m. pide consejo

Hoy pido consejo, que con toda probabilidad no seguiré. Así que si es usted de los que no dan consejos, o de los que no dan consejos si no se les va a hacer caso, puede ahorrarse la lectura de hoy. Le veo el lunes, si el cielo no cae sobre nuestras cabezas.

Imaginen ustedes que les gusta escribir, que llevan rumiando en la cabeza una historia desde hace meses, y comienzan a sentirse con ganas de ponerse a ello. Imaginen además que, como me decía el otro día uno de mis "amigos" (es curioso que me conozcan tan bien; o yo soy transparente, o ellos son adivinos, o es que pierden demasiado tiempo leyendo lo que escribo), son ustedes pretenciosos y tienen cierta fe, relativa, en sus propias posibilidades (nada que ocultar, algunos ya me conocen bien). No demasiada, sino la suficiente como para intentarlo, al menos. Imaginen que esta vez, también, el ánimo les acompaña.

Hecha la composición de lugar, digamos que se da esa conjunción de circunstancias, y me pongo a escribir. He valorado dos alternativas para el eventual resultado. En la primera, una vez a la semana de manera constante y salvo circunstancias de orden mayor que lo impidan, publico aquí los avances realizados, con cierto orden y coherencia, algo así como una novela por entregas. Esto tiene como ventaja que probablemente me obligue a continuar, pero al mismo tiempo, el texto a veces puede requerir un par de pensadas que no le voy a conceder; y si es lo suficientemente bueno en su conjunto como para ser publicado comercialmente, con toda seguridad la publicación "en abierto" frustrará cualquier opción.

En la segunda alternativa, que implica una mayor fe y una mayor pretensión, me guardo lo que escribo para mí, y si acabo algún día, le intento dar salida por los cauces habituales: premios, editoriales, etc. El principal problema en este caso es la dedicación y continuidad, a causa de la adicción desarrollada a la atención y criterio de la gente (ustedes). En otras palabras, tengo fe en algunas cosas, pero no tanta en mi fuerza de voluntad. Obviamente, ambas opciones pueden influir —y adelanto que lo harán— de manera sensible en la periodicidad de publicación de este blog, que últimamente es excesiva.

Ahora imaginen todo eso si son capaces y tienen ganas, y más allá de preferencias personales, pónganse en mi lugar y díganme qué harían ustedes.

Nada más por hoy. Pasen un buen fin de semana y nos vemos, si todo va bien, el lunes. ¡Ah! Los comentarios continúan moderados, pero no se quejen que soy raudo en su publicación.

Los inéditos del síndrome

El bueno de Miguel Ángel Muñoz, autor del libro de relatos El Síndrome Chéjov, ha tenido la cortesía de inagurar su nueva sección/blog de escritores inéditos, Los inéditos del síndrome, con los relatos de un servidor, con foto y breve bio-bibliografía incluida. Aunque quizá para algunos de mis lectores puede que no haya nada nuevo que leer, para aquellos que aún no hayan echado un vistazo al libro de relatos, esta puede ser una buena ocasión de acercarse a él. Y si les gusta leer, les recomiendo fervientemente pasar por ambos blogs periódicamente.

De momento, sólo eso. Quizá luego o antes del lunes, más. Y quizá no. En cualquier caso, pasen un buen fin de semana.

Discusiones de alcoba

La ventaja y a la vez el problema de YouTube es que tiene tantos vídeos interesantes, y es un recurso tan, tan, tan fácil, que estaría uno todo el día poniéndoles vídeos, así sin más. Pero como ya he abusado bastante, les voy a recomendar este, que da un buen rollo quetecagas y se pega como una lapa, y voy a pasar a mejores -o peores- temas. Hoy, para completar el montón de tonterías que me he decidido a poner ahora que tengo más invitados que de costumbre -¿ven como me puede la presión?-, me he decidido a pedirles consulta, a sabiendas de que muchos de ustedes poseen grandes y extensos conocimientos de la lengua del manco de marras Lepanto. Es decir, Cervantes. Como premio, serán conocedores de las interesantes discusiones sobre ortografía que mi señora y yo tenemos en la alcoba, ya que no tenemos sofá.

Hace un par de posts, tras comentar acerca del nuevo blog en el que colaboro, decía yo lo siguiente:

 

[...] No se crean, no obstante, que por ello voy a descuidar este o se van a librar ustedes de mis esporádicas entradas en materia de defecto profesional, no.

 

¿Todo normal? Pues no. A raíz de esa entrada, surgió una discusión, basada en la siguiente pregunta: ¿Lleva la palabra "este" de la anterior frase acento en la primera "e", en su papel de pronombre demostrativo? ¿Sí? ¿No? ¿No sabe, no contesta? ¿Patatas grandes o normales?

Veamos, antes de nada, qué dice nuestra querida Real Academia de la Lengua, la mismita de Cervantes, en un sentido sí y en otro no. Me he permitido la libertad de eliminar el contenido innecesario, en aras de una mayor claridad:

 

» este, ta, to

1. pron. dem. Designa lo que está cerca de la persona que habla, o representa y señala lo que se acaba de mencionar. ORTOGR. En este último caso escr. con acento cuando existe riesgo de Anfibología.

» anfibología

1. Doble sentido, vicio de la palabra, cláusula o manera de hablar a que puede darse más de una interpretación.

 

Anfibología, qué palabra tan bonita, ¿no creen?. Bien. Recuerdan la pregunta, ¿verdad? (la tienen más arriba, no me sean vagos). Las posiciones en este momento son las siguientes:

. A favor del "sí lleva acento" se posiciona L., mi señora, cuya única argumentación -déjenme ser parcial, por dios- está basada en que en este caso "este" actúa como pronombre, y los pronombres demostrativos llevan acento. Les confieso que ella misma reconoció ciertas dudas hacia el final de mi exposición.

NO. A favor del "no lleva acento" se posiciona un servidor, argumentando que no existe confusión semántica respecto al blog que podría descuidar, y apoyado por tanto por la RAE y la falta de anfibología. Se sobreentiende que la sentencia dice «[...] No se crean, no obstante, que por ello voy a descuidar este (blog) o se van a librar ustedes de [...]».

Ahora bien, vistas ambas posiciones, y guiados por su infinito conocimiento y sabiduría salomónica, vengo aquí a pedirles su opinión. ¿Lleva o no lleva acento? Piénsenlo y denme su más sincera e imparcial opinión.

Ah, por cierto, y ya que estamos con la RAE, sepan que una lapa es un «molusco gasterópodo, de concha cónica con abertura oblonga, lisa o con estrías, que vive asido fuertemente a las rocas de las costas. Hay muchas especies, todas comestibles, aunque de poco valor». Qué interesante, ¿no creen?

[En Security A(r)tWork: Falsa Seguridad]

Arno Schmidt y la lectura -o escritura- flotante

Ya sé que no gustan, a tenor de los escasos -cuando hay alguno- comentarios que reciben, las entradas serias -a excepción de las políticas, claro- y además, largas, aunque se trate de ficción de la más absurda, pero qué quieren, ustedes tienen libertad para no leer y no comentar, y yo la tengo para escribir y comentarme a mí mismo, y así nos va, a ustedes y a mí. El caso es que leía en El Escorpión, el blog de Alejandro Gándara en El Mundo, acerca de Arno Schmidt y lo que se da en llamar "lectura flotante". La idea básica radica en la ausencia de una linealidad en la narración al estilo de la literatura convencional, tradicional, habitual, o como quieran ustedes llamar al tipo de escritura que pueden ver -desarrollada con mayor o menor fortuna- en casi cualquier libro, motivada -la ausencia, digo- por la necesidad de transmitir sensaciones, situaciones, vivencias que no pueden ser, o son difícilmente expresables en forma de narración fluida. O más o menos.

Contar una historia es relativamente sencillo, si se intenta hacer del mismo modo que se desvela el argumento de una película, aunque sea una de David Lynch. El problema en ese caso viene a ser, muchas de las veces, la historia, el *qué* cuento. Aunque no me vayan a generalizar, que a estas alturas algunos ya nos conocemos. Vamos, lo de siempre; aquello de la presentación, la trama y el desenlace. Puede uno dominar más o menos los recursos, el lenguaje, técnicas y trucos estilísticos, la retórica, pero es relativamente sencillo hacerse entender; que sea bueno uno en ello o no, es otra cosa. Pero cuando uno viene a querer contar lo que siente en medio de un orgasmo, lo que siente en el momento que le comunican la muerte de un ser querido, lo que siente cuando una bala le atraviesa el hombro, o como en el caso de "El brezal de Brand", lo que se siente cuando uno no sabe, en palabras de Gándara, «qué ha pasado, por qué le pasa lo que le pasa y mucho menos qué le va a pasar», contar las cosas linealmente no es sólo difícil. Es prácticamente imposible, y si piensa uno que lo ha conseguido, es que probablemente no ha transmitido nada o casi nada de lo que pretendía. En unos casos, porque no hay traducción directa en palabras, y en otros, porque no puede uno querer dar la sensación de que está radical y totalmente desorientado, o perdido, o más allá de todo pensamiento racional, con frases lógicas y bien hilvanadas; nadie piensa vaya, qué dolor tan intenso tengo en el dedo cuando se lo machaca con un martillo; pega un grito y todo lo que le inunda a continuación es dolor irracional (y alguna que otra blasfemia).

Y el problema entonces se traslada del Qué cuento al Cómo lo cuento para que se me entienda y lo que es más o tan importante en este caso, se me sienta. Y ahí es un poco donde entra la lectura -y asumo que escritura- flotante. Según yo lo veo, claro, porque quizá alguien les diga que no tengo ni la más mínima idea -y no le faltaría razón; pero volvamos. Es decir, la posibilidad de expresar algo más allá de la mera continuidad temporal y coherencia sentencial; y es que un orgasmo no tiene ni continuidad temporal ni coherencia sentencial. No hay linealidad en eso, o al menos no en los mios. Intenten, si discrepan, pensar cómo se lo explicarían a si mismos, y verán que probablemente todo lo que les sale es el recuerdo de la placentera sensación que acompaña a correrse -eyaculación es demasiado masculino-, y nada más.

Pero claro, como todo, esto también tiene sus pegas, y es el peligro de que nadie aparte de uno mismo acabe entendiendo qué narices quieres transmitir con un montón de palabras que no tienen ningún nexo aparente de unión. Y que el esfuerzo de intentar sumergirse en el texto buscando ese enlace, que podría no estar ahí, sea demasiado para la recompensa obtenida. Y todo eso, claro, no deja de ser un problema bastante gordo.

Este blog

Aprovechando que cambiamos de casa, aunque no se note demasiado, y que hay gente que aún no tiene acceso a esta página, voy a ponerme un poco moñas. Dicen que el que habla de su blog es porque no tiene nada de que hablar, y aunque no es mi caso, es verdad que de eso mismo voy a hablar.

Pues bien, yo no escribo para mí. Eso a estas alturas de la película me parece bastante obvio, aunque sólo sea por las veces que lo he repetido. Y aunque entiendo que haya personas que lo utilizan de este modo, yo sería incapaz de hacerlo. Para eso me compro un diario, aunque después de todo, ¿para qué quiero escribir lo que ya pienso? Y por otro lado, mi vida no es tan interesante, al menos de momento, como para sentarme regularmente a plasmarla en un diario; me aburriría muy pronto de ella y acabaría reconociendo la miseria de mi propia existencia. Y todavía no me toca llegar a ese punto.

Aunque quizá la frase con la que comenzaba el párrafo anterior no sea tan obvia como parece. Es cierto que no puedo negar que lo que escribo, lo hago para que la gente lo lea. Pero últimamente, también como ejercicio personal. Desde hace algún tiempo, dedico una cantidad considerable de tiempo a escribir; quizá una media diaria de un par de horas, como mínimo, y las últimas semanas puede estar llegando a cuatro horas diarias, de modo que escribir (en el blog) ha tomado prioridad sobre algunas otras cosas. Eso se materializa en habitualmente uno o dos comentarios diarios. A mi eso me parece normal, pero alguien probablemente piense que estoy obsesionado con esta página, y de ahí que haya puesto el paréntesis anterior. Oír que alguien pasa cuatro horas escribiendo, puede resultar normal. Es una afición y puede verse como una inversión de tiempo y esfuerzo, es al fin y al cabo dedicarle tiempo a algo que te gusta. Pero decir que alguien pasa cuatro horas escribiendo... en una página de Internet, suena mal; suena a obsesión, suena a friki, suena a colgado. Bueno. Si se quiere ver así, pues bien, véase así. El caso es que las palabras valen tanto en papel como en la pantalla.

Al principio de comenzar a escribir aquí, me costaba bastante inventar una historia de ficción, crear un principio y sobre todo un final. Ahora las historias salen prácticamente solas, y se acaban solas. Y yo mismo me obligo a escribir sobre absolutamente cualquier cosa, partiendo de absolutamente cualquier cosa, de ahí que últimamente predominen las historias de ficción sobre las que normalmente la gente tiene menos interés y cosas que decir (aunque a menudo, un 'me gusta' o 'no me gusta' sería de agradecer). Últimamente la ficción me resulta más divertida de escribir, sobre todo cuando cambio de estilo. Por ejemplo, del minirelato "Paranoia" de hace unos días, que es uno de los que más me han gustado, de los más "maduros" que tengo, y que probablemente pocos se leyeron, al diálogo "Sandwich de pollo" de ayer.

Y esto es todo lo que tengo que decir sobre esto. De momento, y aunque sepa que no soy el puto Hemingway.

Ficciones y realidades

Vista la reacción de una persona frente al texto de Tyler de ayer, y quizá de algunas otras que no dijeron nada, me veo en la obligación de aclarar que eso no era un texto real, sino una simple ficción. Me alegro sin embargo de que alguien pudiera sentirse ofendido por él, porque despertar ese tipo de sentimientos y rechazo era uno de sus propósitos. Era, como la mayoría de textos que pongo aquí, un simple ejercicio literario, como cuando, incluso hablando de mi vida, escribo en segunda persona o en tercera. El texto de ayer puede ser una confesión (de nuevo, ficticia) repugnante, pero nadie dijo que la ficción tuviera que ser de color de rosa.

Por lo general, creo que suele estar claro cuando hablo de mi vida y cuando hablo de una ficción. Habitualmente, muy claro, y en este caso, yo diría que lo estaba, incluso aunque no fueses asiduo de este blog. Sin embargo, para evitar malentendidos, creo necesario aclarar que Miguel y Eduardo son producto de mi imaginación, no tengo ningún tipo de especial habilidad para el sadismo, no conozco ninguna mujer que esté cercana al mundo del porno, y menos que pudiera ser mi novia (una pena, vaya). No conozco a nadie que pueda darme consejos sobre lo que hacer cuando tengo en la sien una nueve milímetros, Dee, Ka y Po no existen, sino que me los he inventado. Jamás estuve en nada similar a un internado, no conocí a Joyce ni tengo ningún tipo de relación con nadie que sufra de narcolepsia. Tampoco he visto nunca un genio (y menos frotando aquello), ni he vivido en Babia, ni he tenido un ratón en la cabeza, ni tengo relación alguna con mafiosos. Nicolás no pudo morir de coherencia, porque salió de mi cabeza, no conozco a ningún David con fobia a la gravedad ni a ninguna Amelia hipotecando su vida por un aumento de sueldo. Y así, muchas otras que no voy a mencionar aquí.

Por supuesto, en el futuro continuaré escribiendo sin indicar qué de lo que escribo es real y qué es ficción, y dejando al lector que tome tal decisión por mi, e invito a toda aquella persona que se encuentre en la duda -ante la duda, la más peluda- a preguntarlo si lo cree conveniente.

Fdo: La dirección.