El taller es tu amigo

Hace aproximadamente dos años, en una revisión de mantenimiento del coche, el mecánico del taller oficial de Renault al que había llevado el coche los últimos cuatro o cinco años me indicó que los discos de los frenos estaban ya bastante gastados y habría que cambiarlos en la próxima revisión. Unos meses después, al sustituir los neumáticos delanteros, el técnico de Norauto me advirtió de exactamente lo mismo. Así que hace cosa de tres meses, 15,000 kilómetros después de aquella primera revisión que les comentaba, llevé el coche al mismo taller de siempre para el cambio de aceite, filtros y asuntos varios, e incidí en que mirasen los dichosos discos de freno, por si fuese necesario cambiarlos. El jefe de taller, un hombre que vive permanentemente estresado, me dijo que estaban bien.

Dejemos eso ahí. Desde hace aproximadamente un mes el coche me venía haciendo un ruido extraño al rodar a más de 50 km/h, así que por seguridad y pensando en las consecuencias de perder una rueda en plena autovía a 120 km/h, lo volví a llevar al taller. Una cosa es que el aire acondicionado no vaya, y otra que el coche no frene cuando tiene que hacerlo; no es lo mismo, que diría Alejandro. Pero esta vez, sospechando que el problema pudiera haber sido estado relacionado con la última visita al taller Renault pero aun así éstos no quisiesen aceptar su culpa, lo llevé a un taller que hay justo delante de mi trabajo. Mucho más cómodo, al menos, dónde va a parar. Allí no sólo detectaron que el ruido provenía de un rodamiento fastidiado, sino que me advirtieron de la necesidad de cambiar los cuatro discos de freno, que efectivamente estaban para cambiar, tras casi 90,000 km, tal y como me enseñaron.

¿No les parece que es una bonita forma de perder clientes, en estos tumultuosos tiempos de crisis, desaceleración o precipitación económica?

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El resto de la entrada, ¡que lo haga otro!