Circulen. Nada interesante que leer

Hoy he comido solo. A pesar de lo abarrotado del lugar, nadie me ha dirigido la palabra, excepto la chica que tenía delante, y cuando lo ha hecho, ha sido para despedirse: Adeu. No me ha dado tiempo a contestarle, ya que no lo esperaba, así que me he limitado a extender la palma de la mano para despedirme. No sé si me ha visto, espero que sí. Bueno, en realidad me da igual.

Algunas personas dirán que esto de comer solo es muy triste, pero nunca he pensado que tenga porqué (¿por qué?) serlo de por sí. Ni lo pensaba cuando iba al cine solo. Ni cuando iba a la Fnac y pasaba la tarde ojeando libros u oyendo música, sin nadie con quién hablar de algo... o de nada. La gente acostumbra a calificar ese tipo de actitudes como extrañas. Bueno. Nunca he tenido demasiados amigos, aunque con el tiempo he llegado a tener unos pocos muy buenos amigos. La cantidad es culpa exclusivamente mia, la calidad culpa exclusivamente suya. He sido siempre pésimo en eso de mantener amistades. Me cuesta relativamente poco hacerme con la gente, pero soy —o era, creo— incapaz de mantener el interés demasiado tiempo. Esto me hace parecer introvertido, o mejor, insociable, cuando en realidad no lo soy en absoluto. Simplemente soy algo egoísta, lo confieso; demasiado independiente para estar sujeto a una vida social que a menudo he considerado incómoda de conservar. En otras palabras, que voy a mi puta bola, y he ido durante mucho tiempo, pero la comodidad tiene un precio. Afortunadamente, puedo decir que de un tiempo a esta parte esto ha cambiado y que ahora vivo un poco menos cómodo, me adapto más a la gente y ...

... y en realidad, no es esto de lo que pensaba hablar y no se qué coño hago hablando de ello, pero como no encuentro una manera de ponerle fin a algo que empieza a tener un dramatismo que no le corresponde, va a ser precisamente esta frase la que detenga esa senda. Es demasiado escarpada para ponerme a hablar de ello sin más ni más. Ay, más dramatismo. Soy incorregible. Supongo que es lo que tiene dormir poco y tomar mucho —demasiado— café. Para no dormirme, claro.

No me hagáis caso, si es que hay algún insensato que aún me lo hace.