Raffiniert ist der Herr Gott, aber boshaft ist er nicht

Esta noche, en los textos que estoy estudiando para el examen de Filosofía de la Historia, y en concreto en un capítulo sublime de Walter Kaufmann titulado simplemente Hegel, me he encontrado de cara con dos formas inmejorables de expresar lo que alguna vez he intentado transmitir acerca de mis sueños (de grandeza), esperanzas, frustraciones y conflictos personales, a menudo sin éxito. No las comentaré, porque me sobrepasan en mucho.

La primera proviene de Nietzsche, Así habló Zaratustra, y dice así: «Hace largo tiempo que no voy en pos de la felicidad: en pos voy de mi obra».

La segunda, más extensa, es de Sartre: «El hombre, por consiguiente..., no es más que el conjunto de sus actos... Para el existencialista no hay otro amor que el que se construye; ...no hay otro genio que el que se manifiesta en las obras de arte: el genio de Proust es la totalidad de las obras de Proust... Un hombre se compromete en la vida, traza su propio semblante, y fuera de este semblante no hay nada. Indudablemente, este pensamiento podrá parecer duro a quien no haya triunfado en la vida».

En palabras de Hegel: «Lo que el hombre es, es su acto, la serie de sus actos, lo que se ha hecho».

No encuentro, ni creo que haya, ninguna manera mejor de decir lo que siento respecto a mi futuro. «no es la felicidad lo que eligen, sino el esfuerzo, la lucha, el trabajo por alcanzar su meta». No sé qué imagen de mi dejan estas frases, pero lo cierto es que me da igual. Porque nadie más que yo sabe lo que yo siento.

Y a veces, ni yo mismo lo sé.

(El título es una cita de Einstein que viene a decir Dios es astuto, pero sin llegar a ser mezquino)