Milestones

Una de las posibles consecuencias de que haya comenzado a prestarle más atención a mi actual situación profesional y salarial (ver mensaje anterior) es la forma en que he organizado los últimos cuatro o cinco años de mi vida, y que ahora que lo pienso, tiene alguna relación con la famosa frase del ex-Beatle Lennon Life is what happens to you while you are busy making plans.

Desde que volví de Atlanta, por mayo del 2000, mi vida pasó a moverse en torno a metas. Por aquel entonces, llevaba ya un par de años trabajando con Duato (con el que estoy en deuda por muchas cosas) en el proyecto STREAM, que luego se convirtió en mi proyecto final de carrera. La primera meta —que quizá no fue tal— fue acabar las asignaturas que me quedasen, cosa que conseguí en junio de ese año, pasando a trabajar en octubre para Centrinet, parte de Centrisa, la actual Azertia. En ese momento, la idea de acabar el proyecto final de carrera -y con ello la ingeniería- ya estaba en mi cabeza de forma bastante intensa, y siguió en ella hasta junio del siguiente año, 2001, cuando estaba ya trabajando ya para mi actual empresa. Esto me generaba una presión considerable, aún siendo una persona acostumbrada a trabajar en solitario y sin demasiada vida social —casi la misma que ahora, con la diferencia de una personita que se llama Lorena y que es casi literalmente el centro de mi vida—, ya que no puedo obviar el esfuerzo que me suponía trabajar ocho horas diarias —por aquel entonces más— y tener que sentarme dos o tres horas diarias para programar (en C++) un proyecto que empezaba a desbordar lo que quedaba de mi a esas horas de la noche (el nivel de complejidad y optimización con la herencia, el polimorfismo y los punteros que alcancé es algo de lo que siempre estaré orgulloso).

No obstante, en junio de aquel año acabé el proyecto, y obtuve una nota de nueve (algo que tampoco es excepcional), y con el sentimiento de culpa de no haber podido acabarlo ni responder a las expectativas creadas. Tras esto, me propuse sacarme el carnet y ese noviembre me matriculé, a mis 25 años, en la autoescuela. Algo que yo consideraba totalmente innecesario —y sin lo que hoy probablemente no podría vivir, a pesar de la posible ansiedad que me ha creado— estuvo pendiendo sobre mi cabeza durante casi un año, durante el cual apenas pisé la autoescuela para nada, y que me costó bastante dinero —no, las ofertas que lees no son para gente que se saca el carnet en un año y medio— y bastantes preocupaciones. No recuerdo cuando, pero probablemente a finales del 2002 me propuse finalmente (ya empezaba a ser una cuestión de ahora o nunca) sacarmelo, y tras aprobar ambos exámenes a la primera, en febrero del 2003 tenía mi carnet de conducir en la mano. Un mes después me compré un Renault Megane. Dado que soy una persona a la que le cuesta desconectar si tengo en el horizonte determinados problemas o responsabilidades/tareas que considero importantes, tras acabar la carrera y sacarme el carnet de conducir, me sentí extraordinariamente libre por primera vez en varios años. En algunos momentos era realmente angustioso no poder evadirme de una u otra cosa, como si tuviese un pequeño duende metido en la cabeza martilleando con lo que tenia que hacer, y mandarlo a paseo fue una gran satisfacción.

Desde entonces no me he planteado ninguna meta con carácter de necesaria, cómo pudieran ser las de acabar la carrera o sacarme el carnet, ambas imprescindibles a tales alturas de mi vida —y que me costaron mi sudor y esfuerzo—. Sigo estudiando filosofía, y a pesar de llevarlo bastante al día en lo que a asignaturas/cursos se refiere (aunque inferior a mis propias expectativas, muy superiores probablemente a lo que puedo hacer si quiero seguir conservando una novia y algo de vida tras el trabajo diario), y con una nota media más que respetable (9.0), cada vez la considero menos una meta imprescindible, aunque no tengo ninguna duda de que la acabaré manteniendo los mismos estándares que hasta ahora. En sustitución de esta posible meta, ha aparecido la mejora que mencionaba de mi situación profesional y económica, y viendo en el horizonte la compra de un piso, empieza a adquirir carácter de urgencia; es decir, de meta tal y como la he explicado hasta el momento. Porque el duende parece que ha vuelto a aparecer y cada vez lo hace con más frecuencia e intensidad.

Todo esto repercute en última instancia en mi beneficio, a pesar de la angustia que me pueda causar el citado individuo metafórico. Primero, porque si tal meta existe, haré algo para alcanzarla, saliendo del actual apoltronamiento acomodaticio en el que me encuentro (y que tiene su fundamente en la flexibilidad de horario y cercanía a la Facultad de Filosofía pero que no compensa económicamente), y segundo, porque trabajo mejor bajo presión. Rindo más y mejor. Aunque ya hablaré de eso en otro momento.

Por cierto, un milestone es un hito, y en jerga informática, es un punto importante en el desarrollo de un determinado programa. De ahí el título de este mensaje.