Estudiar no compensa

El otro día, a partir de cierto incidente, hablaba con mi señora de esas personas que sin haber estudiado nada en su vida piensan que lo saben todo, y no contentos con ello, hablan como si fuesen auténticos eruditos en cualquier campo del conocimiento; a los más radicales, los puedes ver defendiendo la "escuela de la vida" a ultranza, frente a la pérdida económica y de tiempo que nos supone a muchos la educación ya no sólo universitaria, sino incluso el bachillerato o la ESO. Bien. Pues yo no sé a cuanto se paga el título que expide "la escuela de la vida" (tm), pero al parecer, y a decir por esta noticia que leo a través del blog de Enrique Brito, parece ser que en este santo país, en comparación con los que nos pasamos media vida estudiando, la falta de estudios de nivel superior no se cotiza del todo mal. Vamos, que compensa casi más estudiar fontanería o electricidad que la carrera de Ingeniero Industrial; aunque eso ya lo sabíamos nosotros sin leer el estudio, claro.

En cualquier caso, les dejo con la gráfica más optimista de la noticia, para que no se me depriman, y ya saben lo que se dice: yo sólo sé que no se nada.

(Y creo que visto lo visto, me voy a currar a Hungría)

[En Security A(r)tWork: "Intención de voto"]

Analfabetos de baja intensidad

¿Saben esos días en los que todo el mundo les parece que es idiota? ¿Esos días en los que entienden porqué Einstein dijo aquello tan famoso sobre la estupidez humana y el universo? ¿Esos días en los que piensan que el animal más inteligente es el delfín, el mono o cualquier otra cosa menos el ser humano? ¿Y además, esos días que piensan, intuyen, adivinan, encuentran ese tipo de pensamientos en su cabeza... sin razón alguna? ¿Sí? ¿No? ¿No sabe, no contesta, lo mismo me da carne que pescado? Pues yo, señores y señoras, últimamente tengo muchos de esos días. Y es que no hago más que meterme con la gente, en cuanto pienso un poco. Intuyo que eso debe ser que estoy profundamente frustrado, pero me queda adivinar en qué. Bueno, en cualquier caso; hagan en favor de no ofendérseme. Ya saben que esto mío es todo mental y con medicación se cura. Bien, comenzamos.

Y empiezo, a pesar del párrafo previo de preparación, avisando de que a mí no es que me guste tocar los cojones (a excepción de los míos, claro), siempre en un sentido figurado, ni perder lectores, actuales o potenciales; de los pasados ya ni me preocupo. Cuantos más lectores, mejor que mejor, a quién quiero engañar. Pero vamos a ser sinceros, con esto de la democratización de Internet se da cuenta uno de que hay mucho analfabetismo, digamos, "de baja intensidad". Ha salido a la luz igual que los caracoles cuando llueve, hasta de debajo de las piedras. Es un poco como cuando te pones a mirar las estanterías de tu habitación, que parecen a vista de pájaro impolutas, y cuando pasas el dedo por la superficie te das cuenta de la cantidad de mierda que te rodea. Y miras a otro lado y sigues con tu vida que a ti la mierda no te ha hecho nada. Perdónenme la triste analogía, pero no se me ocurre ninguna mejor. Bien, no es que sea yo Juan Manuel de Prada o Auster, por citar a dos sujetos que seguro que les suenan, pero la realidad es que bastantes de los que escriben, lo hacen mal, terriblemente mal, horriblemente mal. Coño, muy mal. Y no piensen en esos cuatro, cinco, diez o cincuenta blogs que leen habitualmente, sino en los millones que existen, y consideren la proporción. Sí, eso es: bastantes. Antes se escondían en la confidencialidad y soledad de sus diarios, y nadie se veía expuesto a su miseria literaria e intelectual; pero eso ya nunca más, por suerte o por desgracia. El caso es que sencillamente, no saben escribir. Voy a repetir eso: no saben escribir. Y ahora insisto en lo de antes: tampoco es que yo me considere Calderón de la Barca o el bueno de Shakespeare. No.

Sólo digo que muchos no tienen ni puta idea. No un poco, ni un algo, no: ni-puta-idea. Y sí, en esto sí, yo, un servidor, moi, se excluye. Sí. Ya conocen ustedes mi ego y mi orgullo, nada nuevo bajo el sol. Ahora la pertinente lista de excepciones a la norma. No me refiero a la gente que escribe como si tuviese únicamente veinte caracteres a su disposición. Ni a los que tienen problemas de vocabulario, entre los que discretamente podría incluirme. Ni siquiera aquellos que escriben como si los acentos fuesen algún capricho prescindible, que ignoran el uso más básico de los signos de puntuación o que incluso hacen todo eso a la vez, deben sentirse aludidos. Bueno, quizá un poco sí, pero eso es cosa suya.

Estoy hablando, simple y llanamente, de esos que no saben cuándo utilizar a ver y cuándo haber, aquellos que confunden el uso de la uve (v) con el uso de la be (b), o la elle (ll) y la i griega (y). O no saben que después de la eme (m), viene la pe (p). No, no la Pe, sino la pe. Y no sólo eso, sino que además se equivocan de manera sistemática -un mal día lo tiene cualquiera, díganmelo a mi- y además no tienen el menor interés por corregir sus fallos. Bueno, en cualquier caso. Que sí. Que llámenme ustedes fascista lingüístico, aristócrata del lenguaje o lo que quieran llamarme para sentirse en paz con sus ideales de libertad, igualdad, y fraternidad, pero afirmo y mantengo que Internet está lleno de gente que no sabe que es casi analfabeta... de baja intensidad.

Y tengan cuidado. Es contagioso. Nos vemos el lunes, que me voy a Castellón con mi señora. Sean buenos.

(Pueden buscar fallos de todo tipo en esta entrada; seguro que alguno se me ha colado)