Benjamin Franklin

«La palabra clave del vocabulario de Franklin era “útil”. Su único libro, la Autobiografía fue comenzado como algo que podía ser útil a su hijo; cumplido este propósito, el libro nunca fue terminado. Inventó una estufa, fundó un hospital, pavimentó las calles y creó una fuerza policial urbana porque todos estos eran proyectos útiles. Consideró útil creer en Dios, pues Dios recompensa la virtud y castiga el vicio. En el Poor Richard's Almanack (1732-1757), Franklin saqueó el acervo mundial de aforismos y los adaptó a homilías para el pobre. “Como dice el pobre Richard” se convirtió en una expresión que dio paso a todas las buenas virtudes. Hay, decía Franklin, trece virtudes útiles: la templanza, el silencio, el orden, la resolución, la frugalidad, la laboriosidad, la sinceridad, la justicia, la moderación, la limpieza, la tranquilidad, la castidad y la humildad. No hay, quizá, mejor inventario del credo norteamericano. Franklin escribió que dedicaba a cada una de ellas una atención estricta durante una semana, y registraba en un cuaderno de notas el grado de éxito diario que alcanzaba en la práctica. Así, realizaba “un curso completo en trece semanas y cuatro cursos por año” [1].

Pero todo esto era astucia, en parte, y quizá hasta engaño. Si bien Franklin era ahorrativo y laborioso, su éxito, como el de muchos buenos yanquis, lo debió a su capacidad para hacerse amigos influyentes, a una extraordinaria habilidad para hacerse propaganda y al encanto y el ingenio de su persona y sus escritos. (Aún la “comezón“ resultó ser memorable, pues engendró otros dos hijos ilegítimos). Amasó una modesta fortuna, se retiró para satisfacer su interés por la filosofía natural y la electricidad, y durante seis años dedico su ocio al estudio desinteresado antes de ser arrastrado a la vida pública.

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[1] En su magistral obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Max Weber ve a Franklin como la encarnación de ambos. Cita sus “sermones”, como él los llama (“... El tiempo es dinero ... Recordad que el crédito es dinero. Si un hombre deja el dinero en mis manos después de terminado, me da el interés...”), como expresión del ethos característico del “nuevo hombre”. Un hecho interesante es que Weber cita a Franklin más que a Lutero, Calvino, Baxter, Bailey o cualquiera de los teólogos puritanos para describir los lineamientos de la nueva ética. Véase Max Weber, The protestant Ethics and the Spirit of Capitalism, trad. de Talcott Parsons (Londres, G. Allen & Unwin, 1930).»

 

Daniel Bell, Las contradicciones culturales del capitalismo, Alianza Universidad, Madrid, 1977.

Para más información sobre La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo, aparte de como es obvio la obra original -la edición de Jorge Navarro Pérez, de la editorial ISTMO es muy completa.