Ay qué risa (María Luisa)

Hacía mucho que no iba a parar a uno de esos autocompadecientes blogs que tanto abundan, pero hoy lo he hecho otra vez, sin ni siquiera intentarlo. Ay. Joder. Ya me estoy metiendo otra vez con la gente, coño. Últimamente lo hago ya sin darme cuenta...

(...)

Bueno. Que le den que hoy no tengo nada peor de lo que hablar. Como pueden ver, desde Fallas voy corto de ingenio, ideas, imaginación y muchas otras cosas.

El caso es que no voy a decirles qué blog en concreto me ha impulsado a escribir este post, puesto que se dice el pecado y no el pecador, pero la razón se encuentra entre algo que he leído y algo que no he escrito. Jeroglíficos a mí. ¿Lo entienden ustedes? Pues yo tampoco. Como imaginan, la mala leche y las ganas de joder -no se si en un sentido literal, figurado, o en ambos- han hecho el resto, aunque eso no es una novedad. Y bueno, el resto se lo dejo a ustedes, si es que les queda algo. ¿A qué venía todo esto? Ah, sí.

Todo esto viene a propósito de toda esa gente atormentada, angustiada, triste, patética, patéticamente atormentada, patéticamente angustiada, patéticamente triste, patéticamente patética, que pulula por estos mundos de Internet. Como usted y como yo, pero a lo exhibicionista; y créanme que yo de eso sé un rato. Seguro que han visitado alguno de estos blogs, cuya simulada depresión es una constante, no una anécdota; todos tenemos días malos, nadie dice que no. Pero en estos en concreto da la sensación de que es sentarse frente a un teclado y ponerse a llorar lo agónico de su existencia, de que es ponerse frente a la cámara y les da por mostrar su opresión existencial. Siempre posando. Claro. Al borde de la muerte quiero dejar un bonito cadáver. Todo porque soy más guay, porque soy más chachi, porque estoy más atormentado, porque mi vida es una mierda más grande que la tuya. Porque soy adolescente (y eso les disculpa). Porque es terrible vivir en el fango consumista de la sociedad occidental. Y porque yo lo valgo, eso también.

Pues eso, que me dan mucha risa, aunque a veces me dan pena, porque debe ser *tan* cansado fingir que huyes de la felicidad continuamente que acaba pensando uno que va a ser verdad que es insoportable. Para acabar, y como dicen en la tele, «sin más dilación» (qué bonita expresión, ¿no creen?), les dejo con un extracto de una pobre atormentada por la desesperación:

 

«No hay desgracia personal que justifique la opresión que a veces siento. Estoy tan enferma»

 

¡Y es que es *tan* aburrido ser feliz!