Hablemos de blogs

El otro día aterricé por casualidad en el blog de La Ceci, que anunciaba que lo cerraba a causa de ciertos comentarios desagradables provocados por sus últimas y —probablemente— anteriores opiniones. La verdad es que era la segunda vez que entraba, y el blog tampoco es que me apasione, pero vaya casualidad, que la chica del escote generoso lo clausurase precisamente ese día. Al menos ha dejado la foto, que algo es algo. Al parecer, su opinión acerca de la poca utilidad de muchas de las materias actuales y de las recibidas durante su educación («Y lo que no entiendo es porque no se enseñan cosas básicas que realmente nos pueden hacer falta algún día como Psicología, Salud, Primeros auxilios, Legislación, Finanzas domésticas (declaración de la renta), Nutrición y Cocina, reparaciones caseras (fontanería, carpintería, albañilería, electricidad) y también a conducir... me hubiera venido genial...»), con lo que no estoy de acuerdo, y sobre la importancia de los contactos y la suerte en el mundo profesional actual («lo más importante para triunfar profesionalmente no es el dinero, ni la experiencia, ni el conocimiento, ni el talento, lo fundamental son los contactos y la suerte»), con lo que estoy parcialmente de acuerdo, tocaron la fibra sensible de más de uno que se había tomado a sí mismo demasiado en serio, aparte de tener demasiado tiempo libre y demasiados pocos modales.

No debió tomarlos tan en serio, pero bueno, la cuestión que nos interesa, al menos a mi que soy el que está escribiendo esto, es que la buena mujer acabó concluyendo que había entendido cuáles eran las normas de la blogosfera, y venían a ser las siguientes (que no, que no):

Uno, o 1: «Hay que ser anónimo» Está muy claro a estas alturas que me llamo Manuel B****, vivo en Valencia, tengo 29 años y muchas cosas más que no pienso repetir, ya que están en mi breve nota biográfica. El caso es que, para ser sincero, soy cualquier cosa menos anónimo. Más bien, lo que soy es un poco exhibicionista.

Dos, o 2: «Hay que mostrarse neutral, ante cualquier tipo de tema que pueda ser polémico: política, religión, fútbol, sexo... cultura...» Excepto en algunas cosas sobre las que no he tenido oportunidad de hablar porque no me interesaban un comino, nunca me he mostrado neutral en casi nada.

Tres, o 3: «Hay que hablar con corrección política, sin tacos, ni excesos pedantes ni tecnologismos y con total respeto hacia los demás...» Joder. Aquí sí que no, porque creo que no cumplo ninguno de ellos, ni siquiera el del respeto hacia los demás.

Así que, a la vista de los hechos, y si tenemos que asumir que esta buena mujer lleva razón con esos tres puntos, cosa que permítanme que dude (respeto, respeto) a pesar de la cantidad de gente que le daba la razón, me van a tener que decir ustedes qué coño (sin tacos, sin tacos) es esto que estoy yo escribiendo, si no cumplo ni la Uno, ni la Dos ni la Tres.

Y ya hablaré otro día de qué es un blog, para qué sirve y si vale la pena hablar de qué —otra vez— es un blog, que parece que últimamente —bueno, y no tan últimamente— está todo el mundo obsesionado con la tontería esta de las páginas que se escriben al revés (cronológicamente, claro).