It's the economy, stupid

Imagen por lucya_77a en twitter

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Tanto tiempo sin pasarme por aquí y lo hago ahora en plena crisis por el coronavirus, aka Covid-19. Supongo que necesitaba una razón lo bastante poderosa, claro que, sobra decirlo, hubiera preferido que se tratara de otra más positiva.

A lo que venía. Leía ayer a un contacto de mis redes sociales criticar el encierro forzoso al que está sometida buena parte de la población española, para acabar su comentario llamando a la desobediencia civil. Afirmaba no entender cómo pasear sola por una calle desierta en la que se había cruzado con trece personas —todas ellas caminando solas, y con las que había mantenido una distancia más que prudencial para evitar un potencial contagio— podía ser más perjudicial que el confinamiento actual.

Confieso que mi primera reacción fue de indignación. El comentario en sí me pareció una temeridad o, incluso peor, una estupidez. Sí opino que el aislamiento social es necesario para, ya no la erradicación del contagio, sino para reducir su velocidad de propagación y que, de esta manera, las personas contagiadas puedan recibir una atención médica adecuada. Lo que llaman aplanar la curva. También opino que su argumento se apoya en la imposibilidad de contagio en las circunstancias que esta persona se encontró al pasear, pero de no existir dichas restricciones, no se habría cruzado con trece personas, sino con trescientas, muchas de las cuales no habrían caminado solas, sino acompañadas, se habrían reunido en grupos para charlar, etc. En fin, ya nos conocemos. Como diría Antonio Recio, la estupidez del ser humano es legendaria y pruebas tenemos más que de sobra.

Pero a menudo que le contestaba, me daba cuenta de que, aunque seguía sin estar de acuerdo con su postura, el argumento de la reclusión tampoco tenía tanto sentido, si uno atiende a la realidad que nos rodea. Y la realidad es esta:

[María José] Rallo [secretaria general de Transportes] también ha explicado que "este martes [17 de marzo] por la mañana ha ocurrido un episodio por un retraso de un tren de la línea C5". [...] De todos modos, la secretaria general de Transportes también ha afirmado que "estas situaciones son inevitables" y que, por ello "es importante apelar a las personas que se encuentren en esos andenes en ese momento y que traten de separarse al máximo, aunque no sea fácil". [Maldita.es, 17 de marzo]

(Lo de ayer lunes fue todavía peor y la negrita es mía).

Dicho de otra forma, esta realidad es que para evitar la propagación del Covid-19 se ha restringido la libertad de movimiento de las personas, pero que esta restricción se pone en cuarentena cuando se trata de ir a trabajar, con independencia de la actividad de la empresa en cuestión y las condiciones en las que se desarrolle dicho trabajo. Enciérrate en casa el fin de semana, pero no te olvides de que el lunes tienes que coger el metro e ir a trabajar. Que oiga, lo del Covid-19 es grave, pero tampoco nos pasemos de estrictos.

En esta línea, yendo más allá de las imágenes dantescas de abarrotamiento en los transportes públicos de ayer, que invalidan por sí mismas gran parte del argumento a favor del enclaustramiento, ¿a alguien se le ha ocurrido establecer qué actividades empresariales son esenciales y cuáles no? ¿Se han valorado las condiciones laborales de dichas actividades en lo que a protección sanitaria se refiere? La respuesta es evidente: no. Porque aunque desde el gobierno se recomiendan medidas como el teletrabajo, la flexibilización de horarios o mantener reuniones no presenciales, no hay ninguna obligación para adoptar tales medidas, que por otro lado están muy vinculadas a determinados ámbitos laborales. No solo nadie va a obligar a una fábrica de tubos a detener la producción, sino que tampoco lo va a hacer cuando se trate de personal administrativo. Dicho de otra manera, al final de la película, la decisión final sobre la salud de esas personas y su exposición al Covid-19 queda en manos de la empresa, que sin querer generalizar, en algunos casos —como ya se ha visto— es posible que se rija más por criterios económicos que sanitarios. Visto así, el tema es bastante serio.

Que dirán ustedes que eso de intervenir empresas y detener la actividad es muy de comunistas, pero tenemos que decidirnos: o el Covid-19 es un problema de salud importante, o no lo es; no se puede cerrar los ojos de lunes a viernes y abrirlos los fines de semana. Si no lo es, entonces nos dejamos de enclaustramientos y reclusiones, y si sí lo es, entonces es necesario parar el país y asumir sus implicaciones, porque cualquier otra alternativa —como la actual, sin ir más lejos— lo que viene a poner sobre la mesa es cuáles son las prioridades del bendito sistema en el que vivimos. Por si a alguien se le ha olvidado, está muriendo gente y va a morir más gente.

No sé si saben que una de las cosas a las que me dedico es a la realización de análisis de riesgos. Obviando los detalles, una de las premisas básicas es que cuando una amenaza supone un riesgo para la salud de las personas, el impacto que se le asigna es el máximo, por una razón que debería ser evidente: las personas son el activo más valioso, por encima de cualquier otro.

Quien sabe, quizá no sea así y estemos todos haciendo el canelo.