Tenemos un plan

Si no han estado viviendo debajo de una piedra, sabrán que ayer el Congreso de los Estados Unidos votó el plan de rescate diseñado por Henry Paulson, el secretario del Tesoro, y Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal (la Fed, que viene a ser el Banco Central Europeo a este lado del charco). Un plan de 700.000 millones de dólares, que se dice pronto, que pretendía —entre otras cosas— comprarle a los bancos sus activos "tóxicos" (así les llaman ahora), y que había sido públicamente apoyado por Bush, Obama y McCain. Y a pesar de eso, el Congreso votó en contra, al menos esta primera vez.

No voy a entrar a analizar, porque me queda grande, si el plan en cuestión era viable, era adecuado, o no; supongo que aportaba transparencia, obligando a los bancos a sacar el muerto del armario y retratarse si querían su parte del pastel, pero al mismo tiempo que ese dinero saliese del bolsillo del contribuyente sin ninguna garantía real de que volviese a él, era ciertamente sospechoso. A fin de cuentas, ningún banco te deja un euro si no tiene una mínima garantía de que vaya a ser devuelto; y en las actuales circunstancias, esa "mínima garantía" se convierte en "total garantía", así que darles un poco de su propia medicina al menos es una satisfacción moral; el "que se jodan" no arregla nada, pero te hace sentir mejor. A todo eso, hay que añadirle lo que los anglosajones llaman en este tipo de cosas el moral hazard, que viene a ser el riesgo de decirle al mercado que aunque lo ha hecho mal, aquí está papá Estado para arreglar la situación. Eso provoca que los culpables del desaguisado se vayan de rositas (no sin mi multimillonaria indemnización) y que el mercado no depure responsabilidades. Y ya saben que quien no aprende del pasado está condenado a repetirlo, a fuerza de palos se aprende, que la letra con sangre entra, y cosas así. Resumiendo, que si yo hoy te salvo el culo de una situación que tú mismo has creado, mañana lo volverás a hacer porque pensarás que yo te volveré a salvar. Y eso, como parece obvio, no es bueno para nadie.

En el polo opuesto de las consecuencias de la aprobación o no del plan, tenemos los no pocos efectos colaterales que se desprenden si la economía financiera se va literalmente al carajo; que son, entre otras cosas, que la economía real (que viene a ser la que produce bienes) le acompañe al infierno unos cuantos años; sí, hasta ese punto está este mundo "financializado". Así que el debate que se plantea es si dejar que la mierda se vaya por el desagüe, arrastrando a quien haga falta, o salvar a los bancos con el dinero de todos y evitar una crisis de tres pares de narices (algo que mucho me temo que es ya inevitable). Como verán, en el primer caso el ciudadano se va a la mierda, y en el segundo, paga los platos rotos, y es que no somos nadie.

Estados Unidos no es la panacea de las virtudes políticas y económicas, y de eso no tiene nadie ninguna duda; de aquellos polvos vienen estos lodos. Hay muchas cosas que los States podrían copiar de este país, empezando por la abolición de la pena de muerte, pero les confieso que cuando veo que un congresista se desmarca de la posición "del partido" y vota en función de las promesas que él (y no su partido) le ha hecho a su electorado, siendo una tremenda envidia. Es cierto que nuestro sistema político y electoral es diferente al suyo, pero la diferencia no siempre es justificable, si representa menos a los votantes (como me da la sensación de que es el caso, y si no, a los datos de IU y UPyD en las últimas elecciones me remito). Imaginen por un momento, si son capaces, que nuestros queridísimos líderes políticos se encontrasen en la misma situación, y que una iniciativa similar fuese a ser votada en el Congreso. Dejando de lado que no pocos miembros de los respectivos partidos se quedarían en casa, donde se está mejor que en el escaño, ¿creen ustedes que alguno de los miembros del PP o del PSOE se desmarcaría de la posición "de partido", como ha pasado al otro lado del charco? Pues como diría aquél, va a ser que no. Todo lo más, es que alguno se equivocaría de botón por simple y pura incompetencia, como ya ha pasado en otras ocasiones.

El mal llamado país de las oportunidades será todo lo que quieran, pero en el ejercicio efectivo de la democracia, nos lleva siglos de ventaja. Y no sólo literalmente.