Cinco + 1 preguntas para no comprar sin pensar

Hace unos días, mientras L. y yo buscábamos una mantilla para la boda del fin de semana pasado, entramos en una tienda de ropa deportiva. Ropa de esa que llaman casual. Allí estuve probándome una chaqueta clásica de Adidas, negra con franjas amarillas, y un gran bordado de Muhammad Ali en la espalda. Durante un buen rato. Esta es la prenda en cuestión:

Sepan antes de continuar que no tengo nada en contra del consumismo desbocado; cada uno hace con su dinero lo que buenamente le viene en gana. Lo que sigue son simplemente las razones por las que no me compré esa chaqueta; preguntas que, por una razón o por otra, llevo haciéndome desde algún tiempo, casi inconscientemente, para evitar gastarme el dinero en caprichos innecesarios, vulgares, prescindibles, o excesivos. A veces funcionan, a veces no. Como todo, es cuestión de práctica: cuanto más las uso, más funcionan. Y la sensación no es nada desagradable. Bien, empecemos.

Uno. La primera pregunta es la de siempre. ¿Necesito esto? No estoy hablando de necesidades básicas ni de no comprarte otras zapatillas cuando las que tienes están para tirarlas. No. Estoy hablando del tercer par de zapatillas o de otro móvil a los dos meses de comprarte el último. En este caso, se trata de pensar si lo voy a comprar porque lo necesito, o por el contrario simplemente porque estoy en la tienda y lo tengo en la mano.

Dos. ¿Puedo permitírmelo? Aquí no se trata de si voy a tener que pedir un crédito para pagar mi capricho. Se trata de hacer un cálculo mental rápido, ver los gastos que voy a tener el resto del mes -o incluso en meses sucesivos, cuando la cantidad es importante-, y pensar qué nivel de agobio económico me va a provocar. Hipoteca, coche, créditos varios, comida, luz, agua, teléfono, gas, gasolina, regalos, imprevistos, bodas (¡!)... Quizá incluso pueda permitírmelo sin problemas, pero tenga que privarme de cosas de las que no me gusta prescindir.

Tres. ¿Es realmente esto que me quiero comprar tan, tan, tan especial? Es decir, pienso si es algo que realmente me gustaría tener, y que considero "único" -nótese el entrecomillado-, o si dentro de un rato encontraré algo en otra tienda que me parecerá igual de especial o incluso me gustará más. Esta fue una de las principales razones en el caso de la chaqueta. Me gustaba mucho, me la podía permitir, y aunque no la necesitaba, podía pasar esa pregunta por alto. Lo que pasó es que en realidad, no la encontraba tan especial, porque a mi Ali, ni fu ni fa.

Cuatro. ¿Hay otra cosa que realmente necesite, y a lo que debería dedicar este dinero? Me refiero a algo que necesites comprar y para lo que necesites ahorrar; en mi caso particular, un sofá es una buen ejemplo. Hay muchas ideas: un nuevo móvil, una televisión, una reforma del piso, un sofá, un traje... Por un lado se trata de establecer prioridades, y por otra de aplazar la decisión de la compra; quizá luego cambies tus prioridades, y quizá no.

Cinco. ¿Voy realmente a utilizar esto que voy a comprar? Esto es un simple cálculo que hago entre lo que cuesta el objeto de mi deseo y el rendimiento que le voy a sacar. Esto puede considerarse un caso particular del primer punto. Obviamente, esto no aplica a los vestidos de boda -nadie en su sano juicio se compraría uno según esto-, pero para muchas cosas es bastante lógico. Hace unos años, en mi casa dimos bastante la paliza para que nos regalasen una Playstation 2. Al final, la conseguimos, y meses después, el aparato estaba ya acumulando polvo y actualmente su uso es esporádico, por no decir que no se usa. A eso me refiero.

Cinco + 1. ¿Disfrutaría más si me gastase este dinero de otra forma? Y aquí hablo de ocio, básicamente. Con ese dinero, quizá pueda ir a comer a un buen restaurante, comprar una buena botella de vino y unas cuantas cigalas, ir de viaje a algún sitio, visitar el Oceanográfico, o regalarle algo a mi pareja. Entre otras muchas cosas. Aquí, como antes, se trata de establecer prioridades.

Y eso es todo. No se trata de morirse siendo el más rico del cementerio, sino comprar aquellas cosas que *realmente* quieras, y ser capaz de salir de una tienda sin comprar nada aunque haya unas cuantas cosas que te hubiera gustado llevarte. Como dice el anuncio de Mercedes, piensa que tiempo es en realidad todo lo que tienes en esta vida; un montón de segundos cada día. Y afortunadamente, eso no se puede comprar.