La explotación laboral en las ONG del "ámbito social"

Los que me conocen, saben que mi pareja se dedica a lo que yo llamo incorrectamente "el ámbito social", y que ella denominaría de una manera mucho más correcta y precisa. No importa. En su caso, colectivos desprotegidos o en riesgo de exclusión social: discapacidad intelectual, enfermedad mental, sinhogarismo o reclusos en tercer grado, entre otros. Una parte de sus amigos y conocidos también se dedican a lo mismo. Podríamos decir que en general, durante la última década ha trabajado para organizaciones muy conocidas y grandes del sector. Hablo tanto de ONG que se anuncian en televisión como de empresas multiservicios de ámbito nacional que, literalmente, "hacen de todo" (limpieza, jardinería, servicios sociales, seguridad, etc.). 

Sin ánimo de exagerar un ápice, podría decir que, en general, las condiciones laborales que ha tenido que sufrir en todas ellas han estado más cercanas a la explotación de lo que uno esperaría de organizaciones que tienen que llevar a cabo "una tarea social" y se nutren de subvenciones millonarias de dinero público, que sin duda debería estar sometido a un mayor control. En el caso de las empresas privadas alguien podría pensar que de algún modo es lo esperable: maximización de beneficios, rentabilidad y cosas así. Que sea lo esperable no significa que sea lo correcto, pero podría decirse que no supone una sorpresa.

Sin embargo, si nos vamos al caso de las ONG, parece que de algún modo su forma de funcionar debería estar más próxima a los derechos humanos y laborales de las personas, si es que los segundos no son un subconjunto de los primeros. Eso es lo que parece, porque la realidad es muy diferente, y puedo afirmar que ella no es un caso aislado; todas las personas que conoce y que se dedican a este sector trabajan en el mismo estado de precariedad e incertidumbre laboral, y tengo la sensación de que es algo que se reproduce en la mayor parte de estas organizaciones (fundaciones y asociaciones, en general), sean del tamaño que sean. 

La cuestión es: por ejemplo, de una organización que lucha por los derechos de las personas con discapacidad, ¿no es de esperar que muestre una mayor sensibilidad en todos los ámbitos sociales? Yo creo que sí. PERO NO.

¿A qué me estoy refiriendo en particular? Fácil. Me refiero a aguantar muchos meses sin cobrar, tener disponibilidad casi total en horarios y turnos, cobrar salarios miserables, a que la empresa (porque así es como funcionan, se llamen como se llamen) te ubique en una categoría profesional inferior a la que marcan tus funciones (por ejemplo, cuidador en lugar de educador, limpiador en lugar de cuidador, limpiador en lugar de educador), a no cobrar o tener que reclamar los pluses de nocturnidad o transporte que marca el convenio, a que la empresa marque servicios mínimos en huelgas generales que son superiores a los que hay un fin de semana, a tener que pelear hasta el último euro de la nómina y del finiquito, o a que la empresa mantenga de manera intencionada la incertidumbre laboral o penalice con la no renovación cualquier reinvidicación laboral de los trabajadores. Claro, que cuando uno ve que el delegado sindical de una ONG miente sin ningún tipo de pudor en un juicio a favor de ésta, o que otra intenta descolgarse de un convenio que ella misma ha promovido aprovechando la última reforma laboral, se pregunta que por qué debería uno esperar otra cosa. 

Ya, eso mismo pienso yo. Son organizaciones sin ánimo de lucro, no gubernamentales o como coño quieran ustedes llamarlas. Asumir cualquier otra cosa es una equivocación.

Si dejamos de lado el chantaje emocional autoinfligido y fomentado por parte de los mandos superiores, que explota la implicación personal de los trabajadores con los usuarios, la total ausencia de apoyo sindical (apoyo, he dicho, no presencia) y el hecho de que muchas de estas personas tienen un alto componente vocacional, otro problema es el escaso margen de maniobra a la hora de visibilizar las protestas. Después de todo, ¿quién va a solidarizarse con los trabajadores de una asociación que se dedica al cuidado de personas con enfermedad mental, si cuando éstos hacen huelga los usuarios quedan "desatendidos" (lo cual no es cierto, de todas formas)? ¿Y con los que trabajan con drogodependientes? 

Al final de la película, lo que queda es un retrato bastante siniestro y maquiavélico de este tipo de organizaciones, muy diferente al que uno imaginaría y sobre todo al que se muestra al público. Un retrato en el que el trabajador al final del organigrama, el que realmente cuida, interviene y se relaciona con los usuarios, es sacrificado, utilizado como un recurso intercambiable sin ningún valor, chantajeado y explotado en aras de maximizar los recursos para el fin social en cuestión. 

Claro que al fin y al cabo, ¿qué coño importa la vida de tus trabajadores, mientras no sean personas sin hogar o discapacitados? No es tu puto problema. Que se jodan.

Menganita contra la empatía perdida

Menganita, que es como se llama nuestra concursante de hoy (se escuchan aplausos al fondo de la sala, deben ser sus familiares; que alguien les haga callar, por favor), lleva un tiempo sin trabajar en nada directamente relacionado con su sector, que por desgracia para ella, sus colegas de profesión y mucha otra gente se encuentra en horas bajas a perpetuidad. El Estado del Bienestar, que le llaman. De vez en cuando tiene suerte y pica algo de aquí, algo de allí, unas horas esta semana y unas horas la próxima, y con lo que gana a duras penas saca para vivir, ya que de una "vez" a la siguiente pueden pasar semanas o, si la cosa no va bien, meses.

Menganita tiene ya más de diez años de experiencia y es titulada superior, pero también es consciente de la situación de su sector y de los niveles de desempleo actuales, por lo que no aspira a cobrar mucho más que el salario mínimo, que a menudo tiene que prorratear porque muchos trabajos son a media jornada o incluso de menos horas. No es nada nuevo; hace mucho tiempo que ella y muchos millones de personas están más que acostumbrados a esta situación: a sobrevivir, aun teniendo un trabajo con el que uno debería poder al menos vivir. Esa es una palabra que define muy bien la situación: sobrevivir.

Según la Real Academia Española, sobrevivir es: "2. intr. Vivir con escasos medios o en condiciones adversas". Yo sobrevivo, tú sobrevives, ella sobrevive.

Menganita no pretende encontrar el trabajo de sus sueños, por Dios, claro que no, así que se adapta a cualquier cosilla que encuentra, sea de su sector o no, a pesar de que está sobrecualificada para todos ellos. Pero ya se sabe: hay que tirar p'alante hasta que las economía mejore. Es decir: hasta que las cifras del desempleo bajen, suba el PIB, se recupere el consumo, mejore la venta de viviendas y las bolsas suban. En definitiva, hasta que podamos cambiar de coche cada cinco años y todos volvamos a ser felices otra vez. Cuando lee esto me mira y se ríe por no llorar. Bien. Continuemos, no quiero ponerme político.

Menganita hace poco consiguió un trabajo aceptable. No digamos bueno. Simplemente aceptable, que es más de lo que tenía hasta ahora. No es su trabajo ideal, pero sí en su sector y desarrollando funciones de su competencia, y eso ya es mucho. De horas, la cosa está flojilla; poco más de media jornada y además con una duración de sólo tres meses. Bueno, algo es algo, se dice; menos da una piedra, murmura; quizá luego me contraten, quizá tenga continuidad, quizá esto, quizá lo otro, pero al menos de momento voy tirando. Será por sueños, fantasías y unicornios. Con algo hay que tener esperanza.

Menganita comienza a trabajar y aunque no gana ni siquiera para poder vivir, ya saben: algo es algo y menos da una piedra. Todo va bien, ya saben, aceptable, hasta que pasadas varias semanas y sin que exista una causa justificada, se produce un hecho insólito. Su responsable le retira las competencias para aquellas tareas para las que está específicamente preparada y formada.

Según la Real Academia Española, insólito es "1. adj. Raro, extraño, desacostumbrado".

Menganita ha estado ejecutando durante semanas esas mismas actividades sin problemas, pero ni eso ni que tenga experiencia más que sobrada y demostrable tiene, al parecer, mayor relevancia; qué importan las consecuencias sobre el trabajo diario o las implicaciones para Menganita como persona y trabajadora. Por descontado, podréis imaginar que ella no está de acuerdo con tal decisión. Puede intuir las razones, pero no las entiende del todo y desde luego, nadie se molesta en darle ningún tipo de explicación. Para qué, supongo. Lo que nos importa es que ese cambio en sus funciones le deja sin la parte más interesante, reconfortante y agradable de su trabajo.

Menganita conduce un BMW pero ya no le dejan pasar de 30 km/h. Cierto es que su empresa actual le paga como si fuese apenas un utilitario viejo, pero Menganita se empeña en seguir siendo un BMW, con sus preocupaciones y responsabilidades asumidas no remuneradas. Guardémonos los calificativos, no seamos demasiado duros.

Menganita se resigna, porque no le queda otra, y se amolda a las nuevas circunstancias. Ya han pasado dos de los tres meses del contrato, y es hora de mover el culo si no se quiere quedar tirada con una mano delante y otra detrás. He aquí que es preseleccionada y acude a una entrevista de trabajo. De nuevo, ha tenido suerte: es en su sector y ahora en una empresa de referencia; las cosas pintan algo mejor; es un trabajo a jornada completa con una duración estimada de un año y bueno, podemos admitir que tampoco este sea su trabajo ideal, pero se acerca más, bastante más, mucho más, que el que tiene ahora. Es lo que en circunstancias normales llamaríamos “una oportunidad interesante”, pero que el nulo interés de su actual empresa en sus perspectivas futuras, la amputación de funciones que ha sufrido y la actitud de su responsable, indiferente al impacto que su decisión nunca explicada haya podido tener en la moral de nuestra amiga, convierten en “una oportunidad que no puedes dejar escapar”. Al fin y al cabo, le dijeron que podría conducir a 90 km/h pero ahora le han limitado la velocidad a 30 km/h, sin más. Es razonable que sienta cierta frustración, incluso inseguridad, y comience a plantearse cosas: ¿es que no confían en mi capacidad para conducir a esa velocidad? ¿Es que conduzco mal? Si no es así, ¿por qué nadie me lo dice? Probablemente jamás tengamos la respuesta. En fin.

Menganita acude a la entrevista. Menganita pasa la entrevista y Menganita es contratada. Pero, oh, vaya por Dios, de los nueve días de trabajo que le quedan para acabar el contrato en su actual empresa, distribuidos a lo largo de todo un mes (vaya, eso no llega ni a media jornada), hay cuatro días que se le solapan con el actual trabajo. En un gesto que no está obligada a hacer, la persona que le contrata lo arregla para que pueda compaginar al menos la mitad de esos cuatro días. Pero sigue habiendo dos días conflictivos en los que ambos trabajos se solapan. Así que tiene que decidir.

Menganita tiene en un plato de la balanza un trabajo a jornada completa con más responsabilidad y funciones, con el colectivo con el que más le gusta trabajar y con una duración estimada de un año. En el otro tiene nueve días de trabajo durante el mes que queda, que vienen a ser algo más de 50 horas, sin ninguna responsabilidad, haciendo tareas básicas, sin conocer cuál es la percepción de ella que tiene su responsable ni ninguna perspectivas de futuro. Y luego, nada: volver a echar currículum, esperar, hacer entrevistas, esperar. No parece un panorama demasiado halagador, este último, ¿verdad? Más si tenemos en cuenta que Menganita ya ha agotado el subsidio de desempleo, lo que significa que después de los nueve días el destino es tirar de ahorros y luego la puta calle. Para qué andarnos con remilgos. A la vista de los hechos, la elección debería estar clara, ¿no? Debería estarlo, ¿no? ¿No? Pues parece que no.

Menganita duda. Como lo oyen. Duda. No solo no quiere quedar mal con su actual empresa, sino que le preocupan los posibles cambios que ésta tenga que hacer para cubrir su baja esos dos días y el impacto sobre sus compañeras, la mayoría de las cuales, no nos olvidemos de ese detalle, no han cuestionado la decisión que en su día tomó su responsable ni le han dado ningún tipo de apoyo moral. Sin embargo, la oferta es demasiado buena para rechazarla, por lo que después de varias consultas y debates internos y externos, se lanza a la piscina. Allá vamos y que sea lo que Dios quiera. En plazas peores hemos toreado. Quietos ahí los antitaurinos, que es solo una expresión.

Menganita ha tomado una decisión, y se planta en el despacho de su responsable. Sí, la misma que le quitó las competencias hace unas semanas sin darle ninguna explicación. En realidad, si somos fieles a la realidad, no ha ido hasta el despacho; apenas consigue la atención justa para comentarle su situación y le plantea el problema logístico que nosotros ya conocemos, que se resume en los siguientes tres puntos:

1) Va a empezar un nuevo trabajo.

2) Puede hacer siete de los nueve días restantes que restan de contrato.

3) Hay dos de los nueve días que se le solapan y por tanto no puede trabajar.

Menganita trata de buscar y plantear alternativas. A estas alturas, a veces leo Margarita en lugar de Menganita, porque no conozco a nadie que se llame Menganita. Tampoco Margarita. He conocido varias Rosas. Ninguna Violeta. En fin, eso no es relevante, sigamos. Dos días. No parece que sea un problema tan grande, ¿verdad? Eso piensa nuestra concursante, y propone soluciones como trabajar otros días o cambiar turnos, con tal de facilitarle la vida a su actual empresa, a su responsable, a sus compañeras. Con algunas excepciones, no podemos decir que se lo merezcan, pero Menganita no juega al mismo juego. Pero, cómo puede ser, a pesar de todo la persona que tiene delante mantiene el semblante serio y el tono cortante; oh, sí, está decepcionada por la decisión de nuestra amiga, que ha decidido cambiar dos jodidos días de trabajo de mierda (los tacos son míos, no suyos) por un año a jornada completa. Parece que no hay posibilidad de que nadie cubra esos dos días. Es imposible, una contingencia fatal, una catástrofe, algo demasiado complejo para ser gestionado, una debacle, un desastre de proporciones colosales, cómo se te ocurre, Menganita, en qué estarías pensando; España se va a pique, las bolsas caen y Alemania invade de nuevo Polonia. Pero, espera un momento... ¿Entonces, Menganita... no puede ponerse enferma?

Menganita está consternada y un poco asombrada. Flipando, por resumirlo en una palabra. A pesar de los inconvenientes que le puede generar, uno tiende a imaginar que un responsable con un mínimo de empatía se alegra cuando alguien a su cargo que va a finalizar su contrato en breve encuentra otro trabajo. Recuerden: el conflicto son 2 miserables días. Pero claro, para eso hace falta sentir aprecio por tus trabajadores, por las personas que trabajan para ti, esas que están bajo tu responsabilidad, y la observación directa no ha alumbrado evidencias de que esta premisa se cumpla. No daremos detalles de la conversación, pero Menganita tiene la impresión de estar hablando con alguien que le trata como si le hubiese salvado de la miseria más absoluta, como si tuviese que agradecerle la vida. Pero Menganita ya tiene una madre y no es esa mujer.

Menganita ya no está consternada, tampoco asombrada, no flipa ya. Ahora está simplemente enfadada, decepcionada, molesta. Ay, ¿qué esperabas? Allí, en ese momento, piensa que quizá su responsable se sienta traicionada de alguna forma incomprensible e irracional y egoísta. Que quizá no sea consciente de que las personas necesitan trabajar para vivir. Quizá no le importe la situación vital de nuestra amiga y quizá no se ha tomado la molestia de preguntarle. O quién sabe, quizá necesite desarrollar su empatía, quizá se haya tomado a sí misma demasiado en serio o no entiende que un trabajador no es una máquina, sino una persona que no está incondicionalmente a su servicio. Tampoco descartemos, si escarbamos un poco más, que lo que le moleste después de todo no sean esos dos días, sino el hecho de que alguien que no sea ella tome una decisión; es decir, no tener todo el poder. Quizá no se haya parado a pensar que Menganita tiene razones para sentirse traicionada, que ella sí las tiene, por la forma en que la ha ninguneado. Claro que estas son cuestiones que lanzo al aire y que yo ya me he respondido a mí mismo.

Menganita va a cambiar de trabajo. Esto es seguro. Quizá le vaya bien, quizá le vaya mal, no lo sabemos, pero de momento, sabe que el próximo mes tendrá una nómina y que está ante una oportunidad interesante que ahora más que nunca es “una oportunidad que no puede dejar escapar”. Aunque lo intuyo, no puedo decir cómo acabará la historia porque aún no ha terminado. ¿Trabajará esos dos días conflictivos? ¿Acabará el contrato o se verá forzada a pedir una baja voluntaria? Y lo que es más importante, ¿sobrevivirá su empresa a tan fatal tsunami empresarial? No lo sabemos; dependerá de la capacidad de su responsable para asumir y aceptar sus evidentes limitaciones de liderazgo y empatía. Y tragarse un orgullo que es desproporcionado. Aprender que el látigo no siempre funciona y que la jerarquía no significa sumisión. Lo que parece evidente, en cualquier caso, es que su empresa actual, de momento y gracias a su responsable, no se ha ganado el privilegio de que Menganita trabaje para ellos, de que les dedique, por lo que podemos considerar una mísera cantidad de dinero, una parte de su tiempo y de su vida, de su esfuerzo y sus capacidades. 

¿Y saben qué? Eso sí es una pena, en especial para su empresa actual. Porque empresas hay muchas, pero personas de la talla personal y profesional de Menganita no hay tantas.

--

(Nota: no creo que haya muchas dudas, pero esta entrada no tiene absolutamente nada que ver con mi entorno profesional, la empresa para la que trabajo ni ninguno de sus clientes, sino con, digámoslo así, el entorno laboral de una amiga tan alejada de la informática como yo lo estoy de las personas sin hogar, aunque claro, ella hubiese sido mucho más exacta en el término que yo acabo de dar).

 

¿Hay alguien ahi fuera?

Hace ya unos cuantos años, el jefe de un cliente para el que trabajaba se refirió a mí sin demasiada fortuna diciendo algo así como que estaba "bien amaestrado". Aunque su intención, como al momento aclaró, era poner de manifiesto mi actitud de servicio al cliente (él era el cliente), la forma de expresarlo no fue desde luego la mejor. Dejando de lado las formas y yendo al fondo, esa anécdota muestra una constante desde que salí de la universidad y me incorporé al mercado laboral: siempre he estado muy enfocado al cliente. No hay que ser muy observador para darse cuenta de que la orientación hacia el cliente no es algo que abunde entre las empresas, grandes o pequeñas. Aun muchas personas y empresas no sólo no se plantean escucharle (a usted), sino que han abandonado la idea de tratarle con unos mínimos de calidad: cuántas veces hemos entrado en un comercio donde te atienden a cara de perro; hay personas que todavía no son conscientes de que el dinero con el que viven no crece en los árboles sino que procede de las carteras de otras personas. Sólo las telecos pueden permitirse algo así, asumiendo unos estándares de calidad del sector pésimos; aun así, los últimos datos de portabilidad de líneas ADSL y móviles indican que eso podría cambiar en un futuro no muy lejano.

No obstante, asumamos que su empresa sí sabe tratar a sus clientes. Mejor o peor, pero con unos niveles de calidad razonables. Quizá incluso tenga alguna iniciativa implantada para medir el grado de satisfacción de sus clientes con sus productos, ya sean éstos (los clientes) particulares o empresas. Quizá haga alguna encuesta de vez en cuando. Quizá incluso alguna vez haya recibido alguna sugerencia.

Teniendo eso en cuenta, ¿cuándo fue la última vez que un cliente le trasladó una buena idea? ¿Y una idea genial? ¿Cuándo una encuesta o una sugerencia de un cliente provocó un cambio en su manera de hacer las cosas? Si se pusiese en el "otro lado", ¿pensaría que lo que usted hace es lo que representa la palabra "escuchar"? ¿Está realmente decidido a cambiar su manera de hacer las cosas, si las evidencias para hacerlo fuesen razonablemente grandes?

Es posible que piense que sus clientes no tienen buenas ideas (para usted). Es posible que piense que sólo tienen opiniones generales y superficiales sobre el producto o servicio que acaban de comprar, porque eso es después de todo lo que ha recibido hasta ahora. Pero la realidad es que tiene que ser consciente de que nadie que no se sienta escuchado va a perder el tiempo en decirle nada y el tiempo de su cliente vale tanto o más que el suyo. Así que escuchar probablemente no sea suficiente. Quizá necesite implicar a sus clientes en su empresa.

Batiburrillo de tonterías

El texto del espejo del otro día pretendía llamar la atención, o al menos hacer alusión, sobre la violencia de género. No estoy seguro que más allá de comentarios y especulaciones varias sobre mi estado mental —que les aclaro que es adecuado a las circunstancias, sean éstas las que sean, y estoy bien, gracias, o lo que sea—, dicho relato breve despertase cualquier otra cosa. Bueno, sólo quería decírselo para que lo sepan.

Por lo demás, y ya que no me apetece hablar del apocalipsis de la huelga, de Barack Obama, o el congreso del PP —si la política funciona como el fútbol, el PP perderá las próximas elecciones, por tanta oportunidad desaprovechada en plena crisis económica—, les informo que mañana estaré en Madrid por cuestiones de trabajo. Si quieren hacerse fotos conmigo, o que les firme camisetas, estaré por las cercanías del Paseo de la Castellana con camisa blanca, traje azul a rayas, y una corbata que todo apunta a que será —también— azul. Y es poco más o menos todo lo que puedo decirles sobre mi localización; cuestiones de confidencialidad, ya saben.

U Ge Te

Mi señora está afiliada a UGT. Así que, para consultar algunas cláusulas del contrato de su nuevo trabajo, ciertamente abusivas, decidió hacer uso de su cuota trimestral y los servicios de esta loquesea sindical. Después de media hora al teléfono y hablar con una variedad considerable de personas pertenecientes a una variedad considerable de federaciones (imagino que es lo que vienen a ser departamentos), consiguió finalmente saber el número de la federación que le correspondía, de acuerdo a la actividad económica de su nueva empresa.

Hoy, una vez conocido el número de teléfono de la persona que —en teoría— debía atenderla, ha vuelto a llamar. Y de nuevo, le han vuelto a pasar por un número indefinido de personas que, de nuevo, consideraban que la consulta no era de su competencia. Todo eso, sin ni siquiera conocer cuál era la consulta. Claro. Finalmente, un alma caritativa le ha pedido un número de contacto para poder llamarla tras aclarar entre ellos quién debía coger el teléfono y responder a una consulta trivial sobre un par de preguntas que seguramente puedan ser contestadas independientemente de la actividad económica de su nueva empresa.

Eso pasó a las doce del mediodía.

Son las once y veinte de la noche.

Me pregunto si aún siguen discutiendo de quién es competencia tan complicada cuestión. Deberían irse a casa.

(...)

Imagino que firmará.

"Soy yo"

¿Recuerdan lo que les comentaba hace unas semanas sobre la confianza y la Ingeniería Social? Bien, imagínense la siguiente situación:

Una pareja de ancianos oye sonar el telefonillo de su casa, y a la típica pregunta de "¿Quién es?", no obtienen otra cosa que alguna de las también típicas respuestas: "Soy yo", "Yo", "Tu nieto", o cualquier otra contestación, suficiente para que éstos abran la puerta del portal y la de su casa, y vuelvan a aquello que estaban haciendo, sea cocinar, ver la televisión o desayunar. Unos minutos después, una persona que no conocen, que como es obvio no es quien pretendía ser, y sin demasiadas buenas intenciones, entra en su casa sin ningún impedimento.

Parte de la escena que les he descrito es real y le sucedió a mis abuelos hace unos años. De cualquier modo, aunque no lo fuese, estoy seguro de que no les costaría mucho imaginársela. En aquel caso, el intruso se identificó como amigo mío, lo cual es a todas luces mentira porque yo no tengo amigos. Afortunadamente, mi abuelo me conocía bien y esperó de pie hasta que el visitante hubo llegado a su rellano (último piso de una finca de cuatro alturas sin ascensor), y tras unos momentos de duda, le cerró una puerta acorazada en las narices. Pero no siempre las cosas son así; como les comentaba, es habitual que tras abrir la puerta de casa, mucha gente se despreocupe y vuelva a sus tareas, dejando vía libre al malhechor.

Voy a dejarles como ejercicio el paralelismo con aspectos tecnológicos -las puertas son a menudo blindadas o acorazadas y sin embargo están abiertas al intruso-, y pasar directamente a la "moraleja" de la historia, que es tan obvia como por reincidente: tengan cuidado cuando le abran la puerta a alguien y en la medida de lo razonable, desconfíen.

(Ya sé lo que están pensando. Yo también.)

Buscando curro

Mi señora y su título de psicóloga están buscando -cambiar de- trabajo. Y como ella es así de especial, pues no quiere nada convencional. Es decir, nada de recursos humanos ni niños. Nada de ancianos y nada de discapacitados, tampoco, a ser posible. Ella quiere colectivos marginales: drogodependientes, inmigrantes, alcohólicos, enfermos de sida... Seguro que se hacen una idea; su ilusión viene a ser trabajar en una UCA: Unidad de Conductas Adictivas. Ya saben, gente con problemas serios.

La semana pasada, finalmente decidida a buscar ese nuevo curro, me comentaba la cantidad de asociaciones religiosas que están metidas en el tema de los colectivos marginados. Y se quejaba. Y yo no sabía qué decirle, porque aunque por una parte entiendo que debe ser frustrante que el sector laboral en el que te gustaría trabajar -léase como "ganarte el pan de cada día"- esté repleto de instituciones que trabajan gratuitamente o sobrevivan a base de subvenciones, por el otro lado soy consciente -y ella también- que este tipo de colectivos no nadan precisamente en la abundancia económica y quedan a merced de organizaciones no lucrativas (eso de no gubernamentales cada día me suena peor) y asociaciones religiosas, que no son, por razones obvias, los mejores pagadores del mundo.

Claro que también hay que tener en cuenta a todas esas asociaciones "no lucrativas" -nótense las comillas- que con esas mismas subvenciones pagan una miseria a sus empleados -trabajadores sociales, psicólogos, educadores sociales, terapeutas ocupacionales...- mientras los responsables se embolsan sueldos nada desdeñables. Pero de eso, ya hablo otro día.

... y el polígrafo determina ...

Ayer -o anteayer, a mi edad no puede ya uno confiar en su memoria- en el Telediario se daba una noticia (¿?) de esas que dan cuando ya no saben que dar, que ni son noticia ni son nada, y no será porque no haya suficientes problemas en el mundo. La noticia (¿?) en cuestión era la novedosa aplicación del detector de mentiras, el polígrafo, a las entrevistas laborales. Ya saben, para que el empresario que le contrata pueda saber si está usted exagerando o incluso está usted mintiendo (¿mintiendo? ¡no! ¿sí?); ya se sabe que el proletariado es muy mentiroso. Y muy falso, y muy malo, y muy ruín, y muy vago, y... y bueno, seguro que ya saben ustedes todo lo que es proletariado, que lo conocen bien, seguro. Estos rojillos...

Hay dos puntos que comentar al respecto. El primero es que parece bastante obvio que no mucha gente va a confiar en una empresa que sin ni siquiera contratarte ya desconfía de lo que le estás diciendo; es como aquello del el que no se fía no es de fiar. En caso de que accedas a pasar el detector de mentiras (mucha gente descartaría un trabajo directamente por esto) y efectivamente lo pases, probablemente no vas a dejarte la piel por una empresa como esa. Y teniendo en cuenta que el trabajador es probablemente el activo más importante de cualquier empresa, es mejor que esté contento, motivado e implicado con lo que hace.

Para el segundo punto, me gustaría contarles un chiste.

Verán. Al morir una mujer -sí, lo recuerdo con una mujer-, Dios decide como recompensa darle a escoger entre el Cielo y el Infierno -comentarios ateos al margen-. Ante tal propuesta, ella decide ver primero ambos, y escoger después. Lógico. Así pues, se presenta ante San Pedro y los dos suben al cielo a ver el panorama; y allá arriba todo el mundo está sentado en nubes, durmiendo, descansando, en un mundo en tonos pastel. Se respira paz y tranquilidad absoluta. Una vez visto el Cielo, se presenta ante Satanás, y juntos bajan al Infierno. Allí pasan el tiempo de fiesta en fiesta, con gente divertida, hombres atractivos e interesantes, mujeres guapas, música, diversión por doquier, glamour... Una vez vistos los dos, preguntada por su elección final, contesta: Verás, Señor, el Cielo está muy bien, es todo muy tranquilo y apacible, pero en realidad, yo creo que a mí lo que me gusta es el Infierno. Dicho esto, nuestra amiga aparece al instante en el Infierno, rodeada de fuego, dolor, lágrimas y crujir de dientes; ya saben a qué me refiero. A la vista de las circunstancias, ella, sorprendida y comenzando a estar arrepentida de su decisión, se dirige a Satanás y le pregunta cómo es que el Infierno ha cambiado tanto, y aquél le responde: Es que antes, te estabamos contratando, pero ahora, ya eres parte de la plantilla.

Creo que es obvio cómo aplica esto a lo que estaba comentando; a menudo, no sólo es el trabajador el que exagera ligeramente -"mi mayor defecto es que soy muy perfeccionista"- sus méritos, sino que el contratador hace lo mismo al explicarle sus posibilidades dentro de la empresa, su futuro salario y subidas, su entorno de trabajo, posibilidades de promoción, etc. Yo mismo me he visto en alguna situación similar, aunque todo sea dicho, no es el de mi actual empresa. Ya saben, el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Claro que es cierto que probablemente, ningún empresario necesitará nunca sentarse frente a un detector de mentiras para contratar a nadie, lo que da una imagen bastante clara de quién tiene en realidad la sartén por el mango, si finalmente la gente -el proletariado, para que me entiendan ustedes- se muestra dispuesta a pasar por el aro.

Y esto es todo. Respecto a la anterior entrada, informar de que he puesto una denuncia -que no me involucra personalmente en ningún sentido- en el Instituto de la Mujer por la serie de fotografías de Women Secret, ya que como he dicho, me parecen bastante escandalosas por la imagen que transmiten. No sé si alguien vendrá hablando -no creo, últimamente tengo cada vez menos comentarios- de la libertad de expresión y tal, pero dado el público al que va dirigida la campaña -adolescentes- y el serio problema que son actualmente tanto la anorexia como la bulimia, alguien debería responsabilizarse por este tipo de cosas y escudarse en la libertad de expresión no es siempre la mejor opción. Tirar la piedra y esconder la mano no está nada bien y todo -hasta la libertad de expresión- tiene un límite. De hecho, insto a cualquiera que opine lo mismo -y este tipo de convocatorias no es algo que suela hacer a menudo, tanto por mi carente espíritu de liderazgo social, como por mi falta de convocatoria- a hacer lo mismo a través de la web o el teléfono del Instituto de la Mujer.

Defecto profesional

Tendrán que disculparme, he vuelto un poco perjudicado de Albacete y no estoy para demasiados trotes. No, no perjudicado en el sentido que probablemente muchos de ustedes se imaginan, sino que he regresado bastante resfriado, bastante congestionado, bastante cansado y muchos otros bastantes que tienen que ver con mi estado de salud. En definitiva, que no estoy especialmente lúcido, pero como no pretendo darles lástima, mejor paso a contarles una de esas entradas que a veces llamo de "defecto profesional", y que es algo que quizá a algunos de ustedes les haya pasado.

Como pueden imaginarse, siendo la boda en Albacete y de noche, nos tocó reservar una habitación, al la que llegamos el sábado. Cuando llegamos, me toman los datos, me piden el DNI y lo fotocopian. Nos dan las llaves y subimos a la habitación, y al día siguiente, al salir, pagamos, nos dan la factura, y dejamos el hotel. Bien. Como es obvio, el establecimiento en cuestión tiene como protección frente a desperfectos de clientes, el derecho de fotocopiar tu DNI si así lo considera oportuno (esa fotocopia no puede considerarse como parte de la transacción económica entre el hotel y yo ya que el pago era en efectivo), pero para hacerlo, están obligados a decirte para qué (fotocopian el DNI), qué derechos tienes sobre esos datos, así como poner las medidas de seguridad apropiadas. El hotel en el que estuvimos era un hotel de cuatro (4) estrellas, y aún así, en ningún momento hubo referencia al tratamiento de los datos que yo les había facilitado. Esto está bastante generalizado, en realidad. Hasta El Corte Inglés te pide los datos al hacerte un abono en efectivo, sin que se den las condiciones adecuadas para ello.

Alguien puede pensar que debería haber dicho algo, haber protestado, pero en estos casos, lo habitual cuando mencionas la LOPD y tus derechos es que te miren raro como si les estuvieses pidiendo algo del otro mundo, o invocando algún tipo de ley arcaica, por lo que generalmente, para su comodidad y tu incomodidad, te ignoran o te tratan como si fueses idiota; a mí ya me ha pasado en algún que otro sitio. Parece ser que a mucha gente le parece más que obvio que lo que van a hacer con tus datos es guardarlos y luego destruirlos, y que indagar más en el asunto no es otra cosa que tocar las pelotas, con lo que tú te conviertes automáticamente en un tocapelotas. Y a nadie le gusta eso.

Quizá por eso las multas que pone la LOPD (excepto en algunos casos puntuales, que quizá comente esta semana) son tan desproporcionadas; porque es la única manera de que las empresas comiencen poco a poco a regularizar el tratamiento que hacen de los datos de carácter personal que gestionan, de que se conciencien de que es necesario llevar a cabo una correcta gestión, aunque esto, amigos, es sólo una opinión al borde de un estado -espero que no- febril.

Así que por favor, no me la tengan en cuenta.

Consultores

El otro día, no recuerdo en qué momento del día, o mejor dicho, en qué momento de la noche (porque últimamente es el único rato que nos vemos), L. me preguntó qué hacemos los consultores. A qué nos dedicamos. Cuál es ese trabajo que me lleva tanto tiempo y por el que me pagan.

Y aunque la gente que se dedica a la consultoría de manera profesional y responsable -como es mi caso y el de mi empresa, todo sea dicho- hace muchas más cosas que las que piensan aquellos que por simple definición y desconocimiento odian profundamente a los consultores -y es que [consultores] hay muchos, de diversa índole y consideración-, se me ocurrió que una parte relativamente importante de nuestro trabajo viene a ser decirle al cliente todo aquello que sus subordinados ya saben que se está haciendo mal -o que no se hace como debería hacerse-, pero no pueden decirlo por la escala jerárquica de la propia organización.

Luego claro, viene decirles a los subordinados qué están haciendo mal ellos, y que además de opinar que se está haciendo mal, dejen de moverse por inercia y empiecen a hacerlo bien, y etc., pero claro, eso es parte de la respuesta de otra noche.

El Corte Inglés

El otro día estuve en El Corte Inglés. Pero como esa visita en concreto no me da para un post ni de coña, pues les voy a contar más cosas. Atiendan, que esto va a ser mortal de aburrimiento. El Corte Inglés. No sé exactamente de dónde procede el éxito de este establecimiento, aunque imagino que una buena parte viene de la fidelidad que ha creado la antigüedad de su política "si no queda satisfecho le devolvemos su dinero" sin pedir explicaciones, además de por lo general una impecable atención al cliente. En este sentido, admito que suele ser una de las primeras tiendas que visito cuando busco algo, a pesar del incremento de precio que ello puede suponer.

Ahora bien, como es habitual, y puesto que -de momento- no me pagan para que les haga propaganda gratuita (y ya he hecho bastante), no es oro todo lo que reluce. Por ejemplo, incomprensiblemente, El Corte Inglés solicita los datos personales para realizarte una devolución en efectivo, sin que estén presentes las condiciones para ello (la leyenda que cita tus derechos ARCO, o los destinatarios de los datos, por ejemplo) ni en mi opinión tal cosa sea necesaria. Ya rellené por ello una hoja de reclamaciones hace unas semanas, tras oír tres razones diferentes por las que esto se hace. La primera por parte del dependiente, la segunda por parte de su responsable, y la tercera por parte de la dependienta atención al cliente de la tienda. Poco tiempo después una persona de Atención al Cliente se puso en contacto conmigo para pedirme disculpas. Bueno, vale, aceptamos barco... hasta la próxima vez.

Otro problema que tiene este establecimiento -que es la motivación real de esta entrada pero que llega dos párrafos tarde- y que probablemente es la causa de que como tiendas como Fnac o La Casa del Libro le hayan comido terreno, es la falta de especialización de algunos dependientes en relación al producto que venden, aunque es cierto que esto pasa únicamente en departamentos concretos. Es decir. El pasado sábado estuve a última hora de la tarde comprando cable y otros accesorios de ferretería. La verdad es que yo, todo sea dicho, de todo eso entiendo más bien poco o nada. Sé lo que es un taco del cinco y pare usted de contar. Pero es que la chica que me atendió, pues desgraciadamente entendía más o menos lo que yo, y claro, así pues como que no. Otro caso bastante ejemplar es el tema de los discos. Si vas buscando algún disco específico que no pertenece al grupo de artistas "grandes éxitos", lo más probable es que alguien que probablemente no sabe de qué le estás hablando -exceptuando la sección de clásica-, intente venderte un disco de ese artista pero que puede estar diez años por encima o por debajo del que tú estás buscando. Ah. Y si no lo tienen, o no existe, o no ha salido.

Y oigan, así, como que no.

Cosas que pasan, post denuncia o vaya usted a saber

Supongamos que una Diputación Provincial convoca una bolsa de trabajo. Con temario y todo eso, y lo publica en el Boletín Oficial de la Provincia en cuestión. Qué lindo, el BOP, oficial (y caballero). Para vamos a suponer, veamos.... una bolsa de trabajo para una plaza de psicólogo, sí, eso nos vale. Una bolsa de trabajo para una plaza de psicólogo en un Hospital Provincial. Supongamos eso.

Ahora continuemos suponiendo que una vez está fijada la fecha del examen y el temario, que probablemente mucha gente esté ya estudiando, unas semanas después a la susodicha Diputación le da, de buenas a primeras, por ampliar el plazo de admisión de solicitudes, y cambiar ligeramente el temario. Entiéndase "ligeramente" como absolutamente todo el temario, desde leyes a material específico de psicología. Básicamente todo el enfoque de la materia objeto del examen. ¿Se han fijado ustedes lo bien que me expreso?

Sigan conmigo suponiendo que, después de todo esto, van ustedes al examen, habiendo estudiado poco, nada, mucho o demasiado, y se encuentran con un ridículo examen de 30 preguntas tipo test (ya saben, A, B, C o incluso D) a realizar en cuarentaycinco minutejos. Y para acabar supongan además, que gran parte de las preguntas no tienen ninguna relación con la tarea que habitualmente desempeña un psicólogo. Ninguna. Como por ejemplo, principales factores de riesgo del cáncer.

A lo mejor es que yo soy un mal pensado, no lo niego, ¿pero están ustedes de acuerdo conmigo en que esto huele un poco mal? Léase como esto da un poco de asco.

Blue Security vs. PharmaMaster

Quizá es que yo me dedico a cosas así, y es defecto profesional, pero la historieta esta me pareció bastante interesante y esclarecedora, supongo que en parte porque me recuerda a The Cuckoo's Egg.

La idea de Blue Security, una compañía de software antispam israelí, era muy sencilla. El usuario se descargaba un pequeño software —llamado Blue Frog— que se integraba con los principales clientes de correo, y se suscribía a un servicio de la compañía que mantenía una base de datos centralizada de direcciones y formatos de correo basura. Así, cuando el cliente recibía un correo que se identificaba como spam, el software buscaba en éste algún enlace a través del cual realizar una compra, y mandaba mediante éste una solicitud para ser borrado de la lista de correo spam. Hay que tener en cuenta que cuando hablamos de este tipo de correo basura, por una parte se encuentra el tipo que mantiene la lista de direcciones e incluso manda los correos, y por otra el tipo que vende el producto, que es cliente de los primeros. Por tanto, las peticiones de dessuscripción (¿?) le llegaban a los vendedores, no a los emisores. Y los colapsaban.

La idea de Blue Security también era efectiva. Teniendo en cuenta que a finales de abril este servicio tenía casi medio millón de suscriptores, los vendedores estaban virtualmente colapsados. Esto llevó a que seis del top diez de los principales emisores de correo spam se comprometiesen a eliminar de sus listas de correo a los clientes de Blue Security.

Pero al parecer uno de los top ten, PharmaMaster, dedicado a la venta de falso Viagra, Cialis y otros compuestos farmacéuticos, no estaba demasiado dispuesto a colaborar. El 1 de mayo, una parte de los suscriptores de Blue Frog empezaron a recibir veinte veces la cantidad de correo basura que habían recibido hasta el momento, en los que se les acusaba de estar realizando actividades ilegales.

Al día siguiente, empezó una serie de ataques contra Blue Security. PharmaMaster incluso avisó a la compañía de que un administrador de un proveedor de Internet de alto nivel comenzaría a bloquear el tráfico entrante a su web, algo que no está al alcance de muchas personas. Y así fue. Poco después, su página web era accesible únicamente desde Israel. Horas más tarde, la compañía recibía un ataque de denegación de servicio distribuido (ataque en el que utilizando numerosos orígenes, se satura un servicio o sistema hasta el punto de hacerlo inoperativo) sobre el resto de sus servicios que provenía de decenas de miles de máquinas, generando más tráfico del que habéis visto jamás.

Debido al bloqueo sobre la web y el ataque posterior sobre el resto de servicios de la compañía, y aparentemente con objeto de informar a sus clientes de los problemas que estaban teniendo, Blue Security cambió los registros DNS de su página web a bluesecurity.blogs.com, un blog alojado en Six Apart, empresa desarrolladora del software Movable Type y un importante proveedor de blogs. Digamos que un registro DNS es algo así como una entrada en la guía telefónica, de modo que la consecuencia de este cambio fue que de repente todo el tráfico del ataque se dirigió hacia Six Apart. El proveedor de blogs hincó las rodillas y estuvo inaccesible durante aproximadamente ocho horas, momento en el que se recuperó del ataque.

Entonces PharmaMaster dirigió su ataque al "listín telefónico" donde se encontraba la dirección www.bluesecurity.com. Aunque cada entrada del "listín" [entrada DNS] puede encontrarse de modo temporal almacenada en servidores intermedios, en última instancia quien te puede decir cuál es la dirección válida de una página web, es uno de los servidores autorizados. Y estos servidores pertenecían a Tucows, uno de los distribuidores de software más importantes de Internet. Tucows perdió con este ataque varios de sus servicios durante doce horas, momento en el que decidió eliminar de sus sistemas la dirección de Blue Security. Poco después no había en el mundo ningún servidor que pudiera decir cuál era la dirección de www.bluesecurity.com. Por supuesto, esto dió al traste con el ataque, pero a la vez, impidió que cualquier persona queriendo acceder a la web de la compañía fuese incapaz de hacerlo.

Algún tiempo después de estos ataques, Blue Security contrató a Prolexic, una compañía especializada en la defensa contra ataques de denegación de servicio, y volvió a poner en marcha la web, afirmando que continuaría su lucha contra el spam.

Mal hecho, porque entonces, PharmaMaster adaptó la idea original de Blue Security en su lucha contra el correo basura: atacar a los clientes. Y compañías enteras, suscritas al servicio de anti-spam Blue Frog, comenzaron a sufrir ataques de denegación de servicio y recibir mensajes de correo con virus y similares. Llegado este punto, y consciente de que aquello estaba lejos de beneficiar a sus clientes, Blue Security abandonó su cruzada y se retiró. Prolexic emitió posteriormente una nota en la que indicaban haber estado bajo ataques de DDoS, aunque no reportaban mayores consecuencias, obviamente (se dedican a eso).

Así que cuando recibas un correo que te ofrece C14l1s o V14gr4, piensa en todo lo que hay detrás y acuérdate de PharmaMaster y eso que dicen de que Internet es segura y cosas así.

Prejuicios

Ya sé que últimamente me quejo mucho. Será que duermo poco y follo menos. Aunque a decir verdad, tampoco me apetece demasiado (el sexo); quizá sea por lo primero, por la astenia primaveral o vaya usted a saber qué. En cualquier caso, no voy a discutir eso aquí. Puedo llegar a ser algo exhibicionista pero mi vida sexual no entra en el lote y por el momento, y por mucho tiempo, va a continuar en la oscuridad; esto puede ser el Diario de Patricia, pero desde luego, no es Salsa Rosa. La cuestión es que me quejo mucho, así que puesto que esta noche no he tenido sexo y aún estoy despierto, voy a continuar en la misma línea. Otra cosa más: mamá, te prohibo cualquier alusión, por cualquier medio, a lo expresado hasta ahora. Bien, quejémonos.

Mi uniforme de trabajo habitual siempre han sido los vaqueros, o en su defecto los pantalones de tela un par de tallas más que la mia, las zapatillas y la camiseta; de ahí mi relativa obsesión por estas dos últimas prendas. No obstante, esta vestimenta cambió el día que cambié de empresa, y empecé a llamarme Consultor de Sistemas en lugar de Técnico de Sistemas, aunque fuese únicamente a título formal. Ese día los pantalones de vestir, los zapatos y las camisas entraron, más por necesidad que por deseo, en mi armario. Incluso tuve que prescindir de aquella incipiente barba de guarro que tanto le gustaba a mi iaio.

Al principio y durante un tiempo aquello fue algo traumático. Ahora ya no lo es; aunque por supuesto prefiero mi antigua manera de vestir, que es la que gasto normalmente, ya no me supone nada (o casi nada, a uno siempre le queda ese resquicio de orgullo) tener incluso que afeitarme y ponerme corbata de vez en cuando. Al fin y al cabo, no es un gran sacrificio y el cliente es el que manda, y no nos equivoquemos, como suele decirse no hay una segunda oportunidad para causar una buena primera impresión, y ésta suele ser vital de cara a una persona que te va a confiar la seguridad de los datos de su empresa.

No cambio demasiado. Escucho la misma música, veo las mismas películas, tengo las mismas opiniones, y me gustan o disgustan las mismas cosas independientemente de la ropa que lleve; creo que como todo el mundo. A pesar de ello, conozco gente que me mira y me habla cuando voy vestido así como si me hubiese vendido al Capital, como si fuese un hombre gris de los de Ende, como si fuese un hombre de negocios cuya única preocupación en la vida fuese ganar dinero, como si viviese mi vida colgado de un móvil y un portátil, como si estuviese viendo mi vida pasar ante mis ojos sin hacer nada, o fuese alguna clase de maligno engendro escapado del averno para robar las almas de las personas (bueno, quizá no tanto). Sin embargo, estas personas no saben qué hago realmente en mi trabajo, ni cuantas horas le dedico, ni si me gusta, me apasiona o no, si es interesante, o si pienso que me merece ese pequeño sacrificio o no; está claro que no tienen ni idea, pero una ropa como la que, no nos engañemos, utiliza cualquier dependiente del Corte Inglés, da información suficiente para generar una impresión en algunas personas. Sólo que esta no es la primera; estas personas ya me conocen.

A donde quería llegar, y ya sé que me ha costado un poco, es a que no sólo juzgan algunos hombres "de negocios" —para que todos sepamos de a quién me refiero— cuando definen como jipi a alguien por sus rastas o pelo largo, su incipiente barba o sus pantalones dos tallas más grandes de lo que le toca. Algunas de estas personas, muchas de ellas, también juzgan cuando del mismo modo, identifican como yupi, como "vendido al Capital", por utilizar la misma expresión, a alguien porque simplemente viste con camisa y pantalón de vestir, con corbata, con traje; está claro que vestir de forma "alternativa" no proporciona una visión libre de prejuicios a pesar de lo que en un primer momento pudiera parecer.

Pero eso ya lo sabíamos, y aunque no voy a titular también así este comentario, sigue sin haber nada nuevo bajo el sol. Y sí, además de quejarme, me repito mucho, ya lo sé.

Al servicio de su Majestad

Hace un par de días, mientras me encontraba en plena faena, es decir, trabajando, jauría de malpensados, recibo la llamada telefónica de una ex compañera de trabajo. Una chica con la que apenas tuve relación, profesional y de cualquier tipo, y que abandonó su puesto hace apenas unas semanas. Tras un par de llamadas perdidas que no puedo atender y un mensaje que parece sugerir que no le quiero coger el teléfono (el mundo está repleto de gente importante), me hago con ella. Nota mental a posteriori: eres idiota. Los pertinentes saludos de cortesía, ese qué tal, ese qué es de tu vida y otros típicos eses, a lo que ella responde con algo como Muy bien blablabla pues verás blablabla ONO blablabla virus blablabla mi ordenador no funciona blablabla y un palpable tono de amistosidad. Blablablá blablá. Pues eso, clarísimo.

Craso error, pequeño saltamontes, el de esta llamada. Tras unos segundos de desconcierto, me doy cuenta de lo que esta mujer me está pidiendo es que un día me acerque a su casa, lo antes posible (eso era importante), para arreglarle el ordenador, ya que en estos momentos no puede trabajar ni hacer nada. Mardito viru, maldigo entre dientes. Terrible acontecimiento sin duda, me lamento. Apesadumbrado me encuentro, le confieso. Y seguimos para bingo. La protagonista de nuestra historia incluso se ofrece amablemente a recogerme y llevarme a su casa, algo que escucho anonadado. Tras unos instantes de reflexión, que duran lo que duran unos instantes, y en los que valoro la remota posibilidad de que esta mujer me quiera llevar al huerto, recuerdo brevemente la nota mental anterior: eres idiota, y vuelvo a la realidad de mi absurda existencia.

Pero como yo no sé decir que no, no lo digo (mal hecho, mal hecho). Aunque tampoco digo que sí. Digo que ahora no puedo, cosa que es verdad. Que mañana no puedo, que tampoco es mentira. Que pasado no puedo, ídem de lo mismo. Que el fin de semana que viene, obviamente, nasti de plasti. Y la semana que viene, dios dirá. Aunque me da que él puede decir mucho, pero yo digo que va a ser que no. Porque el caso, querida amiga, si me lees, y pongámonos serios que la ocasión lo requiere, es que no me apetece acabar de trabajar y meterme con el ordenador de alguien a quien apenas conozco (esto es lo más importante), que me dará más problemas que otra cosa, a arreglar algo que no me causa ningún tipo de interés, y que generará sin duda reincidencia en tus peticiones. No me da la gana, y punto. Y ya sé que te mereces que hubiera dicho esto a ti en directo, pero soy un cobarde, ya lo ves, y además, yo no me merezco que alguien a quien apenas conozco me meta en semejantes compromisos, así que creo que estamos en paz.

Bueno, dicho esto, te deseo que seas muy feliz. A pasarlo bien :)

Prez gorite, prez poliata, Pod zvezdite, nad zhitata (Ladytron, Discotraxx, en 604)

Mi coordinador se llama Kafka

[Lo que sigue es una conversación telefónica entre Menganito (yo mismo), y Fulanito, mi "coordinador" (...)]

(Ring ring)

 

Zutanita: ¿Dígame?

Menganito: Hola Zutanita, ¿está Fulanito?

Z: Espera un momento, que lo localizo.

 

(Música en espera, y un minuto después)

 

Menganito: Fulanito, soy Menganito, ¿puedes hablar?

Fulanito: No, te llamo luego que ahora me estoy atando los cordones de los zapatos.

M: ¿Qué? ¿Que te estas atando los cordones de los zapatos?

F: Sí, sí, dame dos minutos, va, luego te llamo.

M: Ehhmmm... vale vale. [¿?]

 

(Unos diez minutos después... Ring ring)

 

F: Ya he acabado, ¿qué querías?

M: Fulanito, ¿te estabas atando realmente los cordones de los zapatos?

F: Sí, ¿sabes qué pasa? Mira, te explico. Es que resulta que tenía las instrucciones escritas en el techo y claro, cada vez que agachaba la cabeza y miraba a mis zapatos, pues se me olvidaban y tenía que volver a mirar.

M: Ahh claro... [¿¿??]

 

...

Para que luego digan que trabajar no es divertido.

Me piro vampiro

Este es el correo de despedida para mis compañeros:

-

Hola a todos,

Con sólo leer el tema del correo ya os podéis imaginar para qué es este correo, y que muchos ya sabéis, y es que hoy es mi último día en Tissat.

Sólo decir que ha sido interesante trabajar con todos vosotros y que espero que durante estos tres años no me hayáis tenido que sufrir más de lo necesario. No creo que encuentre unos compañeros tan increíbles como vosotros.

Como decía, tan solo eso. Si alguien desea ponerse en contacto conmigo, mi correo personal es manolo.benet@gmail.com.

Un saludo,

Manolo

-

Como dice Miguel Ángel, es algo soso, y quizá algo como "A tomar por culo" seguido por un simple "Adiós" hubiera sido más divertido pero menos diplomático, así que finalmente he optado por mantener las formas.

En cualquier caso, hasta luego cocodrilo, me piro vampiro, au cacau.

(Eso no quita, claro, que siga con www.unsociability.org, y a ver si de manera más frecuente de lo que lo he hecho últimamente. Y tampoco espero perder el contacto con muchas de las personas con las que he trabajado en estos años.)

Cambios

Hace casi una semana que no escribo, y no es que no haya tenido tiempo para hacerlo, sino que no he tenido ganas, más que nada porque hasta hace un par de días se me comían los nervios.

En condiciones normales, este comentario debería ser sobre el Señor de los Anillos, película que ví el viernes. En pocas palabras, igual de increíble que las otras dos. También hay que reconocer que, después de ver la primera y la segunda, hay pocas razones para no ver la tercera, sea buena o mala (que es precisamente de lo que se aprovechó Matrix). Afortunadamente, es una gran película.

Dejando eso aparte, decía hace algún tiempo en comentarios —según Atzlán— woodyalleniescos que había identificado el origen de mi malestar. Uno era el estrés provocado por la búsqueda de aparcamientos, el cual creo haber subsanado en gran parte. Y el otro era la falta de una retribución económica justa de acuerdo al trabajo que desempeño, es decir, poca valoración en el trabajo (porque, ¿hay alguna manera más clara de valorar el trabajo de una persona que con su salario? No, no estoy diciendo que haya de valorar el trabajo de las personas según su salario, sino que ese es probablemente el mejor baremo para saber cómo valora tu empresa el trabajo que haces).

Pues como debe ser evidente después de lo dicho, he solucionado el segundo punto. Ayer (22) después de tres años, presenté mi carta de dimisión, lo que me deja de vacaciones hasta el 8 de enero, cuando trabajaré dos días para poner al día a mis compañeros, y el próximo día 13 comenzaré en mi nuevo trabajo, con el que estoy enormemente ilusionado —toda esa ilusión que mi virtualmente anterior trabajo consiguió quitarme— y podría decirse que con ganas de empezar. Iniciativa, otra cosa que, por cierto, mi antiguo trabajo también llegó a machacar.

Sin entrar, al menos no por el momento —no es porque sean casi las tres de la mañana, sino que no me apetece— en valoraciones personales (en las que tengo sin embargo todo el derecho a entrar) ni detalles (ya habrá tiempo), sólo me arrepiento de una cosa: de no haberme ido antes. Aunque si no lo hice, fue probablemente por los excelentes compañeros de trabajo que siempre he tenido. Gracias.

Milestones

Una de las posibles consecuencias de que haya comenzado a prestarle más atención a mi actual situación profesional y salarial (ver mensaje anterior) es la forma en que he organizado los últimos cuatro o cinco años de mi vida, y que ahora que lo pienso, tiene alguna relación con la famosa frase del ex-Beatle Lennon Life is what happens to you while you are busy making plans.

Desde que volví de Atlanta, por mayo del 2000, mi vida pasó a moverse en torno a metas. Por aquel entonces, llevaba ya un par de años trabajando con Duato (con el que estoy en deuda por muchas cosas) en el proyecto STREAM, que luego se convirtió en mi proyecto final de carrera. La primera meta —que quizá no fue tal— fue acabar las asignaturas que me quedasen, cosa que conseguí en junio de ese año, pasando a trabajar en octubre para Centrinet, parte de Centrisa, la actual Azertia. En ese momento, la idea de acabar el proyecto final de carrera -y con ello la ingeniería- ya estaba en mi cabeza de forma bastante intensa, y siguió en ella hasta junio del siguiente año, 2001, cuando estaba ya trabajando ya para mi actual empresa. Esto me generaba una presión considerable, aún siendo una persona acostumbrada a trabajar en solitario y sin demasiada vida social —casi la misma que ahora, con la diferencia de una personita que se llama Lorena y que es casi literalmente el centro de mi vida—, ya que no puedo obviar el esfuerzo que me suponía trabajar ocho horas diarias —por aquel entonces más— y tener que sentarme dos o tres horas diarias para programar (en C++) un proyecto que empezaba a desbordar lo que quedaba de mi a esas horas de la noche (el nivel de complejidad y optimización con la herencia, el polimorfismo y los punteros que alcancé es algo de lo que siempre estaré orgulloso).

No obstante, en junio de aquel año acabé el proyecto, y obtuve una nota de nueve (algo que tampoco es excepcional), y con el sentimiento de culpa de no haber podido acabarlo ni responder a las expectativas creadas. Tras esto, me propuse sacarme el carnet y ese noviembre me matriculé, a mis 25 años, en la autoescuela. Algo que yo consideraba totalmente innecesario —y sin lo que hoy probablemente no podría vivir, a pesar de la posible ansiedad que me ha creado— estuvo pendiendo sobre mi cabeza durante casi un año, durante el cual apenas pisé la autoescuela para nada, y que me costó bastante dinero —no, las ofertas que lees no son para gente que se saca el carnet en un año y medio— y bastantes preocupaciones. No recuerdo cuando, pero probablemente a finales del 2002 me propuse finalmente (ya empezaba a ser una cuestión de ahora o nunca) sacarmelo, y tras aprobar ambos exámenes a la primera, en febrero del 2003 tenía mi carnet de conducir en la mano. Un mes después me compré un Renault Megane. Dado que soy una persona a la que le cuesta desconectar si tengo en el horizonte determinados problemas o responsabilidades/tareas que considero importantes, tras acabar la carrera y sacarme el carnet de conducir, me sentí extraordinariamente libre por primera vez en varios años. En algunos momentos era realmente angustioso no poder evadirme de una u otra cosa, como si tuviese un pequeño duende metido en la cabeza martilleando con lo que tenia que hacer, y mandarlo a paseo fue una gran satisfacción.

Desde entonces no me he planteado ninguna meta con carácter de necesaria, cómo pudieran ser las de acabar la carrera o sacarme el carnet, ambas imprescindibles a tales alturas de mi vida —y que me costaron mi sudor y esfuerzo—. Sigo estudiando filosofía, y a pesar de llevarlo bastante al día en lo que a asignaturas/cursos se refiere (aunque inferior a mis propias expectativas, muy superiores probablemente a lo que puedo hacer si quiero seguir conservando una novia y algo de vida tras el trabajo diario), y con una nota media más que respetable (9.0), cada vez la considero menos una meta imprescindible, aunque no tengo ninguna duda de que la acabaré manteniendo los mismos estándares que hasta ahora. En sustitución de esta posible meta, ha aparecido la mejora que mencionaba de mi situación profesional y económica, y viendo en el horizonte la compra de un piso, empieza a adquirir carácter de urgencia; es decir, de meta tal y como la he explicado hasta el momento. Porque el duende parece que ha vuelto a aparecer y cada vez lo hace con más frecuencia e intensidad.

Todo esto repercute en última instancia en mi beneficio, a pesar de la angustia que me pueda causar el citado individuo metafórico. Primero, porque si tal meta existe, haré algo para alcanzarla, saliendo del actual apoltronamiento acomodaticio en el que me encuentro (y que tiene su fundamente en la flexibilidad de horario y cercanía a la Facultad de Filosofía pero que no compensa económicamente), y segundo, porque trabajo mejor bajo presión. Rindo más y mejor. Aunque ya hablaré de eso en otro momento.

Por cierto, un milestone es un hito, y en jerga informática, es un punto importante en el desarrollo de un determinado programa. De ahí el título de este mensaje.