Borjamari mon amour

El otro día leí, como hago de vez en cuando, el blog de Borjamari. Lo admito, hace algún tiempo me hubiera gustado bastante recibir una opinión suya, y aún hoy, de manera intermitente, me apetece, para qué mentir. Pero como no es mi intención venir aquí a mendigar, al menos no hoy, tendremos que dejar eso para un momento más apropiado. Y es que el chico se está volviendo cada día más lastimoso, lo que no deja de ser paradójico: que un blog que se queja constantemente de la mediocridad reinante se haya visto arrastrado por ésta hasta el punto de que, de un tiempo a esta parte, el argumento viene a ser siempre el mismo: «Estoy un poco harto de tanto cero absoluto». Ah, perdónenme. El argumento no, el mensaje es lo que viene a ser lo mismo.

A decir verdad, no sé qué espera Borjamari de este mundillo desde su rebuscada retórica, y disculpen la cacofonía pero es que a veces parece que esté uno leyendo una parodia de Prada, Juan Manuel de. A lo mejor va a ser que a pesar de su propio discurso, el buen hombre se ha creído el rollo de la web2.0 y la revolución "blogueril" o "bitacorera" -no se qué término me gusta menos-, y conserva cierta esperanza de redención, porque sino, a qué santo tanta sorpresa e indignación por algo que viene predicando ya unos cuantos años. Claro que decir constantemente «Borjamari ya lo dijo» tampoco viene a ser precisamente la panacea de la originalidad. Para eso mejor cierra uno la paraeta y si te he visto no me acuerdo.

Pues no, ni idea. Quizá espere encontrar periodismo de calidad o literatura de altos vuelos, un día tras otro. Y si ya es difícil encontrar eso en la calle, de mano de personas que se dedican profesionalmente a ello, es decir, "a tiempo completo", imagínense cuando se limita dicho ámbito a individuos que lo hacen, salvo excepciones, de manera altruista (la ración diaria de ego no tiene precio, pero no da de comer), en sus ratos de ocio y como afición. Y a los que por lo general, se la trae más que floja todo el hype (¡soy políglota!) del dospuntocero. Entonces a veces sale mejor, a veces peor. A veces gustará más y a veces menos.

Es que esa es, precisamente, la esencia de los blogs: que cada uno habla de lo que le da la gana cómo y cuándo le da la gana. Y deja de hacerlo por exactamente la misma razón. Igualito, todo sea dicho, como nuestro Borja María, aunque de algún modo, es algo que no quiere entender o no parece querer entender. Porque el día que lo entienda, claro, chapamos el chiringuito, amigo. Parece como si esperase que la gente que escribe blogs se responsabilizase por el hecho de que éstos no vayan a ser la revolución mediática que algunos anuncian desde hace tiempo. Pues chico, qué quieres que te diga. A la gente, así en general, pues todo eso, ni fu ni fa. Entiéndeme; que no, que te equivocas de público.

Y no es que todo sea malo; es sólo una aplicación particular de la ley del mínimo esfuerzo, porque Borjamari también es humano (recuerden, tiene opiniones personales), y con esto acabo. Créanme que entiendo la contradicción que hay detrás de esta entrada. Pero claro, ya saben lo que se dice...