No tiés vergüenza (ya, ya lo sé)

(Sí, ya sé lo que están pensando, no me lo digan. Yo también.)

Si, lo sé, no tengo vergüenza ni palabra. Lo sé, créanme. Soy consciente y cargo con ello y con muchas cosas más. Ay.

Cuando el otro día les dije lo que les dije, no les estaba tomando el pelo. Cuando ayer mismo cambié la página de inicio de este blog, no estaba simulando nada, y además creo que quedó estéticamente bastante bien. En ninguno de los dos casos estaba bromeando, tampoco, como hice aquella vez (aunque a decir por los comentarios, entonces de forma mucho menos creíble). Al menos no conscientemente, claro. Pretendía dejar este blog por un tiempo indefinido, y volver algunos meses después para continuar con él, de manera más reflexiva y también esporádica, y ya ven lo reflexivo que soy. Aunque todo sea dicho, no confiaba demasiado en mi fuerza de voluntad; dejar algo en lo que has estado sumido durante varios años así de golpe, no iba a ser fácil. Lo que no esperaba, es volver a ustedes tres miserables días después del pomposo anuncio. No se me enfaden, que aquí el primer engañado he sido yo, y es que uno no se conoce ni a sí mismo, aunque debería haber tenido en cuenta, lo admito, lo tremendamente voluble y atolondrada e incoherente que es la personalidad de uno. No saben lo mal que me sabe por las personas que me han apoyado en este brevísimo abandono temporal. Si algún día soy famoso, les prometo a todos ustedes un homenaje, aunque no cuenten con ello. Con lo de que me haga famoso, digo, aunque siempre les puedo colgar un vídeo mío en YouTube si eso les place. Vale, otro día.

Dice M.A. (no, M.A. Barracus no, otro M.A.) que siempre estoy disculpándome, que les pido perdón con excesiva frecuencia, y quizá tenga razón, porque ya ven, voy a colgar dos entradas de una longitud considerable, dos textos como le gusta a Orsai, para no llegar a ningún lugar. Claro que yo no mastico tanto lo que digo antes de decirlo como él (él: Orsai). Dos posts para quedarnos casi como estábamos. Sí, probablemente tenga razón y debería hacer de mi capa un sayo y no dar explicaciones. Sí, es cierto, pero no. Y no porque se las merezcan (que sí), sino porque quiero hacerlo. Así que entono el mea culpa, pero no sé decirles porqué vuelvo. Supongo que, como les he dicho ahí arriba, después de tanto tiempo, si no buscas las ideas, las ideas te buscan a ti y eso es lo que me ha pasado. Podría incluso darles una lista de razones. Por ejemplo, que este blog ha jugado un papel fundamental para conocer a -y que me conozca- mi actual pareja, o que uno de mis jefes me ha "impuesto" continuar con él para que pueda mantener estable mi ya de por sí deteriorada salud mental. O también, que hace un año y medio me veía dentro de cinco años con este blog en marcha. O que leo cosas y me apetece escribirles tonterías como esta. Esas, entre otras razones igual de absurdas e intrascendentes. Mierda.

Debería acabar diciéndoles que sí, que efectivamente estoy escribiendo la tan manida novela (me tendré que cortar una mano -o las dos- si después de tanta cháchara inútil no sale nada de nada), y adelantarles si voy a escribir con más o menos periodicidad, si voy a hablar de esto o aquello, pero para qué, si ni yo mismo soy capaz de anticiparme a lo que voy a hacer y además ustedes no van a creerme... He tirado toda mi credibilidad a la basura, embalada en una bonita caja de cartón, así que haga lo que haga, no importa. Nada importa. Bueno, y eso es esto y todo lo que venía a decirles. Que nos vemos en los bares, pero que si quieren aquí también.

Pobre M., tanto avisar en vano que viene el lobo... ¿qué va a ser de ti el día que de verdad venga?