Todos somos iguales, pero algunos somos más iguales que otros

Seguro que se acuerdan que tras el 11-M, ningún telediario mostró imágenes del atentado por respecto a las víctimas y cuestiones de sensibilidad. Estoy convencido de que no obstante, todas las cadenas estaban deseando sacar por televisión los cadáveres y cuerpos mutilados de las personas asesinadas.

Hace tan sólo diez minutos en las noticias de la Sexta han mantenido durante casi quince segundos un plano de un birmano muerto desnudo flotando boca abajo en un río. Entre otras cosas.

Ya saben aquello de "Todos somos iguales, pero algunos somos más iguales que otros", ¿verdad?

Dove y Axe: Unilever

Hace unos meses les hablé de Nivea. Hoy vengo con algo de Unilever, la empresa de la que salen productos tan diferentes como Dove por la belleza real y Axe por la belleza sexista (¿?). Este es un post sobre la hipocresía, y sobre cómo vender una estrategia comercial como ética empresarial.

Habla con tu hija antes de que Unilever lo haga

Habla con Dove antes de que sea demasiado tarde

Vía eTc.

A mí los extraterrestres

Parece ser que el CERN está desarrollando un nuevo acelerador de partículas que permitirá crear un agujero negro, entre otras cosas, y en el que se han gastado una suma nada despreciable de dinero. Parece ser también que a algunas personas el tema les parece algo imprudente, por aquello de que la criatura se nos meriende, y han llegado a poner una demanda contra la organización en cuestión en nosequé juzgado de nosedónde. Como es normal, parece ser que otras personas opinan que hay demasiado pseudocientífico suelto diciendo tonterías, lo que suscribo completamente y lo extiendo a cualquier disciplina imaginable.

Yo no sé más que lo justo de física, es decir lo suficiente para saber que la mierda de paloma va de arriba hacia abajo, pero me da más o menos igual que se cree un agujero negro que nos absorva como un niño se come un flan, que una raza extraterrestre fulmine la Tierra con un gigantesco rayo láser (no, eso sería cojonudo si antes nos amenazan por la tele) o que el Sol explote dentro de cinco minutos y nos engulla con patatas. Claro que entonces no me daría tiempo a acabar esta entrada y ustedes no la leerían y todo esto no tendría mucho sentido. Bien. A eso quería ir: a lo del sentido.

Más allá de asegurar unas condiciones de vida decentes para *los que ya están aquí* o de aliviar el sufrimiento de las personas, no tengo ninguna preocupación especial por la supervivencia de la raza humana, como si hubiese alguna razón mística ulterior que nos obligue a preocuparnos por aquellos que todavía no han nacido. No tenemos el deber de salvar a la raza humana de la extinción por alguna altruista obligación ética o universal; somos una mierda de especie en una mierda de planeta que, como el chiste, sabemos lo justo para andar sin cagarnos a la vez (y no deja de ser deprimente que con lo simple que es realmente todo, nos compliquemos la vida como lo hacemos). No podría vivir si tuviese que preocuparme por todas aquellas personas que nunca han llegado a nacer o por las que todavía no han nacido; si ya me cuesta sobrevivir con mis banales preocupaciones, imagínense si además me cargo a las espaldas responsabilidades de semejante calado; las personas que no nacen, no nacen, y punto. Qué más nos da; así que bienvenidos sean los extraterrestres y los agujeros negros, siempre que no duela.

Como podrán imaginar, hace rato que me he perdido en esta entrada, así que vamos a dejarlo en este punto. Espero que hayan entendido algo. Yo tengo los pies helados.

Bárbaros

Ayer escuchaba en la radio a un tal Pablo, jugador profesional creo que del Sevilla, decir que las peleas a navajazos entre los seguidores radicales del Atlético y los del Sevilla que hubo el fin de semana pasado no son parte del fútbol. Básicamente lo mismo dijo el Betis cuando un gilipollas seguidor de su equipo le tiró una botella llena de agua a Armando, el portero del Athletic, porque "le dió un pronto"; no es socio del Betis, así que cuánto lo sentimos te lo juro por el cristo del gran poder, pero no es problema nuestro. Poco ha tardado la directiva del equipo bético en acusar a la RFEF de coacción y poco menos que ensañamiento con ellos.

Menuda gilipollez; todo eso es parte del fútbol, pero claro, qué otra cosa vas a decir cuando te van en ello tus intereses o sufriste una profunda carestía educativa, por no decir otras cosas. Es fútbol tanto como el cabezazo de Zidane y los insultos de Materazzi en el último Mundial, el botellazo que recibió Juande Ramos o la patada que el portero del Racing le dió a un jugador del Getafe hace unas semanas, simplemente por haberle metido un gol. Tanto como las salvajes entradas de algunos jugadores, que parece que lleven la consigna de dejar inválido de por vida al contrario; alguno de vez en cuando hasta lo consigue. Todo eso es fútbol. Nada más y nada menos.

Es mejor dejar las cosas claras desde el principio; quizá no todos los aficionados al fútbol sean unos animales, pero hay un porcentaje de ellos nada desdeñable que sí lo son, y aunque cuando uno es un bárbaro y un capullo poco se puede hacer, lo peor es que los clubs, los jugadores, y sus presidentes y juntas directivas incentivan y fomentan este tipo de actitudes; con sus declaraciones, salidas de tono, sus agresiones y excesos de hombría y testosterona, tanto fuera como dentro del campo, unido todo ello a una falta de sentido común y/o retraso mental generalizada en este deporte; si al menos supiesen cerrar la boca... durante mucho tiempo, muchos equipos incluso han proporcionado a sus seguidores más radicales —léase como a auténticos hijos de puta homicidas— locales en los que "reunirse". Pero ya se sabe que el fúrgol es así, y no hay rival fácil.

Después de todo y como dice un amigo, ¿qué se puede esperar de 22 tipos corriendo en calzoncillos por la hierba?

¡Viva la Democracia!

Hola niños, niñas, y pelotitas de goma.

Ayer, por fin, se acabaron las putas elecciones; se acabaron los insultos, las promesas de siempre y la vergüenza ajena. Ayer, también, por primera vez en mi vida —y tengo 31 años, que se dice pronto— fui a votar. Si nada cambia, esa será probablemente la última vez en mi vida que vaya a votar, teniendo en cuenta que a todos los efectos, y puesto que no voté ni al PSOE ni al PP, hubiese dado lo mismo que el presidente de la mesa electoral hubiese roto mi papeleta delante de mis narices en lugar de meterla en la urna. Eso de que nos ha costado mucho conseguir una democracia para no ir a votar es muy bonito, y lo llevo oyendo muchos años, pero la verdad, con esta mierda de sistema electoral, es normal que mucha gente se quede en casa. Porque en la mayoría de las provincias, o votas a alguno de los partidos mayoritarios, o el resultado es básicamente el mismo que si uno no fuese a votar. Y las cosas seguirán así, por los siglos de los siglos.

Por poner un ejemplo, se habrán dado cuenta de que Izquierda Unida, con casi un millón de votos, ha sacado dos escaños, mientras que Convergencia i Unió, con aproximadamente setencientos cincuenta mil votos, ha conseguido once escaños. Dicho de otra forma, un votante de CiU vale unas cinco veces más que un votante de IU. Esto es culpa, como se pueden imaginar, de nuestra bonita ley electoral, que como bien apunta Somos lo más tonto que hay, es una ley que «fue promulgada [...] en plena Transición, y con pocas o ningunas ganas de volver a una dictadura, o a una situación que pudiese llevar a una nueva guerra civil, [y] la idea era conseguir consolidar los partidos más cercanos al centro (PSOE y UCD en el momento) para dejar los radicalismos a un lado.» El problema es que hace unos cuantos años que dejamos atrás la Transición, y lo que se deja a un lado no son los radicalismos sino partidos políticos legítimos y razonables.

No me voy a enrollar más. Yo sabía que la ley electoral era injusta, pero la verdad, no me imaginaba que mi nivel de ignorancia y de injusticia de la ley llegaba a ese extremo, y estoy bastante seguro de que hay mucha gente que lo desconoce (ignorantes somos muchos). Además, el hecho de que ninguno de los partidos mayoritarios esté decidido a modificarla indica lo poco que les importa y lo mucho que les favorece (no hay más que ver esa llamada a ejercer el "voto útil"). El resto de la información la tienen en El Utilómetro, aunque si han votado ustedes a una de esas fuerzas llamadas "minoritarias" (y no nacionalistas), les recomiendo que no lo lean. Acabarán de mala hostia, justo como un servidor.

Ah, sí. Enhorabuena a los premiados.

+ + +

Para distendir un poco los ánimos, les presento a nuestro candidato a Eurovisión: Rodolfo Chiquilicuatre. Como dicen por ahí, es lo más apropiado, mandar a un festival de música de risa una canción de broma. Atentos a la "bailarina" de rojo (habitual colaboradora de Buenafuente) y a la "familia" de Rodolfo. Otra cosa no, pero audiencia este año no faltará y risas tampoco, y más teniendo en cuenta que no somos los únicos.

Ganar no ganaremos, pero y lo que nos vamos a reír, ¿qué?

Objetividad periodística

Si uno le hace una entrevista a alguien a quien desea desacreditar, debería basar su estrategia en hacerle preguntas con "mala leche", buscando el punto débil y los errores de su interlocutor, y dejar que el lector sacase sus propias conclusiones con las respuestas del entrevistado. Lo que no debería hacer jamás al publicarla es preceder la transcripción de la entrevista con un comentario negativo y claramente de opinión como el siguiente [ElPaís.com]:

 

«Aspira a vivir en La Moncloa y centra su estrategia en descalificar a Zapatero más que en plantear soluciones. De hecho, la frase "no lo sé" abunda en la entrevista, hecha el martes en su casa, horas después del segundo cara a cara. Relajado, minimiza los asuntos más polémicos para el PP: la guerra de Irak y las teorías conspiratorias sobre el 11-M.»

 

Y no debería porque eso desacredita no al interlocutor, sino al periodista. Claro que a estas alturas de la película, ¿quién se cree todavía aquello de la objetividad y la ética periodística y el código deontológico? Pues eso...

Nivea, anuncios y mentiras

No sé si han visto el último anuncio de Nivea. 

En él, perteneciente a su última campaña, esta compañía parece querer adoptar la estrategia de Dove, que se basa en afirmar que la belleza no está única ni principalmente en las pasarelas o en los anuncios de moda, y que no hay que estar bordeando la anorexia —o estar de lleno metida en ella— ni tener unas medidas perfectas para ser una mujer atractiva y bella. El eslogan, que seguramente recuerden, es "Por una belleza real", y en sus anuncios se ven mujeres que, aunque obviamente han sido cuidadosamente seleccionadas, no siguen el estereotipo de la mujer escuálida de los desfiles de moda o las páginas de Vogue.

Como decía, Nivea está intentando hacer lo mismo con esta campaña, y según leo en Mira lo que veo —por cierto uno de los pocos blogs que he encontrado críticos con el contenido del anuncio—, la Directora de Marketing de Relaciones con los Consumidores de la central, Jo Wood, afirmó que «ésta es una nueva visión para Nivea que aboga por una visión holística de la belleza. No hay una fórmula estereotipada de la belleza. Nivea reconoce que la belleza es auténticamente individual y multifacética».

Miren la imagen que aparece debajo y vuelvan a ver el spot publicitario. ¿De verdad les parece que, a la vista de las pruebas, Nivea piensa que "la belleza es auténticamente individual y multifacética"? ¿No es demasiada hipocresía querer vender una belleza no estereotipada a través de un anuncio en el que básicamente salen chicas jóvenes terriblemente guapas y atractivas, continuando con el modelo de belleza al que las revistas de moda nos tienen tan acostumbrados y que Nivea *simula* rechazar?

Microrrelatos: una reflexión inacabada, mal estructurada y fácilmente malinterpretable

Les insinué que nos veríamos antes del lunes, y aquí estoy. No sé si se acuerdan de que hace unas semanas les conté que había participado en el primer concurso de microrrelatos Diomedea, organizado por Sergi Bellver. Si no se acuerdan, qué más da, si se lo acabo de decir. Como les comenté, no gané mas que el derecho a la pataleta, que no es poco. Bueno, he de mencionar que Sergi me obsequió con un enlace, y eso es siempre de agradecer. La semana pasada mandé mi única participación a la segunda convocatoria de dicho concurso, relato que no era otra cosa que una versión "capada" del "Vivir" que leyeron aquí hace unos días, para que se ajustase a los requisitos de extensión del concurso; ya ven lo chapucero que es uno. Lo que salió fue lo que sigue, aunque en este caso lo llamé "A.":

 

«A. lo convierte todo en una obligación. Cualquier cosa se torna en algo que "ha de hacer", y eso elimina toda la diversión de las actividades que emprende, lo que le lleva a abandonar una tras otra en busca de entretenimiento. Y en esa búsqueda que elimine el hastío que envuelve todo aquello en lo que se embarca, observa. Estudia y experimenta. La lectura, el cine, la música, los amigos y los deportes. Los sospechosos habituales: colócate mientras el cuerpo aguante, y visita la sala de urgencia del hospital más cercano; sexo: hetero y homosexual; orgías, sado y cualquier parafilia que imagines. En todo ello, fracasa, incapaz de comprender en qué cualidad, ajena a él, reside la diversión que obtiene la gente que le rodea. Como última escapatoria, miente, roba, viola y asesina, tortura, y se esfuerza en reducir la vida del otro a un infierno. Y se siente alegre, realizado, feliz; al fin se divierte, y su existencia se convierte en una vida, en una que vale la pena vivir.

Seguramente culparán a A. y lo condenarán sin más. Hagan lo que quieran, qué más da. Al fin y al cabo, ¿qué saben ustedes de vivir sin ilusión?»

 

Estoy de acuerdo en que quizá el texto no vale demasiado, o al menos a mí no me parecía que pudiese ganar un concurso de microrrelatos; y aún así lo envié, lo admito. Se me echaba el tiempo encima y el texto original había gustado por aquí, así que, ¿qué podía perder? Pues nada, lo mismo que gané. Tampoco es que esta vez los ganadores me hayan entusiasmado; creo que incluso menos que la vez anterior, puedo añadir, aunque para gustos colores (¿sí? ¿seguro?) y todo esto puede ser, simplemente, y como ya les dije, una perversión de mi objetividad por parte de mi orgullo. Dejando al margen el concurso, el fallo del jurado y mi opinión sobre los ganadores, lo cierto es que el relato original, a pesar de recibir varios cumplidos, personalmente no me acababa de gustar; lo había comenzado con una idea diferente, más basada en una experiencia real que de ficción, empezó a moverse solo y antes de perder el control lo acabé matando sin demasiado entusiasmo. No puede decirse, en definitiva, que lo considere una de mis mejores historias, pero ahí está.

Y esto viene a propósito —y agárrense, aquí es donde comienza de verdad la entrada— de un pensamiento recurrente que tengo acerca del valor del microrrelato como pieza literaria. Imagino que lo que sigue a continuación podría interpretarse como una versión ligeramente intelectualizada y enmascarada de la pataleta, de la excusa por no haber "triunfado" (yúju) en los premios citados. Qué quieren; conscientemente no lo es, inconscientemente, vayan ustedes a saber. Sin más preámbulos, como dicen en las presentaciones de la tele, la idea es que no le doy demasiada importancia a los relatos que les suelo poner aquí; no es que no piense que alguno de ellos pueda gustar, sino que como textos literarios los considero algo de poca entidad, y esto se extiende a cualquier relato de este tipo (micro) que escriba básicamente cualquier persona. Su composición es para mí —en mi caso— un simple ejercicio literario, una rutina creativa, un entretenimiento personal, mi manera de matar el poco tiempo que tengo para escribir contando historias. Desde el punto de vista del talento, una pieza de doscientas, trescientas o cuatrocientas palabras no deja entrever apenas nada, y lo mismo sucede si entramos a valorar el esfuerzo; es tan breve el espacio que la elección de las palabras adquiere una importancia vital, y por ello, carece de relevancia; no se puede basar la calidad de un texto en aspectos meramente estéticos. Por su parte, la historia no puede ser apenas desarrollada en tan corto espacio. Esto puede considerarse un poco a colación de los concursos de microrrelatos, tanto el de Sergi (cuya labor, independientemente de todo lo que yo diga, es encomiable), como el de la cadena SER o cualquier otro que quieran pensar. Imagino que habrá discrepancias tanto en este punto como en lo que ya he dicho, pero la idea es que elección de un texto de unos pocos cientos de palabras frente a otros de similar "calidad literaria" desde el estricto punto de vista del vocabulario o el uso de los "tempos" cobra una subjetividad extrema; los criterios personales y las razones a favor y en contra de un texto como este se basan en sensaciones y quedan sujetos por finos hilos. Eso no significa que un texto no pueda ser mejor que otro, sino que para que esto suceda, uno de ellos tiene que estar sensiblemente peor escrito. Sergi me comentaba en mi último comentario acerca de su concurso que un texto como el de Rosemary no puede abarcar elipsis temporales de veinte años, porque el lector pierde el interés. Discrepo; un lector no puede perder el interés en doscientas palabras; el error del texto es el texto en sí, no la elipsis. O el texto, o nada.

Podría extenderme más, pero para qué. Esto ya se ha alargado demasiado (eso es obvio), mi señora me llama a cenar (aunque haya hecho yo la cena), y tampoco sé si con más palabras aclararía mucho lo que pienso o lo que he escrito ahí arriba (que muy posiblemente esté mal estructurado y mal expresado). Miento; lo sé: no. Mañana, el lunes o el martes, más; tengo un diálogo en la cabeza desde hace meses, pero no encuentro la forma y el momento de ponerme a ello. Acabando, quizá esta entrada moleste a alguien, o algunos lo consideren una pataleta. Bueno, qué más da. Si así fuese, no obstante, ¿qué otro lugar hay, mejor que tu propio blog, para protestar sobre lo que te dé la gana?

Una mijina de política

Hace mucho que no escribo de política, porque aunque no se lo crean, yo antes lo hacía; se lo juro. Y no es que ahora esté especialmente interesado, pero me ha sorprendido (gratamente, para qué lo voy a negar) ver cómo —siempre según mi punto de vista— el PP es capaz de meter la pata hasta el nivel que lo está haciendo —el fondo— a menos de tres meses de las elecciones generales. Voy a pasar un poco por encima del anuncio del número dos, Manuel Pizarro (ex presidente de Endesa), ya que no me parece una persona a vender como si fuese el Mesías (repito, ex presidente de Endesa). Yo apuntaría más bien por una continuación de la política de privatización que se hizo durante la época Aznar y que, sea buena o mala política —a veces es una cosa y a veces otra, dependiendo del sector—, no suele ser lo más popular del mundo. Eso no significa que este tipo no sea válido, sino que viniendo de donde viene, no es quizá demasiado fácil de "vender". Me ha llamado además la atención verle hablar ante los micrófonos como si llevase años militando en el partido, aunque como dijo Solbes, lleva mucho tiempo haciendo política "entre bambalinas". Dejando a Pizarro con su merecida recompensa por su gestión en Endesa ante la OPA de Gas Natural, la metida de pata de la que les hablaba al principio es, como probablemente imaginan, la del rifirrafe entre Aguirre y Gallardón.

Básicamente, y siempre desde mi opinión, si algo ha demostrado el PP con este movimiento es quién manda en el partido; que el lugar del PP no está en el centro ni en el centro-derecha ni en el centro-derecha-derecha, si es que alguien alguna vez se creyó tal cosa; que su lugar está a la derecha-derecha de la derecha más derecha, y que la línea de partido la dicta Aznar acompañado del trío maravillas "Zaplana Acebes Aguirre et al.". Ahí es nada; como para pegarse un tiro. El PP ha sido incapaz de ver que Gallardón es probablemente la única persona del partido que despierta simpatías en la izquierda, que es lo único del PP que puede decirse que está cerca del "centro", y que podría haber sido la mejor apuesta para captar a aquellos indecisos que repudian la derecha más dura (la que se ha salido con la suya), pero al mismo tiempo recelan del PSOE por razones ideológicas o históricas.

Nunca he sido una persona de fuertes convicciones políticas "partidistas". Es decir, que tengo mis opiniones en materia social, económica y otras muchas, y a veces estoy de acuerdo con el PP y a veces con el PSOE. Soy de la opinión de que asistir a un mítin político es una de las mayores gilipolleces que se pueden hacer y poco más que un acto de estupidez supina, sin entrar en el nivel de borreguismo que conlleva (espero no ofender a nadie). No obstante, no puedo decir que no me alegro por lo del PP. No sólo porque demuestra la total falta de miopía de Rajoy —aunque esta decisión está lejos de ser personal— y muestra lo que se puede esperar del PP si gana, sino porque puede suponer el fracaso de la derecha (y aún mejor, el de *esta* derecha) en las próximas generales. Como comprenderán, no quiero a sujetos como Zaplana, Acebes o Aguirre (et al.) en el gobierno de mi país. Otra vez no. Por favor.

Si no les veo antes, que creo que sí, buen fin de semana.

El "gran" problema mundial (TM)

En la línea de las últimas entradas totalmente carentes de originalidad (al igual que muchos de los grandes blogs, vaya), y aprovechando las torpes y políticamente incorrectas —pero en mi opinión no exentas de razón— declaraciones de Rajoy sobre el cambio climático (chico, que eres candidato a la presidencia del Gobierno y eso de "mi primo me ha dicho" queda poco serio), vengo a traerles un artículo de Xavier Sala-i-Martín que refleja básicamente mi opinión sobre el tema este del cambio climático. Pero claro, antes voy a resumírsela un poco.

No se trata de que dude de la realidad de éste, no. Que no. Se trata de que me cruje que el cambio climático sea el principal —el "gran"— problema mundial cuando una buena parte de la Humanidad intenta sobrevivir en la miseria más absoluta; se trata de que podemos hacer del cambio climático la prioridad de facto para el mundo occidental acomodado, pero no para el resto del mundo, que ya tiene bastante con buscarse el sustento diario. Convertirlo en "el problema mundial" (tm) demuestra entre otras cosas hasta qué punto somos capaces en esta parte del mundo de despreciar el sufrimiento humano ajeno. Diciéndolo de otra forma, mueren millones de personas al año por falta de los recursos más básicos, y nadie —y menos que nadie, un político— ha montado una cruzada mediática de esta magnitud, ha declarado el hambre "el gran problema mundial" y de repente a todo el mundo le ha dado por firmar acuerdos y donar miles de millones de euros (¿o cuánto se creen que nos costará Kyoto?). No, claro que no. ¿Qué es occidente, una puta ONG? El caso es que a la luz del número de personas que viven por debajo del umbral de la pobreza en pleno siglo veintiuno en este santo país, occidental, europeo y civilizado, el PSOE tiene mucha suerte de que el PP sea tan torpe a la hora de abrir la boca. El cambio climático es desde luego un problema importante, pero no "el gran problema" mundial.

Y antes de pasar al artículo, me llama poderosamente (qué gran palabra) la atención la cantidad de dinero (¿qué hará con esa pasta?) que el señor Al Gore está generando con su "lucha": con su documental en DVD (que vas a comprar te guste o no), con su nada barato libro sobre el cambio climático (casi treinta eurillos, ahí es nada), con sus conferencias a doscientos mil euros la unidad, y etc etc. Además, también resulta curioso que haya impuesto «estrictas condiciones a los periodistas que asistan a la conferencia, entre las que destaca que su intervención no podrá ser grabada ni filmada y que los redactores gráficos sólo dispondrán de cinco minutos para fotografiarle.» [ElPais.com]. No se equivoquen; me parece perfecto que este señor se haga de oro y diamantes con su trabajo, pero si tan preocupado está por el cambio climático y por propagar su mensaje por todo el mundo, y todo esto es algo más que fachada o una lanzadera mediática, ¿no sería mejor, además de comprarse unas mantas y usar menos la estufa, que hiciese el documental y el texto accesible al mayor número de personas en el mundo? Que quizá no, oíga, pero es sólo una idea, porque este sujeto transmite unas ideas e impresiones que pueden malinterpretarse fácilmente, si atiende uno al volumen de líquido que *parece* fluir hacia su persona. Y además, y esa es otra, que me pregunto yo qué coño tiene que ver el cambio climático con la paz. Y bueno, que sí, que me dejo de rollos y ya vamos con el artículo, que lo dice todo mejor que yo.

Sí, esta entrada es larga, ¿qué pasa?

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Cambio Climático (y vi): No Es Nuestra Prioridad

Al Gore afirma que evitar el cambio climático (CC) no es una cuestión de política sino de moral. Es nuestra obligación ética, dice, dejar a nuestros hijos un planeta mejor.

La utilización de conceptos de moral y ética en el debate sobre el CC indica que algunos analizan el problema del calentamiento global no tanto desde la ciencia como desde la religión. En un discurso pronunciado en la universidad en California, Michael Chrichton equiparó al movimiento ecologista con una nueva religión ya que hablaba de la irrupción del hombre en el paraíso terrenal con un pecado original contaminador llamado revolución industrial y que prometía la salvación eterna si se cumplían los mandamientos revelados en Kyoto. A mi también me da la impresión que algunos radicales del CC apuntan tics sacerdotales. Pero, a diferencia de Chrichton, no lo digo por el contenido de sus ideas sino por la forma cómo las defienden que a menudo recuerda a los tribunales de la Santa Inquisición. Por ejemplo, antes de siquiera entrar en debate, acusan a los que discrepan de estar al servicio, no del demonio, sino de Exxon (que me parece que es mucho peor) o de ser neocones pagados por el satánico Bush. Llaman negacionistas a los que no comulgan con sus ideas equiparándolos con los nazis que niegan el holocausto. Exigen censura a los medios de comunicación para acallar a los que se desvían del catecismo oficial. Piden que se silencie a los ignorantes que no tengan un título de física, aunque el debate sea más un tema de estadística y economía que de climatología. Culpan a los sacrílegos de querer destruir el planeta e incluso los denuncian por no amar a sus hijos. Y claro, todo esto lo hacen sin aportar pruebas, porque los poseedores de la verdad absoluta nunca han necesitado pruebas para condenar al hereje a la pira purificadora. Les basta con hablar, como Torquemada, desde una supuesta superioridad moral.

A mí, la verdad, todo esto me parece bastante cómico. Una sociedad sana debe debatir los temas importantes de manera abierta y civilizada, sin actitudes inquisidoras. Les diré incluso que estoy de acuerdo con Al Gore cuando dice que tenemos la obligación ética de dejar un planeta mejor a nuestros hijos. Pero un planeta mejor no quiere decir un planeta más frío. Un planeta mejor es (también) un planeta sin pobreza. O un planeta sin SIDA o Malaria, un planeta sin malnutrición, un planeta donde todo el mundo tiene acceso a la educación y al agua potable, un planeta sin guerras, corrupciones políticas o gangsterismo.

Y dado que hay muchas maneras de mejorar nuestro mundo, el debate debería centrarse en cómo priorizar a la hora de hacerlo y no en quien ostenta la superioridad moral.

Sí, ya sé que algunos dirán que no hace falta priorizar porque luchar contra el cambio climático no impide luchar también contra la pobreza. Pero eso es falso. Las restricciones presupuestarias existen y cuando un gobierno dedica dinero o capital político a luchar contra el calentamiento, no puede dedicar esos medios a la cooperación internacional. Del mismo modo, cuando una empresa dedica recursos de responsabilidad social a mejorar el medio ambiente, no los dedica a promocionar infraestructuras de agua en África.

Y no. No vale decir que luchar contra el CC va a generar mayor crecimiento porque la verdad es que reducir el CO2 va a costar mucho dinero. Tampoco vale decir que luchamos contra el calentamiento para evitar que los africanos se queden sin agua dentro de 100 años, porque los africanos no tienen agua hoy: en la actualidad ya hay dos millones de niños que mueren de diarrea cada año por falta agua potable. Si todo esto lo hacemos para ayudar a los pobres, solucionemos primero los problemas de los pobres de hoy y después ya ayudaremos los de dentro de un siglo.

La pregunta clave del debate del CC es, pues: si priorizáramos de manera racional, con información experta y sin las histerias generadas por películas de Hollywood, ¿qué problema de los muchos que tiene el mundo, deberíamos atacar primero? Existe un grupo en Dinamarca llamado Consenso de Copenhague que ha intentado responder a esa pregunta. Primero reunió a un grupo de sabios que incluían a varios premios Nobel con los más expertos defensores de dar prioridad a la lucha contra el CC y pidió a éstos que expusieran sus ideas, sus razonamientos y sus evaluaciones de costes y beneficios de solucionar el problema. Luego hizo lo mismo con los que querían priorizar la lucha contra el hambre, la erradicación de la malaria, el acceso al agua potable y así hasta 17 problemas de primer orden mundial. Una vez escuchados todos los expertos, se pidió a los sabios que establecieran un orden de prioridades. El resultado: la lucha contra el SIDA y la malaria encabezaban la lista y les seguían la pobreza y la malnutrición, las barreras arancelarias que impiden a los países pobres comerciar y crear riqueza, el acceso al agua potable y la educación. Lo interesante es que el cambio climático ocupaba la última posición.

El Consenso de Copenhague repitió el experimento con 24 embajadores de las Naciones Unidas y con un grupo de jóvenes, representantes de las generaciones futuras. En ambos casos los resultados fueron idénticos: puede que el calentamiento global sea un problema importante. Pero no es el único problema importante a los que se enfrenta la humanidad. Una vez se comparan las urgencias y las necesidades, los costes y los beneficios, los pros y los contras, la lucha contra el cambio climático no es nuestra prioridad.

(La Vanguardia, X-05-2007. Xavier Sala-i-Martín es Catedratico de Columbia University y Profesor Visitante de la Universitat Pompeu Fabra. © Xavier Sala-i-Martín, 2007.)

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[Otros artículos suyos, tanto en HTML como en PDF, aquí en castellano, y aquí en catalán. La serie de seis artículos sobre el cambio climático, con la que estoy completamente de acuerdo, aquí]

Gorrillas (breves)

No deja de sorprenderme la versatilidad y adaptabilidad de los gorrillas de mi ciudad, Valencia, a las más variadas condiciones (aunque intuyo que no son nada excepcional). Mientras que en un día habitual jamás te invitarían a aparcar en medio de un jardín, so pena de multa y grúa, cuando juega el equipo "de la ciudad" (el Levante no cuenta, que son pobres), se organizan para detectar nuevos sitios de aparcamiento allí donde quepa un coche, tales como segunda fila, carril bus, jardines, tercera fila, y etcétera.

Lo cual por otra parte demuestra que eso de que esté prohibido estacionar en todos esos lugares tiene un gran DEPENDE delante.

Serie B

Me pregunto si, en lugar de realizar tanto tributo a las películas de serie B, que no dudo de que hayan aportado grandes momentos a la historia del cine, y cuya tarea parece ser la fijación principal de Robert Rodríguez y en menor medida de Quentin Tarantino (quien creo, sin haber visto -todavía- Planet Terror, que cada día está más sobrevalorado y cuya calidad como director tiene una gran componente de marketing, más allá de las grandes bondades de Reservoir Dogs y Pulp Fiction), no sería también de desear que se hiciesen tributos a directores como Bergman, Fellini, o Kurosawa.

Claro que la respuesta a esa pregunta imaginaria estaria muy clara después de ver la película en cuestión: «Pues no, no era tan de desear»

Sobre (¿dis?)capacitados

El otro día leía en elmundo.es una noticia acerca de un corredor -el sujeto de la imagen- que después de ganar un oro y un bronce en los Paralímpicos de Atenas en 2004, entre otras cosas, quiere correr en Atenas 2008 con el equipo nacional de Sudáfrica. Esto, por supuesto, no sería noticia si el tipo en cuestión tuviese piernas en lugar de lo que tiene por piernas, lo que por cierto resulta bastante espectacular -y un tanto acojonante. Pero la IAAF (lo que viene a ser la FIFA para esto del correr, del saltar y del tirar cosas por el aire, y más) dice que no se fía, que no, que eso que le mantiene de pie es posible que le de una ventaja extra, así que se lo está pensando.

Aparte de que me parece un tanto alucinante que esta persona pueda competir con deportistas con discapacidad pero no con personas sin discapacidad (¿es que contra discapacitados "eso" no es una ventaja?) pero entiendo que los reglamentos son con toda probabilidad diferentes, reconozco que me encantaría verle corriendo por la pista con esto anclado a sus rodillas, no sólo por el afán de superación que tanto le gusta vender al COI (y a VISA, Mastercard, Nike, Reebok, Coca Cola, etc...), ni tampoco por el espectáculo (que es mucho), sino también porque resultaría interesante ver hasta qué punto unos son "discapacitados" y otros "capacitados".

"En el váter, plantando un pino (cagando)"

Hoy que he venido de traje y corbata -¿pueden creérselo?- podría aprovechar para contarles algo más serio y formal, o al menos en un tono más serio y formal, pero al fin y al cabo, ustedes no son clientes y a mi aparentar se me da bastante mal, sobre todo cuando estoy escribiendo, por lo que van a tener que quedarse con mi misma versión de siempre, tanto si les gusta como si no. Que eso, por supuesto, debería ser bueno y no malo si les gusta el blog. Para este viernes y los dos días que nos siguen, les tenía preparado un ladrillo.

Conocen como funciona esto de los blogs en muchos casos: lees un blog, una noticia, o un comentario de alguien, y eso te va generando poco a poco -si estás en desacuerdo con la opinión del sujeto en cuestión- una desazón que va in crescendo y acaba produciéndote unas ganas irrefrenables (últimamente uso mucho esa palabra) de decirle al mundo cómo de equivocada está esa persona, o al menos cuál es tu opinión o intuición al respecto. Ocasionalmente eso te lleva a meterte con alguien, y cuando eso sucede, es algo que por lo general no es fácil de evitar; más que nada, lo que puede intentarse es no entrar en el ensañamiento personal; yo a veces lo consigo y a veces no. En este caso, a pesar del proceso descrito, voy a intentar ser moderado, no sea que me equivoque y vengan ustedes dentro de un tiempo a cargar contra mí. Claro que para ello, deberían ustedes tener la suficiente memoria y ganas, y yo debería tener la suficiente audiencia, así que teniendo en cuenta que ninguna de estas dos cosas se cumplen (o al menos no la segunda), tampoco corro demasiados riesgos.

No sé si conocen ustedes el blog de Enrique Dans, profesor del Instituto de Empresa y "editor" del blog que lleva su nombre, www.enriquedans.com. Yo personalmente lo sigo desde hace un tiempo -incluso el otro día alguien aprovechó una excesiva defensa de mi identidad para intentar hacerme pasar por un troll en ese blog-, y aunque no estoy de acuerdo con gran parte de las cosas de lo que dice, ni cómo lo dice (mucha idea y poco análisis es la cuestión), son por lo general opiniones a tener en cuenta, aunque sólo sea por venir de quien vienen, lo cual demuestra que incluso en Internet la reputación importa, y no a todo el mundo con las mismas opiniones se le hace el mismo caso; importan mucho los amigos, los contactos, y tus herramientas de márketing: la cacareada democracia de Internet a tomar por culo, justamente como en el mundo real. Para ponerles en situación, Enrique Dans adolece de dos pequeños problemas. El primero es un ligero -o no tan ligero- ombliguismo («en mi última clase...», «en unas conferencias que he dado en EEUU...» «en un congreso de Shangai en el que he estado de ponente...») propio de otra gente de su ámbito (cualquiera que de conferencias hablando de blogs, la Web 2.0, MySpace, Menéame, o cosas similares, suele ser un buen candidato si de eso se trata), pero algo normal en su caso después de todo si tus estadísticas dicen que tienes casi 120,000 lectores diarios. Que las estadísticas mienten, sí, claro, pero que tiene una cantidad ingente de lectores a pesar de su (¿falsa?) modestia, eso también. El segundo (problema) es su fe ciega en todo, absolutamente todo lo que está surgiendo a raíz de la peste esta llamada webdospuntocero, que es otra de las características de la gente de su ámbito; sí, todo eso que sirve para comunicarse, crear redes sociales, potenciar el intercambio de información, bla bla bla. Esto va por la parte de hablar mucho y analizar poco.

El caso es que al respecto a esto último, voy a concretar un poco más. Enrique tiene una afición casi malsana por un bicho llamado Twitter, que te permite decirle a todo el mundo qué estás haciendo en cada momento, pero con sólo 140 caracteres. Y no es el único: cualquier tecnólogo o pretendido gurú de la blogosfera -los que les decía antes, que en muchos casos no acaban de aportar nada en absoluto- tiene su propia "página", en la que cuenta gilipolleces insustanciales como "Acabo de desayunar", "Me voy a la cama" o "Estoy tomando una cerveza en una terracita". No me interpreten mal, cualquiera es libre de decir las gilipolleces que encuentre oportuno tanto si tiene su audiencia como si no, pero eso no las hace menos gilipolleces. Enrique define esto -y de ahí parte de la crítica que le hacía antes- como «Comunicación es estado puro, sensación de proximidad total con aquellos a los que sigues, una herramienta que cada día me gusta más». Bueno, el caso es que yo no le veo la gracia a todo eso, pero eso por supuesto es cosa mía. No es sólo que, obviamente, tiene que haber un cierto interés y casi dependencia de este tipo de cosas (¿quién en su sano juicio dice, o necesita decir, o siente el deseo de decir que va a tomarse una cerveza o una horchata justo antes de tomársela? ¿No les parece una tremenda estupidez en sí misma, o sólo yo pienso eso?), ni es sólo pretender que continuamente hay gente interesada en qué estás haciendo en cada momento del día, o que tu vida es de alguna forma especial para alguien más que tu entorno más cercano, y volvemos al ombliguismo. Es todo eso y pensar si a alguien en este mundo le puede interesar que te vas a dormir, y porqué eso le puede interesar; es creer que saber qué hacen los demás en cada instante te acerca a ellos, es malinterpretar el concepto de comunicación y llenarla de ruido, de basura inservible. Porque que seas Enrique Dans no la hace útil, aunque seas Enrique Dans.

Y esa es mi opinión. Como siempre, nos vemos el lunes o el martes por aquí, si quieren; yo por mi parte tengo cosas que hacer este fin de semana. Ya saben que estaré en el correo electrónico, pero no esperen respuestas inmediatas. Yo tengo mi vida y ustedes tienen la suya y probablemente, a no ser que sean una de esas personas a las que no me dirijo como a "ustedes" y para los que estaré en el móvil, e incluso en ese caso, nuestro interés recíproco en la vida del otro es por fortuna limitado. No se ofendan, pero con la cantidad de cosas interesantes que hay en el mundo, me importan un rábano sus rutinas, sean quienes sean, como probablemente a ustedes las mías; todos tenemos las nuestras y no son nada especial. Así que pasen un buen fin de semana, sean buenos y como les decía, hasta la semana que viene.

Puntualizaciones (sobre lo de ayer)

Ayer les comentaba, medio en broma, una noticia por la que el gobierno chino había decidido ejecutar al ex director de la agencia reguladora de alimentos y fármacos por corrupción. No iré tan lejos como para pedir eso, pero leyendo una noticia de El Blog Salmón, se me ocurre que nosotros estamos justamente en el extremo contrario. Al parecer, la Diputación Foral de Vizcaya ha regalado a tres diputados forales que abandonaban su cargo tres Rolex por valor de 2500 euros (cada uno).

Vale, de acuerdo, eso es todo legal, pero viene a reflejar, como apuntaba madmax que había escrito Reverte, la falta de ética, escrúpulos y caradura que hay en este país, sobre todo en el ámbito político (cada uno con su dinero que haga lo que le venga en gana). Entre la depuración extrema de responsabilidades -con la que no estoy de acuerdo- aplicada en China y por lo general, la falta total de responsabilidades que existe en este santo país, estoy seguro de que habría que encontrar un término medio. Porque no hay más que ver los casos del Yak 42 y el accidente de metro de Valencia, ambos con víctimas mortales, para darse cuenta de que aquí, nadie se hace responsable de nada.

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Por lo demás, respecto a las medidas de bajada de impuestos anunciadas por Rajoy, qué les voy a contar. Me da la ligera impresión de que benefician a las capas altas de la sociedad (¿Disminución del 43% al 40%? ¿Cuánta gente en este país paga un 43%?) y que no aportan nada a la clase media y baja, aunque si alguno de ustedes sabe más de esto que yo, por favor que me corrija.

F1

Las cosas como son. La Fórmula 1 es esencialmente aburrida; una carrera que viene a durar dos horas, donde apenas pueden verse un par de adelantamientos en pista, y cuyo climax deportivo es ver quién realiza el repostaje de combustible en menos tiempo. Por supuesto, eso no es todo lo que hay, pero es casi todo. Y es que sólo existen dos factores que hacen a la F1 entretenida para el público. El primero, los accidentes. Una carrera aburrida y tediosa se convierte en excitante si hay múltiples accidentes, aunque aún así siga sin haber ningún adelantamiento. Y el segundo, es como no puede ser otro, el sentimiento patrióticonacional (propio de todos los deportes, por otra parte) que hace que en un país sin ningún tipo de afición por la F1, millones (incluido un servidor, de vez en cuando si hay tiempo y nada mejor que hacer) se sienten a ver a Alonso correr en su buga. Ya les he dicho alguna vez eso de la estupidez, ¿no?

Por lo demás, quizá vean algún comentario fuera de lugar en las próximas horas o días, pero es normal. Al parecer, tengo un par de descerebrados con poco conocimiento y mucho tiempo. El fin de semana moderé los comentarios, pero de momento lo dejaremos así y ya veremos como van las cosas.

Ha sido un fin de semana duro. Luego les cuento más y mejor, quizá sí o quizá no.

De burbujas y cosas afines

Como muchos de ustedes saben, soy uno de tantos hipotecados, concretamente desde el uno de diciembre del 2005. Un piso en Valencia, relativamente céntrico, relativamente amplio y relativamente todo. Aunque el amigo de los niños, conocido también como Euribor, ha subido sustancialmente desde ese día, de momento -y espero que por mucho tiempo- no tengo problemas para pagar la cuota (hola, jefe). Y digo esto porque me sorprende que muchas de las personas que se quejan en Internet de que los precios de la vivienda estén por las nubes no sólo parecen querer y desear que éstos se derrumben, sino además, que todos aquellos que tenemos un piso con una hipoteca formalizada nos veamos obligados a vender, o nos embarguen y nos quedemos en el paro, por gilipollas e hipotecados, ya que por lo visto, somos los culpables de todo esto.

Es obvio, muy obvio, tremendamente obvio, que los precios de la vivienda son irracionales, que hay una burbuja inmobiliaria -no sé cómo de grande- y que si no bajan, el incremento de los precios se va a moderar en los próximos años muy sensiblemente. Dicho esto, yo no entiendo mucho de economía, la verdad, pero tengo la impresión de que si el país de verdad se va a la mierda como estas personas quieren que suceda, y mucha gente se va al paro, otra tanta tiene que malvender el piso, y a otra tanta el banco se lo embarga por no poder pagar, lo que van a llover del cielo no son pisos a dos pesetas y felicidad y flores para aquellos que no se hipotecaron. No. Van a ser hostias con la mano abierta, para todos y para todas: hipotecados y no hipotecados. Y es que, perdónenme la soberbia, pero creo que lo que hay aquí es mucha mucha miopía y una buena dosis de estupidez e ignorancia.

Para variar.

Borregos 'r' us

Como es posible que sepan, una de las muchas críticas que se le hacen al llamado mundo occidental -o civilizado, si quieren, y no diré nada al respecto- en su "relación" con el también llamado Tercer Mundo -o subdesarrollado, si quieren, y aquí tampoco diré nada al respecto- es que les proveemos de alimentos pero no les dotamos del conocimiento y la tecnología que les permita cultivarlos por ellos mismos. Claro que aunque lo hagan, luego no dejamos que les salga rentable vendérnoslos, pero de eso ya hablaremos otro día.

Bien, pues algo parecido he pensado hace un rato al leer esta noticia sobre la nueva campaña de prohibición de publicidad del alcohol destinada a los jóvenes. Supongo que en lugar de educar a las personas a tomar decisiones por sí mismas, en lugar de proveerlas de un aparato crítico para que puedan pensar por sí mismas, resulta mucho más sencillo y conveniente decirles lo que pueden hacer y lo que no mediante un divertido sistema de prohibiciones. Mejor mantener agilipollada a la población -toros, fúrgol, OT, Gran Hermano y olé- que plantearse qué es lo que se está haciendo mal para que, por ejemplo, el consumo de cocaína entre los menores se haya disparado, o un chaval de quince años beba tres cuatro o cinco veces más alcohol que yo cualquier fin de semana (les doy una pista: entre otras cosas el sistema educativo actual es una mierda, y eso no crean que implica que el anterior fuese excepcional). ¿Conocen aquello de matar moscas a cañonazos? Pues eso.

No es cuestión de victimizar a la juventud sino de hacer una mínima reflexión, aunque como siempre les digo, una persona que piensa se convierte en un potencial problema, y por supuesto eso no interesa a nadie. Se vuelve peligrosa.

Creo que ya se lo he dicho, pero estaré en Sassari hasta el miércoles que viene, así que si alguien desea algo, tendrá que esperar un poco. Sean buenos mientras tanto.

Criterios de felicidad

Esta noche, viendo a la comentarista del Telediario de La Primera sonreir como si acabase de tocarle la lotería cuando hablaba del triunfo de Nadal en Roland Garros, me he preguntado porqué la gente se pone -incluído a veces un servidor- tan contenta cuando algún compatriota, generalmente deportista, gana algo. Quiero decir, la gente vive enfangada en su propia miseria, en su propia vida de mierda, y se alegra porque un sujeto al que no conoce de nada y que -habitualmente- vive sin ninguna preocupación gane un partido de tenis, un partido de fútbol o una carrera de Fórmula 1. Ya sé algunas de las razones a este particular comportamiento, no teman. Una podrían ser las consideraciones patrióticas -chicos no empecemos- que es obvio que existen y se fomentan desde los medios de comunicación, otra la necesidad que tiene la gente de evadirse de la putrefacción existencial en la que están sumidos, y por último, el sentimiento de grupo, que imagino que enlaza con la primera. Pero qué coño quieren que les diga, no voy a comprenderlo todo siempre ni a compadecerme de mi mismo y de los demás una y otra vez, así que la única respuesta que encuentro a esto en estos momentos es la siguiente, que ya conocen: somos gilipollas.

Porque lo peor es que cuando un compatriota efectivamente hace algo que vale la pena, que no es ganar un campeonato de Fórmula 1 ni la Liga de Campeones ni el Masters de Augusta, sino algo como desarrollar técnicas que salvan la vida de las personas, a la gente se la suda. Ya ven lo absurdos que son nuestros criterios de felicidad.

¿Es la gente... gilipollas?

Ya sé lo que les dije el otro día acerca de escribir ficción, pero hay ciertas cosas a las que no puede uno resistirse; me van a disculpar si el siguiente comentario es algo largo. Al menos lo intentaré hacer ameno en la medida de mis posibilidades, que no nos engañemos, no son muchas. Tampoco crean que les voy a decir nada nuevo; en esto de la reflexión política, si es que se atreven ustedes a utilizar tal denominación, no soy nada innovador. Más bien al contrario, soy bastante típico, pero qué le voy a hacer. Lo que venía a contarles hoy es que un rato después de acabar de escribir la entrada del otro día, ví en Noche Hache una pequeña encuesta a pie de calle hecha por Marta Nebot en la que se le preguntaba al viandante sobre temas de política. Sí, claro que sé que Cuatro es una cadena sociata, pero eso no viene al caso ahora. El caso es que hubo dos que me llamaron especialmente la atención, aunque en conjunto eran todas las opiniones bastante deprimentes. En la primera de ellas, una mujer acusaba al PSOE de intentar hacer creer a los españoles que ETA había sido la causante del 11-M. Tras unos momentos de vacilación, no le quedó más remedio que admitir que se estaba liando; menos mal que se dió cuenta. Sin embargo, la mejor era la segunda que recuerdo, que es la que da origen a esta entrada.

La encuestadora le pregunta a una mujer de quizá cincuentaytantos qué opina de ZP, a lo que esta responde literalmente Es un gilipollas. Su interlocutora le pregunta, asombrada, cuáles son las razones para tal opinión, y contesta algo como que es un gilipollas porque lo dice su hermano, que siempre está metiéndose con él. Tras esta asombrosa gilipollez, esta vez sí, mi señora L., bastante indignada, me pregunta si es que la gente es gilipollas. Y yo, aparte de contestarle que sí, que la gente es efectiva y profundamente gilipollas, les traslado la pregunta a ustedes, a pesar de la redundancia del insulto: ¿Creen que es la gente gilipollas? No, no estoy siendo laxo en el uso del lenguaje. No interpreten nada: ¿es la gente gilipollas?

Y no me refiero sólo a esta buena y paleta señora (perdóneme buena mujer, pero puestos a ello, seguro que su hermano opina lo mismo que yo). Si sólo fuese esta tonta, otro gallo nos cantaría. A lo que voy es a cómo es posible que la gente que ha salido más reforzada de estas elecciones sean los especuladores del ladrillo [gracias, primo] y muchos sujetos políticos de dudosa reputación y peores escrúpulos, imputados por delitos más que sospechosos; Fabra es el primero que me viene a la cabeza. O cómo es posible que aún haya gente que crea que ETA tuvo algo que ver en el 11-M, o el populacho ignore conscientemente o disculpe barbaridades urbanísticas simplemente porque la causa de éstas es la construcción del estadio de "tu equipo". Para mí, esto es casi incomprensible. Verán, hace unas semanas salía en prensa el señor Alfonso Rus, alcalde de Xàtiva, porque al parecer había llamado burros a sus propios votantes, ya que en un mítin había prometido que llevaría la playa a Xàtiva, y eso le había conseguido la reelección. Para los que no la conozcan, Xàtiva es una bonita ciudad que está situada aproximadamente a cuarenta y cinco (45) kilómetros de Valencia hacia el interior [actualización 12:25h], segun la Wikipedia. Sí, ni más ni menos. Cuarenta-y-cinco. Cágate lorito. Mucho tiene que subir el nivel del mar para que Xàtiva vea algún día las olas del Mediterráneo.

Por supuesto, esto es lo que el sujeto este, por llamarlo de alguna forma, opina. Otra cosa es que realmente la gente creyese esta promesa y por eso le votase, aunque el hecho es que esta bonita ciudad hizo alcalde a un señor que decía que iba a llevar la playa a Xàtiva, cosa que es literalmente imposible; no sé de qué se asombra El Levante de que les llame burros, ni a qué viene tal indignación periodística. Porque sí, efectivamente son burros y muchas cosas peores. La gente se cree lo que un tipo subido en un pedestal le diga. La gente se cree que un producto es mejor que otro simplemente porque un médico, un actor o un presentador se lo dice en televisión. Porque básicamente, e incido, la gente es tonta. No sé si pillan la idea que quiero transmitir, aunque creo que sí. Esto es de alguna forma como el anuncio del Smart; metiendo dinero y gente, puedes hacer que la gente se crea cualquier cosa.

Hace algunos meses ya, cuando aún estudiaba la eternamente inacabada carrera de Filosofía, tuve una pequeña discusión en clase en torno a la capacidad de la gente para pensar por sí sola. En un extremo de la balanza, el individuo es capaz de tomar sus propias decisiones de manera autónoma en todas las circunstancias posibles, y si no lo hace así, se le culpabiliza por no llevar las riendas de su propia vida. Algo como esto es una utopía y me parece totalmente injusto. La gente no tiene siempre el tiempo, la formación y la capacidad para ello, y es totalmente comprensible que adopte modelos ajenos de conducta, opinión o ideológicos en ciertos ámbitos; todos lo hacemos de vez en cuando, y no hay nada de malo en ello. No obstante, eso no tiene porqué hacerle perder una posición crítica en muchos otros aspectos. En el otro extremo se plantea que, puesto que el sujeto carece de, como decía, la formación, el tiempo y la capacidad, no se le puede pedir que piense por sí mismo, y se le victimiza; es la sociedad la que le subyuga y le vuelve idiota. Pues no, perdone. Las cosas no acostumbran a ser blancas o negras, así que la cuestión reside en buscar el punto intermedio entre ambos extremos. Para variar.

Enlazando la idiotez no congénita y aprendida de las personas con nuestros amigos los políticos, uno podría pensar que un ciudadano formado y con capacidad de análisis crítico sería beneficioso, ya que votaría a la que considerase la mejor opción tras un análisis de cada uno de los programas electorales. Claro que eso implicaría la necesidad de que los políticos desarrollasen propuestas electorales viables (más playas en Xàtiva: conectar mediante AVE *todas* las capitales de provincia. Vamos, señor Rajoy, no nos haga perder el tiempo...) y discursos tanto razonados como razonables. Pero por desgracia, los políticos son conscientes del esfuerzo -y a menudo, de su incapacidad- para hacer tal cosa, por lo que escojen el camino rápido que es agilipollar a la gente y así poder manipularla sin más que subirse a un estrado y gritar cuatro tonterías a pleno pulmón llenas de descalificaciones.

Concluyo. Esta entrada es simplemente una respuesta a la incógnita de cómo es posible que los más beneficiados por las elecciones sean los sinvergüenzas de siempre que todo el mundo ya conoce. Sí, la gente es idiota. Tonta. Gilipollas. Faba. Imbécil. Y aunque a nadie se le pueden pedir imposibles, tampoco a nadie se le puede excusar de toda capacidad crítica. Y como creo que ya les he dicho, a los hechos me remito.

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Por lo demás, llegada la temporada de verano, van a haber algunos ligeros cambios en el blog, que afectan sobre todo a la periocidad de publicación. En estos momentos, estoy poniendo a razón de una entrada diaria, algo que creo que incluso puede ser demasiado para algunas personas de las que me leen. Tengan en cuenta que tengo que trabajar, salir a correr, hacer la cena, tareas de limpieza varias, sacar a Samy de paseo, comprar cuando se tercia, escribir algo más serio, y tareas diversas. Y todo eso, dejándole a mi señora su correspondiente parte de tiempo y protagonismo. Imagínense. Así que de una al día vamos a pasar a una cada dos días o de vez en cuando, incluso una cada tres días. Aunque seguramente me conocen bastante bien; digo esto y seguro que sigo como hasta ahora. Ya veremos, pero al menos quedan advertidos.