La herida oculta

Ayer, mientras volvíamos de Lerma en el coche, tuvimos la ocasión de escuchar a Ricard Ruiz Garzón hablar del libro La herida oculta, que en ocho historias de diferentes escritores trata de mostrar la "problemática" (dejemos ahí ese eufemismo) detrás de los trastornos psicológicos como la esquizofrenia, la depresión o el trastorno bipolar entre otros. Durante la tertulia, tanto unos como otros reclamaban una mayor visibilidad para este tipo de enfermedades, estigmatizadas y escasamente reconocidas tanto por los propios enfermos como por las autoridades sanitarias (pidan cita en el psiquiatra o el psicólogo en la Seguridad Social, y ya verán la risa que les entra); si ya en España la situación es patética, en la Comunidad Valenciana rozamos el tercermundismo, con 2,4 psicólogos clínicos por 100.000 habitantes en 2008, cuando en 2004 la media europea era de 18. En fin, qué les voy a contar que no sepan ya.

Una reflexión que me pareció particularmente interesante fue la relacionada con la manera de hablar; mientras que términos como "sidoso" han sido abandonadas por considerar que la persona no debe ser definida a partir de la enfermedad, se siguen utilizando términos como "esquizofrénico", en lugar de "persona con esquizofrenia" (Laura me apunta que por eso precisamente debe hablarse de "persona con discapacidad" en lugar de "discapacitado"), tanto en el público como en el médico, teóricamente más dado a cuidar la integridad del paciente en las formas. He de decir que, si bien no soy especialmente amante de la corrección política, son aspectos terminológicos que no deberían considerarse baladí.

Volviendo a la tertulia, varios de ellos mostraban cierto optimismo respecto al futuro de estas enfermedades, especialmente en su reconocimiento público y privado, lo que irremediablemente mejoraría los medios y por tanto el éxito en el tratamiento. Es aquí donde discrepo profundamente. Estoy convencido de que la forma de vida que promociona la sociedad capitalista actual (productividad, competitividad, consumismo y crecimiento económico a cualquier precio) va estrechamente ligada al incremento de los trastornos de ansiedad o depresión en las sociedades "avanzadas". Dar completa visibilidad (y tratamiento psicológico, como imprescindible complemento al farmacológico) a uno de los extremos permitiría vislumbrar esa relación en toda su magnitud, algo que —por tanto— no parece probable que vaya a suceder.