día más abandonado blog (Technorati, que es muy listo), leyó lo que escribí y me mandó un correo.

Su escritura me sigue pareciendo odiosa, y ajena a las reglas de puntuación más básicas, pero para que no se diga que les oculto información, aquí tienen su blog si se quieren formar una opinión propia. En cualquier caso, no voy a entrar a valorar lo que me comenta en su e-mail; no tengo ganas ni tiempo de entrar en debates estériles que previsiblemente no nos llevarán a ninguno de los dos a cambiar de opinión; al fin y al cabo, yo estoy más cerca de Weber que de Habermas y la experiencia me ha demostrado que la realidad también.

A lo que venía es que dice Joan que no le doy derecho a defenderse, y en eso tiene su parte de razón. Claro que este no sería el lugar más apropiado, porque él ya tiene un blog, pero bueno, lo cierto es que hace ya unas cuantas semanas que eliminé de este blog el acceso a los archivos históricos, y en lo que a esta entrada concierne, la posibilidad de dejar comentarios (y por tanto, de rebatir mis opiniones, aunque no suele ser habitual que critique a alguien directamente), todo ello sin dar absolutamente ninguna explicación.

En realidad, es muy sencillo: la posibilidad de que alguien dejase un comentario me obligaba a visitar de manera regular el blog, y responder cuando fuese el caso. Al mismo tiempo, el hecho de que los hubiese evidenciaba la presencia de lectores, lo que me obligaba a mantener un ritmo constante (a veces, incluso demasiado) de publicación que en ocasiones me sobrepasaba. En definitiva, convertía algo que debía ser un placer en un deber, lo que me generaba ansiedad y una cierta obsesión, aunque de poca intensidad.

Y esa es la razón de que no puedan ustedes dejar comentarios; quiero poder escribir sin pensar si alguien está "esperando" que lo haga, y desde el otro punto de vista, poder dejar el blog dos semanas quieto sin que ello me produzca la menor inquietud. Parece razonable, ¿no? Ni que decir tiene, claro que sí, que pueden mandarme un e-mail siempre que lo deseen. Estaré encantado de recibirlos.

Doblaje y snobismo

Hace ya unas cuantas semanas leía en el blog de Hernan Casciari en ElPaís.com, Espoiler, una defensa a ultranza de los subtítulos, o mejor dicho, un ataque en toda regla contra el doblaje al castellano de series y películas anglosajonas (aunque imagino que el argumento es extensible a cualquier nacionalidad). La entrada es esta. Lo cierto es que lee uno la entrada y el número de defensores de la versión original subtitulada es apabullante. Hasta hay alguno que además de decir que no sabe demasiado inglés, apuesta por la versión original, sin subtítulos, antes que doblada. Toma ya. Aunque no entienda ni papa. Jódete Mariano.

Empecemos por el principio: por las series en versión original sin subtitular; tal y como las ven al otro lado del charco. Estarán al tanto de que en este país al menos, la mayor parte de la gente tiene un nivel de inglés cuanto menos discutible (utilizar las películas como vehículo de enseñanza del idioma anglosajón es otro tema). Y de aquellos que tienen un nivel "decente" de inglés, bastantes serían incapaces de entender una parte significativa de las películas y series en versión original; una cosa es chapurrear cuatro frases con otros europeos, y otra cosa entender a un nativo americano; están los chistes, las jergas, las ironías, y sobre todo, los acentos y voces de los personajes (que viene a ser el principal argumento de los no-dobladores). En definitiva, si no hablan despacio y vocalizando, a muchos afroamericanos simplemente no les entiendes. Justo lo mismo que los escoceses, pero esos da igual cómo hablen: no hay manera de entenderlos. He vivido en Atlanta y créanme que hay gente que a veces es como si hablasen otro idioma; de hecho, a mi me da que lo hablan.

Pasemos al subtitulado. Para todo aquel que sepa algo de inglés, es obvio que en no pocas ocasiones el subtítulo no recoge todo lo que dice el personaje, sino tan sólo lo básico: lo que cabe en dos líneas, por una simple restricción de tiempo y espacio. Y no quiero decir nada de cuando hablan varias personas a la vez o se trata de una conversación rápida. Tampoco dejemos de lado el perjuicio hacia la fotografía de la serie/película o el hecho de que los subtítulos que uno puede encontrar no son habitualmente elaborados por profesionales sino por aficionados, cuyas traducciones dejan a veces mucho que desear. Entiendo que haya gente que prefiera subtítulos, pero que alguien haya dejado de ver una película o una serie (Dexter parece ser el paradigma de la queja en este aspecto) porque no le gusta una voz, me parece de lo más ridículo. O si quieren, de lo más snob, que viene a ser "pijo" en castellano. O de lo más chorra.

Dice Hernán en su última entrada que hasta ahora no había visto The Sarah Silverman Program porque no había encontrado subtítulos para dicha serie, y que ahora que la ve doblada, "es imposible reírse, a causa del dolor de oídos que provocan las palabras tíos, guay, chachi, etcétera, en un contexto de judíos de Nueva York". Hernán no sabe inglés, tal y como ha admitido más de una vez; me gustaría ver qué aportan un montón de voces por lo general incomprensibles a la gracia de una serie. Pide por ello una versíón original subtitulada, a lo que yo me pregunto: ¿la V.O.S. no incluirá las palabras anteriores? Si no lo hace, ¿cuáles incluirá? Y si lo hace, ¿son más tolerables por estar escritas y no ser habladas? (claro que en este caso particular y para esas palabras, todo el mundo sabe, qué significa cool o guy).

Joan Planas —no pongo el enlace porque su escritura parece aborrecer los puntos y me disgusta profundamente— argumenta que el doblaje modifica la obra original, en lo que estoy de acuerdo. Claro que sí, pero una pintura y una película o un libro no son equivalentes; simplemente, no se trata de lo mismo. Porque básicamente lo mismo que el doblaje hace la traducción de un libro, y seguramente él no lee libros en inglés. Por no mencionar que no estamos hablando de inglés académico, al que muchos estamos acostumbrados por literatura técnica o "para todos los públicos"; existe una diferencia evidente y muy notable entre el vocabulario de una simple novela de bolsillo y el de un libro universitario. Deberían ustedes hacer la prueba, y verían las evidentes lagunas de vocabulario y expresiones que tienen.

No negaré que ambas cosas tienen sus ventajas. Yo personalmente sé el suficiente inglés para reconocer cuándo un subtítulo se está comiendo una frase, pero no para entender un chiste o jerga específica (¿cuál es el término inglés para "maromo"? ¿Y para "madero"? ¿cuántas formas de decir "cagar" o "pene" conocen en castellano? ¿Y en inglés?), por mucho que a Hernán un doblaje le produzca urticaria. Si no tengo una serie o película doblada, la veo subtitulada. En caso contrario, la veo doblada. Creo que el tema no es tan grave, sino que es simplemente mucho ruido y pocas nueces. Sólo hay, para acabar, una excepción a todo lo que he dicho, y es básicamente porque las conversaciones son lo de menos. Esa excepción, como imaginarán, es el porno.

¿Cuál sino?

The Wire

Últimamente, cuando me siento frente a la televisión por la noche, no sé si irme un rato a vomitar o cortarme las venas directamente en el sofá. Dicho de otra forma: la televisión, cualquier día de la semana, es una mierda. Pero en especial, las tres joyas de la corona son para darles de comer aparte: Física o Química, 700 euros, y Sin tetas no hay paraíso. Jódete Mariano y cágate lorito. ¿Saben aquello de que cada nación tiene los políticos que se merece? Pues espero que no aplique también a la televisión, o vamos apañados, porque con ZP, Rajoy y la cohorte de parásitos de unos y otros ya tenemos bastante.

Como sé que son ustedes de mi misma opinión, he decidido traerles una recomendación de esas que se agradecen. Algo en lo que puedan entretenerse frente a la caja tonta sin sentirse como si estuvieran comiendo basura en un estercolero. La serie que les propongo hoy, The Wire, ostenta al parecer el título de mejor serie de ficción de la televisión, en clara disputa con Los Serrano Soprano (perdón, lapsus mortal), a decir por los entendidos. Ya sé que carecemos de memoria, y me abstengo de decir si es o no la mejor serie de todos los tiempos, pero desde luego, no tengan ninguna duda de que es una de las mejores cosas que he visto.

Incluyendo el cine.

Tres de julio

Querido diario,

Hace unos cuantos días que no me pasaba por aquí, por cuestiones de trabajo y falta de tiempo. Entre trabajar, la piscina, ocio personal variado (poco) y comprar algo en las rebajas, confieso que no me queda demasiado tiempo libre para pasarme a dejar unas palabras. Algo saco, sin embargo, como puedes ver. Como es evidente por lo dicho, continúo con el firme propósito de convertirme en el próximo Johnny Weissmuller, si no Mark Spitz; sé que queda lejos, pero como dice el anuncio, Impossible is Nothing. Cincuenta piscinas tres o cuatro veces por semana es el objetivo por ahora, en mi opinión más que suficiente de momento; como era de esperar y gracias a Dios ya no me duele la espalda, aunque sigo sudando como vayan ustedes a saber qué animal, puesto que como un cerdo no puede ser (gracias, Agus :^). No, no jadeo, por si alguien tiene curiosidad. En definitiva, que estoy empezando a sentirme algo en forma, y he perdido algo de peso; poco, pero menos es nada y tampoco es que me sobren quince kilos.

Dicen las estadísticas que en estas rebajas cada españolito de a pie se gastará una media de casi cien (100) euros. Yo llevo ya cuatrocientos (400), entre dos trajes de Pedro del Hierro, unas corbatas, unas camisas y un cinturón, así que siguiendo la regla estadística correspondiente, tres personas de este país no se gastarán ni un duro; no les va mal, tal y como están las cosas; además, eso viene a ser lo que habitualmente gastaba yo en rebajas, por lo que lo único que he hecho es compensar mi saldo histórico. Parece mentira, pero tengo ganas de estrenar la ropa nueva; quién me iba a decir a mí, hace tres o cuatro años, que me haría ilusión estrenar un traje una camisa o una corbata. Creo que de momento esa será toda mi aportación al gasto común, al menos en relación con, llamémoslo así, el uniforme de trabajo. Es posible que caiga alguna cosilla adicional, pero serán zapatillas o algo más relacionado con mi tiempo libre y mi "estilo" indumentario. Hay una gorra que me gusta, pero lo admito, no me siento tan guay, y no me veo con ella; no es que no tenga edad, es que no tengo ni un Mini ni un Golf. Y disculpen mis prejuicios, pero nunca dije que no tuviese.

Estoy pensando en elaborar una serie de entradas de coches estéticamente feos, o peor. Quizá alguno de mis lectores posea uno de ellos, pero como todo el mundo sabe, no se puede contentar siempre a todo el mundo. Se me ocurren sin pensarlo demasiado cuatro o cinco modelos, aunque seguro que alguno más surge. Aparte de eso, no tengo demasiadas ideas en relación con el blog, como es evidente por la periodicidad de publicación; estoy pensando en recuperar algunos de los textos antiguos que más me gustan, y que gran parte de mis lectores seguramente no hayan leído. Quizá parezca que es una medida "de relleno", pero creo que puede funcionar y a algunas personas les gustará; sería como reponer una vieja serie de televisión.

Y hablando de series, hemos consumido ya la tercera temporada de la genial The Office, aunque la cuarta ya está en emisión al otro lado del charco, pero en inglis; no es que los subtítulos me cansen, ya que casi podría verla sin subtitular —no así la versión de la BBC—, pero puedo esperar, seguro. La otra gran estrella del "canal DVD", o "canal portátil" si quieren, Anatomía de Gray, tampoco tiene una cadencia suficiente para colmar la parrilla televisiva semanal, por lo que voy a intentar implantar el día de The Wire, el día de Los Soprano y quizá hasta el día de Roma; tengo no poca resistencia ajena, pero con un poco de esfuerzo quizá lo consiga. Es cierto que llegando a casa a las nueve y pico, no te sientas en el sofá antes de las diez y media, y a esas horas con que estés un poco cansado, no apetece demasiado prestar atención a la caja tonta, así que presumo que la programación anunciada se cumplirá únicamente en parte.

Hay más cosas, pero tengo que irme. Me disculparás las faltas y fallos que pueda contener el texto, pero hoy no tengo tiempo para releerlo en profundidad, así que esto es lo que hay. Sólo esto.

Hasta luego, querido diario.

The Office (NBC)

Hace unas semanas que empezamos a ver la versión estadounidense de The Office, casi sin darnos cuenta. Tras casi dos temporadas, ignoro qué tal será la versión original inglesa, pero esta es muy buena. Muy buena. Y por eso mismo, me resultaba curioso que Cuatro la Sexta hubiese decidido programarla después de Buenafuente a las tantas de la madrugada, y así se lo hice saber a Laura. Me contesté yo solo.

La realidad es dura: esta serie no es apta para todos los públicos. No se trata de "discriminación intelectual", pero es un hecho que hay gente incapaz de entender el humor negro, o gente que prefiere Lina Morgan a los Monty Python. Quizá usted sea de esos.

Si no lo es, The Office le gustará.

¡Es ficción, idiota!

Hace tres meses no sospechaba que por estas fechas estaría totalmente enganchado a series de ficción en lugar de películas: Californication, Dexter, Anatomia de Grey, Life on Mars, Los Soprano, The Office, A dos metros bajo tierra o Mad Men son algunas de las que he visto o estoy pendiente de ver, y la lista es cada vez más larga; los representantes nacionales reseñables son pocos aunque suelen dar la talla, siempre en mi opinión: Cuestión de sexo, Aída, La que se avecina, y para de contar. Justo en este momento nos encontramos en el capítulo 17 de la segunda temporada de Anatomía de Grey, serie que imagino devoraremos en un par de semanas, a pesar de que jamás me había atraído lo más mínimo, e inconscientemente casi podría decir que me negaba a verla. Pero ya ven, ahora la consumo como si fuese un yonki (sí, Laura más).

Eso significa que ayer me acosté viéndola. Y esta noche, por cómo me he levantado, intuyo que he soñado algo relacionado con ella, o me ha provocado algo que me ha dejado mal sabor de boca. Es decir, que me he levantado jodido. Sé reconocer una estupidez cuando la digo, y lo que viene a continuación es una bien grande, pero esta serie —algo que no me había pasado con ninguna otra hasta ahora— hace que mi vida me deprima. Porque a través de la comparación, me hace ser consciente de mi rutina diaria, de mi monotonía vital, pero además me lleva más allá y me machaca, exagerándola y enseñándome una realidad que no existe: me muestra mi vida como un encefalograma plano y me hace pensar cosas que aún sabiendo que no son reales, no son reconfortantes.

La acabaré, pero no me gusta esta serie. Es una cuestión personal; me divierte pero me hace sentir miserable; muy miserable. Sí, culpa mía y de mis estados de ánimo. Y ya sé que últimamente cuento lo que me viene en gana. Igual que antes, pero ahora se nota más. ¿Pero saben qué? Supongo que de momento esto es lo que hay y blogs los hay a millones. Literalmente.

Dexter

Cuando empiezas a ver Dexter, la voz en off del personaje y sus pensamientos introspectivos te hace ser un poco escéptico; pero qué coño es esto. Como dicen en Microsiervos, te sientes un poco incómodo y tentado a quitar el DVD y ver otra cosa. Y como dicen allí, entonces aguantas un par de capítulos, a ver qué tal, y lo único que te queda es degustar los diez capítulos restantes pegado al sofá (o donde quiera que vean ustedes la tele).

Dexter Morgan es el forense especializado en restos de sangre del Departamento de Policia de Miami, y asesino psicópata en sus ratos libres ("proyectos personales"); claro que no se carga a cualquiera, y el criterio no es baladí. Y poco más les voy a contar. Ayer acabamos de ver el último capítulo de la primera temporada, y ya tengo algunos capítulos de la segunda en la recámara.

No tengo nada más que añadir, en realidad; la serie engancha como pocas y tiene un desarrollo fluído, sin estiramientos innecesarios. Alguno, y no un cualquiera, ha dicho incluso que Dexter es la mejor serie de 2006, así que para qué seguir. Les digo lo mismo que con Californication: consigan la serie, es altamente recomendable, y pásenlo bien.

Californication

Ayer por la noche acabamos de ver el duodécimo y último capítulo de la primera temporada de Californication. Teniendo en cuenta que cada entrega viene a durar algo menos de media hora, si no tienes la suficiente fuerza de voluntad como para dosificártelos semanalmente, en un fin de semana te comes la serie casi sin enterarte. Y eso es básicamente lo que nos ha pasado.

La serie viene a contar la vida de Hank Moody, un escritor de éxito interpretado por David Duchovny (The truth is out there), al que la inspiración y muchas otras cosas le han abandonado, aunque como suele decirse, cada uno persigue su propia suerte. L. decía anoche que Hank viene a ser el House de las relaciones sociales, y eso ya les dirá algo de por dónde van los tiros.

Hay poco más que añadir; consigan la serie, es altamente recomendable. Eso sí, tómenselo con calma; hasta verano no hay segunda temporada y se quedarán con ganas de más.

La inteligencia televisiva al poder

Cada vez que veo en LaSexta un anuncio promocionando lo que ellos denominan Series de culto, me pregunto a qué mente lúcida se le ha ocurrido programarlas en el horario del llamado late night, es decir, de madrugada y a las tantas: justo después de Buenafuente. Aún teniendo en cuenta que esta cadena no quiere, o no está preparada para luchar todavía en el mundo del share con A3 o Telecinco —lo que le da una beneficiosa libertad— me resulta realmente curioso que dediquen tanta publicidad y elogios (la promoción se acompaña de alabanzas de showmen locales, como Buenafuente o Santiago Segura) a espacios cuyos horarios son aptos sólo para aquellos que no han de madrugar demasiado y/o no tienen especial apego por su cama. Lo que como supondrán, no es mi caso.

En fin. A mí hace mucho que la televisión no me quita el sueño.