Jeremías es una estrella

Jeremías busca una palabra en su cabeza, mientras camina con paso firme bajo el sol de un doce de agosto por una calle cualquiera de una ciudad cualquiera. Treinta y nueve grados centígrados marca el termómetro fuera, y dentro casi cinco litros y medio de sangre corren por unas venas dilatadas bajo la piel hirviendo; un corazón bombeando con violencia, unos pulmones llenándose y vaciándose de aire caliente mientras los músculos y tendones se contraen y relajan con cada movimiento, tal y como está escrito. Ajeno a su complejidad orgánica, o quizá no, una sonrisa se dibuja en su boca al ver acercarse una chica, y se divierte intentando adivinar sus formas, ligeramente ansioso por el encuentro. En sus pies, unas viejas zapatillas Adidas que llevan años comiéndose el mundo devoran la acera, y en sus oídos, en su cabeza, Santa Esperanza; Uma Thurman, Lucy Liu y Kill Bill. Sonríe.

Siete metros delante suyo, en el suelo, una lata de refresco medio aplastada espera con ilusión el papel de su vida. Nueve metros más adelante, y once sobre su cabeza, una mujer de cincuenta y siete años sale al balcón. Y Jeremías, fiel al guión aprendido, listo para encarnar a Pelé, a Maradona, a Platini, a Cruyff, ante millones de personas que se esconden, ante un universo que le contempla en silencio, ya apenas necesita imaginar nada cuando el interior de su pie impacta con el bote, haciendo de él justo en ese instante una gran estrella, y una diferencia de temperatura de dieciocho grados provoca una bajada de tensión, un tambaleo, un mareo, un apoyo desesperado en una barandilla que se tambalea, al tiempo que una chica se detiene y observa con indignación como su blusa blanca ha quedado manchada de Coca Cola por la torpeza de un idiota cuya sonrisa y seguridad ha desaparecido al instante, y lista para abrir la boca, una maceta llena de tierra se destroza contra el suelo que ella debería estar pisando en ese momento. Si no fuese por Jeremías, nuestra estrella.

Porque una blusa no vale una vida, y Jeremías, Jeremías sabe eso.