Social proof

Después de malgastar una hora sentado frente al ordenador sin hacer otra cosa que contemplar la estupidez y vulgaridad inherente a un número muy significativo de las cuentas de twitter (que he visitado, lo cual no constituye desde el punto de vista estadístico una muestra representativa) y leer, palabra excesivamente optimista en este caso, una docena y pico de blogs que, en fin, son merecedores de pocos calificativos amables (en realidad, algunos muy similares a los ya plasmados), cosa que por otro lado demuestra mi enorme capacidad para el sufrimiento y la tolerancia a la mediocridad ajena así como el escaso aprecio que tengo por el tiempo libre del que dispongo, me he acordado de un párrafo que leí el otro día en el Internet Security Threat Report 2015 de Symantec (no pregunten, coño).

El texto en cuestión decía así:

"[...] the power of “social proof” — the idea that we attribute more value to something if it’s shared or approved by others. The classic example is of two restaurants: one with a big queue, the other empty. People would rather wait in the queue because popularity suggests quality."

Imagino que, a pesar de estar escrito en otro idioma, entienden la relación entre lo que les decía en el primer párrafo y esta idea. Me resulta difícil ser sincero sin parecer arrogante y estoy mayor para fingir humildad, así que veamos, por ejemplo, un caso paradigmático y un poco extremo, porqué negarlo, de esto que les comento, sacado de twitter, la semana pasada, sin ir más lejos.

La cuenta en cuestión tiene 2.4 millones de seguidores (si son todos ellos legítimos no lo sabe nadie) y dice perlas como estas:

No, por supuesto que no todos los tuits (si no son ustedes habituales de esta red social, esta castellanización de los términos les parecerá odiosa; estamos totalmente de acuerdo en eso) contienen este nivel de misoginia, válgame Dios, eso sería insoportable, pero el tufillo sobrevuela esa cuenta de vez en cuando. Tampoco, por si se lo preguntan, su contenido tiene nada que ver con el concepto de Filosofía que cualquiera de ustedes, espero, concibe. Es más bien un compendio de frases estúpidas, voluntaristas, machistas, simplistas y de autoayuda, repetidas una y otra vez hasta la saciedad.

Recuerden: hablamos de 2.4 millones de cuentas de twitter.

Quizá se pregunten si estamos frente a un ejemplo de "social proof" (la traducción literal me suena a mezcla de humor amarillo y Gran Hermano) o en realidad es más bien otra muestra de, ejem, estupidez social. Sí, yo también me inclino por esto último, aunque cabe plantearse si una cosa no es a estas alturas sinónima de la otra. Si me preguntan, no les diré que sí, aunque estoy a estas alturas convencido que nos aproximamos peligrosamente a ello; Idiocracia no es una película, es un documental sobre la sociedad del futuro. Sea como fuere, es un ejemplo excelente para explicar lo que siento en los últimos tiempos, ya me ponga frente al ordenador o salga a la calle. 

En fin, no sé si ven por dónde voy, pero si necesitan que se lo aclare es una muy mala señal. No obstante, se lo voy a resumir: allí donde miro percibo grandes, enormes, gigantescas cantidades de estupidez y de mediocridad aplaudida. Lo común nos rodea y lo que es peor, se cree especial. Más o menos aplaudida, pero aplaudida al fin y al cabo. He de señalar que no todo lo estúpido es mediocre ni todo lo mediocre es estúpido. 

Me he ido del tema. Ahora me doy cuenta, pero rectificar me llevará demasiado tiempo, así que continuaré y veremos dónde nos lleva esto.

No me entiendan mal; sin pensarlo mucho, tiendo a pensar que la mediocridad es tan necesaria como la estupidez. Son características complementarias que suelen darse de comer la una a la otra pero que no siempre viajan juntas. Pero son necesarias tanto como los programas basura y la comida rápida y la gente que lo compra todo en Zara y las lectoras de 50 sombras de Grey y los fans de Belén Esteban. No habríamos llegado hasta aquí si todo el mundo hubiese sido excepcional. Claro que así dicho, no sé si es bueno o malo; quizá estaríamos en un mundo mejor, porque entre ustedes y yo, los fans de Belén Esteban también votan (espero que no). El caso es que una vez parida, es necesario alimentar la idiotez con algo que sea sencillo y rápido de masticar.

Sí, este es un caso extremo. Quizá incluso no sea mediocre, sino excepcional en su capacidad de atraer idiotas con vanalidades y estupideces. Me doy cuenta ahora de que me estoy lejos de lo que quería tratar, pero creo haber llegado a algún lugar más o menos difuso. Probablemente no se vean las líneas, pero no es necesario; pueden adivinarlas y si no, imagínenlas.

Cuando aclare mis ideas volveré. Mientras tanto, háganse un favor e intenten no ser mediocres. Muy probablemente pasarán desapercibidos y no destacarán, pero mejor eso que ser un gilipollas aplaudido, ¿no creen?

-

Algunas cosas más, antes de irme:

  1. El insoportable número de incisos de algunos párrafos es intencionado.
  2. Queda menos de un mes para mi trigésimo noveno cumpleaños. Es recomendable que vayan ustedes pensando algo, o quizá no es necesario. 
  3. Decía esta mañana en twitter que: "Estoy desarrollando un carácter huraño francamente desagradable". Esta entrada lo confirma, y lo peor (o lo mejor) es que no me siento mal por ello. Y me he levantado contento, así que imaginen el día que estoy de mal humor.
  4. Debería escribir más y divagar menos.

Europa

Esta mañana, mientras venía al trabajo en la SER tenían un debate sobre las elecciones europeas. Apenas habré escuchado los últimos diez minutos, que han sido utilizados por las tertulianas para resumir sus posiciones. Una de ellas decía lo siguiente:

Hay que intentar trasladar esa utilidad del proyecto europeo para estas generaciones más jóvenes, para estas generaciones que son Erasmos, que son la aspiración de lo que pretendía este proyecto político y económico. Y eso yo creo que es el desafío de estas elecciones al parlamento europeo.

Y hay un riesgo que combatir. Que nadie vaya a las elecciones, bueno, cada uno puede ir a las elecciones con el espíritu que quiera, pero, sería una pena utilizar al parlamento europeo como la primera expresión de voto en contra de todo el conjunto de medidas que han venido siendo adoptadas en los últimos cinco años, porque eso puede provocar un desgaste importante para los partidos políticos mayoritarios, y eso puede provocar un efecto en lo que es el resultado final en el ámbito del parlamento europeo, puede conducirnos a un parlamento europeo ingobernable, y eso sería una pena.

Y tras la intervención de la otra parte, venía a resumir su posición con algo así:

Lo que me preocupa es plagar al parlamento europeo de grupos antieuropeos.

Ya ven qué concepción más interesante de la democracia.

Parte del audio que he transcrito se encuentra aproximadamente al comienzo de los últimos tres minutos.

Peloteos

El otro día La Página Definitiva publicaba un artículo titulado En El País de los pijos, el progre es el rey donde se decía esto (la negrita es mía):

 

La pregunta de Pepa Bueno, su visión de las cosas, representa ese periodismo pijo que ha ido puliendo el Grupo Prisa desde los años de la transición y que ha llegado ya a sus máximas cuotas. Es ese periodismo de preguntas chorras, analfabetas y pelotas. Porque, claro, si un representante político dice ante un grupo de periodistas algo que suena fuerte, pues ya estarán ahí los periodistas amigos para echar un cable: no quería decirlo, era a título personal, se han sacado sus palabras fuera de contexto o se han malinterpretado sus declaraciones. Ya no hace falta que sean los políticos quienes salgan a simular una rectificación, porque están antes los medios de comunicación echando paños calientes. Y si no, que se lo digan al ministro de Educación y Cultura, José Ignacio Wert, que podrá soltar todas las animaladas que se le ocurran, pero ahí estarán siempre sus amigos de Prisa, con los que ha compartido tertulias, cafés, risas y abdominales.

 

Hoy me encuentro en El País con un artículo titulado El ministro de las mil polémicas que habla de Wert en estos términos:

 

En lo que sí existe consenso es en su impresionante capacidad dialéctica, sobre su vicio por la polémica y la discusión permanente, que llega hasta el paroxismo. También de su destilado sentido del humor, no apto al parecer para todos los públicos. “Es chispeante, mordaz, pero muchas veces no todos le siguen las bromas”, comenta un excolaborador.

[...]

Antiguos colegas suyos, como José Juan Toharia, con quien trabajó en Demoscopia, le definen como superdotado en varios aspectos. “Tiene una capacidad de análisis y comprensión de lo que se desenvuelve a su alrededor muy rápida. En cuatro meses puede dominar perfectamente el terreno donde ha llegado”.

 

No parece, desde luego, una crítica muy dura. Es más, yo incluso diría que es bastante pelota. Casi más propia del ABC o de La Razón que de El País. Claro que a ver si va a ser verdad que como decía La Página Definitiva, en el País de los Pijos el Progre es el Rey.

¿Inteligencia? colectiva

Ayer estuve viendo el primer capítulo de la miniserie británica Black Mirror (la pantalla negra que queda en cualquier dispositivo cuando éste está apagado), que les recomiendo encarecidamente que no se pierdan si tienen la oportunidad de verla. Sin desvelarles ningún secreto de la trama, el argumento de este primer capítulo gira en torno al poder viral e irreflexivo que las redes sociales pueden llegar a tener hoy en día, llegando a forzar decisiones gubernamentales y marcando la agenda periodística, a menudo más preocupada por los trending topics que por dar un enfoque objetivo y reflexivo a la realidad.

Hace unos días en un medio digital de ámbito nacional, un periodista poco dado a los números afirmaba que los aproximadamente 3,6 céntimos por litro que supondría la subida del IVA de los carburantes del 18% al 21% harían que la gasolina, que en ese momento estaba a 1,51 €/litro, pasase a superar los 1,8 €/litro. Evidentemente, 1,51 € + 0,036 € no suman 1,8 €, sino 1,546 €. No sé si fue gracias a los comentarios que hicimos un par de personas (de un total de más de 100 comentarios), pero el caso es que aproximadamente un par de horas después el titular indicaba que en lugar de superar los 1,8 €, se situaría "rozando" los 1,6 €/litro. Sin embargo, el error todavía persiste en el último párrafo de la noticia, y al parecer numerosos medios cometieron este error, al proceder la información de una noticia de Europa Press evidentemente poco analizada y contrastada. No es mi intención entrar a valorar errores periodísticos de bulto, tarea que ya hacen otros de manera admirable, ni tampoco analizar lo sencillo que resulta cambiar el contenido de una noticia digital sin que los lectores siguientes a la modificación perciban dicha alteración. La cuestión aquí son el centenar de comentarios de Público.es que ignoraron el contenido de la noticia, o las personas que en lugar de plantearse si la información era correcta, retuitearon directamente la información.

Durante los últimos meses, proliferó en las redes sociales (Facebook y Twitter, principalmente) la información de que en España hay aproximadamente 450.000 políticos, argumento que saltó de estos entornos más o menos "populistas" a medios más "serios" como tertulias radiofónicas, artículos de opinión, periódicos digitales y probablemente también a la televisión. En la situación actual de crisis y gracias al malestar existente con la clase política, resultaba tentador prescindir de cualquier análisis crítico e ir directamente a los números, que mostraban una comparación entre España y Alemania en población y políticos que facilitaba poner a los nuestros a caer de un burro. Afortunadamente, a estas alturas diversos medios ya han aclarado que de cuatrocientos mil políticos, nadadenada. Sin embargo, dicha información ha sido repetida hasta la saciedad durante meses probablemente por miles de personas en Twitter, Facebook, Tuenti, blogs personales, conversaciones con amigos, tertulias "políticas" y vayan a saber dónde más.

La cuestión aquí no es la falta de espíritu crítico que parece alumbrar todos estos ejemplos (en especial los dos últimos), que sería material para un blog de diferente temática, sino poner de relevancia la fuerza y el poder que las redes sociales están adquiriendo poco a poco (y que sin ese espíritu crítico, no son otra cosa que altavoces de intereses ajenos). Cierto es, en mi opinión, que no estamos todavía en condiciones de afirmar que Facebook o Twitter puedan ser representativos de la realidad social o política; por un lado, el diseño de las redes sociales en torno a "amigos" y personas con mismas aficiones y opiniones tiende a actuar como una lupa en la que las opiniones propias se ven automáticamente respaldadas por la —nuestra— comunidad y también como una burbuja en la que el usuario accede a los contenidos que le son afines (aunque esto es aplicable también a los ámbitos no digitales). Por otro, es conveniente no olvidar que una gran parte de la población con voz y voto no está presente en las redes sociales.

Sin embargo, no es descabellado pensar que la tendencia actual hará que Facebook, Twitter, Youtube, etc., o aquellas tecnologías y empresas que las releven en el futuro, vayan cobrando una mayor relevancia e importancia con el paso de los años y a medida que los actuales nativos digitales las incorporen a las diferentes esferas sociales. Sin dejar de lado los aspectos completamente beneficiosos de las redes sociales, todos hemos visto la típica escena de película de vaqueros en la que una masa enfurecida trata de linchar a un sospechoso, con independencia de que se haya decidido su culpabilidad o no; todos conocemos la frase difama que algo queda. Quizá no sea hoy, pero como sucede en el capítulo de Black Mirror, puede llegar un día en el que la masa social a través de las herramientas de comunicación digital pueda llegar a hundir una empresa, a una persona, o participe involuntariamente en la comisión (de cometer) o difusión de un acto ilegal o reprobable. ¿Es tolerable permitir que algo así pueda suceder con total impunidad, como si estuviésemos a bordo del Orient Express?

Por tanto, desde el punto de vista social, la cuestión es: ¿cómo conseguir que esa inteligencia colectiva no sea en realidad un martillo neumático que se pone en marcha de manera arbitraria a veces, orquestada en otras, destrozando aquello que encuentra a su paso con o sin razón? Y lo que resulta igualmente importante: ¿cómo hacerlo sin que a) entremos en el peligroso mundo de la censura y b) el martillo neumático lo entienda como censura? ¿Es razonable empezar a pensar en mecanismos de (auto)control?

Desde el punto de vista de la empresa, no tengo ninguna duda de que la defensa, monitorización y control de la imagen de marca y la reputación (digital o no; cuando lo digital salta al mundo físico no tiene sentido diferenciar) y los riesgos que la rodean van a adquirir una importancia destacable en los años venideros. En el primero de los ejemplos, en un momento del capítulo el primer ministro británico pregunta a su asesora por el protocolo a seguir. Pueden imaginarse la respuesta.

Con la que está cayendo

Con la que está cayendo, a Rajoy no le parece interesante plantear que la Iglesia pague el IBI por los locales en los que desarrolla una actividad lucrativa. Cierto es que el PSOE sigue en su línea de denunciar y proponer medidas que ellos mismos no se han atrevido a ejecutar en sus ocho años de mandato, pero eso no cambia las cosas y no acabo de entender cuál es el enrevesado argumento por el que Rajoy piensa que las circunstancias actuales no son las adecuadas.

Con la que está cayendo, se ha rebajado el sueldo a los funcionarios y se les ha subido la jornada laboral. Con la que está cayendo, se han recortado muy significativamente las partidas de educación y sanidad. Con la que está cayendo el presupuesto de ciencia y tecnología se ha reducido a la mínima expresión (nuevo modelo económico dicen). Con la que está cayendo se ha subido el IVA al 18% y más que se subirá. Con la que está cayendo se ha incrementado la edad de jubilación. Con la que está cayendo se han recortado los derechos laborales. Con la que está cayendo todo lo que sea necesario porque es necesario con la que está cayendo.

Con la que está cayendo se le dan —de momento—19.000.000.000 € a Bankia y los que habrá que darle a Caixa Nova Galicia o Banco de Valencia. Con la que está cayendo Rodrigo Rato ganó 2.400.000 € en 2011. Con la que está cayendo Gorigolzarri deja claro que no busca depurar responsabilidades en Bankia. Con la que está cayendo no hay ni una sola comisión de investigación por lo ocurrido en las cajas de ahorro de este país y la Fiscalía ni está ni se le espera. Con la que está cayendo no ha habido en este país más que un puñado de dimisiones políticas voluntarias siempre acompañadas de su finiquito millonario a pesar de su lamentable gestión. Con la que está cayendo los políticos siguen sin tocar sus prebendas, sin dimitir, sin explicar nada. Con la que está cayendo Rajoy se atreve a decir que no es momento de tocar el IBI de la Iglesia.

Hace unos días, una persona me mandó un artículo de Santiago Álvarez de Mon publicado en Expansión y cuyo título era "Un país de llorones", que criticaba como pueden imaginar el pesimismo y victimismo que según el autor reina en este país. A pesar de la necesidad de mirar al futuro con optimismo, dejando de lado comentarios tan lamentables como "Los más vagos y violentos se limitan a despotricar del sistema" (¿es que no está permitido poner el sistema en cuestión? ¿es eso ser un vago o un violento? ), el autor se olvida de que esa mirada al futuro y trabajar para que éste sea posible no son tareas incompatible con mirar al pasado y pedir responsabilidades. Es más, es imprescindible. 

Un país de llorones no, pero tampoco de borregos.

Violencia

Desde que comenzó el movimiento este del 15-M he estado siguiéndolo —siempre obviamente por los telediarios e Internet— con cierta curiosidad, pero sobre todo con mucho escepticismo. No es que no crea en las buenas intenciones de los movimientos sociales espontáneos como el 15-M. Creer, creo; será por credulidad.

Creo en las buenas intenciones detrás de la mayoría de sus participantes, en las buenas intenciones de las asambleas, en las buenas intenciones de las acampadas y en las buenas intenciones de las manifestaciones. Lo que no creo es que nada de eso vaya a conducir absolutamente a nada y a las pruebas me remito: mayoría absoluta del PP, que no es un partido que venga precisamente a simpatizar con las ideas del 15-M. En realidad, no tengo una idea exacta de con qué simpatiza el PP, aunque intuyo que viene a ser lo mismo con lo que simpatizó el PSOE durante los últimos ocho años, y con lo que simpatizó el PP de Aznar, y etcétera hasta el comienzo de todo esto: ellos mismos.

El problema de las buenas intenciones es que son sólo eso: buenas intenciones. Van bien para las navidades y nos hacen sentir mejor, pero desafortunadamente ni dan de comer, ni consiguen cambian las cosas. Para eso hace falta algo más: un compromiso real y la voluntad de sacrificar hasta lo más sagrado, especialmente en el ámbito personal; cualquier otra cosa es, en la mayoría de los casos, algo tan poco honesto como fructífero y demasiado a menudo una burda instrumentalización de las ideas al servicio de los propios intereses. No cabe ninguna duda de que si te lo montas bien, vivir de la ideología ha acabado por ser un buen negocio, especialmente entre la clase política de izquierdas, más tendente —con honrosas excepciones— a mantener discursos de clase, válidos hoy en día o no pero que ni ellos mismos se creen, apoltronados en sus sueldos, sillones de cuero y con sus iPhones y iPads; sigamos hablando, pero sólo eso que cuanto menos se mueva la cosa, mejor, no sea que me toque salir a la palestra y demostrar que yo sí estaba realmente comprometido. O peor, que todo este tinglado cambie y mi cabeza ya no haga falta.

Volvamos al 15-M. La cuestión de fondo es que esa actitud pacífica, calmada y dialogante de que han hecho gala durante estos meses no tiene otro beneficiario que el sistema contra el cual el 15-M dice estar. Cuando el poder económico, político y mediático está en manos de unos cuantos y la mayoría (entre la que me incluyo) está totalmente atocinada y acomodada, que se reúnan un puñado de perroflautas a discutir sobre el bien y del mal no sólo es inofensivo, siempre que no hagan ruido y no molesten a los turistas, sino que además proporciona una satisfactoria sensación de salud democrática a la sociedad; viene bien, mientras se sienten en el suelo y se dediquen sólo a hablar.

La necesidad del uso de la violencia legítima es algo sobre lo que ya he escrito alguna que otra vez en el pasado, y con todo lo pacífico que yo soy (que lo soy, y mucho) y lo poco que me gusta dar y recibir hostias, actividades que afortunadamente no practico habitualmente, es algo sobre lo que estoy bastante convencido; la violencia puede llegar a ser un instrumento útil e incluso necesario en determinadas circunstancias, pero que las clases dirigentes se han encargado de demonizar, mientras que el inútil (por idealista) diálogo habermasiano se ha adoptado como herramienta de resolución de conflictos, cuando nunca las partes que entablan el diálogo están en igualdad de condiciones y por tanto siempre pierde el débil. Que es lo que interesa, al fin y al cabo.

No compararé la situación actual con la Revolución Francesa, porque los pobres franceses no tenían un montón de cosas que son deberían ser habituales hoy en día, como un techo, comida, ropa, educación, sanidad, y otras tantas cosas, pero a nadie se le ocurriría pensar hoy en día que a través del diálogo la Revolución Francesa (con sus bondades y sus maldades) se habría llevado a cabo. Tan poco como me gustaría ver a algún cacique político pagando por sus "pecados" (tengo mis preferencias políticas y de método, que no confesaré), he de admitir que ese tipo de "iniciativas" son al final las únicas que pueden generar un cambio que, no obstante, sabe uno como empieza, pero no cuándo ni cómo acaba. Esa incertidumbre es la que obliga a que el compromiso con las ideas, acertadas o no, deba ser total; nadie dijo que fuese a ser fácil. Por supuesto, no todo van a ser ventajas (especialmente para el cacique del que hablaba).

El primer problema son aquellos energúmenos que se apuntan a cualquier cosa que huela a violencia. Los reconocerán porque todo equipo de fútbol que se precie tiene unos cuantos que probablemente usted pueda contratar si tiene un problema, necesita ayuda, tiene el dinero suficiente y puede localizarlos (le adelanto que será tan difícil como encontrar al Equipo A). Comience usted una revolución y acabará rodeado de animales sin otra motivación que robar y romper cráneos sin distinción de edad, sexo, raza o condición social; eso es igualdad de oportunidades y todo lo demás son tonterías. La cuestión es la violencia, y si es la violencia por la violencia, mejor que mejor. Qué mejor entretenimiento que romper escaparates y robar amparado por la multitud. Cierto: cualquiera consigue algo de legitimidad en ese escenario. Esa es, en efecto, una buena razón para prescindir de toda violencia en actos reivindicativos; a saber si al manifestante que tienes detrás le gustan tus zapatillas y acabas con la cabeza abierta y sin zapatillas. No empieces algo si no sabes quién va a apuntarse.

El segundo problema, obviando lo terriblemente grande que es el primero, es saber quién le pone el cascabel al gato. En una sociedad, para bien o para mal, totalmente anestesiada (¿quién se siente mal cuando ve a un pobre pidiendo por la calle?) y en la que mucha gente —no me atrevo a decir la mayoría— tiene techo, comida, Internet y ocio de fin de semana, a ver quién es el guapo que se juega los cuartos y se lanza a las calles, cóctel Molotov en mano, a luchar por sus derechos y por los de sus congéneres. Y además, esperar apoyos y comprensión de otros que viven demasiado bien como para mover el culo del sofá. Como que no. Trabajo no tendré, pero no vivo tan mal, oiga; todo es mejorable, pero también puedo ir a peor.

Si recuerdo bien, en unos de los libros de la saga Fundación de Asimov, un personaje cuyo propósito era hacerse con un planeta —ahí es nada— utilizaba los electrodomésticos que él mismo había proporcionado a la población para conseguir que ésta se levantase contra sus dirigentes; primero se los daba y luego se los quitaba. No tengo ninguna duda de que en cualquier sociedad contemporánea occidental el resultado sería el mismo: retírele sus comodidades al ciudadano de turno y conseguirá una revuelta que superará lo inimaginable. Desgraciadamente, la motivación de toda esa turba embrutecida será volver al estado anterior, no conseguir ningún tipo de progreso que no sea una tele más grande, un smart-phone más bonito o un coche más potente. Intentar convencerlos de algún tipo de motivación o finalidad superior sería una total pérdida de tiempo.

El tercer y último problema es el que más me gusta. Max Weber, que era un tipo que al parecer dedicaba algún tiempo a pensar, escribió una vez algo así como que el Estado es aquel que mantiene el monopolio del ejercicio legítimo de la violencia. El problema es que si dejamos de lado la violencia física, existen otras muchas formas de violencia que el bueno de Weber no contempló. Un político que decide eliminar las ayudas a los más necesitados al mismo tiempo que mantiene coches oficiales, dietas, chóferes y otras prebendas escandalosas, está ejerciendo la violencia. Un empresario que trata a sus empleados como si fuese un señor feudal, está ejerciendo la violencia. Una empresa que despide a cientos de empleados mientras su dirección se mete en el bolsillo cientos de miles de euros, está ejerciendo la violencia. Un banco que paga miles de euros en bonus mientras mantiene sueldos basura, está ejerciendo la violencia. De manera mucho más sutil, pero con un resultado idéntico: la gente sufre y a menudo mucho más. Sin embargo, aunque todos tenemos la posibilidad de ejercer la violencia física con mayor o menor acierto, estos tipos de violencia menos evidentes están reservados a las clases dirigentes, especial pero no exclusivamente a la política, empresarial y financiera.

El problema es que nos hemos acabado de creer, tras mucho oírlo y repetirlo, el discurso oficial de condenar cualquier tipo de violencia que no provenga de los cauces "oficiales": la violencia es mala, la violencia no lleva a ningún sitio, excepto a conseguir que un antidisturbios te abra la cabeza con una porra, porque eso no es violencia, es mantener el orden público. De esta forma, al no poder ejercer la violencia física por falta de legitimidad y carecer de medios para defendernos de los otros tipos de violencia, el ciudadano de a pie se encuentra despojado de cualquier medida de defensa contra los estamentos del poder establecido.

En definitiva: abandonen toda esperanza de cambio que no alimente los intereses de las clases dirigentes. Reúnanse si quieren, dialoguen y debatan, pero mucho me temo que eso no les llevará a nada más que a conocer personas políticamente activas, lo cual está muy bien, hacer amistades, que también está bien, y pasar frío, lo que no es tan agradable. Por cierto, ¿se acuerdan de aquello Rajoy dijo hace tan sólo unos días sobre no subir los impuestos? Pues parece que ha cambiado de opinión, entre otras gratas medidas. No descarten ver algún funcionario quemando contenedores en las próximas semanas, pero tampoco apuesten a favor. Ya saben que la violencia sólo engendra violencia. Mala cosa, sin duda alguna.

5*10^6 parados

Me cuesta entender lo que sucede en este país. Quizá el gobierno tenga razón y haya un empleo sumergido del 15% o 20%, porque de otro modo es difícil comprender cómo con cinco millones de parados aquí no pasa nada de nada. La patronal, callada. Los sindicatos, ni están ni se les espera. El gobierno y la oposición, jugando a tirarse mierda que es lo único que se les da bien. Mientras tanto, las mismas noticias sobre Bildu y su ilegalización, otro tanto de Triviño, y circo, mucho circo. La Liga, los Madrid-Barça y las estúpidas discusiones de patio de colegio, Nadal, Alonso, el motociclismo y ahora la boda real de los ingleses.

Afortunadamente, el gobierno dice que el paro ha tocado techo. Claro que eso ya lo dijo Zapatero hace un año, y lo repitieron otra vez en octubre. Supongo que a fuerza de repetirlo, algún día tendrá que ser verdad, porque del 100% de paro no podemos pasar.

No suelo ser agorero, pero algo va mal, tremendamente mal en este país.

Taguas y sus ideas de bombero

Esta mañana, en previsión de que la búsqueda de aparcamiento cerca del trabajo y de nuevo, cerca de casa este mediodía, fuese a ser demasiado problemática, y aprovechando que he sustituido el traje por un atuendo más acorde a las circunstancias falleras, he decidido venir andando al trabajo. Cuarenta minutos aproximadamente, durante los que he venido oyendo a Carlos Herrera en Onda Cero; oiría a Francino, pero la verdad es que en general me parece un poco "blando" y poco crítico. A Carlos se le escapa de vez en cuando algún ramalazo, pero tiene un desparpajo que lo hacen bastante agradable de oír. La cuestión es que cuando llegaba al trabajo, han entrevistado a David Taguas, anterior director de la Oficina Económica de Zapatero y actual presidente de SEOPAN, el lobby de las grandes empresas constructoras. No sé si saben que durante la última fiebre gubernamental para frenar la dependencia energética del petróleo (y que trajo medidas como la reducción de la velocidad máxima a 110), este hombre propuso simplemente subir los impuestos de la gasolina. Que este individuo tenga el curriculum que tiene (véase la Wikipedia) y diga estas cosas es del todo sorprendente; será el ladrillo, que se le ha subido a la cabeza.

Obviamente, el razonamiento de Taguas es el siguiente: a mayor precio, menor demanda, medida que intentaba justificar alegando que los impuestos "extra" que recaudase el gobierno se dedicarían a financiar el transporte público, educación, etc. La cuestión es que la primera parte del razonamiento es correcta hasta cierto punto (la relación precio/demanda no es lineal), pero la segunda no tanto, y no porque los impuestos no se fuesen a invertir en el Estado del Bienestar, que también. La última subida de precios del carburante (subida de la que participan no sólo ni principalmente las petroleras, sino también el Estado con un volumen significativo de impuestos) ha provocado una reducción del consumo doméstico de un 10%, por lo que la demanda ya se está reduciendo. Si continuamos incrementando el precio, nada indica que el incremento de recaudación vaya a compensar la reducción de la demanda, ya que tampoco en este caso la relación es lineal. ¿Hemos llegado a ese punto? Ni idea, pero no parece que buscarlo, vista la situación económica actual, sea lo más adecuado. Ni para el país, ni para el PSOE, con las elecciones a la vuelta de la esquina.

En segundo lugar, este hombre se olvida de algo tan importante como la inflación. Aunque con una inflación del 3,6 y un crecimiento de apenas décimas no se puede decir que estemos en una situación de estanflación ("dentro de una situación inflacionaria, se produce un estancamiento de la economía y el ritmo de la inflación no cede"), estaremos de acuerdo en que no estamos precisamente rebosantes de salud. Si ahora el gobierno decide subir —todavía más— artificialmente el coste de la gasolina (que es actualmente el principal responsable de la inflación), pueden imaginarse que las consecuencias no será sólo una reducción limitada de la demanda (nos pongamos como nos pongamos, la dependencia del petróleo existe por razones logísticas y de transporte), sino una subida generalizada del precio de la mayor parte de los productos. Es decir, más inflación. Y 3,6 es una cifra nada despreciable, a pesar de que seamos un país con una clara tendencia a valores altos de inflación.

Claro que, ¿qué cabe esperar del presidente del lobby de las constructoras?

NIMBY, o "Sí, pero no aquí"

No defenderé la posición de Sarkozy en la expulsión indiscriminada de gitanos rumanos y búlgaros en Francia, pero tampoco defenderé la posición de la comisaria Reding, y no sólo por comparar la situación con las expulsiones de los judíos en la Segunda Guerra Mundial, que tiene tela, sino porque se trata de un evidente caso de aplicación de principios NIMBY: "Not In My Back Yard", que en castellano viene a ser "Sí, pero no aquí".

En otras palabras, la comisaria es consciente de que en su posición económica y política, jamás tendrá que lidiar con las consecuencias personales de vivir junto a un asentamiento gitano, por lo que puede permitirse el lujo de criticar medidas destinadas a solucionar problemas de otros ciudadanos que ella jamás tendrá. Quizá me esté escorando a la derecha, pero estoy bastante seguro de que a ninguno de los pocos pero imprescindibles lectores de este blog le gustaría tener un asentamiento de gitanos rumanos/búgaros pegado a su casa. Ahora bien, no hay que olvidar que la posición de la comisaria Reding es imprescindible para alcanzar cierto distanciamiento de los problemas y poder analizarlos con cierta objetividad, alejado de los prejuicios personales o las consecuencias que éstos tienen hacia uno mismo; no hay que ser muy listo para adivinar la opinión que tienen de esta medida las personas deportadas, o aquellas que tienen un campamento gitano cerca. Nos encontramos pues en un dilema en el que hay que proteger a aquellos que carecen de los medios básicos de subsistencia o tienen una "filosofía de vida diferente", pero al mismo tiempo es necesario defender los derechos de aquellos que pueden verse afectados por esa forma de vida. La situación no es fácil, y teniendo en cuenta que Sarkozy se debe a sus ciudadanos (por interés personal y por obligación política), y que los asentamientos son de inmigrantes, no es difícil ver la lógica en su medida.

Por otro lado, también habría que considerar la razón por la que los búlgaros y rumanos están emigrando hacia otros países de la Unión Europea más prósperos (aquí ya no viene ni cristo), y poner medidas para solventar dichos problemas. No obstante, para bien o para mal, la efectividad de dichas medidas se vería limitada por la soberanía nacional de ambos países, la escasa voluntad de Europa para ayudarse entre sí mientras no se trate de asuntos financieros de alto nivel, y la corrupción e incompetencia inherente a la mayor parte de la clase política, independientemente de su nacionalidad e ideología. En otro ámbito, cabría analizar si los asentamientos gitanos responden a necesidades de primer nivel, como puede ser la falta de vivienda, o como decía antes, se trata de estilos de vida tradicionales que tienen difícil cabida en las ciudades europeas contemporáneas. Por último, no hay que despreciar un cierto componente xenófobo fomentado por los partidos políticos de extrema derecha y bien aceptado y asimilado por la ciudadanía, que condiciona, permite y facilita la toma de decisiones de este calibre o incluso peores (aunque a Sarkozy no parece temblarle la mano a la hora de tomar decisiones, sean del calado que sean), por lo que no viene mal una voz discordante, en este caso la de la comisaria Reding, aunque sea para llamar la atención sobre el asunto; el resto de países europeos, bien por intereses de carácter político y/o económico, bien por mantener su libertad de acción en el futuro respecto de situaciones similares, prefieren mantenerse al margen o no participar de las críticas de la comisaria.

En definitiva, que nosotros nos quedamos como al principio, sin una solución clara, y los gitanos rumanos y búlgaros a merced de los gobiernos locales donde se encuentren asentados, ya que no sería de extrañar medidas similares en un futuro cercano por parte de otros países, ahora que Francia ha dado el primer paso.

Prepárense que vienen curvas

Leía hace un rato en elmundo.es un artículo cuyo título reza: "Garmendia admite que habrá recortes económicos 'muy importantes' en Ciencia". Por su parte, ElPaís.com hace referencia a ello en un artículo francamente difícil de localizar si lo busca uno prescindiendo del buscador (no voy a pensar mal), titulado "El Gobierno planea un recorte del 10% para ciencia en 2011". Teniendo estos dos artículos en cuenta y que tal y como cita ElPaís.com, "[...] el Ministerio de Ciencia e Innovación sufrió, en el presupuesto del Estado elaborado por el Gobierno para 2010, el mayor recorte de todos (un 15%) [...]", ¿cómo puede ser que la ministra Cristina Garmendia salga diciendo que José Luis Rodríguez Zapatero, tiene como "prioridad el ámbito de la investigación y el desarrollo en sus inversiones"?

¿Es una broma de mal gusto? ¿Hay alguna acepción de "prioridad" que no conozco, o es la ministra la que ignora su significado? ¿Estaba Cristina Garmendia actuando en el Club de la Comedia? ¿Van a pagar la I+D+i con ladrillos y sacos de cemento? Y la más importante de todas. A la vista de los hechos, ¿qué futuro nos espera?

De impuestos

Cuando el ministro José Blanco y portavoz en funciones del Gobierno dice que en España pagamos pocos impuestos en relación con la media de la UE, es probable que tenga razón, o al menos eso dice Eurostat. Claro que, como suele ser habitual, aquí cada uno mira a los demás para lo que le conviene. Porque ni en salario medio (definanzas.com, datos de 2007, aunque no esperen que hayamos ido a mejor) , ni desde luego en salario mínimo (salariominimo.es, datos de 2008), estamos ni de lejos al nivel de la media. Pero para qué buscar coherencia en un Gobierno que al igual que todos los anteriores, sigue permitiendo las SICAV, instrumentos financieros que facilitan que los multimillonarios tributen muy por debajo de lo que se le pide a cualquier ciudadano de a pie, incluso cuando dichas sociedades no cumplen los requisitos obligados. Pues eso, para qué.

Balconing

El principal inconveniente que veo en esta extraña afición de idiotas (nacionales o de importación, da igual, idiotas al fin y al cabo) denominada "Balconing" (que consiste, según elmundo.es en "pasar de un apartamento a otro o de saltar de habitación en habitación a través de los balcones. También los hay que tratan de utilizar la terraza como trampolín a la piscina del hotel"), es que uno de esos gilipollas te caiga encima borracho y drogado y aparte de salvarle la vida y joderte las vacaciones, lo que ya es grave de por sí tal y como está el patio, te compre una habitación en la morgue más cercana. Claro que en el mejor de los casos (i.e. no te cae encima) no hay que olvidar que el tema del levantamiento del cadáver y la limpieza de la sangre pueden agriarte la mañana en la piscina, y los costes médicos que se generan no son despreciables. Propongo que no nos entrometamos y dejemos actuar a las sabias leyes de la evolución natural que nos han traído hasta aquí (lo que no sé determinar si es bueno o malo), lo que como efecto colateral podría tener un nada despreciable efecto disuasorio sobre el resto de idiotas.

Powerbalance

Me resulta muy desconcertante el sentimiento que me produce el conocer a una persona y pensar que se trata de alguien sensato e inteligente, y descubrir al momento que lleva en la muñeca una timo-pulserita Power Balance o cualquiera de sus imitaciones. En menor medida, eso también me pasa con personas a las que no conozco pero cuyo aspecto, comportamiento y lenguaje muestra que es, o me siento tentado a creer que es, a priori, alguien con dos dedos de frente, hasta que echo un vistazo a sus muñecas. Se trata, simplemente, de una mierda de pulsera de plástico con una mierda de holograma de plástico. Sin acritud, ¿cómo puede ser la gente tan rematadamente tonta?

Televisión

Justo ayer, Laura me decía que apenas vemos la televisión en casa, al referirse a eso que llamamos como "cadenas de televisión". La verdad es que razón no le falta; apenas pasamos tiempo en casa y el único momento del día en el que podemos ver la caja tonta es por el mediodía y por la noche a partir de las diez como pronto. El problema es que, aparte de que Internet ha copado parte del tiempo libre que antes dedicábamos a la contemplación, a esas horas, especialmente por la noche, o i) los programas que echan no nos interesan (léase las series de TVE o concursos varios), o ii) ya han empezado (léase las películas de La 2), o iii) la programación en general es de una calidad pésima, es decir, y para que nos entendamos: es una mierda.

Además, se ve que al entrar en la lucha por el share, y con todo eso de la fusión, La Sexta y Cuatro han acabado de perder el norte que en algún momento parecieron tener. A la primera le da por emitir pura bazofia-espectáculo como La Generación Ni-Ni  (véase la agresión sexual a una de las participantes), y Cuatro olvida qué es la decencia cuando a Manolo Lama le da por humillar/reirse de una persona sin hogar (sí, sí es para tanto) [página en La Vanguardia]. Después de esto, no es difícil imaginar porqué ya lo único que vemos en televisión son series que bajamos de Internet (igual que mucha gente, y cada vez más): Lost, Weeds, Flashforward, A dos metros bajo tierra, Dexter, The Wire, Rockefeller Plaza, The Office,... Ya veremos dónde está la caja tonta dentro de quince años, como no comience a reinventarse a la de ya.

Por cierto, me ha llamado la atención que Sonia Lus, colaboradora de deportes del programa Hoy por hoy de Carles Francino en La Ser (i.e. PRISA, i.e. Cuatro), se refiriese a Ángel María Villar, con quien no tengo ninguna simpatía ni odio (esos entresijos deportivos me superan), con la frase "Donde no hay mata, no hay patata". Pues eso.

Que reine la calma

A estas alturas, ya sabrán que Standard & Poor's ha rebajado la deuda de este santo país y además nos pone en perspectiva negativa, lo que quiere decir me he quedado con tu cara. Según algunos iluminados —los que nos gobiernan, por si no les ha quedado claro— ya hemos tocado fondo (esto no es como el fútbol, aquí sí puede uno utilizar la primera del plural sin que eso signifique que no eres consciente de dónde estás tú y dónde están Ronaldo o Messi), lo que me sugiere, visto el tiempo que llevamos tocando fondo —hay declaraciones de nuestros queridos gobernantes repitiendo lo mismo hace casi dos años—, que debemos habernos quedado ahí y todo apunta a que no tenemos intención de salir.

Por otro lado, hay oficialmente más de cuatro millones de parados, y extraoficialmente vaya usted a saber; afortunadamente, en esto también hemos tocado fondo, a decir del ejecutivo. Dios me libre de sugerir una reforma laboral, pero no deja de sorprenderme que Portugal tenga un desempleo del 11% y Grecia del 17%, extraoficialmente (ya saben que el gobierno griego eso de los números no lo lleva bien). Y dejémoslo ahí, que más de uno o una me saltaría al cuello ahora mismo; ya saben que "reforma" y "laboral" son una conjunción de conceptos satánica, cuanto menos, aunque no haga uno más que mentarla.

En cualquier caso, no se preocupen. El Barça está en semifinales —ya veremos por cuanto tiempo— y José Tomás ya habla. ¿Qué más podemos pedir?

Con "asesores" como estos...

«El padre de Mari Luz Cortés asesorará al PP sobre la reforma penal» [elmundo.es]

Siento mucho que esta familia haya perdido a una hija en las circunstancias que lo ha hecho, y es evidente que deberían depurarse responsabilidades al respecto (claro que esto de la justicia y el Estado de Derecho es como las operadoras de telefonía; llega un momento en el que tras perder la paciencia, el tiempo y más cosas, te preguntas si hay algo que hacer o está todo diseñado para que nunca pase nada). No obstante, eso no le da ni los conocimientos ni la objetividad necesaria para poder emitir algún tipo de juicio razonable sobre algo tan delicado como el código penal, sino más bien al contrario.

En cualquier caso, no hay que negarle al PP la habilidad buitresca para hacer de las desgracias ajenas oportunidades políticas, y "fichar" a este pobre hombre que no hará otra cosa que alimentar el populismo más rancio del que la derecha lleva un tiempo aprovechándose. Porque populismo hacen tanto unos como otros, pero diferencias las hay, y notables.

Petardos

Cada vez estoy más convencido de que el tamaño de los petardos que una persona tira está en relación directa con su grado de estupidez, y en relación inversa con el tamaño de su cerebro. En el caso de los menores de catorce años (ya saben, por no discrepar de aquello de la edad penal), esta regla se aplica al familiar gracioso que le provee del material pirotécnico.

Hay momentos en los que desearía que alguno de estos sujetos perdiese un par de dedos, para que al menos él y sus amigos dejase de molestar por un rato. No es que no me gusten las Fallas, no, aunque cada vez me gustan menos; será que me hago mayor. El problema es que con la excusa de las Fallas, la fiesta, la pólvora y la madre que la parió, los mismos gilipollas de siempre, por decirlo sin rodeos, campan a sus anchas por Valencia sin que nadie les diga nada con petardos que sin demasiada dificultad le convierten a uno en inválido.

Lo peor de todo es que aunque nadie lo diría, las Fallas todavía no han empezado, algo que los descerebrados que llevan debajo de mi casa todo el fin de semana (son las doce y media de la madrugada del lunes y siguen ahí) probablemente no sean capaces de entender, por aquello de la relación del petardo y el cerebro que les comentaba al principio. Como siempre, la que nos espera; a ver cuántos dedos y manos son noticia este año.

¡Es Hollywood, idiota!

Leía hace un rato que "a los miembros del cuerpo de artificieros y especialmente a aquellos que se encuentran trabajando en Irak" [ElPaís.com] no les ha gustado nada, pero nada nada, la película de Kathryn Bigelow En tierra hostil, porque no refleja la realidad de esta profesión. A mí, francamente, la película me encantó y lo que digan los artificieros de verdad me trae sin cuidado.

Dejando aparte la crítica cinematográfica, no estoy muy seguro de entender cuál es el sentido detrás de estas quejas; parece como si el cuerpo de artificieros viviese ajeno a la realidad. Por supuesto que ejercer esa profesión, y más en Irak donde las cosas eran, son y tienen visos de continuar siendo cualquier cosa menos fáciles por decirlo suavemente, no es algo baladí. Bien, ¿y? Protestar porque una película de ficción no dé una visión real de las cosas es un indicio de haber estado viviendo en Saturno los últimos cincuenta años.

Hollywood está cansada de utilizar tópicos y obviar la investigación más básica para hablar de los países europeos (MI-2: las fallas en Sevilla, ahí es nada), de manipular la Historia y la política mundial a su antojo para que coincidan con los valores patrióticos estadounidenses o el argumento que el guionista tenía en la cabeza, y de simplificar cualquier profesión al máximo para que parezca mínimamente interesante. Sin duda, médicos, abogados, físicos, profesores y una lista interminable de profesionales podrían exponer las mismas críticas realizadas por el cuerpo de artificieros sobre la visión que Hollywood da de su trabajo.

Y por supuesto, unos de los que más podemos quejarnos dada la estupenda simplicidad de cualquier programa o sistema que aparece en pantalla, somos adivinen quiénes: ¡los informáticos!