Soy un caprichoso (sí)

Hay cosas que te las compras porque las que tenías se hacen viejas. Por ejemplo, el televisor en blanco y negro de la salita, el gramófono, o esa calculadora con las teclas hundidas y los números borrados, que heredaste de tu hermano mayor hace quince años. Luego están esas otras cosas te las compras por puro capricho, aunque no las necesites y tú además lo sepas; es casi algo compulsivo. Por ejemplo, lo que le pasa a muchos con los condones, o lo que me ocurre a mi con las camisetas y las zapatillas; voy camino de controlarme, no obstante. Hoy ya le he dicho no a unas. Y por último, están esas cosas que se sitúan en la línea entre lo primero y lo segundo. No se han quedado excesivamente viejas por el uso ni se encuentran obsoletas, pero tampoco las coleccionas, sino que cambiarlas puede llegar a ser justificable, o mejor dicho, te convences a ti mismo de que lo es.

En otras palabras, son ese tipo de cosas que aunque sabes que no necesitas, como la práctica totalidad de lo que tienes, te sugestionas poco a poco para acabarte creyendo que sí. Y aunque no te lo creas del todo, te lo crees un poquito y con eso es bastante. Porque aunque mi Sony Ericsson T610 funciona perfectamente, con la excepción de algún problema insignificante lógico tras dos años y medio, el trasto de la foto, con una cámara de 2 megapixels y un reproductor de MP3 con 512MB, era demasiado tentador para dejarlo pasar.

Así que como hice la otra vez, pero esta vez en sentido inverso, adiós Vodafone, hola Movistar.