Soy el puto Flipper

Bien, supongo que como llevo unos días prescindiendo de cualquier atisbo de creatividad y originalidad sin el más mínimo escrúpulo, puedo seguir haciéndolo un día más sin que se note demasiado. Y un día más también, se han ido al traste mis aspiraciones como Mark Spitz. Claro que acostándose a las dos menos cuarto, cuando el despertador suena a las seis y media recordándote que eres lo suficientemente gilipollas como para pretender levantarte antes de que pongan las calles y ponerte a nadar como si fueras un puto pescado, en el mejor de los casos lo único que consigues es retrasar el reloj (el puto reloj, para ser terminológicamente correctos) mientras maldices tu propia estupidez supina durante el lapso de tiempo que tu cabeza es capaz de articular algún pensamiento.

Eso en el mejor de los casos. En el peor, te ahorras las maldiciones, apagas el despertador en casi total inconsciencia y a las ocho menos veinte te despiertan con la extraña -siempre lo es- pregunta de porqué un miércoles no vas a trabajar. La cara de idiota que debo poner en esos momentos debe ser memorable.