Breves o Tranquilos que el año que viene me cambio de coche

¿Pues no va el bueno de Jose Manuel Durão Barroso, actual presidente de la Comisión Europea (por si conocen ustedes otro), y mientras con una mano promueve entre los ciudadanos europeos una campaña por el concienciamiento sobre el cambio climático cuyo lema reza "You control climate change", con la otra se compra un 4x4 Volkswagen Touareg que tiene casi el doble de emisiones de CO2 que el objetivo pactado con los fabricantes para el 2008/2009?

Hay que ver, estos políticos, cómo son...

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En contra (y dos)

Continuemos. Espero no levantar ninguna ampolla esta vez; veremos.

¿Saben estas cosas protesta o reivindicación que se hacen ahora? ¿Esto del día sin móvil, eso de los cinco minutos sin gasto eléctrico o la tontería -¿se puede ser más idiota, por dios?- esa del día sin ordenador (tócate los cojones, y discúlpenme el vocabulario)? A ver si lo adivinan. Sí, me parecen de una gilipollez supina. Ya verán, dentro de cuatro días salen con la hora de ahorro del agua; una hora porque cinco minutos sería ridículo y un día sin agua no lo aguanta ni su padre. Así, una hora lo aguanta todo el mundo y la gente además cree que está "colaborando" o "participando" para salvar el planeta, el universo, o el alma de los Teletubbies, y se siente bien que es lo que importa al fin y al cabo.

Porque me lo puedo imaginar: ¡Atención todos! ¡Mañana no gastemos el móvil, para protestar por la subida de tarifas! Y todos los tontos, ale, al bote. Yo incluido, por exigencias de mi principal interlocutora. Pero eso sí, sólo mañana. El resto de días, no te cortes, para qué. Manda mensajes chorras y pasa una hora hablando con tu novio, tu novia, tu madre o la vecina del quinto. Da igual. Casi puedo ver cómo se revuelven los directivos de Orange y Vodafone -Movistar rechaza hacer declaraciones- en sus asientos de cuero tras ver las ingentes pérdidas causadas porque cuatro gatos han decidido no gastar su móvil... un día al año. Terrible, oiga. Que digo yo que, así a bote pronto, y con la ignorancia que me caracteriza, ¿no sería más efectivo que toda esta gente decidiese hacer un uso menor de su móvil durante, vamos a decir, seis meses? Limitarlo a lo imprescindible, a las urgencias... es decir, justo como se hacía cuando no había móviles. Eso a lo mejor, se podía notar, pero eso supone demasiado esfuerzo. Mejor sólo un día y así demostraremos a estas compañías de ratas cómo de enganchados nos tienen. Porque efectivamente, eso es lo único que se demuestra: lo que nos cuesta aguantar un único día, porque al día siguiente volvemos al redil como ovejas. Y que conste que a mi me importa poco que la gente se deje el sueldo en llamar por teléfono; únicamente indico lo absurdo de estas iniciativas. Si realmente tanto te jode que suban las tarifas indiscriminadamente, demuéstralo: limita seriamente tu uso del móvil. Tú ahorrarás dinero y ellos ganarán menos de ti, todos los días del año.

La otra también es buena. Apagar los aparatos eléctricos cinco minutos. No me jodan. Un respiro al planeta, lo llamaban. Lo dicho: que no me jodan. Por favor, manda cojones, como dijo aquél. Esta es una buena muestra de cómo de patética es la acomodada sociedad occidental. Puedo imaginarme tras los cinco minutos cómo la gente vuelve a encender la estufa, el ordenador, la televisión, el DVD, las luces de la mitad de la casa y la vitrocerámica. Ójala me equivoque, pero no creo. Y es que sólo a eso llega la concienciación medioambiental: a apagar los trastos cinco miserables minutos. Pues menuda mierda de respiro para el planeta. Pero oye, ¿¡y lo sacrificados que nos sentimos!? De nuevo, digo yo, ¿no sería mejor dejarnos de cinco minutos y que todo el mundo se propusiese ser más responsable en el consumo de electricidad, y ya que estamos, de gas, agua et al.?

Sí, claro que sería mejor, a nadie le cabe duda. Pero todas esas cosas cuestan mucho más esfuerzo que un único día sin móvil o cinco minutos sin electricidad; requieren un mínimo sacrificio, negarse algunas comodidades -pocas pocas- y tener algunas molestias menores. Y admitámoslo: que le den por culo al planeta, que a nosotros lo que nos gusta es vivir bien. Coño.

Corre Yogui corre

Ayer, en plena efervescencia poética, leí la siguiente noticia en elmundo.es (no, no tengo el enlace directo, ¿qué pasa?). Decía así, ni más ni menos, ni menos ni más: «Tras 30 años campando libremente por el Parque de Yellowstone, los osos grizzlies vuelven a estar en la diana de los cazadores. Los ha colocado el propio gobierno estadounidense, que quiere sacar a estos animales de la lista de especies en peligro».

Leyélo este servidor una y otra vez sin entender nada de nada. ¿Quieren sacar a estos bichos de la lista de especies en peligro de extinción... permitiendo su caza? Tras varios pensamientos dispersos y más de un café de dos y de tres, me di cuenta, con regocijo ante tamaño descubrimiento, y obviando el hecho de que el reportero en cuestión no había estado especialmente acertado a la hora de la redacción del breve, de que las listas de bichos que se nos van y la de bichos que ya se nos han ido es mutuamente excluyente (para los no pedantes, que el que está en una no está en otra). Y con esa revelación vino la luz. Vamos, que supongo la idea es pasar a los grizzlies de la primera lista a la segunda, y todos tan contentos. Bueno, menos Gasol y los suyos que se quedan sin mascota. Y menos los grizzlies en sí, claro, aunque no hablen.

Pero eso sí, los que se van a poner a cantar de alegría son individuos como John Turner, cazador, quien opina que «Ha llegado la hora de que los grizzlies formen parte de la cadena alimenticia». Impactantes declaraciones. Pues claro que sí, con ellos a la cadena, ¡hasta que nos los comamos tós!

Si yo fuese Yogui, no pondría esa cara.

(Aviso: El autor certifica no ser miembro de ningún clan del oso, cavernario o no).