Sólo se mueren los tontos

Superman.

Un individuo que vuela y se mueve a la velocidad del sonido, que es prácticamente indestructible y muchas otras cosas más. Un tipo que se dedica a sacar personas de coches llenos de agua, jugar con las faldas de Lois Lane -tiran más dos tetas que dos carretas-, hacer el tonto como periodista, y evitar atracos de poca monta. Y por el otro lado está Lex Luthor, un ser humano normal y corriente. Nada excepcional, pero inteligente, ambicioso, emprendedor, con una perspectiva global, visión y ganas de hacer algo grande: gobernar el Mundo, nada más y nada menos. Poder, con mayúsculas, como está mandado, a pesar de sus limitaciones.

Pues eso. Que puestos a tomar ejemplo...

Los cuatro fantásticos

Hola niñas, niños y pelotitas de goma.

Ya estamos aquí de nuevo, yo y el esquizofrénico, el esquizofrénico y yo. Los cuatro.

Aunque es obvio que hace unos días que rondaba por aquí —sólo las personas se cuelgan solas, las fotos de perros no—, lo cierto es que hasta ahora no tenía nada interesante que contar; ahora tampoco. Este año además no ha habido intensivo de piscina, ni intensivo de solecito, ni intensivo de verbenas de verano; no ha habido intensivo de casi nada, y ya sabéis de quién es la culpa. Más bien al contrario, eso sí, ha habido intensivo de Summer in the city, y aún estoy decidiendo si quejarme por ello o no.

También he de admitir, antes de continuar, que esta nueva temporada viene marcada por las palabras de cierta mujer en las que admite no reconocer en estas líneas al tipo con el que sale (yo). Lo que en pocas palabras debe significar que en la realidad soy más tonto, cosa que tampoco es ninguna novedad.

De cualquier modo, más tonto, menos tonto, ya estamos aquí de nuevo. Lo dicho; yo y el esquizofrénico, el esquizofrénico y yo; los cuatro.

Rascando

Ya sé que últimamente escribo con menor frecuencia y probablemente os parecerá que de peor calidad, pero es que me paso el día rascándome los cojones y eso cansa mucho, con lo que no me queda tiempo ni ganas de ponerme a escribir. Había pensado en colgar una foto, pero el que quiera verlos, que lo pida; tampoco son nada especial. El caso es que durante el veranito, y hasta que vuelva de vacaciones por allá el lejano septiembre, vamos a relajarnos todos un poco y esto va a estar más quieto —pero no parado, al menos no hasta que me vaya de vacaciones dentro de tres semanas— de lo que ha estado en los últimos seis meses. Seguro que tenéis cosas mucho mejores que hacer que estar delante de una puta pantalla leyendo gilipolleces. Lo digo de verdad, no es coña. Seguro que las tenéis.

Salir y daros una vuelta. El mundo está lleno de idiotas y además nos gusta que nos miren.

Cómo pasar la tarde en Decathlon

Una amiga, Cattz, daba hoy unas directrices para hacernos la vida más fácil a los compradores de Decathlon, con la intención de ahorrarle tiempo al comprador, una loable tarea. Pero desde aquí, como amantes de esta tienda, y deseosos siempre de prolongar nuestra estancia en estas grandes superficies, queremos dar otro tipo de pautas, más encaminadas a hacer de cualquier compra en Decathlon una experiencia inolvidable, tanto para tí como para ellos, multiplicando la diversión. Cuidado, esto puede hacer que vendedores, azafatas de caja, personal de seguridad y virtualmente todo el mundo quiera meterte una leche. Además, te pueden tirar de la tienda.

Cómo pasar la tarde en Decathlon:

Decathlon dice: La tienda tiene marcas propias (Geonaute, Kalenji, Tribord, Artemis, Domyos, Artengo, Quechua, Inesis, Kipsta...) en cada una de las diferentes secciones. Esas marcas tienen un código de barras interno que empieza siempre como 358378 + 7 cifras y muchas veces como un código de 7 números de la forma x/xxx.xxx. Es ese código o etiqueta interna el que nos exigen que pasemos por caja, y por eso buceamos en busca de él. Por mucho que tú te empeñes en meterme una etiqueta ajena a la prenda delante de los ojos no podré hacerte ni caso hasta que pase ese código. Así que no me hagas perder tiempo explicándote la formación de 10 horas que nos dan al empezar, plis.

Este blog recomienda: Cada vez que vayas a comprar un producto de una marca Decathlon, señálale a la azafata de caja la etiqueta insistentemente con el dedo, o rebusca con ella por el producto buscando la etiqueta. Susurra 'yo ya la he visto yo ya la he visto', o grita 'Prime!'. Di en voz alta repetitivamente 358378358378... Pregunta qué le enseñan en la formación.

Decathlon dice: Las marcas que no son propias sí que van directamente con la etiqueta exterior, si puedes coge siempre un producto que lleve esa etiqueta puesta o, si por algún casual la azafata ha aprendido a manejar la base de datos de productos, lleva otro producto igual aunque sea de distinta talla con el código, será más fácil de localizar.

Este blog recomienda: Si vas a preguntar por un producto, lleva uno que no tenga etiqueta, y además acuérdate de darle al dependiente uno que sea completamente diferente pero de la misma marca. Mirarle y decir 'te he traído este, por si te sirve. Como son de la misma marca...'

Decathlon dice: SIEMPRE es mejor que juntes los productos de una misma oferta e indiques la oferta en caja. Las ofertas cambian pero a nosotras no nos avisa nadie. El 99% de las ofertas de Decathlon tienen que hacerlas a mano en caja, el ordenador pocas veces se encarga solo de algo (y de las veces que lo hace, no siempre lo hace bien).

Este blog recomienda: Compra productos de oferta y espera a que pasen por caja. Entonces, una vez cobrados, decir 'Ay! Se me había olvidado! Ese y ese están en la misma oferta'.

Decathlon dice: Estate atento a los productos que no lleven etiqueta con el precio que has visto anunciado. Si la etiqueta no dice que eso está 10% rebajado y no han subido la oferta a la caja (un 50% de los casos, más si la oferta acaba de empezar) la azafata de caja no va a tener ni idea de que ese precio esté mal a menos que haya pasado 20 veces el artículo con anterioridad. Hay miles de productos en la tienda y no nos dan tiempo de paseo para que miremos el precio de cada uno de ellos.

UnsEste blog ociability recomienda: Cuando compres un producto de oferta, espera a que lo cobren, y si no se refleja, entonces decir: 'Vaya, se me había olvidado, es que este está de oferta', y hacerse el simpático con algo como 'Qué memoria la mía, ¿eh?'. Si consigues hacerlo un segundo antes de que empiece con el siguiente cliente, es aún mejor.

Decathlon dice: Las preguntas sobre tallas, colores, envíos y demás, debes hacérselas a los vendedores. Salvo contadas excepciones las azafatas de caja no salen de la línea de caja más que para hacer pis o beber agua. Eso quiere decir que no saben qué cosas nuevas ha podido traer el nuevo camión, si hay nuevo camión o si realmente llegan camiones a la tienda. Las pocas preguntas bien contestadas suelen deberse más a una compra realizada por la azafata en cuestión que a otra cosa.

Este blog recomienda: Haz las preguntas sobre tallas, colores, envíos y demás a cualquier persona menos a los vendedores. Es decir, a los de seguridad, a los de reclamaciones, azafatas de caja, o clientes. Si un vendedor te pregunta si te puede ayudar, mírale desconfiado de arriba a abajo y dile, enfatizando las palabras: no, gracias, no te molestes. Aparenta enfado. Pregúntale a alguien cuando él o ella esté delante. Pregúntale a la azafata de caja cuando vayas a pagar si sabe de cuantos camiones está compuesta la flota de camiones, justo antes de que empiece a pasar productos por el sensor. Si te contesta que no lo sabe, contesta: 'pues vaya', quita tus productos de la caja y vete a la siguiente.

Decathlon dice: Las devoluciones se hacen en recepción, que es una caja cerrada más grande que las demás. No te pongas a hacer una cola en otro lado si es eso lo que quieres hacer.

Este blog recomienda: Intenta hacer las devoluciones en las cajas. Cuando te digan que se hacen en recepción, pregunta dónde es. Entonces contesta indignado que si él/ella no quiere hacer la devolución, tú tampoco quieres ya devolverlo. Pasa a la siguiente caja y repite la escena. Puedes aportar un toque personal con cosas como 'Tú me gustas más que el de la caja de al lado' o 'A ver si contigo tengo más suerte'.

Decathlon dice: No te pongas a embolsar tú. Es una obligación nuestra comprobar que los artículos ya han sido pasados y lo dificultas si empiezas a mover las cosas, sobretodo si hay muchas.

Este blog recomienda: Intenta embolsar todos los productos tú. Mete cada producto por separado en dos o más bolsas, y sonríe diciendo que es 'por si se rompe'.

Decathlon dice: No utilices la caja para apoyarte. La necesitamos TODA, ya sea para poner las cosas que estás comprando, como para desactivar las alarmas. Si me pones el bolso encima del desactivador, tendré que intentar apartar tu bolso las veces que sea necesario. Y si no me facilitas eso lo más probable es que pites por la puerta al salir.

Este blog recomienda: Apóyate en la caja. Observala y comenta lo baja que es y que las de Mercadona te gustan más. Sonríe y pide una cerveza. Si no te atreves, pon todo lo que lleves encima de la caja, hasta lo de los bolsillos. Espárcelo, y dile que ya está, como si ella te lo hubiese pedido. Di que es por su propia seguridad.

Decathlon dice: Tenemos unos básicos en nuestra ficha de oficio y deben ser cumplidos. Asegúrate de que la azafata revisa el calzado para comprobar si son de la misma talla (es increible cuánta gente viene al día con un pie de cada o dos zapatos izquierdos, cosas así) y que revisa que el precio de la etiqueta coincide con el que da la caja. A veces estamos muy cansadas o estresadas y no cumplimos bien con esto.

Este blog recomienda: Compra el calzado de distinta talla y mismo pie. Cuando te lo revisen, dí que es para tu hermano, que tiene una malformación genética. Indígnate si no te dejan llevártelos y dí que te llevarás los dos pares si hace falta. Devuélvelos a los 10 minutos, y no te olvides de intentar devolverlos en la misma caja donde los compraste. Comenta la torpeza de la azafata de caja que te los vendió, y aparenta indignación. Murmura sonidos incomprensibles.

Decathlon dice: Si tienes la tarjeta Decathlon... ¡¡TRÁELA!! Se pierde mucho tiempo jugando al quién es quién de la búsqueda del cliente por apellidos y nombre. Es posible que estén mal escritos(sobretodo apellidos extraños o nombres regionales) y es un auténtico coñazo encontraros. Y a veces la intranet se va al carajo y no hay forma de buscaros, si eso ocurre realmente no tenemos obligación alguna de pasaros los puntos.

Este blog recomienda: Tengas o no tarjeta Decathlon, comenta que la tienes justo cuando vayas a pagar, si no te lo han preguntado. Vacía todo lo que lleves en los bolsillos o en el bolso encima de la caja, buscándola. Afirma que estás seguro de que la llevabas encima, y qué no entiendes dónde está porque la acabas de ver. Tras cinco minutos, si no tienes tarjeta de Decathlon, saca la tarjeta del Corte Inglés o de cualquier otro establecimiento. Cuando te diga que no es esa, sorpréndete y preguntale a la azafata de caja si está segura, y confiesa que entonces va a ser que no tienes tarjeta. Si sí que la tienes, primero pregúntale que si te puede buscar por apellidos, ya que no la encuentras, y cuando te los pregunte, dile que no te acuerdas. Entonces mete la mano en el bolsillo y dí: 'anda! mira donde estaba!'. Pregúntale si la va a tratar bien y dile que tiene un gran valor sentimental para ti.

Ahora que alguien imprima esto y se lo pase a los clientes, me harían parte de la vida más fácil XD

Eso.

Sigan leyendo, no se detengan

Ya conocen mi afición absurda por los posts absurdos. De sobra; les tengo bien acostumbrados, bien educados, bien cuidados, y bastante bien alimentados. No pueden tener queja, aunque a todos nos haya salido ya pelo en la entrepierna. La cuestión, situóme ya, es que cada vez que no tengo nada que decir, tiro de ese socorrido y común recurso que es la caradura, y cumplo con la papeleta; es decir, que suelto cuatro estupideces y no digo nada, aunque eso después de todo es lo normal. Pero el caso, señores y señoras, niños, niñas, y pelotitas de goma, es que no debería, porque ya les he puesto la comida en la mesa esta mediodía, cuando pasaban tres minutos de las cuatro de la tarde, y lo de dos comidas al día, antes sí, pero ahora, tal y como está el patio, pues no deja de ser un privilegio. A pesar de ello, y para eso estoy aquí, qué coño, ustedes me caen bien, unos más, unos menos (porque yo no soy un niño y ni los unos son mamá, ni los otros son papá), así que aquí me tienen, pasados siete minutos de las nueve, escribiendo tremenda gilipollez para que, después de haber pasado unos valiosos minutos leyendo, que podrían ustedes haber dedicado a cualquier otra actividad más productiva —ya sé en qué están pensando, pero no pretendan que lo diga—, llegen a este punto del texto y piensen (si no es que lo dicen en voz alta), a pesar de la advertencia previa: ¿Ya? ¡Anda que hay que ser caradura!

Instrucciones: El Hombre Horizonnnnnnnnnnte

Me llaman El Hombre Horizonte. Ya sabéis. Como en Horizontes Lejanos y Horizontes de Grandeza, pero casi. Sólo lo primero: Horizontes. El Hombre Lejano y El Hombre de Grandeza también me gusta -este último suena un poco a pueblo, ¿no?-, pero uno no elige su destino ni su denominación de origen. Eso sí, es importante pronunciarlo bien, para que no pierda la fuerza, manteniendo la ene, así: Horizonnnnnnnnnnnnnnnnte. Hay que tener algo de práctica para hacerlo correctamente, que no sale a la primera. Otro punto vital es la posición del cuerpo al decirlo. Los brazos deben encontrarse ligeramente estirados, inclinados unos quince grados hacia arriba, con las palmas de las manos abiertas mirando al suelo, como si estuvieras en una torre a trescientos metros -menudo pedazo de torre, ya lo sé- indicándole a alguno que ha subido contigo a tomar el sol que todo lo que la vista alcanza, incluyendo a los campesinitos esos que parecen hormiguillas —chaf chaf— allí abajo, es tuyo. Para acabar con las instrucciones, es imprescindible que los ojos estén entreabiertos. No cerrados, porque entonces parecerás gilipollas, ni abiertos del todo, porque entonces parecerá que te está dando algo. Lo dicho, entreabiertos. O entrecerrados. Entre abiertos y cerrados, con esa mirada estilo Hombre Martini que sacas sólo las noches de sábado.

Practiquen. Se lo dice El Hombre Horizonnnnnnnnnnnnnnnnte.

(Ojos, brazos y manos en posición acorde tal y como se ha descrito)

Hay un topógrafo dentro de ti

Llega un momento en la vida de todo hombre en que debe enfrentarse a una complicada tarea, una a la que desde tiempos immemoriales el macho ha sido fiel y en la que ha puesto esperanzas e ilusiones, jugándose en ella toda su hombría. Ésta es, como no podría ser otra, medir su miembro viril. Ya saben de que miembro hablo. Porque todos lo hemos hecho, y el que lo niegue, miente como un bellaco; tú lo sabes y él lo sabe.

Pero no es esta una cuestión baladí. Ya que es fácil decir donde acaba, pero, ¿y dónde empieza? Pues empieza por la capacidad de autoengaño que cada uno tenga. Después de todo, uno puede convencerse de que el pene comienza debajo del escroto, y sentirse como un paquidermo... ¿no? Craso error: NO (noten las mayúsculas). Es decir, que en realidad ni comienza ahí ni puede uno autoconvencerse de ello. Todos hemos querido sentirnos alguna vez sexualmente dotados como un paquidermo (visualicen eso) al menos en la fase de contemplación, pero fuera de ese deseo, hay poco más: la realidad impone su ley.

Así que, una vez asumida la cruda realidad, es decir, que tú no eres un elefante, que viéndolo bien, es una realidad que no acaba de resultar tan cruda, ya todo depende de la cantidad de dolor que sea uno capaz de soportar al clavar la regla en el bajo vientre, porque unos centímetros bien valen un poco de sufrimiento, por aquello del orgullo y el honor del Hombre. O del Macho, que en estos menesteres es como que más auténtico. Así que regla en mano, miembro en ristre, la apoyas en el bajo vientre y aprietas hasta que el dolor es demasiado intenso para cualquier cifra. Y cuando has acabado, mientras te masajeas -del verbo masajear- le restas dos centímetros y te quedas tan contento, porque es que es tan difícil engañarse...

Así que finalmente, acaba uno contentándose con lo que tiene e intenta utilizarlo lo mejor que puede, ignorando en la medida de lo posible, ante la imposibilidad de la comparación excepto con órganos profesionales (por decirlo así) y/o "invitados", dependiendo de la orientación sexual de cada uno, el popular dicho: 'caballo grande, ande o no ande'.

Así que grande no sé, pero de momento, anda, que al fin y al cabo es lo que cuenta.

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Apéndice I

Por honestidad conmigo mismo, que no con ustedes, no puedo menos que dejarles con el fragmento de un gran texto (léanlo, es mejor que este) de la sublime La Página Definitiva (léanla, es mejor que esta), que mi subconsciente recuperó para ustedes (lo anterior) y no sin esfuerzo, mi consciente ha recuperado para mi (esto), y en parte del cual (obviamente, claramente, precisamente) está basado el anterior:

«Todo aquel que se ha enfrentado alguna vez a la autohumillación que supone ponerse a la labor [de medirse el miembro viril] se ha enfrentado a un grave problema: ¿cómo mido? Las tres escuelas tradicionales son la superior, la inferior y la Tercera Vía o Vía lateral. Lamentamos comunicar que, como todos Ustedes se temen aunque se intenten autoengañar, la escuela que está en lo cierto es la Superior. Aunque quede más cortito el pene se mide por arriba, desde su base hasta el final. En cualquier caso todo aquel que realice la operación constatará que, al ponerse a ello, un nuevo dilema surge debido a la debilidad (esta vez física) de la carne humana: ¿hasta qué punto estoy dispuesto a clavarme la regla en la piel, hasta qué punto estoy dispuesto a soportar dolor físico, con tal de que mi dignidad quede a salvo?»

País de idiotas

En este país tenemos los cojones como pelotas de baloncesto. O más grandes. O simplemente, es que somos gilipollas (voto por esta). Porque tiene narices que tengamos en cartelera títulos como Ice Age 2, Date movie, Firewall, Get rich or die tryin', Match Point, The Libertine, The Matador...

... y los productores —o quienquiera que se encarge de esas cosas— de Tirante El Blanco, obra que probablemente fuera de las regiones valenciano o catalano o mallorquinoparlantes poca gente conoce, no sean capaces de titular la película basada en la novela de Joanot Martorell como el título original, en valenciano: Tirant lo Blanch.

Me estoy muriendo

Así es: me estoy muriendo.

No sé cuanto tiempo me queda de vida. Por casos anteriores, me dan aproximadamente 50 años, aunque nadie me lo puede decir con exactitud; quizá sea más, quizá menos. No obstante, me han advertido de que el fatal acontecimiento puede llegar en cualquier momento, por lo que me recomiendan que no posponga todo aquello que considere realmente importante. De igual manera, si alguien tiene algo que le gustaría decirme, será mejor que lo haga cuanto antes y no espere más, por lo que pueda pasar.

Crecer

Amaestrar una cucaracha es jodido. Jodidamente jodido, y discúlpenme la redundancia. Estos bichos no están acostumbrados a las órdenes ni al látigo ni al condicionamiento, y yo tampoco soy el maldito Pavlov y eso siempre es una desventaja. Claro que podría ser Pavlov, pero entonces sería ruso y estaría muerto, y yo no quiero estar muerto. Y una vez muerto, qué más da lo de ser ruso o no.

Además, si fuese un ruso muerto llamado Pavlov, para ser un auténtico Pavlov, necesitaría un perro, y no una mierda de cucaracha que es en realidad lo que tengo: una mierda de cucaracha. Y es que las cucarachas no salivan. Los perros salivan, pero una cucaracha no es un perro. No. Una cucaracha es una cucaracha, y un perro es un perro. Dos bichos muy muy diferentes. Porque el perro saliva y la cucaracha no.

Yo también salivo a veces, al ver el bote de pepinillos, y con algunas escenas lésbicas. Es lo que tienen las escenas lésbicas y los botes de pepinillos, que a veces me hacen salivar. Pero yo no soy un perro, soy una persona aunque salive.

Me desdoblo.

Decía que es complicado enseñarle a un bicho de seis centímetros lo que significa la expresión "dame la pata". Que quizá con diálogo y talante, aunque me da a mí que no. Porque hasta ahora, nuestra comunicación ha sido nula. Y eso, eso, eso siempre es un problema. Siempre, aunque sea con una cucaracha negra. Como el carbón. Una cucaracha negra como las cejas de Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón. Que quizá no sean tan negras, así que seguramente más negra. Es decir, para que quede claro: una cucaracha muy negra.

Mi cucaracha también es asquerosa, tanto como la cosa más repugnante que hayas visto en tu vida. Porque una cucaracha ha de poder hacerte vomitar, aunque no esté amaestrada. Sino, no es una cucaracha. Es otra cosa, pero no una cucaracha. A mi, casi. No por nada tengo a diario que reprimir mis deseos de hacerla crujir bajo mi pie descalzo; crunch. Eso me hace sentirme orgulloso de mi mismo. Recuerda: no aplastar cucarachas. Resiste.

Porque una cucaracha ha de aplastarse siempre con el pie descalzo. Sin excepción. Sino, ¿qué sentido tiene? Ningún sentido. También puedes comértela, pero no es algo que se recomiende a ningún lugar a menos de doscientos trece kilómetros de la Antártida. Incluso la guía Michelin lo desaprueba. ¿Comer cucarachas? No, gracias. Ya lo decía aquél: debes dejarlas crecer.

Así que recuerda, debes dejarlas crecer. Acuérdate. Y no, mi cucaracha no tiene nombre. O bueno, se llama cucaracha. A nosotros nos gusta ese.

*Crecer*

(Voilà)

*Crunch*

Querido invierno

Querido invierno,

Me gustaría comenzar esta pequeña misiva agradeciéndote tu presencia un año más por estos lares, con la que nos traes los siempre bonitos paisajes y las siempre entrañables navidades. Pero creo que eres suficientemente inteligente como para deducir, por la forma de decirlo, que no voy a hacerlo. Porque no sería sincero, y a ninguno de los dos nos gusta la hipocresía. Así que voy intentar ser todo lo breve y claro que sea capaz, para que en el futuro no hayan malentendidos de los que podamos alguno de los dos arrepentirnos.

Tú no me gustas; no me gustas nada. Es más, te aborrezco la mayor parte del tiempo. Supongo que de poder pasarme estos cuatro meses viviendo al lado de una estufa, mi opinión sería diferente, pero el caso es que las cosas no son así y no podemos ni tenemos el derecho a cambiarlas, aunque tú a veces lo hagas. Y digo cuatro meses porque esa es otra; vienes cuando te da la gana y te vas exactamente en el mismo momento. Nada de ceñirte a las fechas oficiales, acordadas desde hace mucho tiempo. Si al menos fuese sólo eso. Pero no, tú no. Tú haces de tu capa un sayo y tomas las decisiones sin consultarlas, sin atender a razones ni pensar en las consecuencias que se pueden derivar. Conociéndote, es de esperar esta actitud egoísta e irresponsable, así que no sé de que me sorprendo. Probablemente es que soy un ingenuo y no aprendo nunca.

No me extenderé mucho más, no te preocupes. Lo que quiero decirte, y disculpame por el lenguaje que voy a utilizar, es que no sé porque no te largas de una puñetera vez. Me encanta la nieve, pero creo que ya vale, que estoy harto de tanta ola fría de los cojones. Harto de levantarme cada mañana como un puto pingüino, harto de dormir con tanta manta encima que cualquier día amaneceré planchado como un cromo si no asfixiado por el peso, harto de parecer el muñeco de Michelín y harto de aguantar tus cambios de humor día sí día también. Así, querido amigo, que te cojes el frío, la nieve, el viento, el hielo y todo lo que te hayas traido y te lo llevas a tomar por saco como mínimo hasta el año que viene. Y si no vuelves, yo al menos no te voy a echar de menos.

Espero haber sido suficientemente claro y espero no volver a verte jamás. Que lo pases bien y hasta nunca.

Atentamente,

M.

Sueños

Esta noche he tenido un extraño sueño.

Conduzco con mi coche por una carretera, con un paisaje verde a cada lado que recuerda a una de esas carreteras estrechas en los Pirineos. Mi familia va dentro del coche, y al llegar a una curva en pendiente descendiente, me encuentro con una hilera de coches encabezada por un Audi A4. A pesar de la baja velocidad a la que se mueve, se acerca tanto al lateral de mi coche que me arranca el retrovisor y yo salgo despedido por la ventanilla (sí, por la ventanilla), cayendo al suelo.

A continuación, aparezco con mi coche doscientos metros antes, justo antes de entrar en la curva, rodeado de la gente que iba en los coches que seguían al Audi. Estamos todos bien, y a la izquierda ya no está el paisaje de antes, sino una especie de Masía alejada unos quinientos metros, precedida por un gran campo de tomateras. Mi hermana sale con dos tomates en la mano, y cuando está casi a la altura de la carretera, alguien sale desde dentro de la casa y llega a su altura rápidamente... demasiado rápidamente. Sin más, se da la vuelta y mi hermana sale gritando detrás de ella ¡Un euro dos tomates!¡Un euro dos tomates! sin éxito. La gente ha desaparecido.

Lo siguiente que veo soy yo dentro de la casa. En realidad, veo sólo una habitación con una ventana al fondo, y aquí sucede lo más extraño del sueño: tengo la sensación de haber estado aquí antes, y no sé si es una sensación del sueño o de fuera de él, lo que parece sugerir que hay algún tipo de consciencia durante el sueño y además, yo soy consciente de ello en éste. Es decir, no se si mi yo del sueño siente que ha estado en esa casa antes, o es el yo real el que siente que ha soñado con esa casa antes. Esta confusión no me abandonará en ningún momento e incluso permanece algún tiempo después.

La chica de la Masía me habla de un concierto de un grupo llamado Marmota, de Barcelona, de una visita a esa misma casa hace unos meses, con más gente, y hablo con ella. Al parecer, nos conocemos de antes y tenemos bastante confianza. La conversación es fluída y rápida, alegre. En un determinado momento, dice algo entre risas y de repente la palabra aparece escrita en el suelo, en letras legras sobre fondo blanco. Le pregunto como ha hecho eso, y me contesta riendo, aunque no recuerdo la respuesta.

Me asomo a la ventana y veo el mar, pero estoy a doscientos metros sobre la playa, como en lo alto de un acantilado, pero yo sé que no es así, aunque no intento encontrar una explicación. Es extraño el contraste entre ambos extremos de la casa. La playa sólo se extiende en una pequeña superficie debajo de mi, quizá de cien metros cuadrados, y cubierta en su mayor parte por un toldo verde, de modo que casi no veo la arena. En el resto de la costa, no hay playa, tan sólo rocas. Ahora tengo la certeza de estar en Gandía. El aire está limpio, y me fijo en las personas que hay en el agua. A pesar de la altura, las distingo con claridad. Una de ellas parece estar jugando con algún tipo de pez que debe medir unos cuatro metros. Veo otros peces así, y no tengo ninguna duda de que se trata de tiburones. Justifico internamente con esa visión mi fobia al mar y lo comento con ella.

De repente estoy sentado en una mesa de madera vieja, con el que debe ser su novio o marido. Por momentos, parece haber un niño, pero no estoy seguro. A veces está y a veces no, es confuso, aunque no le presto demasiada atención. Él es moreno y delgado, y lleva el pelo engominado, hacia un lado. Su cara es delgada y estirada, con las facciones muy marcadas. En general, su aspecto es siniestro, oscuro. No es desagradable en sí, ni me da miedo, es sólo raro, su forma de hablar, su comportamiento, su manera de mirarme. Me recuerda a Crispin Glover en Willard Movie. Ella está cocinando detrás de nosotros, haciendo lo que parece ser la cena, y él me habla, aunque no recuerdo sobre qué ni si yo le contesto. En algún momento, él se dirige a ella de una manera que no me gusta, y en ese instante le odio por un segundo. La conversación, o el monólogo, dura poco y no recuerdo nada más.

Y eso es todo. Asusta, la verdad, si se pone uno a intentar interpretarlo, así que voy a dejarlo como ejercicio al lector ocioso.

Tú y yo

Te miro fijamente, y tú siempre me devuelves la misma mirada llena de cariño, de ternura, de fidelidad. Te acercas a mí, y te dejas querer, mientras me pregunto en silencio qué esperas de mí, porqué sigues a mi lado después de tanto tiempo. Pero por toda respuesta, tú te limitas a mover el rabo, sacar la lengua y jadear.

Y de verdad espero que eso no sea una indirecta.