Tengo sueño déjeme dormir por favor
Ocho y veinte. Oigo sonar el teléfono, y en ese estado de aletargamiento en el que sólo eres capaz de atrasar el despertador cinco minutos un número infinito de veces, escucho a mi padre hablar con alguien. Bla bla bla. Le da a alguien mi móvil, aunque a mi como que ni fu ni fa. Cuelga, y a los tres minutos suena de nuevo. Y suena. Y suena. Y otra vez. (Joder, vas a tener que levantarte y cogerlo...) Así que como mi padre no lo coge, hago un esfuerzo y acabo contestando con lo que quiera que sea que sale de mi garganta nada más levantarme. Que no es mi voz.
—Mmmmmhh… ¿Sí?
—Verá, le llamo de nuevo porque el teléfono que nos ha dado está apagado o fuera de cobertura.
—Mmmmmhh… no me diga. (Silencio) Será porque es el mio y yo estaba durmiendo. Es que anoche me acosté tarde y… (Manolín, a este tipo no le interesa qué hacías tú anoche) …dígame.
—Pues le llamábamos para cambiar el contador del agua de su domicilio, y queríamos saber si podía pasarse el técnico esta mañana. (El contador del agua, claro. ¿El contador del agua?).
—¿Esta mañana? (joder qué hora será para que este tipo me llame) Mmmmhhh… (Silencio) ¿Esta mañana? (Silencio) Mmmmhh… (¿Has acabado los informes? Joder, los informes) No, no, va a ser imposible. ¿Y no puede ser mañana?
—No, para mañana ya están asignados los técnicos. (Ah… para mañana sí y para hoy no).
(Silencio. Tengo sueño)
—Bueno, ¿entonces qué hacemos?
—Si le parece le llamamos el viernes y vemos qué día le viene bien. (Casi mejor, así me puedo ir a dormir).
—Genial, ¿a qué hora me llamarán?
—Pues sobre las ocho y media. (Las ocho y media. Otra vez. Coño, ¿Aguas de Valencia es un servicio despertador o qué?).
(Silencio. Tengo agujetas).
—¿Ocho y media? Joder, ¿y no puede ser un poco más tarde? Es que… me acuesto muy tarde.
—No, porque luego nos quitan los teléfonos. (Ah, les quitan los teléfonos, claro… ¿?)
(Silencio. Tengo sueño).
—Ah, vale. Pues… bueno, vale, llámenme el viernes.
—De acuerdo, buenos días. Adiós.
(Silencio).
—Adiós.
Espero acordarme mañana de que me tengo que dejar el teléfono encendido, e intentar responder con la lucidez suficiente como para no decirle que sí a todo y acordarme de qué día y a qué hora quedo con el técnico. A las ocho y media. Por el amor de dios y la virgen María. Aunque qué más da, seguro que me llaman a casa si no contesto, para decirme que tengo el móvil apagado. Genial.
Y ahora que lo pienso, a lo mejor va y resulta que el viernes he quedado con el técnico y yo no me he enterado...