Un tipo en medio de la calle

El pasado martes por la noche noche, un tipo con pantalones pirata naranjas y camiseta blanca me despertó a las tres y media de la madrugada mientras tiraba docenas de botellas y trozos de —aparentemente— sanitarios de baño en mitad de la calzada, a la altura del paso de cebra que hay en mi calle. En cuclillas gran parte del tiempo, las lanzaba por encima de su cabeza, y éstas describían una parábola y acababan haciéndose añicos contra el asfalto. Otras veces, de pie, las estrellaba con fuerza, con el mismo resultado final. Estuvo durante más de diez minutos haciéndolo, hasta que acabó rompiendo con una trozo de sanitario el cristal de un coche aparcado, como si en ello le fuese la vida.

Entonces se oyó un silbido, y desapareció.

Cinco minutos más tarde, llegaron cuatro coches de policía que estuvieron apareciendo y desapareciendo hasta que un rato después se fueron tal como habían venido.

Algunos minutos más tarde, dos o tres botellas se estrellaban contra unas chapas metálicas que sirven de valla a un solar que hay delante de mi ventana, y la cabeza de dos personas apareció detrás durante unos minutos. Estuve a punto de llamar a la policía, pero al final me metí en la cama y me dormí, porque entre otras cosas, no sabía si esos eran los de antes o no.

Y aunque puede llegar a plantearse uno qué nivel de desesperación o locura tiene que tener una persona para hacer algo así, me digo a mí mismo que no siempre hay que ver víctimas en todas partes, y que muy probablemente ese individuo era sólo un hijo de la gran puta con demasiado tiempo libre y ganas de joder al prójimo.