Cosas que me sacan de quicio

Soy una persona calmada y tranquila. Siempre lo he sido. Una de esas que pueden estar en medio de una gran vía parado durante media hora sin rechistar, de esas que pueden estar en un atasco en la autopista durante horas sin hacer de eso un drama. Pero las cosas como son, hay personas y situaciones que me sacan de quicio, y esta mañana me he topado con una de ellas; una persona y una situación. Les cuento.

Ayer por la noche aparqué en una calle cercana a mi casa, en la que hay un colegio de primaria y párvulos, si no estoy equivocado y son lo mismo. La calle en cuestión, en la que vivían hace unos años mis abuelos maternos, tiene una longitud de trescientos metros y es en los dos primeros tercios bastante estrecha, a lo que hay que sumarle los coches aparcados a la derecha encima de la acera. Como es natural, a las nueve de la mañana, hora a la que cojo habitualmente el coche para ir a trabajar, está llena de madres, padres y críos que entran al colegio. No suelo aparcar allí si no tengo necesidad, pero ayer no me quedaba otro remedio. Así que esta mañana he cogido el coche, y a paso de peatón, deteniéndome cuando era pertinente y necesario, he avanzado hacia el final de la calle, sin meterle prisa a nadie, sin tocar el claxón, y asumiendo las circunstancias del momento. Pero he aquí que al llegar a la puerta del parvulario, tras estar parado más de dos minutos esperando que la gente me abriese paso (no hablamos de cincuenta mil personas) un hombre de quizá sesenta años que llevaba a su nieto al colegio me mira y me escupe: "No tienes vergüenza", haciendo referencia sin duda a la circulación de mi coche por allí a esas horas de la mañana.

Como les decía al principio, acostumbro a ser una persona conciliadora, pero no siempre. Los gilipollas integrales me sacan de quicio. Entiendo que hay que llevar cuidado, que un chiquillo es algo frágil, y que hay que tomar las precauciones debidas. Pero también que si he aparcado al principio de una calle que no es peatonal y tengo que coger el coche para ir a trabajar, tengo todo el derecho a hacerlo llevando, según lo dicho, el cuidado oportuno. No recuerdo toda la "conversación", pero en pocos detalles, cometo el error de contestar a su impertinencia -con su misma cordialidad- diciéndole que no tengo otra manera de sacar el coche para ir a trabajar y que me dé otra solución, a lo que responde que sabe como va él a trabajar, no cómo voy yo.

No suelo perder los estribos, pero en este caso, la estupidez me ha superado y le he respondido literalmente "Señor, es usted francamente imbécil", y antes de que las cosas llegasen a mayores, con bastante mala hostia, he seguido mi camino. Y es que ya les digo que a los gilipollas integrales no los trago y en algunas ocasiones, hasta me sacan de mis casillas.

(Para acabar, les dejo con un homenaje a un grande que se nos ha ido hoy)