El fraude de Donald F. Max

Abre el periódico al azar y va a parar a la sección de cultura. La fotografía de alguien llamado Donald F. Max ocupa un octavo de la página. A su lado se despliega un largo artículo cuyo punto final se ve impelido a buscar en la parte trasera de la misma página antes siquiera de comenzar a leer. La cara del sujeto le es vagamente familiar y busca en su memoria hasta que recuerda haber oído algo acerca de su trágica muerte hace varios años. También le suena hacerse la promesa incumplida de leer alguna obra suya, sistemáticamente ensalzadas por la prensa. Su curiosidad se agotó pronto y lo que vino después acabó de aniquilarla. Con ciertos aires apocalípticos, algunos críticos llegaron a decir que había muerto el último genio de la literatura y como de la nada, un nuevo y flamante genio literario apareció apenas un año y pico después. Su obra era bastante prolífica, teniendo en cuenta la edad a la que falleció: tres docenas de libros y varios libros de relatos, algunos de ellos inconclusos. El resto, siempre según los datos aportados por su biógrafo al periódico, se habían perdido en las innumerables mudanzas del escritor o este lo había quemado en uno de sus actos de locura.

El artículo comienza con un breve repaso a la vida y obra del individuo, fallecido según datos oficiales a los cuarenta y tres años de cirrosis, debido al parecer al alcohol contenido en la botella y pico de whisky que ingería a diario. Él duda de la existencia de un organismo con tal capacidad. Según se indica, la fotografía de la esquina es el único testimonio gráfico del rostro del escritor. No existen retratos de su infancia o adolescencia y sus progenitores habían muerto muchos años antes en un pueblucho del interior. El texto hace un repaso exhaustivo a sus datos vitales, extraídos de su biografía post-mortem, como el autor del artículo advierte a modo de descargo de responsabilidad: número de parejas sexuales y sentimentales, adicciones, manías y fobias, enfermedades sufridas, unas reales y otras inventadas, amigos y conocidos, traumas de la infancia, relación paterno-filial, para acabar haciendo inventario de su producción literaria, toda ella publicada con posterioridad a su muerte. 

Tras la introducción y puesta en contexto, lo interesante del artículo viene a continuación. Al parecer, una tesis postdoctoral de la Universidad de California aseguraba que el sujeto jamás había existido, lo que hacía particularmente difícil, si no imposible, que hubiese escrito algún libro. Durante tres años dos estudiantes de doctorado habían llevado a cabo lecturas comparadas de su obra, encontrando que el estilo desplegado en sus obras mostraba alteraciones poco justificables: textos que distaban entre si unos meses parecían escritos por diferentes personas y luego obras alejadas varios años reflejaban similitudes muy significativas. El fantasma utilizaba estilos literarios tan alejados que, o bien padecía un trastorno de identidad disociativo —trastorno de personalidad múltiple, se encarga de aclarar el articulista entre paréntesis— de una magnitud colosal, o se trataba de textos escritos por diferentes personas. Dado que la primera opción no solo era la menos probable sino que no era una de las múltiples e hipotéticas enfermedades mentales de las que hipotéticamente había sido diagnosticado en su hipotética vida, los autores de la investigación concluían afirmando que Donald F. Max no era uno, sino varios. 

Para disipar cualquier duda sobre la intención del estudio, apoyar la tesis principal y hacer frente a posibles demandas de la editorial, los estudiantes habían llevado a cabo una minuciosa investigación de la vida del escritor. A pesar de la solidez del núcleo principal, no les costó mucho encontrar pequeñas grietas y errores por las que introducirse: algunas personas que aparecían en la biografía como amigos o conocidos del presunto escritor o no existían, o habían muerto años antes de que pudiesen tener cualquier tipo de relación con este. Los peores casos aseguraban no conocerlo de nada. Existían incoherencias de carácter administrativo y en varios lugares en los que pretendidamente había vivido nadie le recordaba.

En conjunto todo formaba un cuadro coherente, una narración vital realista y verosímil, pero al rascar sobre la superficie habían comenzado a aparecer ausencias inexplicables, datos incontrastables o directamente erróneos; todo se volvía más mohoso y pegajoso. Sin embargo, los autores del estudio no se olvidaban de añadir que con todo, existían documentos legítimos como su partida de nacimiento y defunción, además de personas que afirmaban haberlo tratado en su juventud. 

A partir de ese punto, el autor del artículo trata de adoptar un enfoque y lenguaje falsamente objetivo, oculto en la coartada ofrecida por las opiniones de respetables académicos universitarios y profesionales del sector literario, y explica el principal argumento formado en el mundillo literario: la vida, obra y milagros de DFM no había sido otra cosa que una invención editorial, un fraude orquestado por la editorial Tadynus, cuya representante y relaciones públicas había afirmado en unas breves y someras declaraciones entrecomilladas que el estudio era un conjunto de conjeturas y vaguedades sin base real; parecía importante destacar que la editorial tenía un código de conducta y ético que prohibía las prácticas descritas. Aunque la biografía contenía multitud de datos en teoría reales, bastantes de los cuales podían ser contrastados, la opinión extendida era que la gran mayoría de ellos habían sido inventados, falsificados o amañados por personal de la propia editorial para dotar de un aura de misticismo e interés al virtual sujeto. Se especulaba que los libros habían sido escritos por estudiantes universitarios de filología y literatura (ninguno de los cuales, por desgracia, había sido localizado), para ser posteriormente corregidos por editores con experiencia, y algunas de las críticas literarias habían sido compradas y acordadas con los redactores y periodistas de algunas revistas. La campaña de marketing que Tadynus puso en marcha una década atrás para vender las obras, en palabras de la propia editorial, del autor desconocido más importante del último siglo fue un auténtico éxito; la historia trágica de un icono literario que había incluso llegado a sobrepasar el ámbito literario, y cuyos libros se siguen vendiendo en la actualidad con bastante éxito. Según el autor del artículo, el asunto tiene visos de levantar una gran polvareda en el sector literario y editorial, y ya existen algunos medios que se plantean demandar a la editorial por fraude.

(Doloroso descarte de la novela)