Flotar

No sé qué parte quiere dejar escapar y cuál obligar a permanecer con él. Probablemente, ni siquiera esas decisiones dependan de sí mismo. Genética, herencia cultural y tiempo parecen estar continuamente conspirando para reducir sus propias opciones y hacerle girar como una brújula. La ventana de oportunidad lleva años cerrándose, pero a veces alguna ráfaga de aire la abre un poco más. Este parece ser, pues, el caso. Duda, no obstante, de estar dispuesto para asumir la libertad y las dependencias que vendrán de la mano de esas elecciones. Me permitiré no contestar a la pregunta de si esto es un relato autobiográfico o no. No es sencillo acertar el trazo y no salirse de la línea; ceñirse a los hechos se hace difícil en determinadas circunstancias y la ficción resulta un sendero tentador.

Quince años. Catorce, quizá. Cree que recuerda con nitidez las lágrimas y la incomprensión de una situación anímica que con el tiempo va a intentar aprender a esquivar y comprender sin éxito. A diferencia de lo que él mismo piensa, la vivencia personal no le aporta información extra que le permita interpretar la situación. El dolor, la soledad y la desesperanza no son ingredientes con los que sea fácil cocinar un buen plato.

Como un narrador externo, se ve a sí mismo sentado en el suelo, en el margen en el que la hierba se extiende sobre los dominios del cemento, con los brazos aprisionando sus piernas encogidas, llorando. Nadie más que él le observa. El dolor se convierte en sollozos hasta que la calma acaba llegando. Querría gritar, pero algo dentro de él se lo impide. El miedo a algo desconocido o demasiado familiar.

Muchos años han pasado desde entonces. Océanos de lágrimas y dolor y angustia y rabia y huidas hacia ningún lugar. La fantasía de sumergirse en las profundidades hasta que los pulmones no aguanten más. Breves paradas en pequeñas islas semi abandonadas. Pero a fin de cuentas, aunque el viento sople en contra, navegar es la mejor opción y no queda más remedio que seguir haciéndolo.

Así que en algún momento, la intuición de que quizá deba cambiar de dirección se presenta como una revelación. Deja de buscar refugios pasajeros y encuentra un lugar estable, cómodo, todo lo que puedas, dentro del interior de ese angosto y ruinoso barco de madera que demasiado a menudo piensas que va a acabar hecho añicos. ¿Sigue ahí después de todo, no es verdad? Arría velas y deja que la tormenta, con su insistencia, tome el control. Rompe el mástil y deshazte de los remos. Olvida cómo nadar y entiende que se trata sólo de saber flotar. Asume que el viento no va a cesar; que las olas nunca dejarán de estar ahí; que el estruendo de la tormenta seguirá ahí aunque te tapes los oídos. Quizá tenga algo mejor que ofrecer para ti.

Aprender a disfrutar de la violencia de su propia existencia. Dejarse llevar. Permitirse gritar sin importar las miradas que eso pueda levantar. Quizá no sea más que eso, piensas, mientras el mástil se astilla con el impacto del primer hachazo. A lo mejor no queda otra opción y ese pensamiento es tan cálido como la promesa de una existencia auténtica y dolorosa.

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Seek out the light between / Time and confusion glowing up ahead / Instead of slipping through / You bit off more, much more than you could chew / You could not Swallow It / No baby you're not ready, slow down / And take the time to evolve / You could not Swallow It / No baby you're not ready, slow down

(Brandon Flowers - Swallow It)