Los filtros literarios (o cómo escribir para impresionar en Internet)

Hace mucho tiempo que no escribo dos posts en días consecutivos. Algún día tenía que volver a pasar. Ese día es hoy. A raíz de unos textos de ******* que he leído en Facebook me he decidido a venir a hablar de una figura retórica que sin duda se habrán encontrado, y que se utiliza por lo general para mejorar el ritmo del texto y a menudo para darle dramatismo: la anáfora. Y como no soy nadie para ir definiendo términos, veamos qué dicen por ahí de ella.

En su tercera acepción, la RAE nos envía directamente a "repetición", que en su novena acepción dice:

 

"9. f. Ret. Empleo de palabras o conceptos repetidos deliberadamente con voluntad expresiva."

 

En este caso, la Wikipedia es algo más exhaustiva, aunque viene a decir lo mismo:

 

"La anáfora es una figura retórica que consiste en la repetición de una o varias palabras al principio de un verso o enunciado. [...] La anáfora es también considerada como la repetición simple de una palabra cuando ésta va al principio de la frase. En prosa, puede consistir en la repetición de distintas frases o grupos sintácticos."

 

Seguro que ya tienen en la cabeza algún ejemplo, pero si no es así, vamos con uno que se me acaba de ocurrir, así con un trasfondo dramático (que es lo que gusta):

 

A veces me preguntas por qué ya no te escribo. Me cuesta creer que no lo sepas, aunque te lo diré. No lo hago porque dijiste que me querías y me abandonaste. No lo hago porque dijiste que me amabas y te fuiste. No lo hago porque dijiste que me necesitabas y desapareciste. No lo hago porque ahora ya sé que lo nuestro no fue más que una gran mentira.

 

Bueno, no es un gran ejemplo, pero nos vale. Es probable que esté mezclando alguna otra figura retórica, pero como no me las sé todas, pues obviemos esa posibilidad.

En fin, se hacen una idea. Como es fácil ver, se trata de una figura muy efectista (efectista: que pretende impresionar o llamar la atención) y que bien utilizada, es tremendamente útil. El problema es cuando del uso se pasa al abuso, momento en el que pasa de ser un recurso literario a un truco literario, lo que denota una falta de técnicas expresivas del autor, que trata de transmitir mediante la forma una profundidad que no es capaz de expresar mediante las palabras.

Por supuesto que la forma de un texto es importante; no transmiten lo mismo cinco frases cortas que una frase larga, aunque se utilicen las mismas palabras. No obstante, delegar toda la fuerza en la forma nos puede dar pistas de que quizá el fondo tiene problemas importantes (claro que no siempre; Cormac McCarthy utiliza un estilo muy particular en No es país para viejos y eso es sólo una decisión suya y no un reflejo de nada, más allá de quizá cierto interés por la experimentación).

Y aunque esto es básicamente lo que quería contar, dejemos atrás la anáfora y pasemos a otras pequeñas trampas o filtros, que es habitual encontrar en textos de Internet. Lo primero que vamos a hacer es manipular la estructura de las frases, y vamos a introducir repeticiones y pausas de manera algo artificial, junto con alguna palabra suelta por aquí o por allí. Siguiendo el mismo ejemplo anterior:

 

A veces me preguntas por qué ya no te escribo. Tú. Me cuesta creer que no lo sepas. Me cuesta mucho. Te lo diré. Sí, te lo diré. Sí. No lo hago porque dijiste que me querías. Dijiste que me querías y me abandonaste. No lo hago porque dijiste que me amabas. Sí, me amabas, pero te fuiste. No lo hago porque dijiste que me necesitabas. Tú, que me necesitabas, desapareciste. No lo hago, no. Ya no te escribo. Es cierto. No lo hago porque ahora ya sé que lo nuestro no fue más que una gran mentira. Una gran mentira.

 

Este texto dice lo mismo que el anterior, pero utiliza más palabras y podría decirse que suena más poético. Nuestra siguiente trampa es introducir pausas más largas mediante saltos de línea, con lo que se consigue un efecto aún mayor:

 

A veces me preguntas por qué ya no te escribo.
Tú. 
Me cuesta creer que no lo sepas. Me cuesta mucho. 
Te lo diré. Sí, te lo diré.
Sí.
No lo hago porque dijiste que me querías. Dijiste que me querías y me abandonaste. 
No lo hago porque dijiste que me amabas. Sí, me amabas, pero te fuiste. 
No lo hago porque dijiste que me necesitabas. Tú, que me necesitabas, desapareciste. 
No lo hago, no. Ya no te escribo. 
Es cierto. 
No lo hago porque ahora ya sé que lo nuestro no fue más que una gran mentira. 
Una gran mentira.

 

Podemos llevar este filtro un poco más lejos, eliminando algunas repeticiones. Eso lo hará más directo:

 

A veces me preguntas por qué ya no te escribo.
Tú. 
Me cuesta creer que no lo sepas. Me cuesta mucho. 
Te lo diré. 
Sí.
Te lo diré.
No lo hago porque dijiste que me querías. 
Y me abandonaste.
No lo hago porque dijiste que me amabas. 
Y te fuiste.
No lo hago porque dijiste que me necesitabas.
Y desapareciste.
No lo hago, no. Ya no te escribo. 
Es cierto.
No lo hago. 
Porque ahora ya sé que lo nuestro no fue más que una gran mentira. 
Una gran mentira.

 

No está quedando mal, y eso que básicamente estamos manipulando la forma. El fondo permanece inalterable. Es decir, aunque la apariencia poética del texto respecto a la versión original se incrementa, en realidad no hemos hecho gran cosa: no hay nuevo vocabulario, ni hemos añadido ninguna idea adicional. Tan solo hemos recortado las frases, las hemos organizado en diferentes líneas y hemos añadido algún golpe de efecto.

El truco (o filtro) definitivo viene a continuación. Se trata de añadir líneas en blanco, recortar algunas frases (aunque carezcan de sentido por sí solas) y repetir otras varias veces, creando patrones. Repetir es importante. De este modo, tenemos el texto listo para subirlo a Facebook, a nuestro blog, o a nuestra red social de preferencia y dejar una buena impresión: 

A veces preguntas.

Preguntas por qué ya no te escribo.

Tú preguntas.

Y a mí me cuesta.

Me cuesta creer que no lo sepas.

Mucho.

Me cuesta mucho creerlo.

Pero te lo diré.

No lo hago, no. Ya no te escribo.

No lo hago porque dijiste que me querías.

Lo dijiste.

Y me abandonaste.

No lo hago, no. Ya no te escribo.

No lo hago porque dijiste que me amabas.

Lo dijiste.

Y te fuiste.

No lo hago, no. Ya no te escribo.

No lo hago porque dijiste que me necesitabas.

Lo dijiste.

Y desapareciste.

No lo hago, no. Ya no te escribo.

No.

No lo hago, no. Ya no te escribo.

Ya no te escribo.

No lo hago, no. Ya no te escribo.

Es cierto.

No lo hago, no. Ya no te escribo.

Tienes razón.

No lo hago, no. Ya no te escribo.

Porque ahora ya sé que lo nuestro no fue más que una gran mentira.

Por eso no no lo hago.

Por eso no te escribo.

Por esa gran mentira.

En resumen, se trata de algo parecido a los filtros de fotografía. Utilizarlos está bien, y pueden ayudar a mejorar o enfatizar la impresión que el autor quiere crear con la escena, pero cuando se abusa de ellos y lo que realmente destaca es el propio efecto, una de dos: o el fotógrafo es malo, o la fotografía es mala.

Por si hay alguna duda, todo lo dicho aquí es una opinión exclusivamente mía, y me reservo el derecho de estar equivocado. Como siempre.

Vayan con cuidado.