Mi vida por un dios

Ayer alguien me mencionó la expresión tiempo malgastado. Bien, pues tengo algo que decir al respecto, pero me temo que va a ser algo espeso y difícil de entender: no puedes malgastar el tiempo. De hecho, la propia expresión carece de sentido. Y no porque siempre cualquier cosa nos aporte algo, lo cual no deja de ser cierto. Me explico.

Sólo es posible en general desperdiciar el tiempo cuando podemos dedicarlo a un objetivo (proyecto) de mayor importancia o de mayor valor que lo que estamos haciendo. Es decir, que ese tiempo, aparentemente no empleado en nada importante, puede ser empleado en mejorar el resultado final, bien en calidad o reducción del tiempo de ejecución. Pero cuando ese proyecto consiste nuestra propia existencia, esta idea de resultado final, esta mirada hacia atrás desde fuera de nuestra propia vida es un concepto sin sentido (desde luego, no desde aquellos planteamientos que asumen una continuación más allá de esta vida sobre la que tiene influencia dicho resultado). El proyecto vital de cada persona finaliza con la muerte, y tras ésta, no hay revisión posible; al no existir un momento de juicio externo a nosotros, trascendental, cualquier cosa que hagamos es válida, no únicamente desde un punto de vista ético (Dostoievski: "si no hay Dios, todo está permitido"), sino más en un sentido weberiano de pérdida de significado: nada de lo que hagamos tiene un horizonte que le proporciona sentido. No hay ningún marco supraexistencial que conceda valor o significado a nuestras acciones. Nada que mejorar. Nada que ganar ni que perder.

Desgraciadamente, esto nos lleva sin remedio a un nihilismo cuya única posible salida puede ser hacer de ese proyecto el proyecto de los otros, aunque mucho me temo que esa es una perspectiva que únicamente evita el problema. Pero es suficiente por ahora.