Christie's

No sé si estoy atravesando un proceso gripal -me encanta esa expresión-, estoy a punto de entrar en él, o estoy ya saliendo sin casi haber entrado. El caso es que ya sé que lo que acabo de decir no tiene nada que ver con la imagen de la izquierda, pero me sirve de justificación por si lo que voy a decir resulta ser una argumentación débil, estúpida o incoherente, o incluso para el caso en el que ni siquiera merezca el denominativo de "argumentación". Que es, a la postre, y vista la falta de lucidez que estoy sufriendo, el caso más probable. Léase el párrafo anterior como "excusa".

La cuestión es que cuando miro la fotografía de la izquierda, en la que un grupillo de gentecilla -en el mismo sentido que ustedes y yo somos gentecilla- con aspiraciones, enfundados en su respectivos trajes, se aferra a sus respectivos teléfonos debajo de una enorme proyección de un cuadro de Klimt, siento un poco de asco. Pero el problema es que no se exactamente el porqué. No sé si es porque me jode, hablando en plata, que alguien sea capaz de pagar unos cuantos cientos de millones -a veces de euros, a veces de pesetas- por un Van Gogh, un Picasso o cualquier otra obra y pueda por ello disfrutarlos en privado, negándonos su disfrute a los demás. Pero luego lo pienso y bueno, que alguna obra de arte me sea inaccesible -en directo- a mi o a millones de personas, sinceramente, no supone tanto.

No sé, por el contrario, si siento asco porque en estas subastas se traten las obras de arte como meras inversiones, con la simple idea de obtener un bien revalorizable a corto, medio o largo plazo. Una cosa es que alguien tenga la pasta para colgar un Monet en su comedor, y otra que lo meta embalado en la caja fuerte de un banco para venderlo unos años después y ganar así unos milloncetes. Aunque básicamente la situación es la misma que la anterior -es decir, ni ustedes ni yo olemos ni de lejos la obra en cuestión-, siento por esta opción una mayor repulsión. Supongo que de alguna forma, entiendo que el autor de cualquier obra de estas pone en ella su esfuerzo y talento para que el resultado final sea contemplado, admirado, disfrutado de algún modo, no para que sirva como simple mercancía financiera. Aunque también es verdad que nadie me ha dado parte como guardián de los deseos y aspiraciones de los artistas.

Y por último, no sé si siento asco por la perversión moral y social que supone una escala de prioridades en la que un cuadro o una escultura se vende y se compra por el mismo dinero con el que vivirían durante toda su vida muchos miles de personas que mueren todos los días... y eso nos parece a todos tan normal. Pero también es verdad que, si me mirase el ombligo, probablemente encontraría muchas cosas, entre ellas este portátil, completamente innecesarias y con las que mucha gente podría vivir durante varias semanas o meses... y también lo encuentro tan normal.

En definitiva, que una vez puesto sobre el papel lo que se me pasa por la cabeza al ver la dichosa fotografía, sigo sin ser capaz de decidirme cuál de todas es la principal razón por la que la visión, como decía, de esos yuppies, o aspirantes a, sobre la proyección de un cuadro de Klimt, me parece desagradable. Y yo no estoy con ganas ni ánimo de averiguarlo.

Así que vayan ustedes a saber.