Endesa mon amour

Procedo a contarles otra de mis múltiples aventuras con las grandes empresas de nuestro santo país. Ya saben, esos campeones nacionales, ya sean banca, energéticas o telecos. Esas que tanto les gustan a los políticos de turno, y con las que el españolito se debe sentir tan identificado. Cómo me encanta tratar con ellas, y qué contento estoy con el servicio que nos prestan. Ay, qué afortunado soy.

Hoy toca... ¡Endesa! Ya saben, ese modelo de campeón nacional reconvertido en spaghetti, pero nacional al fin y al cabo. Esta historia empieza el pasado agosto, cuando un señor muy apuesto aparece en la puerta de nuestra casa, y nos ofrece cambiar de Gas Natural a Endesa, con el suculento ahorro que supone la oferta Ahorro Gas 10%. Ya saben, esa oferta por la que te hacen un 10% de descuento y que hasta hace poco salía en televisión anunciando un tipo con cara de gilipollas. Claro que lo que ustedes no saben es que el descuento es únicamente por el consumo, y no por el resto de conceptos, pero pelillos a la mar que eso son tonterías (haberte leído la letra minúscula Times New Roman número dos (2), chaval). Nada, que en vista del prometido ahorro, y que ya me veía despilfarrando todas esas ingentes cantidades de dinero que no iba a tener que soltar, decidimos contratarlo. Y esperamos. La primera, en la frente; es decir, primera factura, doscientos cincuenta y dos (252) euros. Casi un año con Gas Natural, pagando treinta euros (30) cada dos meses, y con Endesa multiplico esa factura por ocho, con un mísero calentador de gas. ¿Será que nos duchamos demasiado? Pues no. Afortunadamente, el problema se solucionó rápido; al parecer, había habido un problema en la transcripción de la lectura del contador de gas, y el problema fue rápidamente subsanado.

Entonces quedé a la espera de la correspondiente factura, pero entre unas cosas y otras, ella no llegaba y yo tampoco me preocupaba demasiado. Un buen día, llaman a casa de parte de Endesa para la realización de una revisión inicial, seguramente por aquello de no fiarse de las instalaciones de la competencia; ahora sí ahora no, quedamos a las siete y media de un miércoles cualquiera, y allí me tienen a mí esperando que el técnico aparezca. Y claro, como pueden imaginar, nada de nada. Veinte minutos después, me llama diciendo que está en una plaza y que no encuentra el número (¿?), lo que genera una conversación que sirve para que yo descubra porqué no llegan las facturas a mi casa: Endesa básicamente no sabe dónde vivo; no sabe no: no tiene ni puta idea. Visto el problema, llamo a Endesa, corrijo los datos y solicito que me envíen todas las facturas generadas hasta la fecha a la nueva dirección. Vista la tardanza (aún estoy esperando), decido darme de alta en el servicio Online (ya les hablé de esto), para ver si así definitivamente puedo tener acceso a las putas facturas. Dos semanas después, ya tengo usuario y contraseña, por lo que puedo ver mis facturas... excepto la primera, que sigue en paradero desconocido. Es decir, tengo acceso a la factura errónea, pero no a la correcta emitida después. Vaya por dios. Hurgando en la última factura, descubro además un concepto denominado "Mantenimiento gas sin calefacción".

Aquí es donde empiezo a cagarme (figuradamente) en la madre que parió a Endesa. Llamo de nuevo (no olviden, ante todo, que los 902 son cualquier cosa menos gratuitos) y pregunto porqué me están cobrando ese concepto. La primera persona, que es la única con un mínimo de coherencia que encuentro, me dice que ese concepto va incluído en la oferta del descuento del 10%, y que seguramente haya firmado una hoja blanca, que iba asociada al contrato de color amarillo que firmé. Le indico que no, que lo único que tengo firmado es la hoja de color amarillo indicada, y le solicito que dé de baja el citado servicio de mantenimiento. Le pregunto además qué va a pasar con esos casi veinte (20) euros que Endesa me ha cobrado de más, que por otra parte yo desconocía por no tener acceso a las facturas, y se ofrece a poner una reclamación, que según me indica se resolverá en un plazo de siete (7) a diez (10) días. Para la baja, me pasa con el departamento de bajas, donde me encuentro una pobre chica de inteligencia límite probablemente del cupo de discapacitados, con todos mis respetos para ellos; entiéndanme, esta persona puede ser la mejor persona del mundo, pero para mí, ella es Endesa.

Lo de esta chica no tiene nombre. Empieza diciéndome que ha procedido a la baja del servicio de mantenimiento, y que claro, perderé el 10% de descuento (¡vaya!) pero cuando le pregunto acerca de la cantidad disimuladamente sustraida de mi bolsillo por la compañía a la que representa, me dice que no pueden devolverme el dinero, porque yo estaba disfrutando de las coberturas. Y este es un hecho que me asusta, porque quizá mañana me llame Maphre, Telefónica o Allianz informándome de que me han estado cobrando, por decisión unilateral suya, un seguro, y que no me pueden devolver el dinero cobrado porque aunque yo no supiese que tenía el servicio disponible, estaba "disfrutando" de la cobertura. Es decir, que esta chica intentaba convencerme de que, aunque yo no había firmado ningún papel donde autorizase el cobro de ese concepto (ya saben, ese papel blanco del que les hablaba antes), ellos tenían derecho a cobrarme ese servicio porque lo había estado "disfrutando", aunque no hiciese uso de él. ¡Ignorante de mí! Acaba diciéndome que claro, ellos no tienen todos los datos en el ordenador (y entonces, ¿dónde están y quién los tiene?), y que puedo acercarme a la oficina de Endesa más cercana, para presentar una reclamación. Les ahorro el resto de conversación.

Bueno. En definitiva. En un plazo de siete a diez días recibiré la respuesta de la reclamación telefónica, y no diré lo que voy a hacer después aunque se lo pueden imaginar. Y no es quemar las oficinas de Endesa, aunque les aseguro que ganas no me faltan. Otro día les cuento mi última aventura con Telefónica, que también tiene tela.