De burbujas y cosas afines

Como muchos de ustedes saben, soy uno de tantos hipotecados, concretamente desde el uno de diciembre del 2005. Un piso en Valencia, relativamente céntrico, relativamente amplio y relativamente todo. Aunque el amigo de los niños, conocido también como Euribor, ha subido sustancialmente desde ese día, de momento -y espero que por mucho tiempo- no tengo problemas para pagar la cuota (hola, jefe). Y digo esto porque me sorprende que muchas de las personas que se quejan en Internet de que los precios de la vivienda estén por las nubes no sólo parecen querer y desear que éstos se derrumben, sino además, que todos aquellos que tenemos un piso con una hipoteca formalizada nos veamos obligados a vender, o nos embarguen y nos quedemos en el paro, por gilipollas e hipotecados, ya que por lo visto, somos los culpables de todo esto.

Es obvio, muy obvio, tremendamente obvio, que los precios de la vivienda son irracionales, que hay una burbuja inmobiliaria -no sé cómo de grande- y que si no bajan, el incremento de los precios se va a moderar en los próximos años muy sensiblemente. Dicho esto, yo no entiendo mucho de economía, la verdad, pero tengo la impresión de que si el país de verdad se va a la mierda como estas personas quieren que suceda, y mucha gente se va al paro, otra tanta tiene que malvender el piso, y a otra tanta el banco se lo embarga por no poder pagar, lo que van a llover del cielo no son pisos a dos pesetas y felicidad y flores para aquellos que no se hipotecaron. No. Van a ser hostias con la mano abierta, para todos y para todas: hipotecados y no hipotecados. Y es que, perdónenme la soberbia, pero creo que lo que hay aquí es mucha mucha miopía y una buena dosis de estupidez e ignorancia.

Para variar.