Activismo de sofá

Una amiga de Facebook me enviaba hoy una invitación a un "evento" al que la habían invitado. El evento en cuestión propone no conectarse a la red social durante 24 horas como forma de protesta contra las políticas machistas y sexistas que dicha empresa aplica a discreción. Esto me recuerda en cierto modo a la reivindicación de algunos homosexuales para que la Iglesia Católica cambie su política respecto a la homosexualidad, aunque esa es otra guerra diferente en la que no voy a meterme (y también me abstendré de realizar comparaciones absurdas en torno a la idea de religión). Lo cierto es que dicho así suena un poco a chiste (¿24 horas sin conexión a Facebook? ¿Hasta ese nivel hemos bajado el listón?), aunque no es mi intención polemizar. O bueno, sí, qué coño.

Lo primero que podría pensarse es por qué alguien querría pertenecer a una red social que aplica políticas que son discriminatorias, conservadoras en extremo y misóginas. Eso, si no entramos en la arbitrariedad con la que Facebook ha cerrado cuentas de usuarios que no cumplían con políticas que no son lo que se dice transparentes, y cuya resurrección (la de la cuenta) queda a expensas de la benevolencia, magnanimidad y misericordia del señor Zuckerberg. Dicho de otra forma, el primer impulso es recurrir al argumento del si no te gusta, ahí tienes la puerta.

Sin embargo, es necesario recordar que Facebook tiene varios cientos de millones de usuarios y muy a pesar de Google es un monopolio de facto en el ámbito de las redes sociales (que además parece ser impermeable al concepto y a la legislación en materia de libertad de expresión en los países en los que tiene presencia). Desde el punto de vista del activismo, desaparecer de la red social es reducir de una manera muy importante la visibilidad y audiencia de las acciones y eventos que se desarrollen, aparte de que es hacerle el juego a dichas políticas. Como individuo, cerrar la cuenta implica eliminar el acceso a un volumen ingente de información (por ejemplo, páginas que únicamente están en Facebook... o que pertenecen a blogs que somos demasiado vagos para seguir) y a buena parte de la "interacción social digital" (déjenme aplicar algo de creatividad). El resultado de esto es, como muy bien señala Bauman, que "Las redes sociales son lugares donde la vigilancia es voluntaria y autoinfligida". Por la razón que sea, le tenemos tanto miedo a que nos cierren "nuestra" cuenta de Facebook (ja, ja, nuestra, dice) que nos cuidaremos mucho de hacer cosas que la pongan en riesgo. Lo que dicho así asusta un poco, la verdad. Nos hemos convertido en nuestros propios censores.

Queda claro, por tanto, que autoeliminarse de Facebook es una opción que tiene más desventajas que ventajas. Quizá sea la más coherente, pero no por ello la más conveniente. Que tampoco soy yo nadie para reclamar coherencia ni es mi intención dar lecciones en cuestiones de activismo social y político, vaya eso por delante. Aunque lo esté haciendo, que yo también tengo mi corazoncito de incoherencia que alimentar.

Sin embargo, si nos distanciamos de esa opción radical (que bueno, en fin, tampoco es que uno esté proponiendo quemar la sede de la red social o demandar a Facebook ante el Tribunal de Estrasburgo), lo que tampoco tiene mucho sentido es pasarse de frenada e irse al otro lado. Veinticuatro horas sin acceso a Facebook no parece un sacrificio demasiado grande. Todavía menos lo parece cuando uno ve que hay personas que incluso piden que "se lo recuerden" por si se olvidan (en serio, ¿es necesario incluso mencionarlo?), o que dudan poder llevarlo a cabo. En realidad, lo que no parece es un sacrificio, sino una acción lo suficientemente pequeña para atraer al mayor número de personas, en la línea de los tiempos que vivimos: reducir el esfuerzo de cualquier protesta hasta niveles que garanticen un éxito de participación razonable, aunque sea a costa de limitar la consecución de cualquier objetivo. Abandonada cualquier expectativa de lograr una verdadera acción social, los objetivos han acabado midiéndose en la cobertura mediática de un evento. Así de triste es la situación.

Sería muy interesante ver cuál es el grado de adhesión a la protesta si en lugar de una desconexión de 24 horas se propone una acción con algo más de enjundia, como borrar la aplicación del smartphone o no acceder ya no durante un día, sino durante un mes. En realidad, tampoco estas acciones son el colmo de la rebeldía y el radicalismo, y vistas en perspectiva (tampoco hace falta elevarse demasiado, en realidad) no dejan de ser la misma idiotez pero un poco más grande, pero al menos por proponer algo que no pueda resumirse en: "Facebook es una empresa misógina, machista y sexista, así que como medida de castigo voy a estar sin conectarme 24 horas".

Lo más curioso del caso, si es que se puede utilizar esa palabra, es que teniendo en cuenta a) el número de usuarios de Facebook y b) la repercusión que este tipo de acciones tiene en las cuentas (ninguna) o en el clima de la propia red social (escasa, siendo exagerada y extremadamente optimista), se opte por una estrategia así. Dicho de otra forma, si el impacto que sobre Facebook tiene que 20.000 personas no accedan durante 24 horas es el mismo que el de 1.000 personas que desinstalen la aplicación, ¿no sería preferible escoger una acción que al menos requiera un mínimo de compromiso? Porque una cosa es el activismo de sofá, y otra el grado de revolución estilo que sea después de la siesta, por favor al que estamos llegando.

Qué barato sale el compromiso hoy en día.

Los filtros literarios (o cómo escribir para impresionar en Internet)

Hace mucho tiempo que no escribo dos posts en días consecutivos. Algún día tenía que volver a pasar. Ese día es hoy. A raíz de unos textos de ******* que he leído en Facebook me he decidido a venir a hablar de una figura retórica que sin duda se habrán encontrado, y que se utiliza por lo general para mejorar el ritmo del texto y a menudo para darle dramatismo: la anáfora. Y como no soy nadie para ir definiendo términos, veamos qué dicen por ahí de ella.

En su tercera acepción, la RAE nos envía directamente a "repetición", que en su novena acepción dice:

 

"9. f. Ret. Empleo de palabras o conceptos repetidos deliberadamente con voluntad expresiva."

 

En este caso, la Wikipedia es algo más exhaustiva, aunque viene a decir lo mismo:

 

"La anáfora es una figura retórica que consiste en la repetición de una o varias palabras al principio de un verso o enunciado. [...] La anáfora es también considerada como la repetición simple de una palabra cuando ésta va al principio de la frase. En prosa, puede consistir en la repetición de distintas frases o grupos sintácticos."

 

Seguro que ya tienen en la cabeza algún ejemplo, pero si no es así, vamos con uno que se me acaba de ocurrir, así con un trasfondo dramático (que es lo que gusta):

 

A veces me preguntas por qué ya no te escribo. Me cuesta creer que no lo sepas, aunque te lo diré. No lo hago porque dijiste que me querías y me abandonaste. No lo hago porque dijiste que me amabas y te fuiste. No lo hago porque dijiste que me necesitabas y desapareciste. No lo hago porque ahora ya sé que lo nuestro no fue más que una gran mentira.

 

Bueno, no es un gran ejemplo, pero nos vale. Es probable que esté mezclando alguna otra figura retórica, pero como no me las sé todas, pues obviemos esa posibilidad.

En fin, se hacen una idea. Como es fácil ver, se trata de una figura muy efectista (efectista: que pretende impresionar o llamar la atención) y que bien utilizada, es tremendamente útil. El problema es cuando del uso se pasa al abuso, momento en el que pasa de ser un recurso literario a un truco literario, lo que denota una falta de técnicas expresivas del autor, que trata de transmitir mediante la forma una profundidad que no es capaz de expresar mediante las palabras.

Por supuesto que la forma de un texto es importante; no transmiten lo mismo cinco frases cortas que una frase larga, aunque se utilicen las mismas palabras. No obstante, delegar toda la fuerza en la forma nos puede dar pistas de que quizá el fondo tiene problemas importantes (claro que no siempre; Cormac McCarthy utiliza un estilo muy particular en No es país para viejos y eso es sólo una decisión suya y no un reflejo de nada, más allá de quizá cierto interés por la experimentación).

Y aunque esto es básicamente lo que quería contar, dejemos atrás la anáfora y pasemos a otras pequeñas trampas o filtros, que es habitual encontrar en textos de Internet. Lo primero que vamos a hacer es manipular la estructura de las frases, y vamos a introducir repeticiones y pausas de manera algo artificial, junto con alguna palabra suelta por aquí o por allí. Siguiendo el mismo ejemplo anterior:

 

A veces me preguntas por qué ya no te escribo. Tú. Me cuesta creer que no lo sepas. Me cuesta mucho. Te lo diré. Sí, te lo diré. Sí. No lo hago porque dijiste que me querías. Dijiste que me querías y me abandonaste. No lo hago porque dijiste que me amabas. Sí, me amabas, pero te fuiste. No lo hago porque dijiste que me necesitabas. Tú, que me necesitabas, desapareciste. No lo hago, no. Ya no te escribo. Es cierto. No lo hago porque ahora ya sé que lo nuestro no fue más que una gran mentira. Una gran mentira.

 

Este texto dice lo mismo que el anterior, pero utiliza más palabras y podría decirse que suena más poético. Nuestra siguiente trampa es introducir pausas más largas mediante saltos de línea, con lo que se consigue un efecto aún mayor:

 

A veces me preguntas por qué ya no te escribo.
Tú. 
Me cuesta creer que no lo sepas. Me cuesta mucho. 
Te lo diré. Sí, te lo diré.
Sí.
No lo hago porque dijiste que me querías. Dijiste que me querías y me abandonaste. 
No lo hago porque dijiste que me amabas. Sí, me amabas, pero te fuiste. 
No lo hago porque dijiste que me necesitabas. Tú, que me necesitabas, desapareciste. 
No lo hago, no. Ya no te escribo. 
Es cierto. 
No lo hago porque ahora ya sé que lo nuestro no fue más que una gran mentira. 
Una gran mentira.

 

Podemos llevar este filtro un poco más lejos, eliminando algunas repeticiones. Eso lo hará más directo:

 

A veces me preguntas por qué ya no te escribo.
Tú. 
Me cuesta creer que no lo sepas. Me cuesta mucho. 
Te lo diré. 
Sí.
Te lo diré.
No lo hago porque dijiste que me querías. 
Y me abandonaste.
No lo hago porque dijiste que me amabas. 
Y te fuiste.
No lo hago porque dijiste que me necesitabas.
Y desapareciste.
No lo hago, no. Ya no te escribo. 
Es cierto.
No lo hago. 
Porque ahora ya sé que lo nuestro no fue más que una gran mentira. 
Una gran mentira.

 

No está quedando mal, y eso que básicamente estamos manipulando la forma. El fondo permanece inalterable. Es decir, aunque la apariencia poética del texto respecto a la versión original se incrementa, en realidad no hemos hecho gran cosa: no hay nuevo vocabulario, ni hemos añadido ninguna idea adicional. Tan solo hemos recortado las frases, las hemos organizado en diferentes líneas y hemos añadido algún golpe de efecto.

El truco (o filtro) definitivo viene a continuación. Se trata de añadir líneas en blanco, recortar algunas frases (aunque carezcan de sentido por sí solas) y repetir otras varias veces, creando patrones. Repetir es importante. De este modo, tenemos el texto listo para subirlo a Facebook, a nuestro blog, o a nuestra red social de preferencia y dejar una buena impresión: 

A veces preguntas.

Preguntas por qué ya no te escribo.

Tú preguntas.

Y a mí me cuesta.

Me cuesta creer que no lo sepas.

Mucho.

Me cuesta mucho creerlo.

Pero te lo diré.

No lo hago, no. Ya no te escribo.

No lo hago porque dijiste que me querías.

Lo dijiste.

Y me abandonaste.

No lo hago, no. Ya no te escribo.

No lo hago porque dijiste que me amabas.

Lo dijiste.

Y te fuiste.

No lo hago, no. Ya no te escribo.

No lo hago porque dijiste que me necesitabas.

Lo dijiste.

Y desapareciste.

No lo hago, no. Ya no te escribo.

No.

No lo hago, no. Ya no te escribo.

Ya no te escribo.

No lo hago, no. Ya no te escribo.

Es cierto.

No lo hago, no. Ya no te escribo.

Tienes razón.

No lo hago, no. Ya no te escribo.

Porque ahora ya sé que lo nuestro no fue más que una gran mentira.

Por eso no no lo hago.

Por eso no te escribo.

Por esa gran mentira.

En resumen, se trata de algo parecido a los filtros de fotografía. Utilizarlos está bien, y pueden ayudar a mejorar o enfatizar la impresión que el autor quiere crear con la escena, pero cuando se abusa de ellos y lo que realmente destaca es el propio efecto, una de dos: o el fotógrafo es malo, o la fotografía es mala.

Por si hay alguna duda, todo lo dicho aquí es una opinión exclusivamente mía, y me reservo el derecho de estar equivocado. Como siempre.

Vayan con cuidado.

¿Es útil Twitter?

Hace unas semanas Borja Ventura escribía en Yorokobu un interesante artículo sobre Twitter, en el que planteaba el problema que se está encontrando esta red social para generar tráfico hacia los contenidos que se publican en tweets. Es decir, lo difícil que resulta que un usuario de Twitter pinche en un enlace y acceda a un contenido externo, y lo pobre que queda en comparación, por ejemplo, con Facebook.

Aunque por supuesto mi experiencia no es extrapolable a todas las webs, lo que plantea el post es algo que personalmente vengo viendo desde hace un tiempo, y es un problema al que Twitter tendrá que hacer frente tarde o temprano. Veamos algunos datos, para los que he cogido estadísticas de Google Analyitcs y el periodo desde el 1 de octubre hasta hoy.

Unsociability.org

En primer lugar, mi blog personal. Desde luego, el tráfico es tan escaso que los datos no son muy relevantes, pero muestran lo mismo que veremos luego. Si analizamos los últimos tres meses, mi número de "seguidores" en Twitter se ha mantenido en torno a los 500, y el de "amigos" por debajo de los 100. Esto supone aproximadamente un mútiplo de 5x a favor de Twitter.

Sin embargo, las estadísticas muestran que las visitas provenientes de Facebook supone el 60% de las visitas de tráfico social, frente al 40% de Twitter. Esto parece comprensible; al fin y al cabo, mis contactos en Facebook incluyen a amigos, compañeros de trabajo, familiares, etc., más dados a pinchar en un enlace que una persona con la que no tengo ningún vínculo. Esto supone un múltiplo de 1,5x a favor de Facebook. No parece mucho.

Aun así, el problema viene cuando a ese 25% de tráfico que procede de Twitter le restas el 60% que suponen los clicks procedentes de las visitas al perfil (y que por tanto, no van asociados a clicks sobre contenidos publicados en tweets), donde pasamos a un múltiplo de casi 4x a favor de Facebook. Eso ya no parece tan normal.

El resultado es que el tráfico que procede de los enlaces publicados en tweets es casi insignificante.

Security Art Work

Security Art Work (SAW) es un blog de S2 Grupo especializado en seguridad de la información del que soy editor. Con una media de 1500 visitas al día, aquí los números sí que nos permitirán hacernos una idea mejor de la relevancia de cada una de las redes sociales. Actualmente, SAW tiene 334 "Me gusta" en Facebook y 9500 "followers" en Twitter (cuentas que no gestiono yo). Esto supone aproximadamente un mútiplo de 28x a favor de Twitter. Parece bastante, ¿verdad?

Si vemos las estadísticas del tráfico de origen social, el 70% de las páginas vistas proceden de Twitter y el 15% restante de Facebook (hay otros orígenes "sociales" que llevan el porcentaje al 100% pero que no tienen relevancia aquí). Parece lógico, aunque supone aproximadamente un múltiplo de 5x. Si a ese 70% le restamos el 13% que procede de las visitas al perfil, el múltiplo resultante es de sólo 4x a favor de Twitter, muy inferior al 28x que hemos visto arriba.

Hijos Digitales

Veamos otro blog de S2 Grupo con datos relevantes: Hijos Digitales (HD). Actualmente, HD tiene una media de 14.000 visitas al día, 717 "Me gusta" y 2600 "seguidores". Tirando por arriba, esto supone aproximadamente un mútiplo de 3,5x a favor de Twitter.

Sin embargo, si vamos a las estadísticas, nos encontramos con que el 80% del tráfico de origen social procede de Facebook, mientras que sólo un 17% procede de Twitter. Esto hace un múltiplo de 4,7x a favor de Facebook. Si como antes, le quitamos las visitas al perfil, el múltiplo se incrementa a 5,5x a favor de Facebook. Se mantiene así la tendencia que hemos visto en los dos casos anteriores.

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La conclusión es clara: a la hora de generar tráfico hacia un site, el ROI de un contacto de Facebook es bastante mayor que el de uno de Twitter. Es decir, siempre teniendo en cuenta la necesidad de  mantener un perfil social en las principales redes sociales, son más "rentables" los recursos que se dedican a Facebook que los que se dedican a Twitter.

Hay varias razones con las que podríamos explicar esto, siempre según mi experiencia.

En primer lugar, los usuarios de Facebook tienden a incluir entre sus contactos personas que conocen o con las que tienen una relación cercana; amigos, compañeros de trabajo, familiares, etc. Sin embargo, en Twitter la situación es más bien la contraria, hasta el punto de que son habituales las cuentas "anónimas" o protagonizadas por personas que adoptan como identidad un personaje construido. Si tenemos en cuenta que probablemente le asignamos mayor credibilidad e interés a una persona que conocemos que a una que no conocemos, tenemos una primera respuesta.

La segunda tiene que ver con el ritmo de publicación o volumen de contenidos. Por lo general, el timeline (TL) de Twitter es mucho más dinámico que el de Facebook; un usuario de Twitter puede fácilmente publicar 5 tweets al día de manera regular. Si un usuario sigue a 300 personas, eso son 1500 tweets al día. Ambos números son más que razonables, y tiendo a pensar que por lo general, son mayores. Eso implica que un tweet concreto es fácil que pase por alto entre un número tan alto de publicaciones. Por el contrario, en Facebook no es habitual ese número de publicaciones diarias. Por un lado, esto podría apuntar al declive que en parte también se le achaca, o incluso ala madurez que ha adquirido, pero es necesario recordar que con un uso "normal" de ambas redes sociales, el número de contactos en Facebook suele ser menor que el de Twitter. Por ejemplo, después de 4 horas sin conexión, puedo revisar en poco tiempo el TL de Facebook (100) pero hacerlo con el de Twitter (500) me parece un infierno y, en cierto modo, una pérdida de tiempo. Y aquí pasamos al tercer punto.

Y éste es el valor de los contenidos. Los contenidos en Facebook suelen estar formados por fotografías, vídeos y enlaces a contenido externo. Proporcionalmente, las "reflexiones" sin un apoyo de otro contenido son menos habituales en Facebook que en Twitter, cuyas interacciones y menciones entre los usuarios constituyen además una fuente importante de ruido. En general, por mi experiencia tiendo a pensar que el volumen de información "significativa" es mucho mayor en Facebook que en Twitter, aunque evidentemente eso siempre depende de los contactos en cada usuario y de lo que cada uno busque.

Hay otros factores que hacen que un usuario esté menos dispuesto a dejar la red social para visitar una web ajena que uno en Facebook; por un lado, el número de contenidos que deja de "ver" al salir a un contenido externo es mayor en Twitter, y por otra, en el caso de los móviles esa visita implica lanzar el navegador. Puede parecer una tontería, pero a medida que un móvil envejece, los recursos que requiere lanzar una aplicación y cambiar entre aplicaciones se incrementa, y llega un momento en el que el usuario puede decidir que la información del enlace "no compensa" el salto. Facebook ha resuelto esto hábilmente introduciendo su propio navegador en la aplicación para smartphones: aparte de obtener un mayor control sobre el tráfico generado, consigue que el usuario no tenga que cambiar de aplicación con lo que su experiencia es mejor y la resistencia a visitar la página se reduce.

La filosofía de la red social también tiene un papel importante. En twitter hay una cuasi obsesión por conseguir seguidores, lo que provoca que haya "seguimientos" recíprocos (en los que sólo uno o ninguno de los dos puede estar interesado en realidad en los tweets del otro), y que los usuarios tiendan a publicar aquella información que puede darles un retorno mayor en seguidores. Y esa información no son los enlaces. Pueden ser opiniones políticas, chistes, fotografías, comentarios, ocurrencias, etc., pero por lo general no un enlace a una web externa. Y una prueba de esto es la duración de los Vines: 6 segundos. Parece que Twitter no quiere que salgas de tu TL.

Por último, está el uso que los usuarios le dan a cada una de las redes sociales. Twitter parece que ha sido adoptada como herramienta de interacción, incluso diálogo (o discusión) entre los usuarios. El número de enlaces a medios externos es por lo general, no muy relevante entre el volumen total de tweets: comentarios, interacciones, retweets, etc. Eso hace que el usuario adopte cierta posición a lo que quiere hacer en la red social. Por el contrario, y siempre desde mi experiencia, en Facebook es menos habitual que se produzca esa interacción en el primer nivel, y que se traslade a los comentarios de la publicación. De este modo, la interacción queda relegada a un segundo plano que no "contamina" el contenido principal. 

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Seguro que hay muchas más razones, pero hasta aquí llega el análisis. Mi experiencia con Twitter como medio de promoción de contenidos a lo largo del año pasado es más bien decepcionante, y a la vista de las estadísticas de los otros dos blogs, creo que puede ser extrapolable a otros medios. Esta es, de hecho, una de las razones por las que estoy tratando de reducir mi presencia en esta red; en general, y sin ánimo de ofender, la recompensa que obtengo por el tiempo que le dedico es más bien pequeña.

¿Es útil Twitter? Sí, claro que lo es. Todo depende cuál sea el propósito para el cual se utilice. Creo que es un medio fantástico para el comentario de programas de televisión, eventos (partidos de fútbol o elecciones, por ejemplo), como medio de información en tiempo real y para la interacción con otros usuarios. 

Ahora bien, ¿hasta qué punto es capaz Twitter de monetizar esos usos? Creo que de momento, menos de lo que le gustaría y es posible que incluso menos de lo que necesita para los costes de explotación. El hecho de que los usuarios no accedan a enlaces externos hace poco atractivo el uso de sus herramientas de promoción de tweets o para el incremento de seguidores, dado que el ROI obtenido es bajo frente a otras herramientas como Facebook o Google AdWords. Por otro lado, el ruido que se genera es algo que Twitter deberá resolver a medida que la red social gana en penetración, si no es algo que ya le está afectando en su crecimiento.

Será interesante ver cómo evoluciona la red en el futuro, pero parece claro que alguien tiene que darle una pensada a su modelo de negocio.

Social proof

Después de malgastar una hora sentado frente al ordenador sin hacer otra cosa que contemplar la estupidez y vulgaridad inherente a un número muy significativo de las cuentas de twitter (que he visitado, lo cual no constituye desde el punto de vista estadístico una muestra representativa) y leer, palabra excesivamente optimista en este caso, una docena y pico de blogs que, en fin, son merecedores de pocos calificativos amables (en realidad, algunos muy similares a los ya plasmados), cosa que por otro lado demuestra mi enorme capacidad para el sufrimiento y la tolerancia a la mediocridad ajena así como el escaso aprecio que tengo por el tiempo libre del que dispongo, me he acordado de un párrafo que leí el otro día en el Internet Security Threat Report 2015 de Symantec (no pregunten, coño).

El texto en cuestión decía así:

"[...] the power of “social proof” — the idea that we attribute more value to something if it’s shared or approved by others. The classic example is of two restaurants: one with a big queue, the other empty. People would rather wait in the queue because popularity suggests quality."

Imagino que, a pesar de estar escrito en otro idioma, entienden la relación entre lo que les decía en el primer párrafo y esta idea. Me resulta difícil ser sincero sin parecer arrogante y estoy mayor para fingir humildad, así que veamos, por ejemplo, un caso paradigmático y un poco extremo, porqué negarlo, de esto que les comento, sacado de twitter, la semana pasada, sin ir más lejos.

La cuenta en cuestión tiene 2.4 millones de seguidores (si son todos ellos legítimos no lo sabe nadie) y dice perlas como estas:

No, por supuesto que no todos los tuits (si no son ustedes habituales de esta red social, esta castellanización de los términos les parecerá odiosa; estamos totalmente de acuerdo en eso) contienen este nivel de misoginia, válgame Dios, eso sería insoportable, pero el tufillo sobrevuela esa cuenta de vez en cuando. Tampoco, por si se lo preguntan, su contenido tiene nada que ver con el concepto de Filosofía que cualquiera de ustedes, espero, concibe. Es más bien un compendio de frases estúpidas, voluntaristas, machistas, simplistas y de autoayuda, repetidas una y otra vez hasta la saciedad.

Recuerden: hablamos de 2.4 millones de cuentas de twitter.

Quizá se pregunten si estamos frente a un ejemplo de "social proof" (la traducción literal me suena a mezcla de humor amarillo y Gran Hermano) o en realidad es más bien otra muestra de, ejem, estupidez social. Sí, yo también me inclino por esto último, aunque cabe plantearse si una cosa no es a estas alturas sinónima de la otra. Si me preguntan, no les diré que sí, aunque estoy a estas alturas convencido que nos aproximamos peligrosamente a ello; Idiocracia no es una película, es un documental sobre la sociedad del futuro. Sea como fuere, es un ejemplo excelente para explicar lo que siento en los últimos tiempos, ya me ponga frente al ordenador o salga a la calle. 

En fin, no sé si ven por dónde voy, pero si necesitan que se lo aclare es una muy mala señal. No obstante, se lo voy a resumir: allí donde miro percibo grandes, enormes, gigantescas cantidades de estupidez y de mediocridad aplaudida. Lo común nos rodea y lo que es peor, se cree especial. Más o menos aplaudida, pero aplaudida al fin y al cabo. He de señalar que no todo lo estúpido es mediocre ni todo lo mediocre es estúpido. 

Me he ido del tema. Ahora me doy cuenta, pero rectificar me llevará demasiado tiempo, así que continuaré y veremos dónde nos lleva esto.

No me entiendan mal; sin pensarlo mucho, tiendo a pensar que la mediocridad es tan necesaria como la estupidez. Son características complementarias que suelen darse de comer la una a la otra pero que no siempre viajan juntas. Pero son necesarias tanto como los programas basura y la comida rápida y la gente que lo compra todo en Zara y las lectoras de 50 sombras de Grey y los fans de Belén Esteban. No habríamos llegado hasta aquí si todo el mundo hubiese sido excepcional. Claro que así dicho, no sé si es bueno o malo; quizá estaríamos en un mundo mejor, porque entre ustedes y yo, los fans de Belén Esteban también votan (espero que no). El caso es que una vez parida, es necesario alimentar la idiotez con algo que sea sencillo y rápido de masticar.

Sí, este es un caso extremo. Quizá incluso no sea mediocre, sino excepcional en su capacidad de atraer idiotas con vanalidades y estupideces. Me doy cuenta ahora de que me estoy lejos de lo que quería tratar, pero creo haber llegado a algún lugar más o menos difuso. Probablemente no se vean las líneas, pero no es necesario; pueden adivinarlas y si no, imagínenlas.

Cuando aclare mis ideas volveré. Mientras tanto, háganse un favor e intenten no ser mediocres. Muy probablemente pasarán desapercibidos y no destacarán, pero mejor eso que ser un gilipollas aplaudido, ¿no creen?

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Algunas cosas más, antes de irme:

  1. El insoportable número de incisos de algunos párrafos es intencionado.
  2. Queda menos de un mes para mi trigésimo noveno cumpleaños. Es recomendable que vayan ustedes pensando algo, o quizá no es necesario. 
  3. Decía esta mañana en twitter que: "Estoy desarrollando un carácter huraño francamente desagradable". Esta entrada lo confirma, y lo peor (o lo mejor) es que no me siento mal por ello. Y me he levantado contento, así que imaginen el día que estoy de mal humor.
  4. Debería escribir más y divagar menos.

Veinticinco de junio

Querido diario,

Hoy he estado en Madrid, en la reunión de seguimiento de un proyecto en el que estoy trabajando. Bueno, en realidad no era Madrid capital, pero eso es lo de menos. Por cuestiones de confidencialidad, eso es todo lo que te puedo contar sobre el tema. La semana pasada también estuve en Madrid, para una reunión de seguimiento de otro proyecto de otro cliente. Por supuesto, tampoco puedo decir nada más sobre ello, por exactamente las mismas razones que antes. Aunque se agradecen los ofrecimientos para tomar unas cervezas (primer comentario), en estos viajes relámpago, que en alemán imagino que debe ser algo como Blitzraise, no dispongo de demasiado tiempo de ocio, por no decir de nada en absoluto; imagino que es normal, ya que al fin y al cabo son viajes de trabajo, que en alemán debe ser algo como Arbeitraise, aunque la verdad es que estoy adivinando.

Hoy he ido a la piscina por segunda vez. Como sabes, hacía mucho que lo tenía en mente, e incluso era casi un imperativo médico, pero hasta el pasado lunes no me decidí. No es demasiado caro, ni demasiado barato, y no está muy saturada. La verdad es que no estoy seguro de hasta qué punto mi espalda lo agradecerá, pero desde luego, mis brazos no parecen estar muy contentos. Cuando digo en mi twitter, y ese enlace es propaganda barata, que secarse la entrepierna es lo más cansado de ir a la piscina no estoy haciendo una referencia velada al tamaño de mi miembro, sino al cansancio después de nadar, aunque me duela admitirlo. Pero eso no es lo peor de todo, en realidad. Eso, lo peor de todo, es que con el calor que hace estos días y el esfuerzo físico, salgo del recinto climatizado sudando como un cerdo, si es que los cerdos sudan. Y me mantengo en ese estado de constante sudoración durante horas; hace ya casi cuatro horas que salí del agua y aún estoy sudando, ¿no es fabuloso?

No, supongo que no lo es.

Me estoy acostumbrando al Twitter (mira el enlace anterior). Sólo digo gilipolleces y cosas que no le importan a nadie, incluyéndome a mí, pero como es básicamente lo mismo que hace todo el mundo, me siento integrado en esto que llamamos Web 2.0. Ahí tienes otra gilipollez; bueno, dos gilipolleces, en realidad. A mí no me siguen más que Edgar y Javi, aunque la trascendencia de mis pequeñas perlas de conocimiento es exactamente la misma que la de los grandes Gurús de Internet a los que siguen miles de personas; bueno, supongo que alguno se salva, aunque no me apostaría nada. Claro que los gurús ya no son lo que eran. Antes eran Wietse Venema o Dennis Ritchie, entre otros muchos, y ahora ni siquiera me atrevo a decir el nombre de uno de ellos.

Se está haciendo tarde y yo sigo sudando como un cerdo, si es que los cerdos sudan, tema que queda pendiente de resolución. Si lo hacen, yo soy como el que más suda de todos ellos, incluido Napoleón, y esa imagen debería ser bastante sugerente. Con este calor es imposible dormir bien y hoy me he levantado (según mis estándares) temprano, así que debería aprovechar e irme a la cama, aunque pasen sólo treinta minutos de la madrugada. Lo que es una forma pija y larga de decir que son las doce y media. Podría contar más cosas, pero no son horas y no te quiero aburrir. Además, mañana tengo que entregar un informe para un cliente, que como te puedes imaginar, también es confidencial, y esa es otra buena razón.

Buenas noches, querido diario.