Llamadme Baudelaire

Había una vez
un chiquillo que olía a pez,
y por oler a pescado
lo trataban como a un apestado.

Ya de niño
paseaba por el Miño,
y a tan corta edad
mostraba la gente su crueldad.

Un día vino al pueblo
una cría con su abuelo,
y detrás de una reja
estaba la niña que olía a oveja.

A los dos le chiflaban los mejillones
y los tragaban a mogollones,
aunque comían también cordero
que les regalaba un madero.

Se hicieron mayores
y de los olores,
nunca más se supo
ni aquí, ni en Pernambuco.

Y estos dos ancianos
cogidos de las manos,
vivieron felices
y comieron perdices.