Conversación
—Hola.
—Hola, Marc.
—¿Qué haces?
—Poca cosa, montar unos cajones para la cómoda de la habitación, pero estoy acabando, pilla una silla y siéntate. He metido unas cervezas en la nevera hace poco, así que si quieres una estás invitado.
—Bien, ahora luego. ¿Sabes? Estuve viendo ayer un documental que echaban sobre trastornos alimentarios, uno de esos en los que salen mujeres bulímicas y anoréxicas, y te enseñan lo jodida que es su vida.
—Sí, ¿qué pasa?
—Pues que mientras lo veía, me puse a pensar en Marta.
—¿En Marta? ¿Y eso? Ella ni es anoréxica ni bulímica. La conozco bien.
—No, no, ya sé que no. Me puse a pensar en ella porque todo el mundo sabe que es una católica devota, pero que bueno, la verdad es que cuando no está en la iglesia confesándose, joder, cómo decirlo, es un poco ligerilla.
—No te pases, Marc, que Marta es mi amiga.
—No joder, que a mí me cae bien, es una buena chica, maja y eso, pero tú la conoces, sabes cómo es ella, que yo no me meto, pero es verdad, joder, le gustan más las... bueno, ya sabes... que a un niño el chocolate. Que sí, que está bien y ya te digo que a mí me da igual, que cada uno es libre de hacer lo que le de la gana con su cuerpo, pero es así, todo el mundo lo sabe.
—Todo el mundo lo sabe… Bueno, bien, no sigas, dejémoslo ahí. ¿Qué tiene que ver eso con lo que viste ayer?
—Pues me puse a pensar que la religión católica, que por eso me acordé de Marta, y te digo la católica porque es lo que veo y no conozco otra, que la religión es… es algo así como un trastorno espiritual.
—¿Un qué?
—Un trastorno espiritual, o moral, algo así. Sí joder, esa gente, todos los que van a la iglesia, sobre todo los más creyentes, van acumulando pecados, un día tras otro, y se van cargando de culpa y remordimiento, hasta que un buen día se acercan a la iglesia y lo vomitan todo encima del cura. ¿No ves cómo se parecen las dos cosas? De lo que no estoy seguro es de si esto es más una anorexia o más una bulimia, por todo el rollo ese de comer compulsivamente y la culpa que no me quedó claro, pero lo cierto es que tampoco le he dado muchas vueltas. ¿A ti qué te parece?
—¿Que qué me parece? El qué, ¿todo eso que me has contado?
—Sí, joder, ¿qué piensas de esa gente?
—¿Yo? Yo no pienso, Marc, que no se me da bien y me lo tengo prohibido. De todas formas, creo que tú ya piensas bastante por mí.
—Bueno, no sé, es algo que se me ocurrió mientras veía el reportaje. Bien, ¿dónde están esas cervezas?
—Entrando al fondo, a la derecha. Y si por el camino te entran ganas de vomitar, acuérdate de que la iglesia está al otro lado de la calle, que siempre me pones el baño hecho un asco…