País de gilipollas

Vivimos en un país de risa. De pandereta. De gilipollas.

Somos capaces de coger una trama de corrupción como la de Marbella, donde se han robado miles de millones -de euros, no pesetas- de dinero público, y llevarla a la categoría de chascarrillo, de prensa rosa, de tertulia barata, de conversación de patio de colegio. Y aquí no pasa nada. Capaces de entrevistar por televisión, como si fueran famosetes de tres al cuarto, a personas que salen de la cárcel porque han robado millones. A yonkis que pillan robando 30 euros para meterse un pico, no, a esos no. Pero a hijos de puta que roban miles de millones y se ríen de nosotros, a esos sí.

Pues lo dicho, un país de gilipollas.