On leadership

Leadership is not defined by the exercise of power, but by the capacity to increase the sense of power among those who are led. The most essential work of the leader is to create more leaders. Adversarial, win-lose decision making is debilitating for all concerned. Contentious problems are best solved not by imposing a single point of view at the expense of all others, but by striving for a higher-order solution that integrates the diverse perspectives of all relevant constituents.

A large organization is a collection of local communities. Individual and institutional growth are maximized when those communities are self-governing.

– Mary Parker Follett, 1924

Peloteos

El otro día La Página Definitiva publicaba un artículo titulado En El País de los pijos, el progre es el rey donde se decía esto (la negrita es mía):

 

La pregunta de Pepa Bueno, su visión de las cosas, representa ese periodismo pijo que ha ido puliendo el Grupo Prisa desde los años de la transición y que ha llegado ya a sus máximas cuotas. Es ese periodismo de preguntas chorras, analfabetas y pelotas. Porque, claro, si un representante político dice ante un grupo de periodistas algo que suena fuerte, pues ya estarán ahí los periodistas amigos para echar un cable: no quería decirlo, era a título personal, se han sacado sus palabras fuera de contexto o se han malinterpretado sus declaraciones. Ya no hace falta que sean los políticos quienes salgan a simular una rectificación, porque están antes los medios de comunicación echando paños calientes. Y si no, que se lo digan al ministro de Educación y Cultura, José Ignacio Wert, que podrá soltar todas las animaladas que se le ocurran, pero ahí estarán siempre sus amigos de Prisa, con los que ha compartido tertulias, cafés, risas y abdominales.

 

Hoy me encuentro en El País con un artículo titulado El ministro de las mil polémicas que habla de Wert en estos términos:

 

En lo que sí existe consenso es en su impresionante capacidad dialéctica, sobre su vicio por la polémica y la discusión permanente, que llega hasta el paroxismo. También de su destilado sentido del humor, no apto al parecer para todos los públicos. “Es chispeante, mordaz, pero muchas veces no todos le siguen las bromas”, comenta un excolaborador.

[...]

Antiguos colegas suyos, como José Juan Toharia, con quien trabajó en Demoscopia, le definen como superdotado en varios aspectos. “Tiene una capacidad de análisis y comprensión de lo que se desenvuelve a su alrededor muy rápida. En cuatro meses puede dominar perfectamente el terreno donde ha llegado”.

 

No parece, desde luego, una crítica muy dura. Es más, yo incluso diría que es bastante pelota. Casi más propia del ABC o de La Razón que de El País. Claro que a ver si va a ser verdad que como decía La Página Definitiva, en el País de los Pijos el Progre es el Rey.

Resumen de las vacaciones y más

Hace ya prácticamente seis meses que no hablo de escalada, a pesar de alguna foto que haya podido colgar durante esta pausa. Naturalmente, he seguido escalando y aunque las cosas no es que hayan cambiado drásticamente, algún cambio sí ha habido en estos últimos meses. Empecemos por el principio. Aunque comencé a "entrenar" en el rocódromo a principios de enero y es cierto que había notado algún avance gracias a las series de continuidad en las que se centraba básicamente todo el "entrenamiento", la verdad es que el enfoque que estaba siguiendo hasta la fecha era totalmente intuitivo; nada de series, intervalos, tiempo de descanso, ejercicios dirigidos, etc. Es más, ni siquiera planificaba las travesías, sino que el planteamiento era hasta que los brazos aguanten.

Para intentar solucionar esto, a mediados de abril decidí hablar con Mónica, "colaboradora" del Búnker y con cierta experiencia en entrenamiento específico de escalada, con el propósito de estructurar de una manera más adecuada las sesiones de roco. Así pues, después de un mes de "puesta a punto" en el que casi sudé sangre, en junio comencé con lo que sería el entrenamiento específico y gané bastante resistencia, encadenando varios 6b y 6b+ a vista y llegando a montar un 7a+ en Oasis (Chulilla) y probar algún 6c/+.

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A principios de agosto me presentaba a mi primera competición "no oficial", el campeonato de escalada de velocidad Vicente Aguilar en Paiporta, con una actuación más que discreta; aunque pasé el primer corte con el segundo mejor tiempo (de un total de nueve), en la segunda ronda un resbalón del pie en la primera de las dos vías de la ronda hizo que acabase el último y quedase eliminado. Teniendo en cuenta que el pie se me fue no una vez sino dos en la misma presa y por las sensaciones del momento, casi juraría que no fue mi pie sino que la presa se giró, pero es sólo una impresión que no tiene mayor importancia.

Con los calores del verano, la relajación de los entrenamientos a finales de julio y las necesarias vacaciones estivales volvió el sufrimiento en el 6b/6b+. El principal cambio no fue quizá tanto a nivel de grado, sino en la facilidad y confianza con la que resolvía determinadas vías; ahora mismo veo difícil —pero no imposible— volver a encadenar la Magnetorresistencia en Oasis. Sin embargo, contrariamente a lo que pudiera parecer, a finales de agosto y después de algo más de media docena de pegues distribuidos a lo largo de los últimos dos o tres meses, encadené mi primer 6c+ —a pesar de que un par de personas opinan que es un 7a, sigo pensando que está más en el 6c+ que en el 7a—, una vía de unos 15 metros en la zona nueva de Gestalgar con una sección inicial de pasos largos y una segunda parte ligeramente desplomada; no se puede decir que fuera un proyecto en el que estaba demasiado enfocado y de hecho el día del encadenamiento ya le había hecho un pegue y estuve a punto de subirla en top por simple pereza. Una semana después en el Altet encadenaba mi primer 6c, Montesa vertical, que si bien puede admitir alguna matización de grado, éste no sería tanto por la dificultad de los pasos sino por la sobreprotección de la vía.

Volviendo a la actualidad, la semana pasada empecé de nuevo con la resina y después de un fin de semana para olvidar en Gestalgar, esta semana vuelvo "en serio" a los entrenamientos, con idea de recuperar el nivel del pasado junio y acabar el año sumando al menos media docena de 6c/+ a la colección y si los dioses nos son propicios, quien sabe si algún 7a. Para ello, no obstante, todo apunta a que debo aprovechar mejor las horas de descanso y mejorar significativamente la alimentación —irregular y poco adecuada por ser optimista— aspectos que parecen ser el punto débil del actual entrenamiento y los mayores limitantes para las sesiones en el rocódromo y en la roca.

Seguiremos informando, espero que en intervalos inferiores a los seis meses.

¿Inteligencia? colectiva

Ayer estuve viendo el primer capítulo de la miniserie británica Black Mirror (la pantalla negra que queda en cualquier dispositivo cuando éste está apagado), que les recomiendo encarecidamente que no se pierdan si tienen la oportunidad de verla. Sin desvelarles ningún secreto de la trama, el argumento de este primer capítulo gira en torno al poder viral e irreflexivo que las redes sociales pueden llegar a tener hoy en día, llegando a forzar decisiones gubernamentales y marcando la agenda periodística, a menudo más preocupada por los trending topics que por dar un enfoque objetivo y reflexivo a la realidad.

Hace unos días en un medio digital de ámbito nacional, un periodista poco dado a los números afirmaba que los aproximadamente 3,6 céntimos por litro que supondría la subida del IVA de los carburantes del 18% al 21% harían que la gasolina, que en ese momento estaba a 1,51 €/litro, pasase a superar los 1,8 €/litro. Evidentemente, 1,51 € + 0,036 € no suman 1,8 €, sino 1,546 €. No sé si fue gracias a los comentarios que hicimos un par de personas (de un total de más de 100 comentarios), pero el caso es que aproximadamente un par de horas después el titular indicaba que en lugar de superar los 1,8 €, se situaría "rozando" los 1,6 €/litro. Sin embargo, el error todavía persiste en el último párrafo de la noticia, y al parecer numerosos medios cometieron este error, al proceder la información de una noticia de Europa Press evidentemente poco analizada y contrastada. No es mi intención entrar a valorar errores periodísticos de bulto, tarea que ya hacen otros de manera admirable, ni tampoco analizar lo sencillo que resulta cambiar el contenido de una noticia digital sin que los lectores siguientes a la modificación perciban dicha alteración. La cuestión aquí son el centenar de comentarios de Público.es que ignoraron el contenido de la noticia, o las personas que en lugar de plantearse si la información era correcta, retuitearon directamente la información.

Durante los últimos meses, proliferó en las redes sociales (Facebook y Twitter, principalmente) la información de que en España hay aproximadamente 450.000 políticos, argumento que saltó de estos entornos más o menos "populistas" a medios más "serios" como tertulias radiofónicas, artículos de opinión, periódicos digitales y probablemente también a la televisión. En la situación actual de crisis y gracias al malestar existente con la clase política, resultaba tentador prescindir de cualquier análisis crítico e ir directamente a los números, que mostraban una comparación entre España y Alemania en población y políticos que facilitaba poner a los nuestros a caer de un burro. Afortunadamente, a estas alturas diversos medios ya han aclarado que de cuatrocientos mil políticos, nadadenada. Sin embargo, dicha información ha sido repetida hasta la saciedad durante meses probablemente por miles de personas en Twitter, Facebook, Tuenti, blogs personales, conversaciones con amigos, tertulias "políticas" y vayan a saber dónde más.

La cuestión aquí no es la falta de espíritu crítico que parece alumbrar todos estos ejemplos (en especial los dos últimos), que sería material para un blog de diferente temática, sino poner de relevancia la fuerza y el poder que las redes sociales están adquiriendo poco a poco (y que sin ese espíritu crítico, no son otra cosa que altavoces de intereses ajenos). Cierto es, en mi opinión, que no estamos todavía en condiciones de afirmar que Facebook o Twitter puedan ser representativos de la realidad social o política; por un lado, el diseño de las redes sociales en torno a "amigos" y personas con mismas aficiones y opiniones tiende a actuar como una lupa en la que las opiniones propias se ven automáticamente respaldadas por la —nuestra— comunidad y también como una burbuja en la que el usuario accede a los contenidos que le son afines (aunque esto es aplicable también a los ámbitos no digitales). Por otro, es conveniente no olvidar que una gran parte de la población con voz y voto no está presente en las redes sociales.

Sin embargo, no es descabellado pensar que la tendencia actual hará que Facebook, Twitter, Youtube, etc., o aquellas tecnologías y empresas que las releven en el futuro, vayan cobrando una mayor relevancia e importancia con el paso de los años y a medida que los actuales nativos digitales las incorporen a las diferentes esferas sociales. Sin dejar de lado los aspectos completamente beneficiosos de las redes sociales, todos hemos visto la típica escena de película de vaqueros en la que una masa enfurecida trata de linchar a un sospechoso, con independencia de que se haya decidido su culpabilidad o no; todos conocemos la frase difama que algo queda. Quizá no sea hoy, pero como sucede en el capítulo de Black Mirror, puede llegar un día en el que la masa social a través de las herramientas de comunicación digital pueda llegar a hundir una empresa, a una persona, o participe involuntariamente en la comisión (de cometer) o difusión de un acto ilegal o reprobable. ¿Es tolerable permitir que algo así pueda suceder con total impunidad, como si estuviésemos a bordo del Orient Express?

Por tanto, desde el punto de vista social, la cuestión es: ¿cómo conseguir que esa inteligencia colectiva no sea en realidad un martillo neumático que se pone en marcha de manera arbitraria a veces, orquestada en otras, destrozando aquello que encuentra a su paso con o sin razón? Y lo que resulta igualmente importante: ¿cómo hacerlo sin que a) entremos en el peligroso mundo de la censura y b) el martillo neumático lo entienda como censura? ¿Es razonable empezar a pensar en mecanismos de (auto)control?

Desde el punto de vista de la empresa, no tengo ninguna duda de que la defensa, monitorización y control de la imagen de marca y la reputación (digital o no; cuando lo digital salta al mundo físico no tiene sentido diferenciar) y los riesgos que la rodean van a adquirir una importancia destacable en los años venideros. En el primero de los ejemplos, en un momento del capítulo el primer ministro británico pregunta a su asesora por el protocolo a seguir. Pueden imaginarse la respuesta.