Tyler

Tyler era un pobre chaval que venía a clase conmigo. Está claro que no se llamaba Tyler, aunque no recuerdo su verdadero nombre; creo que jamás lo supe, y si lo he olvidado, tanto mejor. Alguno de nosotros le puso ese apodo en honor a algún retrasado que había visto en televisión y se quedó con él, para mofa nuestra y de prácticamente todo el colegio, aunque también es verdad que no le dimos opción. El mote le venía al pelo, porque el tipo era un miserable, uno de esos patanes congénitos con los que te encuentras en la vida y de los que no puedes hacer otra cosa que reírte. Es verdad que quizá aquello no estuviera del todo bien, pero así son las cosas y la vida no es fácil.

A veces pienso que habrá sido de él, si habrá salido adelante o lo acabamos hundiendo sin remedio, y me pregunto si volvería a hacer lo que hice. Y la verdad, la respuesta siempre es la misma: sí.

Porque menuda diversión.